jueves, 31 de mayo de 2018

Chau Sidney… hasta pronto!

By Sole

19 de diciembre 2016.

Luego de una noche de sueño entrecortado por el miedo a no escuchar el despertador, hicimos un desayuno rapidito con lo que nos quedaba y a las 7:30 horas salimos hacia la estación Museum para tomar el tren hacia el aeropuerto. Cómo agradecimos la presencia de un ascensor!!!

Cuando fuimos a sacar el pasaje descubrimos una de las limitaciones de la Opal card: sólo permitía cargas de montos exactos ($10, $20, $35, $40, $50, $60). Teníamos $3 en cada una, pero el pasaje costaba $16 y algo... Tras hacer un par de cuentas rápidas lo más económico era perder lo que teníamos en la tarjeta y sacar directamente los pasajes. Luego de 15 minutos de viaje sentados en un vagón con aire acondicionado llegamos al aeropuerto.

La lentitud del check in de LATAM hizo que la larga fila serpenteante, repleta de gente con muchas valijas, creciera progresivamente alcanzando dimensiones preocupantes. Tampoco había demasiado apuro… cuando despachamos la valija nos avisaron que el vuelo estaba retrasado más de una hora, información podría haber estado en la web para cambiar el horario de llegada al aeropuerto o al menos estar preparados mentalmente para la larga espera.

Hicimos migraciones y seguridad sin problemas, y nos sentamos a hacer el segundo desayuno mientras hacíamos uso de la excelente conexión a Internet del aeropuerto que era gratuita, y sin límite de tiempo ni datos.



Tras varios cambios de puertas de embarque finalmente subimos al avión. No nos preocupaba tanto el tema del retraso porque íbamos a hacer todo el viaje en la misma compañía, y por el momento teníamos tiempo suficiente para las escalas en Auckland y Santiago.



El primer tramo fue tranquilo, sin inconvenientes, pero con un servicio bastante deficiente. Nos dieron un “almuerzo” que consistía un “red pepper sándwich” (un bodoque de pan con pimiento rojo, una rebanada de tomate y 2 hojas de perejil), un triangulito de queso fundido, 2 galletitas y un postrecito de coco. Tristísimo, sobre todo para la gente que había sacado su pasaje por Quantas (era un vuelo compartido); el resto ya esperábamos esa mediocridad característica de la compañía.

Después de unas tres horas de viaje llegamos a Auckland. Para activar un poco los músculos, tuvimos que descender del avión con todos los bártulos y sin manga… Lentamente fuimos bajando todos con los carry on a cuesta por las escaleritas, tomamos el bus para llegar al aeropuerto donde volvimos a pasar por el control de seguridad y nos sentamos a esperar el siguiente vuelo. Al atraso que ya teníamos sumamos varios minutos más, y en medio de un embarque caótico y mal organizado repetimos el circuito bus- escaleritas- avión, sentándonos en los mismos asientos de la misma aeronave. Un rato después del despegue llegó la cena… ya no sé qué hora era, pero era poco probable que fuese el horario de esa comida. Como no habíamos comido la exquisitez de morrones rojos, la comida fue bienvenida. En esa oportunidad fuimos agasajados con ensalada, pollo guisado con chauchas y puré de papas, torta de manzana y café. Sin ser gran cosa, estaba levemente mejor que lo del primer vuelo.

Cuando viajamos atravesando varios husos horarios, solemos calcular a qué hora vamos a llegar a casa y en función de eso vemos en que momento del viaje deberíamos dormir para ir ajustando nuestro reloj interno. La idea era no dormir durante todo el viaje y hacerlo en Buenos Aires… Esos planes hicieron que las 10:40 horas de vuelo fuesen ETERNAS!!! Tuve tiempo para ver dos pelis, jugar al sudoku, ahorcado, Bejeweled y varios juegos más, leer, comer y descansar un rato los ojos sin dormirme. Esto último fue muy necesario porque entre todo el tiempo mirando la pantalla y la poca humedad ambiente, tenía los ojos super secos, requiriendo lágrimas de manera casi constante.

Unas dos horas antes de aterrizar nos dieron el “desayuno” (ya eran las 13 horas en Santiago). Otra vez omelete con champignones vs sándwich de jamón y queso pasado por el microondas, a lo que agregaban un pan… un menú de lo más pensado sobre todo la segunda opción “sándwich + pan”. Por favor, un nutricionista a esa empresa!!!

En algún horario del día que ya ni recuerdo, desembarcamos en Santiago donde nos esperaban un poco más de dos horas de escala. Lo único positivo fue que íbamos a hacer a tiempo a tomar el vuelo que teníamos programado que llegaba al Aeroparque Jorge Newbery; lo habíamos sacado especialmente para evitar pasar por Ezeiza. La parte negativa, era que sumábamos 45 minutos más de retraso ya que íbamos a tomar el avión que venía de Buenos Aires y había salido un rato después de lo programado por una huelga de aerolíneas argentinas y otros gremios… Argentina ya no estaba dando la bienvenida!!!

El último tramo también fue tranquilo, y se pasó bastante rápido entre el snack a bordo, y el tiempo que tomó el avión para alcanzar la altura crucero y volver a descender. En aeroparque nos reencontramos con la valija, y terminamos tomando un taxi en la puerta… cómo se enfureció el tachero cuando le dijimos que íbamos a Palermo. No sé cómo llegamos vivos! En el corto trayecto cometió todo tipo de infracciones de tránsito y volanteó bruscamente todas las veces que pudo, y ni hablar la cara de traste y malos modales cuando nos cobró… Este ejemplar de la mafia de los taxis de aeroparque nos terminó de dar la bienvenida, recordándonos que habíamos abandonado el primer mundo y no teníamos posibilidad de elegir un Uber para llegar a casa.

Habiendo salido a la 7:30 horas del lunes del departamento de Sidney y viajado 16 horas en el tiempo, llegamos a casa a las 20:00 horas del mismo lunes… unas 28 horas y media después.

Igual con tal de volver a Sidney, volvería a viajar todas esas interminables horas!!! Ya nos volveremos a ver!!!



Qué podemos sacar de este relato que parece un descargo en un libro de quejas?
  • A la hora de cargar la Opal Card calculen más o menos cuantos viajes piensan hacer y el dinero que pueden llegar a necesitar para que no les quede mucho crédito sin usar.
  • En los viajes largos en avión siempre tengan lágrimas para los ojos en el bolso de mano.
  • LATAM es una compañía bastante mediocre, sobre todo lo que es servicio a bordo (no incluyo en esto a la atención de los auxiliares de a bordo que son los que dan la cara) y al cliente en general, nunca una disculpa ni compensación por los atrasos. En otros rubros uno simplemente deja de contratar los servicios y opta por otra empresa mejor, pero a la hora de comprar un pasaje, los que no somos millonarios y viajamos con presupuesto más o menos acotado tenemos, terminamos eligiendo por el precio…
  • Si llegan al Aeroparque Jorge Newbery y no tienen mucho equipaje, pueden tomar alguno de los colectivo que pasan por ahí (la parada está saliendo hacia la derecha). Aunque no los deje en la puerta de sus casas, son una buena opción para salir de la zona y después tomar otro micro, subte o taxi que no forme parte de esa mafia.


viernes, 25 de mayo de 2018

Sidney, cambio de planes en el último día de vacaciones...

By Sole

18 de diciembre 2016

Ultimo día full de vacaciones. No puedo creer lo rápido que pasaron!!!
Teníamos planeado ir al Fish market a la mañana y a la “reserva” Featherdale a la tarde, pero… un ataque de conciencia modificó los planes. En rato antes de salir, me puse a releer el brochure del Featherdale Wildlife Park donde las palabras “colección privada de animales” y un par de imágenes de gente interactuando con los koalas me hicieron mucho ruido, generándome la sensación de que era un zoológico más disfrazado de reserva… en ese momento decidí que no quería ir. Seba aceptó mi decisión, y así nos quedamos sin ver koalas, demonios de Tasmania, canguros y demás habitantes del lugar. Cuando los vea (si es que alguna vez lo voy a ver) quiero que sea libres, en su hábitat natural y alimentándose por sí mismos. Dicho esto, el plan de la mañana se mantenía, pero la tarde nos quedaba libre.

Había amanecido nublado con una temperatura que rondaba los 18°C; según el pronóstico se iba a mantener así todo el día, y el riesgo de precipitaciones era de apenas 10%. Con ese contexto meteorológico salimos a la calle con pantalones, remeras y la precavida segunda capa; en realidad el señor no fue tan precavido y no la llevo, “no la vamos a necesitar” fue su sentencia. Ni bien pusimos un pie en la calle notamos cierto frescor, pero se aguantaba bien en remera.

Caminamos por Surry Hill –un barrio con barcitos lindos- hasta la estación central donde fuimos a tomar el “Light rail” que iba hacia Pyrmont y el Sydney Fish Market. La parada estaba en el primer piso de Central Station, por lo que tuvimos que atravesar su gran hall y salir por el extremo que daba hacia la calle -pero en un nivel superior-. Luego de unos 5 minutos de espera arribó un tranvía rojo al que subimos junto a varios orientales. Luego de girar y pasar al lado de un parque, donde había un grupo de indigentes viviendo en carpas, las vías dejaban de estar sobreelevadas y se nivelaban con la calle. Pasamos por el barrio Chino, pero en lugar de bajar pasajeros subieron unos cuantos chinos más; paramos en varias estaciones más que no tenían nada remarcable que mencionar y bajamos casi todos en la parada del Fish Market. Para tomar este transporte también se usa la Opal card, la cual se pasa por unos lectores que hay en las paradas tanto antes de subir como después de bajar del vagón.

Tras salir de la estación cruzamos varias calles por debajo de carreteras sobreelevadas y entramos en el gran estacionamiento del mercado. En el predio había varios puestos con gran variedad de pescados, mariscos y crustáceos, tan frescos que algunos aún estaban vivos. Había gente comprando y otros tantos, como nosotros, curioseando y sacando fotos. También había un par de restaurantes autoservicio que ofrecían todos estos animalitos en diferentes preparaciones. Apenas eran las 11 de la mañana y ya casi todos los lugares para sentarse estaban ocupados, en su mayoría por familias de orientales con fuentes de comida de tamaño obsceno. Pensamos en sentarnos a comer algo, pero nos pareció demasiado temprano. Luego de recorrer todo el lugar decidimos dar una vuelta por Pyrmont y volver a la hora del almuerzo corriendo el riesgo de que estuviese más atestado de gente.

Fish market I

Fish Market: mercadería fresca

Fish market: mercadería demasiado fresca

Fish Market: Todo listo para comer

Fish Market: orgía de pescados y mariscos estilo oriental

Salimos del predio y tomamos la calle Union hacia el Museo Marítimo. Nos encontramos con un barrio con varios cafés y restaurantes pequeños, en el que convivían edificaciones nuevas entre fachadas antiguas, reflejo de la vieja zona portuaria que supo ser. De camino nos sentamos en una plazoleta a degustar una barra de maní –todos los días honramos al Dios de maní-, para engañar un poco al estómago hasta el horario del almuerzo.

Pyrmont

Ni bien reemprendimos la marcha comenzaron a caer unas gotas aisladas que nos hicieron acelerar el paso hasta llegar al museo. Como las salas eran gratuitas ingresamos a dar una rápida visita (como suelen ser las visitas a los museos con Seba). Lo poco que puedo decir es que había una copia de una canoa de los primeros habitantes, detalles de los viajes de John Cook y su barco, un sector con objetos e historia de pasajeros de algunos navíos emblemáticos, un velero con información sobre "las vueltas al mundo" –incluyendo criterios que deben cumplirse para considerarla como tal y los récords-, y un helicóptero colgado del techo que no sé qué papel jugaba ahí. Cuando mi coequiper se cansó abandonamos el lugar por la puerta que daba hacia el puerto, donde había un submarino y la réplica del Endevour de John Cook, cuyas visitas eran pagas. Nos limitamos a mirarlas desde afuera ya que no estábamos dispuesto a invertir $30 por cabeza en eso.

Llegando al Museo Marítimo

Réplica del Endevour

Aprovechamos la perspectiva para sacar algunas fotos del viejo puente que conectaba esa península con el distrito financiero. Si bien no llovía estaba fresco, la temperatura parecía no haber subido nada e incluso se sentía menor cuando soplaba el viento.

Ya era pasado el mediodía y teníamos hambre; volvimos al mercado. Eran las 13:00 horas, cuando nos acercamos a las inmediaciones sospechamos que la idea de regresar no había sido para nada feliz… Casi era imposible entrar, había gente por todos lados, mesas repletas, y los mostradores de los puestos de comida tenían decenas de personas enfrente distribuidas de manera caótica. La muchedumbre era tal que ni siquiera legamos a sacar una foto para ilustrar la situación.

Viendo ese panorama dijimos adiós al fish & chips, y nos fuimos a almorzar a un restaurante que nos había gustado cuando pasamos caminando.

De ahí volvimos al puerto, cruzamos el Pyrmont Bridge, y terminamos caminando entre el acuario, el museo Tussaud y varios puestos de comida. Como no teníamos intención de visitar ninguno de estos lugares seguimos de largo hacia Kent Street; estábamos de nuevo en la zona que ya nos resultaba familiar.

Pyrmont Bridge

Vista desde el puente

Esa vez enfilamos hacia “The Rocks” para tomar el cafecito de la tarde en el café belga Guylian, un equivalente al Lindt. Pedimos un latte, un cappucino y una porción de "walnut and date bread", en criollo una rodaja de budín que nos decepcionó bastante por su sequedad. No sé si se habían pasado de cocción o si la bollería había conocido mejores épocas y se encontraba avejentada.

Cuando la imagen supera a la realidad
Seguimos la recorrida por el The Rocks Discovery Museum, resguardándonos una vez más de la tenue garúa. Tuvimos que ir a buscarlo exclusivamente porque había pasado totalmente inadvertido la primera vez que pasamos por ahí. Como en todos los museos de entrada gratuita apenas nos preguntaron de donde veníamos y nos dieron la cordial bienvenida a sus salas. Ese lugar casi anónimo, en un resquicio del barrio, nos resultó muy interesante para conocer un poco más sobre los primeros habitantes de la isla, su convivencia con los primeros europeos, la muerte de la mitad de la población originaria por una epidemia de viruela traída por los visitantes, la génesis del barrio con el establecimiento de los convictos “rehabilitados”, su etapa de de “barrio de malvivientes” llena de pubs donde abundaba el alcohol y las malas condiciones de higiene, centro de la epidemia de peste negra; las ratas eran grupo de habitantes más del lugar. Con la excusa de prevenir una posible epidemia en 1901 el gobierno tomo el control de gran parte del barrio… la historia continuaba, pero Seba se aburrió y nos fuimos sin ahondar demasiado en algunas salas y cómo la zona terminó siendo lo que es actualmente. Todo estaba contado de manera didáctica con infografías, pantallas interactivas y viejos objetos hallados en excavaciones.

The Rocks Discovery Museum

En la calle el tiempo seguía tan feo como un rato atrás, aun así, caminamos un poco por el puerto despidiéndonos de la Opera y el puente tan característicos. Estoy segura de que algún día nos volveremos a ver!!!

Creo que había viento...

Volvimos caminando a paso sostenido empujados por el frío; había que preparar las valijas. A las 20:00 horas, estando ya estaba listo el equipaje, cruzamos la calle hacia “Grill’d”, la hamburguesería que proclamaba tener "healthy burgers". La cena despedida de la ciudad consistió en una hamburguesa de cordero (la preferida de Seba), una “veggie Burger” a base de arvejas y zanahoria (no hay que dejarse llevar por el comentario “la hamburguesa es de carne, no se puede ir a una hamburguesería comprar una hamburguesa de vegetales”) y papas fritas con un exceso de romero. El ambiente nos resultó muy lindo y la comida sabrosa incluida la hamburguesa vegetariana que no cabe en la cabeza de los cavernícolas.

Esperando el pedido...

Cuando la realidad supera a la imagen

Con algo de nostalgias nos fuimos a dormir…

Algunas recomendaciones:
  • Nunca está de más tener en la mochila una segunda capa para esos eventuales cambios de tiempo no previstos por el pronóstico o para cuando se entra en lugares con mucho aire acondicionado.
  • Si quieren comer en el Fish Market, no vayan un domingo al mediodía! 
  • Tener la Opal Card a mano que sirve para todos los medios de transporte. Si toman el "light rail" no olviden pasar la tarjeta por los lectores de las paradas al subir y bajar del tren.
  • Visitar "The Rocks Discovery Museum", didáctico, interesante y gratuito.
  • Si quieren visitar un museo tranquilos, no vayan con Seba. 


viernes, 11 de mayo de 2018

Tarde de playa en Manly y Shelly beach

By Sole

Sin querer perder ni un segundo desembarcamos raudamente en Manly. Como era el medio día preferimos comer algo antes de ir a la playa.

En la calle que iba del puerto hacia la playa había varios locales de chucherías, indumentaria para surfers, y restaurantes. Como a la noche no me había sentido bien optamos por unos sándwiches.
  
Calle que iba entre el Puerto y la playa

Yummy
Con el estómago feliz enfilamos hacia la playa que resultó diferente a lo que estábamos acostumbrados, el deporte ocupaba un lugar importante: había varias canchas de beach vóley y sectores exclusivos para surfers.
Para los que no querían estar en la arena había una linda costanera con bancos y “quinchos” abiertos con mesas y asientos protegidos del sol; tampoco faltaban los baños públicos, bebederos y duchas. Todo estaba pensando para pasar el día en la playa.

Caminamos unos metros por la costa, y nos acomodamos en el sector para bañistas comunes. A pesar de estar en un país civilizado y ver que la gente dejaba sus pertenencias y se iba al mar, nosotros seguimos con nuestra paranoia latinoamericana y no nos animamos a dejar las cosas; no creo que haya sido una actitud exagerada considerando que teníamos el celular, la cámara, la billetera y las llaves del departamento! No quedó otra que irnos turnando. El primer valiente en comprobar la temperatura y turbulencia del mar fue Seba. Luego vino el turno de mi chapuzón… el agua estaba limpia pero fría, tal vez no tanto como la costa Argentina, y luego de unos minutos el cuerpo se acostumbraba. En ese sector particular de la playa las olas eran realmente fuertes y si uno se distraía un poco podía quedar fácilmente despatarrado dentro de una violenta ola y perder alguna pieza del biquini. Esa experiencia de pocos minutos nos dejó bien claro el por qué de la popularidad de Manly entre surfistas.

Manly beach

Casi todas las personas que se enteraron que viajábamos a Australia nos habían advertido “cuidado con los tiburones!!!”. Curiosidad mediante, la noche anterior había hecho la correspondiente búsqueda en Google para saber qué tan riesgosa era Manly. Si bien el último ataque fatal había ocurrido en 1936, la última vez que se había avistado uno había sido en enero de 2015 haciendo que la playa permaneciera cerrada por precaución unos 9 días.

Como la combinación sol y arena no es nuestra preferida, y principalmente porque nos cuesta mucho mantenernos mucho tiempo quieto en la playa, enseguida agarramos las mochilas y fuimos en búsqueda de Shelly Beach, ubicada en una pequeña bahía a unos cientos de metros hacia nuestra izquierda. Cuando volvimos a la costanera nos llamó la atención un cartel que informaba que el baño en el mar estaba prohibido las 24 horas posteriores a lluvias fuertes… Según mi amigo Google, cuando el agua caída sobrepasa cierto nivel, el desborde de los drenajes de lluvia y aguas residuales elevan los niveles de contaminación de las playas siendo riesgoso para la salud nadar en el mar. Supongo que las precipitaciones de los días previos no habían sido de tanta magnitud como para provocar esta serie de eventos desafortunados ya que no había indicio de restricciones e incluso los guardavidas estaban haciendo su trabajo en los balnearios.

Conectando ambas playas había un camino costero de material con el mar de un lado y vegetación del otro. Al aproximarnos a Shelly encontramos una “playita” intermedia de piedras que eran usadas para asolearse y de escalinatas naturales hacia el agua. Habíamos leído que en las inmediaciones se podía hacer snorkel y ver pequeños pececillos.

Camino costero

Pileta de piedra y agua de mar

El nadador de la casa bajó en esas piedras y desde ahí se fue nadando los cientos de metros que nos separaban de la playa. No cualquiera nada en esa zona de mar abierto… yo seguí caminando por la costa pasando junto a una pileta de con agua de mar construida entre las piedras, llegando finalmente a Shelly beach. El panorama era bastante diferente a donde habíamos estado antes; al estar encajonada en una bahía más protegida del viento y por tener delante un sector de mar quiescente sin olas era el balneario ideal para ir con niños. Me acomodé entre las madres y pequeños que jugaban con sus baldecitos y palitas mientras que esperaba que "Aquaman" llegara, no es que viniera lento, sino que de camino se había distraído buscando peces.

Shelly beach

Cuando tomó mi posta, hice la segunda zambullida del día en un agua igual de fría pero con algas… Si bien me alejé un poco de la costa, hasta donde no hacía pie pero sin sobrepasar la boya que delimitaba la zona de baño, la búsqueda de cardúmenes fue infructífera. Por más que lo intenté apenas pude ver algunas algas que me dieron bastante asco cuando me rozaron, y un par de buzos que me pasaron por debajo!!! Si había gente buceando, sin dudas algo interesante debía haber… Resultado de la competencia:
  • Observación de peces grises: Seba (por goleada)
  • Hallazgo de buzos: Sole

Nos duchamos, nos secamos un poco y decidimos seguir caminando un rato más antes de regresar al puerto… Lamentablemente la caminata se vio reducida a unos pocos metros porque ni bien nos pusimos en marcha las sandalias playeras de Seba decidieron que era su fecha de expiración!!! De un momento a otro se quedó sin suela… Apenas hicimos un circuito circular de unos pocos metros en la zona donde habita el water dragon –una especie de lagartija de grandes dimensiones-. En esa corta distancia tuvimos la oportunidad de ver varios ejemplares.

Water dragon

Lentamente regresamos a la calle principal de Manly donde no nos costó mucho encontrar ojotas, y un supermercado para hacer un par de cosas básica para la cena, incluidos los infaltables maníes.

Tras el momento consumista del día nos fuimos al muelle a tomar el ferri. Esa vez nos tocó uno más pequeño y rápido que el de la ida, que en apenas 17 minutos y sin pagar ningún extra nos dejó en Circular Quay.

Como queríamos ver el atardecer en la Opera, pero aún era temprano y no teníamos ganas de ir y volver al departamento, nos fuimos a dar una vuelta por el centro que estaba lleno de gente paseando y comprando regalos navideños –no olvidemos que el sábado de la siguiente semana iba a ser 24 de diciembre-.

Cerca de las 19 horas nos sentamos en uno de los bancos que estaban frente al museo de Arte Contemporáneo con una linda vista de la Opera. Ahí mismo hicimos la sagrada “picada de maní” que acompañamos con un ice tea con melón, mientras veíamos el atardecer y disfrutábamos de la brisa marina que fue bajando de a poco la temperatura. Completando la escena romántica, teníamos de fondo la música de “She” (de la banda sonora de Notting Hill) interpretada por uno de los tantos músicos callejeros que había en el área.



A medida que anochecía, paulatinamente había ido cambiando el atuendo de la gente que pasaba caminando. Cada vez había menos individuos con ropa de playa como nosotros (estábamos quedando desubicados), comenzando a predominar los hombres con camisas –en algunos casos incluso combinadas con pantalones de vestir-, y mujeres con vestidos, faldas, grandes escotes y zapatos de taco alto. Había alta producción a la que no estamos acostumbrados a ver salvo en eventos como casamientos o en las hojas de la revista "HOLA".



Entre maníes y observaciones sociológicas sacamos algunas fotos hasta que se hizo la hora de regresar. Como ya estábamos bastante cansados y teníamos ampollas en los pies producto del roce del calzado playero, decidimos tomar el tren que paraba justo en Circular Quay, llegando en pocos minutos a la estación Museum. Caminamos por Oxford Street la media docena de cuadras que nos separaban del studio, observando en esa oportunidad los bares gays y licorerías en plena actividad; era un mundo diferentes al de la mañana.



Luego de una cena frugal nos fuimos a dormir, estábamos agotados!

sábado, 5 de mayo de 2018

Siempre que llovió paró... conociendo Sidney con sol

By Sole

17 de diciembre 2016

Arriba tempranito! Ya estábamos desayunando cuando sonó el despertador. Había parado de llover y era la primera vez que veíamos el sol y el cielo celeste en Sidney. La temperatura había comenzado a subir, estaba pronosticado una máxima de 32°C.

Aprovechamos el día lindo para caminar por Darlinghurst, nuestro barrio, y el vecino Paddington, que los sábados por las mañanas tenía como gran atracción una feria.

Estábamos alojados en el barrio gay friendly de la ciudad. Las banderas multicolores, algunos bares y negocios, y los hombres que caminaban de la mano sustentaban la amigabilidad de Darlinghurst. Más allá de la apertura mental reinante, nos pareció un barrio lindo con locales de comida y supermercados al alcance de la mano, y cerca de la estación de trenes, del metro y del downtown; nos sentimos muy a gusto viviendo unos días ahí.


Darlinghurst

Esa mañana tomando Oxford St hacia el lado contrario al que habíamos ido los días previos. Como apenas eran las 9 de la mañana los locales recién estaban comenzando a abrir. En algún momento incierto de la caminata cambiamos de barrio, desconozco cuál era el límite, haciéndose evidente que estábamos en Paddington… las casas victorianas de dos plantas con rejas ornamentadas en el porche y el balcón no dejaban dudas. Si bien por fuera mantenían ese estilo clásico, gracias a algunos carteles de ventas con fotos de los interiores pudimos comprobar que algunas estaban totalmente remodeladas acordes a los lujos modernos. Parecía un barrio tranquilo, limpio y pintoresco. Era muy extraño ver monopatines, paraguas y cochecitos de bebe en los porches sin ningún tipo de amarre, totalmente accesibles desde el exterior por cualquiera que pasara caminando… A quién se le ocurriría dejar algo así en Buenos Aires?


Por las calles de Paddington I 

Por las calles de Paddington II

Cruzamos varios vecinos del barrio que paseaban sus perritos y otros tantos que se aprontaban a desayunar en alguno de los cafés de la zona que se iban poblando a medida que pasaban los minutos.

Cuando llegamos al Paddington Market (Oxford St entre Elizabeth and William St) recién estaban llegando los puesteros. No fue un gran problema tener que esperar un rato porque la zona tenía varios negocios de muebles y decoración muy interesantes. También había varios locales de ropa de diseño y belleza, pero estos últimos los pasamos de largo.




Pasadas las 10 ya estaba casi todo el mercado armado, el día de feria estaba oficialmente inaugurado! Hicimos una pasada bastante rápida entre puestos de ropa “hipona”, plantas, medias, posavasos de cerámica, carteras, panes, bollerías, y comida que hasta tenía un representante argentino que ofrecía empanadas. La mayoría de las cosas que vimos tenían un precio que excedía lo que estábamos dispuestos a pagar, dejando de lado que tampoco nada nos pareció demasiado original. Con una temperatura creciente regresamos caminando bajo los rayos del sol al departamento para ponernos los trajes de baño… sí! el destino del día era la playa!


Paddington Market I

Paddington Market II

Casi como autómatas caminamos una vez más por Oxford St hacia Hyde Park, al cual atravesamos aprovechando la sombra de sus árboles y que no llovía para sacarle algunas fotos. Un lugar hermoso!


Hyde Park I

Hyde Park II

Hyde Park III

Hyde Park IV

Tras abandonar el gran espacio verde continuamos por Macquarie St pasando junto a los barracones, el parlamento y el hospital con su viejo edificio que incluía un Porcellino réplica del que está en Florencia. Qué sorpresa fue encontrar esa escultura en el nosocomio! Posteriormente, investigando un poco descubrí que fue donada a la ciudad en 1968 por la Marquesa Fiaschi Torrigiani para ayudar a juntar fondos para el hospital donde su padre y hermano habían trabajado como cirujanos honorarios.



Il Porcellino de Sidney... por las dudas lo toqué

Apenas pisamos The Domain, otro de los grandes espacios verdes de la ciudad, e ingresamos en el Royal Botanic Garden. En esta oportunidad recorrimos un sector que no habíamos visto antes con rosas, estanques y varias esculturas. A lo lejos vimos la antigua casa del gobernador de Nueva Gales del Sur que era una de las atracciones del parque.


Royal Botanic Garden I

Royal Botanic Garden II

Al llegar a los pequeños muros que separaban los jardines del mar notamos que el nivel del agua había subido considerablemente inundando parte del sendero que iba bordeando la costa; varios niños chapoteaban en el lugar rebosantes de alegría. Con el calor que hacía no nos faltaron ganas de hacer lo mismo!


Agua a los dos lados del muro


Puente + Opera con el reflejo del sol

Salimos por la puerta que daba a la Opera y desde ahí caminamos unos metros más hasta Circular Quay. Fue fácil encontrar el ferry que iba a Manly, las pantallas de información eran muy claras. Tal como nos había recomendado nuestro host Scott habíamos conseguido las "Opal Cards", tarjetas recargables que servían para viajar en varios medios de transporte incluidos buses, trenes y ferris. Con las tarjetas en mano pasamos por los molinetes, descontándose unos $7 de cada una.

Con la cantidad de gente que había esperando en ese muelle dudamos que fuésemos a entrar todos en el ferry, pero el barco resultó ser tan grande que parecía medio vacío cuando partió. Nos sentamos en el interior disfrutando del vientito que entraba por la ventanilla; el calor exterior era intenso como para estar más de media hora a la intemperie. En varios momentos visitamos la popa para sacar fotos panorámicas de la ópera, el puente y el puerto. Con el día espectacular que estaba haciendo parecía que todos habían decidido salir a navegar, la bahía estaba llena de veleros y lanchas a las que se sumaba los ferris y un crucero que justo estaba abandonado la ciudad. Unos treinta y algo de minutos después arribamos al Manly.


Sidney desde el ferry

Recomendaciones para un día con sol:

  • Caminar, caminar y caminar. Sidney es una ciudad hermosa para caminarla de punta a punta. Cada barrio y cada rincón tiene sus particularidades y su encanto.
  • Sentarse a descansar o comer algo en uno de los bancos de Hyde Park o del Royal Botanic Garden.
  • Tomar el ferri hacia Manly disfrutando de las vistas panorámicas de la ciudad desde el  agua.


Tip:

  • Ni bien llegan a Sidney consigan la Opal Card. Se consiguen en los convenience stores como 7/11 y se pueden cargar en las estaciones y terminales.


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