sábado, 12 de enero de 2019

Los madrugadores de la Acrópolis

By Sole (editado por Seba)

22 de febrero 2018

Teníamos un objetivo/capricho: ser los primeros en llegar al Partenón. Preparamos la mochila, nos abrigamos y antes de las 7:30 horas estábamos caminando bajo un cielo nublado rumbo a la Acrópolis. Pese al apuro disfrutamos mucho de esa caminata matutina por las calles casi desiertas.

Dejando atrás nuestro barrio continuamos por Makriggiani, la ancha peatonal que separa el museo de la Acrópolis de una seguidilla de locales de comida donde había algunas personas desayunando. Luego giramos en Dionysiou Areopagitou viendo a nuestra derecha todo el complejo de la Acrópolis, y a la izquierda varios edificios con aire señorial incluida la embajada de la madre patria España.



Hacia la Acrópolis

A las 7:45 horas ya estábamos en la puerta cerrada de “Ticket office”; el lugar estaba desierto, teníamos el primer lugar asegurado! A las 8 y punto abrieron y sacamos el pase combinado para Acrópolis y el resto de los sitios arqueológicos de la ciudad.

Number one!

Corrimos raudamente escaleras arriba con la música de "Carrozas de fuego" sonando en nuestra cabeza y enfilamos directamente hacia el Partenón dejando el resto de las ruinas para después. Objetivo cumplido: fuimos los primero en estar frente al colosal templo dedicado a la diosa Atenea. En esa carrera alocada le ganamos incluso a los restauradores, que unos minutos después fueron tomando sus lugares de trabajo en los andamios que tapaban parte del edificio. Ya sabíamos y habíamos aceptado que los andamiajes y las grúas formaban parte del monumento; si han visto alguna foto reciente sin una estructura de caños sospechen del fotoshop!

El Partenón sin turistas

No sé si la construcción era linda o no, pero no podíamos dejar de mirarla y sacarle fotos. Son esos momentos en que nos cuesta creer que estemos en un lugar que vimos cientos de veces en libros, fotos y documentales.

Para que se dimensionen el tamaño y monumentalidad de lo que estoy hablando… Se trata de una estructura de mármol blanco, estilo dórico, de 30 metros de ancho, 69 metros de largo y 15 metros de alto. El frente tenía 8 columnas y los laterales 15; gracias a las obras de restauración, en las zonas sin andamios se veían perfectamente sus estrías verticales que morían en un sencillo capitel. La obra pensada por Pericles, y ejecutada por varios arquitectos y constructores entre 447 y 438 AC, no ahorra en esculturas, bajorrelieves y frescos. De hecho, el trabajo de decoración recién estuvo terminado en 432 AC. No me voy a detener ahora a contarles sobre esto, porque es algo que veremos más en detalle cuando visitemos el Museo de la Acrópolis.



Si bien el Partenón es la construcción más conocida de la Acrópolis, no es la única… ya habían empezado a llegar otros viajeros tempraneros y luego de sacar todas las fotos, algunas incluso con algunos rayos de sol que se asomaban entre las nubes, fuimos hacia el Erecteion, un templo en honor Atenea y Poseidón y a Erecteo (un rey de la ciudad). Lo que más llama la atención son las réplicas de las cariátides, 6 columnas con forma de mujer; cinco de las originales están en el museo de la Acrópolis.

Las cariátides

Al ir bordeando ese templo encontramos el Pandrosio, un santuario en honor a Pándrosos. Lo más significativo no era el edificio, sino el olivo plantado a principios del siglo 20 en memoria al árbol sagrado de Atenea.

El olivo del Pandrosio

Para que entendamos porque el olivo es sagrado tenemos que remontarnos a la mitología… Atenea y Poseidón (hija y hermano de Zeus, respectivamente) compitieron para ver quién sería el patrono de la ciudad gobernada por el rey Cécrope. La consigna fue que los participantes ofrecieran algo, y en función de eso se elegiría al ganador.
Poseidón golpeó la tierra con su tridente e hizo brotar un manantial de agua de mar, pero al ser salada no resultaba útil. Atenea plantó el primer olivo, resultando ganadora porque su árbol podía dar madera, aceite y alimento. En honor a su patrona, la ciudad tomó el nombre de Atenas.

La Acrópolis


Dejando atrás el Erecteion con el santuario de Pándrosos, la segunda atracción en importancia de la Acrópolis, encontramos la tercera que le competía cabeza a cabeza... y no estoy segura si no le gana: la vista panorámica de Atenas!!!

Desde esa posición elevada fue muy interesante ver en los alrededores de la Acrópolis las casas más viejas con sus techos de tejas, en una disposición errática sin un trazado ordenado de manzanas como se veía en la zona más moderna. En las inmediaciones se identificaba el “Ágora romana”, el “Teatro de Dionisio” y el “Odeón de Herodes Atico” con la colina de Filopappus de fondo, y a lo lejos el monte Licabeto, el estadio Panatinaico, y el templo de Zeus.

Vista desde la Acrópolis

Fieles a nuestro estilo, cuando vimos que empezaban a llegar los primeros tours, y que el asunto se estaba poniendo multitudinario enfilamos hacia las ruinas que estaban abajo y habíamos pasado por alto más temprano.

Cuando estábamos bajando de la colina, levantamos la cabeza y en el extremo sudoeste descubrimos el pequeño pero atractivo templo de Atenea Niké. Sí! Seguro que se les vino a la cabeza la marca de ropa deportiva que casualmente tomó tu nombre de la diosa Atenea victoriosa, y se inspiró en una de sus alas para diseñar el logo que nada tiene que ver con una “pipa”.

Templo de Atenea Niké

Tras haber bajado varios escalones encontramos un grupo de olivos y detrás de estos el Odeón de Herodes Atico, un anfiteatro–originalmente techado- construido en el año 161. Aunque no se podía entrar, desde donde estábamos veíamos perfectamente las escalinatas semicirculares de mármol blanco, y detrás del escenario una pared de piedras llena de arcos que nos recordaron al Coliseo romano. Remodelado y con una capacidad para 5000 personas, fue el lugar elegido para varios eventos importantes en el último tiempo.

Odeón de Herodes Atico

Varios metros de sendero más adelante y abajo, prácticamente al nivel de la calle estaba el teatro de Dionisio. Al acercarnos nos sorprendió que se pudiera acceder al interior. A diferencia de Herodes Atico, era más pequeño, no tenía una pared alrededor y no estaba remodelado. Con la curiosidad de un explorador caminamos por las gradas de mármol blanco desgastado y roto; pequeñas matas de yuyos crecían entre los bloques de piedra. Nos sentamos a descansar bajo los aislados rayos de sol mientras divagábamos sobre lo que motivaciones que tenía la gente para ir al teatro… sería esa curiosidad de pispear la vida de otras personas (aunque fuese ficticia) una forma de “voyerismo” pero sin la connotación de perversión? Creo que esta idea se originó por haber leído el artículo de The New Yorker “The Vouyeur’s Motel” de Gay Talese unos meses antes.


En el teatro de Dionisio

Con esto dábamos por terminado el recorrido por la Acrópolis. Debo reconocer que la idea de Seba de ser los primeros frente al Partenón fue genial!

Unos metros más abajo, hacia el noroeste, encontramos la pequeña colina de Areopagus Hill. Desde lo alto tuvimos una vista privilegiada del “Ágora Antigua”; también se veía parte de la Acrópolis, pero no justamente de su mejor perfil. Vale la pena subir la escalerita hacia la cima!

Agora Antigua

Desde ahí bajamos al barrio de Monastiraki que recién estaba comenzando a tomar vida. Parsimoniosamente los vendedores armaban sus puestos, acomodando las camisetas truchas de equipos de fútbol de Europa, pañuelos y pashminas de colores, y boinas en un ritual que debían repetir cada mañana. Recién detuvimos un poco la marcha al acercarnos al sector del Flea Market. Aunque nunca compremos ahí, nos resulta interesante ver los objetos en venta, e identificar esas cosas que estaban en la casa de las abuelas o incluso en las nuestras cuando éramos chicos: muebles, discos de vinilo, vajilla de porcelana, lámparas, teléfonos, adornos de bronce y las clásicas patas de máquina de coser Singer. Son el boleto para un viaje en el tiempo al universo de los recuerdos!

Flea market

Cruce de avenida mediante nos metimos en Psyri, un barrio de moda con restaurantes con mesas con manteles y sillas de madera en las veredas, y calles “intervenidas artísticamente”: grafitis en las paredes y pantallas de lámparas y/o bombillos colgando de un tendido de cables.

Caminando por Psyri

Faltando un par de horas para el almuerzo seguimos de largo hacia el mercado central, para salir de la Atenas de la Edad Antigua y meternos de cabeza en la ciudad que se mueve indiferente de las ruinas, en la que hoy hacen su vida casi 700.000 personas.


TIPS:
  • Les recomendamos visitar la Acrópolis ni bien abre. Lo ideal es comprar el día previo la entrada combinada a todos los sitios arqueológicos de la ciudad, así entran directamente sin pasar esa mañana por la taquilla. Vayan directamente hacia el Partenón y después recorren el resto del complejo sin prisa. No dejen de mirar las vistas panorámicas de los alrededores!
  • Baños: están saliendo del complejo, al mismo nivel de la entrada, hacia la izquierda (cara sur de la colina). Son gratis y al menos en ese momento estaban limpios. Es una opción si están caminando por los alrededores y no tienen pensada una parada en otro sitio con sanitarios.


sábado, 5 de enero de 2019

Llegando a Atenas: la ciudad olímpica


By 2018

21 de Febrero de 2018

Cuando salimos del edificio con las valijas para ir al aeropuerto nos encontramos con una procesión de burros cargados con bolsas de arena que nos impedía el paso; eso explicaba la bosta que habíamos visto los días previos en esa calle. Verlos bajar las escalinatas, tambaleantes de tanto peso, hizo preguntarnos si no había otra forma de transportar los materiales hacia las obras. Como turistas no nos corresponde juzgar estas prácticas locales, pero sí podemos no contribuir al sufrimiento animal subiendo y bajando las escaleras caminando en lugar de hacerlo en el lomo de un burro.


Esperando la siguiente carga

Arrastramos el equipaje cuesta arriba por las escaleras y viaje en auto mediante unos minutos después llegamos al sorpresivamente diminuto aeropuerto, teniendo en cuenta que Santorini es una de las islas más turísticas del Egeo. Los pocos puestos de check in que había estaban identificados con el logo de “Aegean Airlines”, ahí retiramos el boarding pass para el vuelo de su línea low cost Olympic Air y despachamos nosotros mismos la valija en una cinta transportadora.



Tras pasar el control de seguridad a cargo de la módica suma de 11 uniformados, ingresamos al hall de embarque que era tan pequeño que apenas una fracción de los pasajeros podían esperar sentados. Se nos vinieron a la cabeza los aeropuertos de Mpumalanga, Koh Samui, Katmandú: este con un mini free shop, un kiosko (que ni siquiera tenía una mesa), y dos baños les ganaba en pequeñez.

Cuarenta y cinco minutos después, al aterrizar en el aeropuerto de Atenas encontramos una escena totalmente diferente a la de la madrugada de unos días atrás: los negocios estaban abiertos y había gente por todos lados. Siguiendo los carteles fuimos hacia la estación de metro donde compramos los pasajes y tomamos el tren de la línea azul hacia la ciudad; tras combinar con la línea roja bajamos en Syngrou Fix.

Guiados por el excelente sentido de la orientación de Seba y su previo recorrido virtual de la zona con Google Street view, en pocos minutos estábamos en la puerta del departamento que habíamos reservado por Airbnb. Google nos había mostrado las calles y edificios, pero no los fragantes árboles de cítricos llenos de frutos en las veredas. Me enamoraron!!!




Nuestra anfitriona Kaliopi, una joven cálida y de aspecto bohemio, nos dio una cordial bienvenida y nos llenó de recomendaciones. Son pequeños detalles pero que hacen una diferencia cuando uno llega a un lugar nuevo.

Como ya es costumbre dejamos las valijas, agarramos las mochilas y salimos a recorrer la ciudad! Caminamos las primeras cuadras entre más mandarinos, negocios, y edificios departamentos de no más de 3 o 4 pisos; parecía un barrio tranquilo, moderno y sin ostentaciones. Iba tan entretenida mirando aquí y allá, tratando de absorber cada imagen, sonido y olor, confiando plenamente en la orientación de Seba (siempre que llego a algún lugar necesito varios días para ubicarme), que al levantar la vista me sorprendió encontrar la Acrópolis con el Partenón!!! Confieso que no es la primera vez que me sucede algo así… caminando por Roma de igual manera me encontré con el Coliseo sin esperarlo!!! Seba tenía inserto el chip con el mapa de Atenas en la cabeza y fue totalmente esperable que esa colina con el colosal monumento estuviera ahí.

Bajo una nube oscura, que parecía que nos estaba siguiendo, enfilamos hacia el templo de Zeus; queríamos comprar el ticket combinado que incluía los sitios arqueológicos de la ciudad para entrar la mañana siguiente temprano al Acrópolis hacer la fila en las taquillas. Pero cuando llegamos, pese a que eran las 14:40 horas, ya había cerrado; al ser invierno estas atracciones cerraban entre las 3 y 4 de la tarde. Tendríamos que madrugar un poco más…

Sin desanimarnos, bajo una suave garúa, seguimos caminando hacia el estadio Panathinaikos.
Cuando llegamos al estadio apenas caían unas gotas aisladas, la nube negra se estaba alejando. Sacamos las entradas, que incluían una audioguía, nos colocamos los auriculares y comenzamos el recorrido guiados por la voz de un colombiano. Sucesivamente nos contó la historia del único estadio del mundo construido enteramente en mármol, sede de los juegos olímpicos de 1896 y el lugar donde 45000 personas esperaban la llegada de los corredores en la emocionante maratón olímpica de 2004.



Como si fuésemos niños trepamos hasta lo más alto de las escalinatas, como si fuésemos espectadores da la llegada de la maratón de Atenas nos sentamos en la tribuna, como si fuésemos Bolt corrimos por la pista de atletismo y como si fuésemos campeones subimos al podio!!!





Caminamos por el largo pasadizo abovedado por el que salían los deportistas al estadio, accedían a los vestuarios y antiguamente las solteras atenienses se reunían a hacer rituales para conseguir un buen marido. Al final de este, estaba la exhibición permanente “Memorias de los Juegos Olímpicos: Posters y antorchas desde 1896 a la actualidad”.




De regreso en el estadio, subimos hasta el nivel superior de la tribuna 21 desde donde se ve la Acrópolis. Satisfechos con todo lo que habíamos hecho y visto en esa hora y media, firmamos el libro de visitantes y salimos.




Cruzamos la avenida Vasileos Konstantinou hacia el Jardín Nacional de Atenas, un parque público enrejado con senderos, esculturas y árboles con una superficie de 15 hectáreas, o sea dos veces el tamaño del Jardín Botánico de Buenos Aires.



En los primeros metros cruzamos más policías que peatones; cuando vimos que de la mano de enfrente estaba el imponente edificio neoclásico del Palacio Presidencial entendimos el porqué de tanta seguridad.

Palacio Presidencial

Caminamos tranquilamente, viendo por un lado los árboles del parque, y, calle mediante, las construcciones muy señoriales. Tras girar a la izquierda pasamos por el gran edificio del Parlamento Helénico, y al volver a girar en el mismo sentido terminamos frente a plaza Syntagma en el Monumento al Soldado Desconocido. La tumba semicircular de mármol blanco y gris estaba custodiada por los Evzones, soldados de un batallón de elite. Como era la hora de la merienda y teníamos hambre dejamos para otro día el cambio de guardia que se hace cada hora.

Monumento al Soldado Desconocido

Atravesamos plaza Syntagma, una explanada de cemento sin pasto y con algunos árboles, y continuamos por Ermou, la principal calle peatonal y comercial de la ciudad. Ahí encontramos una gran variedad de negocios de las principales marcas, los clásicos fast food y cafés. Luego de descartar varios coffee stores por ser sólo take away o no tener mesas libres, nos decidimos por Gregory’s Café.  Justo en el primer piso de ese pequeño local con precios accesibles nos esperaba una mesa con dos mullidos silloncitos donde hicimos una reparadora parada que incluyó unos cafés, un croissant con nutella y unos minutos de descanso.

Peatonal Ermou



Antes de las 18 horas, horario en que anochece en invierno, continuamos viaje. Caminamos un poco más por Ermou y alrededores deteniéndonos en un par de iglesias que nos llamaron la atención:

  • Iglesia de Kapnikarea. Esta pequeña iglesia ortodoxa, una de las viejas de Atenas, está en el medio de la peatonal contrastando con los modernos locales comerciales. Se estima que fue construida  en el siglo XI sobre un antiguo templo pagano.

  • Catedral de la Anunciación de Santa María (o Mitrópoli). Sin saber que era la catedral, nos acercamos atraídos por los mosaicos dorados de la fachada.



De alguna manera y sin darnos cuenta desembocamos en la calle Adrianou, en el corazón del famoso barrio de Plaka, llena de locales de souvenirs. Entre los recuerdos se destacaban: conservas de aceitunas, frascos de tapenade y de miel, jabones a base de aceite de oliva, posavasos, compoteras y monederos iguales a los de Turquía y destapadores tallados madera fálicos.



En algunas calles laterales había cafés y restaurantes pintorescos, que se parecían más a la imagen que me había hecho de Plaka antes de viajar.
Terminamos el día cenando a la vuelta del departamento en Kalamaki, un resto moderno con una variada oferta de platos griegos. Nos tentaron varias cosas pero elegimos de entrada bouyourdi (queso feta grillado), de principal una ensalada griega y brochets de pollo y cordero, y de postre kormos. Si hay algo que saben los griegos es cocinar rico!
  
Ensalada griega


Datos útiles

Cómo fuimos al aeropuerto de Santorini?
Teníamos la opción de contratar un transfer (25 euros) o caminar hasta la terminal de Fira y tomar el bus; esta última es la más económica e ideal si están con mochilas. Como estábamos a poco más de un kilómetro de terreno irregular y con pendiente de la terminal tomamos el transfer.
Otra posibilidad según John, el host de Airbnb, era alquilar un auto el día previo para recorrer la isla y devolverlo en el aeropuerto; en febrero 2018 el alquiler costaba 35-40 euros por día, a lo que había que sumar el combustible que nos pareció un poco caro (1,87 euros el litro de nafta común, y 1,99 euros la super).


Experiencia en Olympic Air:
Nuestra experiencia en esta low cost fue muy buena. Partimos puntualmente y hasta nos dieron un snack (barra de avena y chocolate).


Cómo fuimos del aeropuerto de Atenas a la ciudad?
En el hall del aeropuerto había carteles que indicaban cómo llegar a la parada de buses y a la estación de tren. Siguiendo los del tren terminamos en un hall con un par de ventanillas y máquinas expendedoras de boletos. El servicio de la línea azul que iba hacia la ciudad partía cada 30 minutos, y tenía un costo de 10 euros. Más allá de los habituales gráficos del recorrido que están sobre las puertas, había carteles electrónicos que informaban en griego e inglés la siguiente parada; la misma data era anunciada por altavoces antes de llegar a cada estación. Cuando llegamos a Syntagma hicimos combinación con la línea roja por dos estaciones hasta Syngrou Fix que era la más cercana a nuestro alojamiento. Más información sobre el metro y buses en https://www.athenstransport.com/english/



Tickets para los monumentos arqueológicos
Se podía optar por comprar cada ticket por separado o uno combinado de 30 euros que incluía: Acropolis, Agora Antigua y su museo, Kerameikos y su museo arqueológico, Sitio arqueológico del Liceo, Biblioteca de Adriano, Templo de Zeus Olímpico y el Agora Roamana. Si piensan visitar todo es la opción más económica y rápida para evitar las filas. Más info en http://odysseus.culture.gr/h/3/eh30.jsp


Estadio Panathinaikos
Sin ser muy aficionada a los deportes me pareció un lugar muy interesante que debería estar en cualquier itinerario de Atenas. Compramos la entrada en la puerta que incluía el acceso al estadio, la audioguía y el museo por 5 euros. De noviembre a febrero está abierto de 8 a 17 horas, y de marzo a octubre de 8 a 19 horas. Más información en http://www.panathenaicstadium.gr/thepanathenaicstadium/history/tabid/96/language/en-us/default.aspx