viernes, 26 de febrero de 2016

De Eminönü a Besiktas

By Sole

Diciembre 2014

Domingo por la mañana partimos hacia Eminönü, con intenciones de tomar un ferry hacia Besiktas. Habiendo visto que constantemente había barquitos que iban de un puerto a otro del Bósforo no habíamos hecho muchas averiguaciones. Cada muelle tenía una especie de casilla donde vendían los boletos y molinetes identificados con los puertos cabecera. Recorrimos todos los muelles y confirmamos las sospechas en una oficina de información turística: no había ferry directo. Teníamos dos opciones, tomar un barco hacia Üsküdar y después otro hacia Besiktas, o directamente tomar el tranvía. Optamos por esta última opción.

En un kiosco compramos los pasajes (4 TL cada uno) y fuimos hacia la estación que teníamos justo enfrente. Ni bien llegamos también lo hizo el tranvía que giró a la derecha y cruzó el puente Galata. Luego de un trayecto para nada trascendente bajamos en la última parada: “Kabatas”. Este lugar es  además uno de los puertos de la margen europea del Bósforo en los que descienden los visitantes del  Dolmabahçe Palace.

Cuerno de oro

Aunque no pensábamos visitar el palacio caminamos hacia ahí, fotografiando la Dolmabahçe Clock Tower, lo único que se puede ver desde el exterior. Es un edificio que está muy custodiado y todas las visitas que se realizan al interior son guiadas; no teníamos ganas de hacer una “visita de museo” por ahí.

Dolmabahçe Clock Tower

Para que se den una idea de la importancia del lugar: tras abandonar Topkapi el sultán con todo su séquito se mudaron a esta preciosa construcción de estilo europeo. Más allá de su belleza, es un palacio muy significativo para los turcos porque era la residencia de su líder Mustafa Kemal Atatürk durante las visitas a la ciudad, además de ser su última morada donde encontró la muerte el 10 de noviembre de 1938. Según dicen los relojes del interior del palacio están parados a las 9:05, horario del fallecimiento.

A este nivel la vereda iba paralela a la avenida bordeando el paredón de Dolmabahçe; ya no teníamos una vista directa del Bósforo y tampoco la íbamos a tener prácticamente hasta llegar al puerto de Besiktas. Durante la caminata apenas nos cruzamos con algunos corredores dominicales y empleados estatales que arreglaban los canteros de la acera; de hecho estaban enterrando unas especies de bulbos, tal vez eran los tulipanes que florecen en la primavera. Aunque llame la atención, era domingo y no eran los únicos que estaban trabajando como si fuese cualquier otro día de la semana, los obreros de la construcción hacían lo propio en el “esqueleto” del nuevo estadio del Besiktas. Estos últimos me dieron un poco de vértigo!!! La altura no parecía ser un problema para ellos, caminaban por angostas pasarelas como si nada…

Pasamos luego por la entrada del Istanbul Museum of Paintings and Sculptures, divisando varios metros más adelante el mar; faltaba poco para llegar a nuestra primera parada del día. Pero antes de llegar a Besiktas nos encontramos con un lugar lleno de cañones: el museo Naval. Esa vereda era un museo en sí misma, había cañones de diferentes tamaños, orígenes y época –una delicia para los amantes de las armas de guerra–.


Cañones en el exterior del museo Naval

Tras cruzar la calle llegamos a una plazoleta con bancos frente al pequeño puerto. Cada vez que hablo de puerto me refiero a un pequeño amarradero de barcos con una boletería, no piensen que es algo más grande. Nos quedamos un rato en un banco decidiendo si seguíamos hasta Ortaköy o si regresábamos e íbamos para Taksim. El cansancio de las piernas y las perspectivas de seguir caminando por una vereda que no ofrecía grandes atracciones –ni siquiera vistas del mar– nos hizo optar por la segunda opción: Taksim.

Desde Besiktas


sábado, 13 de febrero de 2016

Estambul más allá de Santa Sofía, la mezquita Azul y el Gran Bazar...

By Sole

Diciembre 2014

Visitar Estambul es mucho más que recorrer Santa Sofía, la mezquita Azul y el Grand Bazaar. Si uno tiene tiempo libre para manejar a su antojo no puede dejar de recorrer el resto de la ciudad. Como este era nuestro caso enfilamos hacia Galata Bridge, uno de los puentes unen los dos sectores europeos de la ciudad separados por famoso estuario del Cuerno de Oro. En el camino fuimos haciendo varias paradas intermedias que iremos describiendo paso a paso. Nos acompañan?

Salimos del hotel y desviándonos del recorrido que teníamos mentalizado fuimos hacia la “Puerta Sublime”, un antiguo portal que actualmente oculta a un grupo de edificios estatales. Si justo uno pasa por ahí le puede sacar una foto, sino ni vale la pena desviarse.



Mi "modelo" en la Puerta Sublime

Un comentario especial merecen los lustrabotas que circulan por esta zona. Cuando íbamos caminando uno se nos puso delante y justo se le cayó un cepillo. Con un “Sir, sir” le avisamos del objeto que había perdido. Con cara de sorprendido se dio vuelta y se agachó a agarrarlo. Siguió un discurso de agradecimiento y que como caballero que era tenía que agradecernos nuestro gesto. Insistentemente se ofreció a lustrarle los zapatos de cortesía a Seba. Le dijimos que no y seguimos caminando. Ni habíamos terminado de comentar lo raro del episodio que… otro cepillo cayó delante de nuestros pies!!! Como no hay dos sin tres, al tercero le tomamos el tiempo. Ni bien se puso delante nuestro dijimos “cae el cepillo, 3, 2, 1”: cepillo en el piso! Por nuestra característica desconfianza y entrenamiento en rechazar todo tipo de ofertas habíamos zafado del “timo de los lustrabotas”.

Buscándolo en Internet descubrimos que es uno de los timos más comunes en la ciudad. Luego de que uno acepta la oferta de que le lustren los zapatos en agradecimiento cuando el hombre termina con el trabajo resulta que hubo una confusión justo en la parte de que era “gratis”. El lustrador solicita una alta suma de dinero, y cuando la víctima se niega a pagar aparecen los secuaces del timador para forzar el pago, incluyendo violencia de mediante si es necesario.

Especialistas en perder cepillos!!!

Siguiendo la idea inicial enfilamos hacia la calle Divan Yolu, la calle principal del imperio que conducía al palacio. Actualmente es una avenida con varios locales comerciales y un par de monumentos que recuerdan la importancia que tuvo en el pasado.
Nuestra primera parada fue en la tumba del Sultán Mahmut II.  Sin querer sonar sacrílega me parece que este cementerio merece una visita por lo pintoresco de sus lápidas y la variedad de colores de los gatos que actualmente habitan el lugar.



La segunda parada fue en la Columna de Constantino, construida en el año 330 para conmemorar la declaración de Bizancio como la nueva capital del imperio romano. Tras saca la correspondiente foto seguimos caminando hacia el bazar de los libros donde para felicidad de Seba, salvo un par de libros de gramática inglesa, todo estaba en turco haciendo que la pasada fuese rápida y sin compras … Apuesto a que hubiese terminada  colgada de la columna de Constantino de haber querido comprar una versión actualizada del maravilloso “Grammar in Use” de Murray que tanto me gusta.

Columna de Constantino

Book Bazaar

Tras atravesar el “book bazaar” llegamos a Beyazit Square donde había varios puestos de vendedores ambulantes que entre los productos había hasta celulares –vaya a saber uno su procedencia–, y obviamente no podía faltar el vendedor de té con su gran pava humeante!

Tecito caliente!!!

Como ya habíamos visitado el “Grand Bazaar” –la otra atracción cercana a Beyazit Square–, decidimos seguir de largo. Guiados en parte por el mapa y en mayor medida por los altos minaretes llegamos a otra de las grandes mezquitas de la ciudad: Süleymaniye. A estas alturas habíamos pasado por una innumerable cantidad de estas instituciones religiosas de diferente tamaño y majestuosidad, llegando a la conclusión de que Estambul debía tener tantas mezquitas como iglesias hay en Roma.



Para no perder la costumbre tampoco entramos en Süleymaniye Mosque, la mezquita más grande de la ciudad. Nos limitamos a recorrer sus jardines salpicados de tumbas y llenos de gatos. Notamos en  los alrededores de la mezquita la presencia de varios restaurantes con terrazas externas donde debía ser lindo sentarse a tomar algo.

Continuamos caminando hacia la avenida Atatürk, una de las principales vías de circulación de la ciudad, en la que giramos y caminamos hasta encontrar parte del antiguo acueducto romano de Valente. No es difícil encontrar esa estructura de piedra de 20 metros de alto (similar al de la ciudad de Segovia) que desentona con los alrededores de aspecto más moderno.

Acueducto de Valente

De regreso, sin quererlo, terminamos caminando entre los estudiantes por el campus de la universidad! Los antiguos edificios son un reflejo de los más de 100 años de trayectoria de la institución. Lejos de lo que hubiese esperado había bastante mujeres, muy bien vestidas y algunas con la cabeza tapada. Tal vez el lugar de la mujer en la sociedad es diferente según la clase social-económica en la que se mueva.

Guiados por la orientación de Seba volvimos hacia los exteriores del Grand Bazaar y tomando cualquier calle, sin guiarnos por el mapa, terminamos en una sucesión de calles peatonales donde vendían baratijas chinas; en segundos nos sentimos tele-trasportados a la estación de Once de Buenos Aires. Era como un mercado a cielo abierto, donde la gran cantidad de caballetes que exponían las mercancías hacían que el sector para los peatones fuese bastante estrecho, lo que sumado a la distinta velocidad de los transeúntes –algunos con intensiones de compra y otros como nosotros que simplemente estábamos de paso– hacían que el lugar fuese un caos!!! Cuando nos quisimos dar cuenta habíamos desembocado en el mercado egipcio o de las especias. En este hicimos una muy rápida pasada! En el sector techado se vendía prácticamente lo mismo que en el Grand Bazaar, tal vez alguna que otra especia más, y a mayor precio. El asedio de los vendedores fue tan incisivo que uno hasta nos gritó “tacaños” porque no le prestamos atención a su puesto; hay que admitir que los tipos son muy hábiles para identificar el idiomas y comenzar a hablar con las pocas palabras que manejas en pos de conseguir una venta. En lugar de inducirnos a comprar, aceleramos el paso hacia la salida.

Los puestos exteriores nos resultaron más auténticos y era lo que yo esperaba de un mercado que dice llamarse “Spice Market”. Ahí estaban expuestas todas las especias y hierbas aromáticas que uno pueda imaginar, frutas secas, quesos, turkish delights, tés, y una inmensa variedad de aceitunas… parece que mi clasificación de “verdes” y “negras” les queda chica a los turcos…



Como la mayoría de los productos venían sueltos y en consecuencia no los podíamos traer en las valijas solamente nos limitamos a mirar como las mujeres locales hacían sus compras. Mmm, que ganas de comer un “arroz con curry” me generaron todos esos aromas!!!

Y casi sin quererlo chocamos con la New Mosque, donde los hombres se lavaban los pies antes de ingresar, y calle mediante el Galata Bridge!!!

A lavarse los pies!!!

Mi gran duda de cómo se cruzaría esa calle –cuando habíamos pasado con el taxi habíamos visto gente cruzándola entre los autos ante la falta de semáforos– quedó acarada cuando vi la entrada al túnel. Sin dudarlo ingresamos, encontrándonos con un atascamiento humano!!! La misma imagen de la calle que vendía chatarra por la que habíamos caminado minutos atrás se repetía acá abajo pero con el triple de gente, que se repartía en dos vías virtuales, una que iba y otra que venía; parecíamos encastrados como en un tetris, no cabía una persona más en ese reducto. No sé cuánto tiempo tardamos en cruzar esa calle entre golpes y empujones, pero de alguna manera extraña salimos en el otro extremo con todas nuestras pertenencias intactas y sin haber sido víctima de ningún manolarga.

Bienvenidos al caos subterráneo!

Habíamos llegado a destino!!! Frente nuestro: el puerto de Eminönü y el Galata Bridge. Habiendo llegado era hora de cruzarlo!!! Tal vez el puente desde lo estructural no llama la atención, pero termina siendo atractivo por todos los personajes que le dan vida.
Los alrededores del puente estaban literalmente llenos de gente comiendo! A estas alturas ya había entendido el lugar que ocupaba la comida en la vida de los turcos, sin importar la hora ni el lugar siempre había gente comiendo!!! Las vedettes del lugar eran los sándwich de pescado con lechuga y cebolla que vendían en un par de barcos amarrados en la costa. Nos prometimos probarlos la siguiente vez que pasáramos por ahí (eran las 5 de la tarde y no teníamos ganas de una sardina a esa hora).

Ahora sí, pasemos al Galata Bridge. Este puente, sobre el Cuerno Dorado, tiene dos niveles, uno inferior con restaurantes donde el menú estaba basado en pescados y mariscos. El nivel superior estaba dividido en tres sectores, uno central para el tranvía, por fuera de este un par de carriles para los autos y por último el sector peatonal que a toda hora estaba lleno de pescadores paraditos uno al lado del otro con sus cañas.



Desde el puente

La vista del atardecer desde ahí era bellísima!!! El sol al ponerse creaba un juego de luces y sombras con las mezquitas que parecía pintado!!! No menos llamativas eran las vistas panorámicas de Galata Tower que se erigía majestuosa entre las antiguas construcciones que la rodeaban. Es otro de los lugares obligatorios para los que les gusta sacar fotos o disfrutar de un romántico atardecer!

Un atardecer soñado!