miércoles, 15 de mayo de 2013

Una vuelta rápida por Milano

By Sole

Mayo 2012

A las 15:15 hs llegamos al Milan Malpensa Airport ubicado a varios kilómetros de la ciudad de Milán. Una vez que recogimos las valijas fuimos hacia la estación de tren para tomar el Malpensa Express hacia Milano Centrale. Compramos 2 tickets, 10 E cada uno, que validamos antes de ingresar al tren. Tener un pasaje sin validar equivalía a no tenerlo, y si el guarda lo descubría, a pagar la multa! Y no es joda, los guardas pasan y se fijan todo!
El tren estaba acondicionado para viajar con valijas contando con lugares para ponerlas. Además de la gente con valijas viajaba gente que nada tenía que ver con el tránsito de pasajeros entre Milán y el aeropuerto; hicimos varias paradas intermedias antes de llegar a Milan.
Durante este viajecito nos comimos unas espectaculares cookies con chispas de chocolate que habíamos comprado en nuestra visita al supermercado en Salzburgo. Qué buenas que estaban!!!! También tomamos la decisión final sobre lo que haríamos al día siguiente. Estábamos entre dedicarle el día a Milán, así Seba podía ir a visitar el estadio San Siro Giuseppe Meazza, o pasar el día en Venecia.
Recién llegado a Milán, antes de salir de Milano Centrale, la estación principal de tren, nos dispusimos a hacer la fila para comprar los pasajes para el día siguiente. Seba se conformó con ver el estadio desde el aire, cuando el avión pasó sobre él.
Volviendo a la compra de pasajes, estaba la posibilidad de hacerlo con unas máquinas, pero por alguna razón no nos permitía realizar la transacción, así que no nos quedó otra forma que hacerlo a la antigua. De hecho no éramos los únicos haciendo fila, debíamos tener más de 15 personas delante! Mientras aguardábamos vimos que en las máquinas expendedoras había un hombre que ayudaba, sobre todo a las mujeres mayores a sacar los pasajes a cambio de una propina. Permanecimos en la fila.
Con los pasajes en nuestro poder, salimos de la estación, teniendo que atravesar una plaza que me hizo acordar a la de Once. Había varios manteros vendiendo todo tipo de porquerías (anteojos, carteras, billeteras, "miquimocos", etc). Rápidamente llegamos al otro extremo, caminamos unos 100 metros más y encontramos nuestro hotel.
Nos alojamos en el Hotel Garda, un lugar un tanto antiguo, con una mala relación calidad/ precio, comparado con los alojamientos anteriores. Nos había costado mucho elegir un hotel en Milán, la mayoría tenía un precio más alto que los de otras ciudades, y cuando íbamos a leer las opiniones en booking y tripadvisor, estas solían ser bastante malas (mucho ruido, suciedad, canillas de agua caliente de las que sólo salía agua fría, etc).
Hicimos el check in en un mix de italiano e inglés, nos dieron una habitación en el 2º o 3º piso, y nos indicaron que subamos con las valijas por el ascensor. Qué suplicio ese viaje en ascensor! Parecía que cuando uno apretaba el botón del piso al que quería ir, un hombre leía el pedido y comenzaba a tirar de una cadena para que subiera. Uno de los ascensores más lentos de mi vida, que creo que sólo fue superado por el de Florencia.
La habitación tenía una decoración un poco estridente, con bastante rojo y una luz que iluminaba poco, lúgubre. Dónde nos metimos??? Era un hotel común de pasajeros o algún antro extraño??? El baño estaba bien, incluida el agua que salía a una temperatura adecuada, pero las pocas veces que nos bañamos por más recaudo que tomamos inundamos literalmente todo el baño!!! Si quedaba tirado algo en el piso, flotaba!!!
Dejamos las valijas y tomamos las escaleras para bajar, no íbamos a aguantar otro extra-lento paseo en ascensor. Dejamos las llaves en el front desk; no tenía tarjeta electrónica sino las antiguas llaves con el llavero con el número de habitación que siempre quedaba en conserjería.
Teníamos lo que quedaba de la tarde para recorrer la ciudad. Decidimos ir en metro hacia el Duomo. Sacamos los 2 tickets en las máquinas, E1,5 cada uno, y unos minutos después ya habíamos llegado a destino. Apenas pusimos un pie en la superficie, en la plaza frente al Duomo, fuimos asediados por un grupo de africanos que intentaban darnos unas pulseras de hilo. Una seguidilla de  “no, no, no, grazie, thanks” y movimientos negativos de cabeza, hicieron que se dispersaran y fueran a buscar otras víctimas. Ya habíamos leído de los timos del lugar en una página web con información de seguridad. Así que cualquier persona que se acercaba, recibía un “no”. Hubo un oriental que estaba cerca nuestro que cayó con el “free, free”, agarrando una pulsera. Ahí le comenzaron a pedir “Money”. Intentó zafar de la situación con una moneda, recibiendo un “no coins, money”. Hasta que no desembolsó algún billete no lo dejaron ir.
A estas alturas ya estaba un poco paranoica, tratando de evitar a estos timadores, atenta a que nadie me viniera a robar y a no pisar una de las cientos de palomas que estaban en el piso, que no se amedrentaban ante el acercamiento de un pie a sus cabezas.
Hicimos una rápida pasada por el interior del Duomo, que estaba en remodelación. Pudimos ver sus techos altos y varias pinturas colgadas en sus pareces; el olor a incienso era intenso.

Il Duomo
Seguimos hacia la galería Vittorio Emanuele. Un centro comercial, muy elegante, con negocios de primeras marcas y bares. En un sector del piso había un mosaico de un toro al que hay que pisarle los testículos para atraer la buena suerte. De hecho cuando uno lo miraba era en ese el lugar donde el piso estaba más desgastado. No iba a dejar pasar la buena suerte! Así que mi pie estuvo pisando al pobre animal. Seba se negó a hacer “esa payasada”, bastante que había tirado la moneda en la Fontana Di Trevi.

A pisar las bolitas del toro

Tomamos Vía Dante, en la que había cafés con mesas en las calles a ambos lados, y postes con banderas de diferentes países. Al fondo, el Castello Sforzesco, grande e imponente. Recorrimos sus jardines, sin adentrarnos en el edificio. Más allá del Castillo, il parco Sempione.
Este parque con sus 386.000 metros2, es uno de los más importantes de la ciudad; se encuentra entre el jardín del Castello Sforzesco y el arco della Pace o de la paz, una especie de arco del triunfo, pero más pequeño. Nos dio la impresión que era un parque bastante utilizado por los habitantes locales para pasear y practicar deportes. En nuestro recorrido nos cruzamos con gente corriendo, caminando, jugando al fútbol, sentada leyendo, comiendo, etc. Además de respirar un poco de aire fresco, pudimos cargar agua de un bebedero, en la botella de agua mineral que habíamos comprado en el metro y ya estaba vacía. Este fue el lugar que más me gustó de la ciudad.

Parque con el Castello Sforzesco de fondo

Volvimos a la zona del Duomo, pasamos por el negocio que vendía camisetas del Inter, al cual no entramos porque justo en ese momento estaban bajando sus persianas. Continuamos caminando, pero ya enfilando hacia la zona del hotel. Realmente las calles que caminamos en el regreso no tenían nada en particular, podrían haber pertenecido a cualquier ciudad. Pocos negocios, menos locales gastronómicos aún; supongo que habremos ido por el camino equivocado y nos perdimos la cuna de la moda, y todas esas cosas que siempre se dicen sobre Milano.
Terminamos en una pizzería a dos cuadras del hotel. No sé si estábamos demasiado cansados sin capacidad para pensar o qué, pero pedimos la peor pizza que podíamos haber pedido, una “pizza Siciliana”. Cuando la pedimos ni siquiera entendimos el nombre de todos los ingredientes, pero dijimos “qué tan malo puede ser?”. Ni siquiera tuvimos la viveza de pedir 2 pizzas diferentes y comer media y media…
Podemos asegurar que no nos aburrimos en el largo tiempo que tuvimos que esperar para que nos trajeran el pedido. Por un lado, parecía que había una fiesta infantil, para la que pasaban pizzas y más pizzas hacia otro salón, y después comenzaron a aparecer niños con helados en sus manos. El horno debía estar ocupado sacando ese gran pedido antes que el nuestro.
Por otro lado, fuimos testigos de unos swingers de alimentos. En una de las mesas exteriores se sentaron 4 orientales, 2 hombres y 2 mujeres, con sus respectivas cámaras de fotos. Pidieron la carta, a la que miraban con cara de no entender nada, evidentemente no estaba escrita en chino! Cuando se acercó el mozo a tomar el pedido estuvo largo rato, como si estuviese explicando vaya uno a saber en qué idioma, en qué consistía cada plato. Volvió con la bandeja con un café con leche, un agua, una cerveza, un plato de pastas, una pizza y otros platos que no recuerdo, que fue distribuyendo en la mesa. No bien se retiró, los comensales inspeccionaron lo que les habían servicio, tal vez fue lo que les tocó en suerte producto de la barrera idiomática. Todos comenzaron a comer de todos los platos, tanto el que estaba delante, como el que tenían al lado, enfrente y oblicuamente.
Finalmente, miramos lo que nos había tocado en suerte a nosotros por no saber leer todos los ingredientes! Vinieron dos pizzas con tomate, aceitunas, alcaparras y anchoas, SIN queso!!!! Naaa, pizza sin queso, no es pizza en mi mundo!!! No puedo explicar lo salada con estaba, apenas se podía comer!!! Como no habíamos comido demasiado ese día, comimos hasta donde pudimos, corriendo parte de las anchoas y las alcaparras, para no morir ahí mismo!!! La peor pizza de todo el viaje!!!

Exudando sal volvimos al hotel a dormir! El tren a Venecia salía a la 6:35 de la mañana!


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