sábado, 24 de septiembre de 2016

Bicicleteada por la muralla de Xi'an & visita a la Pagoda del Ganso Grande

By Sole

Salimos del barrio musulmán, pasando una vez por la zona de shoppings hacia la puerta sur de la muralla de la ciudad. Compramos las entradas (54 Yn c/una) y con estas en mano ingresamos y subimos a la muralla propiamente dicha. Ya arriba, tal como habíamos planificado alquilamos dos bicicletas simples ya que Seba no confiaba lo suficiente en mi para compartir una doble –alquilar una doble costaba lo mismo (90 Yn/ 120 min, con un depósito reembolsable de 400 Yn) que dos individuales-. No lo puedo juzgar porque ni yo misma confío en mis limitadas habilidades para conducir una bici.


Bicis en alquiler

Dado que la muralla tiene unos 14 km, la forma más práctica para recorrerla era sobre ruedas… caminando se tardaría demasiado. El suelo era plano, de ladrillos con zonas más regulares que otras, interrumpidos por pequeñas rampas ascendentes o descendentes. En la south gate iniciamos nuestro paseo, haciendo pequeñas paradas para observar las cosas que nos llamaban la atención o sacar fotos. Fue muy divertido y a la vez bastante cansador, de hecho terminamos con la sensación de haber recorrido una distancia mayor en esas dos horas que nos tomó llegar al punto de partida.



Ping Pong desde la muralla


Bienvenidos a Hobbiton!!!




Devolvimos las bicis y antes de bajar aprovechamos para utilizar los sanitarios, descansar unos minutos y picar unas uvas que teníamos en la mochila. Esta fue una de las actividades de la ciudad que obtuvo nuestra calificación de must. Altamente recomendable! Eso sí, recuerden llevar protector solar sobre todo cuando hay resolana sino van a terminar con la mitad de los brazos rojos como yo…

El siguiente destino del día era The Big goose Pagode o pagoda del ganso grande. Para llegar hasta ahí tomamos el bus 609. Con señas nos entendimos con el chofer y pagamos los 2 Yn que costaba cada pasaje. Como no teníamos tarjeta –una especie de sube-, pagamos cash, metiendo el dinero en una especie de alcancía que estaba al lado del conductor; nadie controlaba la cantidad de dinero que ingresaba, y ni siquiera si lo que entraba eran billetes o cualquier papel plegado. Nos llamó la atención esta plena confianza en el pasajero.

El colectivo venía bastante lleno, y en las subsiguientes calles se fue llenando más. Desde ahí arriba experimentamos el caos del tránsito desde otra perspectiva, viendo como motos, tuk tuks y autos iban en todas direcciones y giraban de cualquier manera –incluyendo giros en “u”-, sumado a la gente que cruzaba entre todos estos vehículos. Increíble que en el trayecto no hayamos visto varios accidentes...

Con el mapa del celular de Seba y un poco de suerte (según él su orientación) bajamos en el lugar correcto. Cruzamos la calle y llegamos al parque donde estaba la pagoda. De hecho, esta construcción estaba en otro parquecito en el interior de éste. Como se veía bien desde el exterior le sacamos fotos desde ahí sin pagar la entrada y aprovechamos el tiempo para disfrutar del verde, caminando un rato y descansando en un banco otro tanto. No éramos las únicos que habíamos elegido ese destino para dar una paseo; había gente de todas las edades, incluyendo adultos mayores con niños que estimo que eran los nietos –una imagen que ya habíamos visto en Beijing-. Los pequeños chinitos eran muy simpáticos con sus cabecitas redondas peladas y sus grandes cachetes. Apostaría a que la mayoría eran nenes… no sé si algunos eran nenas y no nos dimos cuenta, o si por alguna razón la nenas no salen a pasear.


Pagoda del Ganso Grande
Jasmine ice tea

Nos entretuvimos un buen rato mirando a un niño de unos dos años que perseguía grandes burbujas de detergente en el aire. El chiquitín corría y saltaba feliz tratando de agarrarlas dejando expuesto al aire su pequeño culito a través del agujero del pantalón cuando abría las piernas. No existía ningún problema con la costura de la prenda de vestir, simplemente era un “kāidāngkù”, un pantalón abierto en la zona genital que se utilizan en reemplazo de los pañales. Según algunos por costumbre, según otros por cuestiones económicas, sin importar cuál es su razón de ser, es bastante frecuente ver a los niños con esta indumentaria dejando sus partes pudendas expuestas al viento.


Chinitos :-)

La felicidad del niño casi me hace comprar el rudimentario recipiente de plástico con el palito para hacer burbujas que ofrecía uno de los vendedores ambulantes. No eran los únicos productos ofrecidos, una vez más estaban las hebillas de ramitas de plantas y en el mejor de los casos un pimpollo, y las populares “manzanitas” acarameladas (algunas con semillas de girasol pegoteadas) ensartadas en un palito de brochette. Mmm, se veían muy tentadoras!

Ahí también nos encontramos con varias esculturas de chinitos, de tamaño real, en distintas situaciones, similares a las que habíamos visto en la calle comercial de Beijing. Nos resultaron divertidas para sacar fotos. 




Cuando nos dimos por satisfechos con el paseo fuimos en búsqueda de la parada de bus, tarea que no fue para nada fácil. Caminamos muchas cuadras buscando algún cartel con el 609; si nos había llevado hacia ahí, también nos tenía que sacar de ahí. Paramos en todas las paradas que encontramos, pero sin encontrar nuestro número entre los tantísimos micros que figuraban. Si bien la oferta era amplia no teníamos idea hacia donde iban ya que todo el resto del cartel estaba en chino! Caminamos y caminamos pasando por varios locales de comida que pese a ser las 18 hs ya se estaban llenando de comensales dispuestos a cenar -la sopa parecía ser la vedette del momento-  y finalmente llegamos a una zona con una gran aglomeración de gente... Respiramos aliviados cuando vimos el número mágico en la parada y la alegría nos invadió aún más cuando lo vimos venir por la avenida.

Como era de esperar en la rush hour de cualquier país y mucho más en China, el colectivo estaba atestado de gente! Como pudimos fuimos avanzando hasta la zona de atrás donde al menos se podía respirar! Esta vez nos resultó más fácil orientarnos para bajar, Bell Tower totalmente iluminada era inconfundible! No hay dudas que ese edificio se lucía mucho más con todas esas luces, contrastando con el cielo oscuro de la prematura noche. Su hermana, Drum Tower, no se quedaba atrás con sus luces de colores.


Bell Tower

Drum Tower

Caminamos unos metros más y volvimos al barrio musulmán, que para mi sorpresa a esa hora estaba mucho más vivo que a la mañana! Teníamos pendiente una degustación que no se hizo esperar!

Luego de la experiencia del tren, vino una excelente noche de descanso como no habíamos tenido en varios días. 

domingo, 18 de septiembre de 2016

Tour gastronómico por Xi'an!!!

By Sole

Si bien la mezquita nos resultó un lugar muy ameno, no nos podíamos quedar todo el día ahí… así que volvimos a la bulliciosa calle principal uniéndonos a la masa de gente, motos y a un insoportable carrito distribuidor de frasquitos de leche que no paró de tocar la bocina durante varias cuadras mientras avanzaba a paso de hombre. Al final del paseo nos encontramos con Drum Tower y sus tambores que le dan el nombre. Tal vez era un poco más llamativa que la de Beijing, pero no lo suficientemente interesante como para que entráramos. Frente a esta había una pequeña plaza sobre elevada (desde donde se tenía una mejor vista de la torre) que finalizaba en una gran explanada con acceso a un mall de primeras marcas. Otra vez, habíamos caminado un par de cientos de metros y el escenario había cambiado completamente… de un mercado de comida callejero salido de un cuento a un mall cuyo exterior estaba lleno de autos de marcas como Ferraris, Lamborghini y Maserati.

Drum Tower

Al mirar hacia la calle sin siquiera quererlo nos encontramos con Bell Tower, ubicada justo en el cruce de varias calles que terminaban ahí conformando una especie de rotonda. Por su belleza merecía algunas fotos… hasta que un cartel que decía “Uniqlo” captó nuestra atención.  Sin bien no pensábamos hacer compras en esa ciudad, dimos una rápida vuelta para ver los precios sin dejarnos tentar por las camperitas.

Bell Tower

Uno de los malls de Xi'an

Ya era el mediodía, que mejor opción que unos tradicionales noodles de Xi’ an??? Volvimos sobre nuestros pasos y nos metimos en uno de los restaurantes no turísticos de la calle principal. Aunque estaba lleno de gente local contaba con un diminuto menú en inglés que no tenía más de 5 o 6 platos. Pedimos beef noodles y spinach noodles (28 Yn cada plato) y nos sentamos a esperar en una de las pocas mesas que quedaban libres. En un costado de la mesa había un recipiente lleno de palitos de madera –que no tenían aspecto de descartables-, un pote con chili molido y otro con dientes de ajo. Todo resulta llamativo cuando uno está por primera vez en un lugar tan diferente a lo que está habituado; son esas pequeñas cosas que se disfrutan en los viajes al meterse en los lugares más tradicionales donde comen los locales. Y hablando de la gente del lugar, aprovechamos la espera para ver como comían los noodles, confirmando que era “a lo bestia” succionando los fideos que colgaban de los palitos y llegaban hasta el plato. No menos interesante fue ver a un grupo de hombres que con guantes de nylon en la mano comían unas “patitas” de cordero –unos huesos con algo de carne en el extremo-. 

Condimentos...

Unos minutos después llegaron dos generosos platos. Uno tenía fideos blancos, trocitos de carne, tofu, hongos y otros vegetales. El otro tenía fideos verdes –eran los spinach noodles- , algo de carne, tofu y vegetales en una base de caldo que hacía que volasen gotitas grasosas para todos lados si jalaba con demasiada fuerza algún fideo. Nuestra técnica para agarrar los palitos –especialmente la mía- y comer los largos fideos que se resistían a abandonar a sus compañeros del plato debió ser muy interesante ya que una señora nos miraba con curiosidad. Con mayor o menor nivel de delicadeza comimos gran parte esos sabrosos noodles. Fue una de las mejores comidas del viaje.

Riquísimos!!!

En el exterior la actividad era cada vez más intensa, con mayor ruido, más aromas y más gente que a esa hora ya iba con algún brochette de cordero o recipientes en la mano, comiendo mientras caminaba.
Satisfechos con lo que habíamos visto y comido, seguimos con las actividades que teníamos planeadas para ese día, ya habría tiempo para picar algo más tarde…

Tarde de paseo por Xi'an

Al atardecer, pasadas las 19 hs regresamos. Lejos de lo que esperaba, la actividad en el lugar era mayor que a la mañana. La música, el bullicio, los aromas y las luces eran aún más intensos; imposible no volver y degustar alguno de los productos que estaban ahí esperándonos!

Comenzó eligiendo Seba: palitos de cordero! Nos acercamos a uno de los puestos donde los ofrecían a 10 Yn. La salida de estos brochetitos era tal que tuvimos que esperar unos 10 minutos mientras los cocinaban. Como todo lo que sucedía en esa calle, la cocción también formaba parte del espectáculo. Rítmicamente el chico iba dando vuelta sobre la parrilla que estaba a muy poca distancia del fuego unos 20 palitos a la vez que cada tanto iba hidratando con un aliño.

Cordero en proceso de cocción
Finalmente estuvo listo! Seba recibió su ramita con 3 trocitos de cordero. Ahí vino la foto, el primer mordisco y… el veredicto: rico aunque un poco picante.  Pese a que no me gusta el cordero –salvo que su sabor esté muy oculto en un curry indio- también lo probé, y como era de esperar no obtuvo mi aprobación. Para Seba fue aceptable.

"Meeeee, no me comas Seba" 

La siguiente elección fue mía: tofu. Habíamos probado el que venden en dietéticas y el barrio chino como si fuese un queso fresco, asado, y en milanesa sin encontrarle la gracia. Antes de viajar habíamos visto una serie de programas del cocinero Máximo Lopez May recorriendo China donde se hacía especial mención al tema comida, incluyendo el tofu. En uno de los episodios, tras comer unos trocitos de este derivado de la soja emitió un orgásmico “mmm, muy bueno” que nos decidió a darle otra oportunidad. 

Nos acercamos al siguiente puesto del que nos llevamos un recipiente de cartón con trocitos de tofu salteado con ciboulette y ají molido. Con gran expectativa llevé uno a mi boca, viniendo segundos después la decepción. No era feo, aunque si un poco picante, pero la verdad es que a pesar de todos los condimentos y la fritada no habían conseguido darle sabor al soso tofu. Seba también participó de la cata llegando a una conclusión similar. Definitivamente parece imposible darle sabor a esta fuente de proteínas vegetal tan difundida en ese país.

Tofu

Tras comer la mitad del plato le bajamos el dedo del tofu. Qué hacer con el resto? Habiendo mujeres pidiendo en la calle nos dio lástima tirarlo a la basura; tal vez alguien podía aprovecharlo y hasta disfrutarlo. Mientras Seba hacía fila para comprar la siguiente comida me fui a buscar a alguna de estas señoras. Barrera idiomática de por medio, le ofrecí el platito a lo que obviamente dijo que no y me hizo la seña de lo que quería era dinero… Así que lo tiré a la basura, y se quedó sin tofu y sin dinero.

Volví con Seba que aún estaba esperando para retirar uno de los productos que junto con los pinchos de cordero apostaría a decir que eran los más populares: un roujiamo o rou jia mo. Cuando llegó nuestro turno en el mostrador pudimos ver como el cocinero tomaba un trozo de carne, lo picaba a cuchillo y… cuando estaba a punto de llegar el baño de picante le hicimos un gesto de “no”. Luego puso la carne dentro del pan pita y nos lo entregó.

Seba a punto de entrarle al roujiamo

Al probarlo comprobamos el por qué de la larga fila que hicimos. Sin dudas lo mejor de la noche! A pesar de no tener las especias picantes era muy sabroso, tierno y con una buena proporción de carne y pan. Recomendable!

Si están por Xi'an, no dejen de caminar el barrio musulmán y hacer una degustación de su gran oferta de comida callejera. Sin dudas, hacer una comida ahí es un must

sábado, 10 de septiembre de 2016

En China también hay musulmanes!!!

By Sole

Octubre 2015

Con las energías renovadas volvimos al barrio musulmán, encontrándonos con el sector más turístico y pintoresco: Beiyuanmen Muslim Market. Fue como entrar en otra dimensión! Si bien apenas eran pasadas las 10 de la mañana las luces de neón ya estaban encendidas, la música a todo volumen y los puestos de comida callejera en plena actividad que contribuían con sus aromas. Teníamos todos los sentidos estimulados! Sólo el hecho que de hubiésemos desayunado pocos minutos antes hizo que no probáramos algo en ese momento… la oferta era amplia y muy tentadora. Recuerdo los pinchos de cordero hechos con rústicas ramitas de árboles, bananas rebozadas y fritas, tofu frito con ciboulette y ají molido, papines fritos, brochetas de rodajas de algún tubérculo fritas, calamar y cangrejo rebozados y fritos, “roujiamos” –sándwiches en pan pita de cordero especiado cortado a cuchillo-, una especie de budín de pan a base de arroz bañado en almíbar, jugos de granada y frasquitos con leche. Por detrás de los puestos había locales que preparaban a la vista y vendían crocante de maní,  semillas de sésamo, lino o girasol, frutos secos, dátiles y frutas deshidratadas, un par de restaurantes tipically chinese orientados a turistas y otros más auténticos que se especializaban en noodles. Conclusión: un lugar para el deleite de los fotógrafos y ni hablar de la gente con hambre!

A las 10 am ya había arrancado la actividad


Calamar y tubérculos fritos



Una mención especial merece el show de los “maestros carameleros” de los locales de delicatesen que amasaban un caramelo muy elástico que colgaban de un gancho de la pared y lo estiraban hasta mitad de calle, mientras que otros cocinaban o golpeaban con grandes martillos los crocantes y turrones. 



Casi al final de la calle principal se hacían presentes los tan esperados locales de souvenir que ofrecían todo tipo de productos. Viéndolo en retrospectiva creo que era uno de los lugares con mayor variedad.  No podían faltar los guerreros de terracota en miniatura –incluida una versión “para tallar” que compramos por error-, juegos de mesa como Mahjong y xiangqi –una especie de ajedrez chino-, palitos chinos, llaveros, monederos e imanes. Como en casi todos los lugares de Asia que visitamos, el regateo era obligatorio; el primer precio que nos daban estaba muy inflado y en menos de 5 minutos bajaba a menos de la mitad… si uno tiene tiempo y es muy insistente puede conseguir grandes rebajas.



De alguna manera que no recuerdo nos desviamos por una calle lateral hacia la derecha, abandonando el bullicio y entrando en un oasis de silencio. Habíamos encontrado la mezquita! Respetuosamente pagamos la entrada, pero al ingresar al lugar nadie nos pidió ningún comprobante. A pesar de saber muy pero muy poco de arquitectura pudimos notar el mix de estilos en las edificaciones y ornamentos, una agradable combinación de los tradicionales elementos chinos con los musulmanes.  La influencia local era tal que de no haber sabido que se trataba de una mezquita nunca lo hubiese imaginado; no había rastros de las cúpulas y minaretes tan característicos, pero sí abundaban los jardines, estructuras de piedras y edificaciones con techos bien típicos de China.


Mezquita?

Mix de estilos

Prayer Hall. Mix caracteres chinos y árabes

Fue un lindo paseo en el que disfrutamos de la paz y silencio del lugar. Esta misma sensación que tuvimos esa mañana en la mezquita, ya la habíamos tenido y la seguiríamos teniendo en cada visita a los parques o jardines de China. Apenas una puerta o un enrejado parecían separar el caos de la tranquilidad. Si bien el lugar era muy ameno, no nos podíamos quedar todo el día ahí…

domingo, 4 de septiembre de 2016

Una larga noche en tren de Beijing a Xi an

By Sole

Ya estábamos parados frente a la puerta de la estación dispuestos a tomar el tren hacia Xi’an!

Para poder ingresar a la estación tuvimos que presentar los pasaportes y los pasajes de tren. Aliviados comprobamos que los tickets que habíamos comprado por Internet eran verdaderos y el número de tren coincidía con uno de los que se anunciaba en el gran cartel electrónico. A decir verdad, lo que logramos entender era “Z19”, nuestro tren, y un número que estaba al lado que correspondía a la sala de espera.

La gran cartelera

Traspasamos el hall del cartel y nos encontramos con un pasillo largo y bastante ancho con locales de comida a los costados, incluyendo minimercados, verdulería, panadería, además de los clásicos Mc Donald´s, KFC entre otros, y las entradas a las salas de espera. Fuimos hacia la 7, desde donde partía el Z19. El lugar era inmenso y estaba lleno de gente sentada tanto en sillas como en el suelo con todo su equipaje; casi todo el perímetro del lugar estaba cubierto de kioskos que vendían todo tipo de alimentos, cigarrillos, bebidas –incluidas alcohólicas-, revistas y chucherías varias. Cerca de la entrada estaban los sanitarios, con la pestilencia característica de los baños públicos chinos, y varias canillas de agua hirviendo… Este descubrimiento que hicimos acá se fue repitiendo en otras estaciones, aeropuertos e incluso en el interior de los trenes. La presencia de agua caliente en todos estos lugares está destinada a satisfacer la necesidad de los chinos de preparar té e hidratar las sopas instantáneas que consumen durante todo el día en todo lugar. El agua fría brilla por su ausencia… casi pierdo un par de dedos al lavar una manzana cuando inocentemente abrí la canilla y al meter la mano comprobé la temperatura del agua que salía del grifo.

Sala de espera

Evitando el gentío volvimos al pasillo que estaba más despejado que la sala de espera. Nos ubicamos en un rinconcito donde “cenamos” unas galletas, banana y maní –ahora que leo lo que escribí tengo la sensación de que tuvimos una cena de monos-. Faltando cerca de media hora de la salida del tren, sin haber lugares libres para sentarse en la sala, nos ubicamos directamente en las filas que se habían formado frente a la puerta donde estaba anunciado el control de tickets. Cuando nos fuimos acercando al horario de la partida, las filas se convirtieron en un tumulto desorganizado de gente, que a estas alturas ya no nos sorprendió. Cuando abrieron los accesos para avanzar hacia los andenes hubo empujones y golpes por todos lados para ver quien pasaba primero. Cuando pudimos pasar por la puerta nos encontramos con un corredor desde el que había que bajar una escalera mecánica para llegar a los andenes. Con el espíritu competitivo de Seba avanzamos raudamente, estando entre los primeros en llegar al tren.



El “pequeño tren” tenía 20 vagones en los que nos fuimos distribuyendo de acuerdo a la información de los tickets. Nosotros estábamos en el coche 11, en un camarote con 4 literas. Tras un exhaustivo análisis de las opciones, pro- contras y costos habíamos optado por eso, descartando los asientos comunes, los camarotes de 6 pasajeros y los topísimos camarotes para 2 con baño privado (costaban casi el doble de lo que pagamos nuestros pasajes). Lo único que nos generaba algo de incertidumbre eran nuestros posibles compañeros, con los que íbamos a tener que compartir las siguientes 12 horas… El camarote tenía 2 literas por lado, una arriba y otra abajo, separadas por un espacio menor a un metro en el estaba la ventana; debajo de esta había una pequeña mesa y un tacho de basura. Las “camitas” incluían un colchón ultra delgado, acolchado, almohada y un par de pantuflas descartables. Cuando compramos los pasajes no tuvimos la posibilidad de elegir si queríamos las de arriba o abajo, comprando por default las de abajo que eran levemente más caras. Unos minutos después apareció una chinita de unos veinte y algo de años –tal vez más o tal vez menos, es tan difícil poder estimarles la edad- que se ubicó en la litera de arriba de Seba; una chica silenciosa que no soltó el celular durante todo el viaje. Un rato después llegó el pasajero que faltaba, un chino joven con bastante exceso de peso que apenas saludó y se ubicó en su lugar… Hubo altas chances que Seba quedara viudo durante el viaje si la cama no soportaba el peso y caía arriba mío...



Como en casa!

Con una puntualidad inglesa, partimos a las 20:41 hs. Dimos un par de vueltas por el vagón donde la mayoría de los pasajeros eran anglosajones. En el extremo había una canilla con agua hirviendo, un baño unisex –obviamente con mucho olor a orina-, y en forma separada un espacio con una bacha larga y 3 canillas con un cartel que aclaraba que el agua no era apta para consumo. Luego de leer, caminar un poco y lavarnos los dientes –con la duda si podíamos o no usar ese agua para enjuagarnos la boca o necesitábamos agua mineral-, nos fuimos a dormir. A las 22 horas ya estábamos recostados con la luz apagada.

Al menos para mí fue una noche larga y de muchas vueltas, en la que me costó conciliar el sueño y el rato que dormí fue en forma entrecortada. Por un lado estaba la incomodidad de la cama: la combinación del delgado colchón y la falta de una adecuada capa de grasa en algunas zonas de mi cuerpo impedían que encontrara una posición cómoda. Y por otro lado, cada vez que el chino se movía su litera crujía sumando otro perturbador sonido a los contantes y ruidosos ronquidos que emitía –tengo la certeza que él durmió plácidamente como un bebe-. Parte del problema lo pude solucionar añadiendo el acolchado al colchón y durmiendo arriba de este con la campera puesta. Los ronquidos fueron imposibles de apaciguar… de hecho a las 6 de la mañana estaba desvelada y me puse a escuchar música con los auriculares, pero los ronquidos me tapaban lo música. Eran tremendos!

A las 7 el tren recobró vida con gente yendo y viniendo del toilette y lavándose los dientes. Nuestro compañerito hizo uso de la canilla de agua caliente e hidrató un mega tacho de sopa de carne picante (según mi interpretación del envase que tenía una escala representada por varios chilis en la que casi todos estaban pintados) que llenó de olor el compartimento. Se sentó en un el extremo de mi cama y se comió su desayuno.

A las 8:20 hs llegamos a Xi’an. La estación era bastante antigua y desorganizada con gente caminando en todas direcciones acarreando todo tipo de valijas y bultos. Una vez más el que más golpeaba o fuerza ejercía era el que pasaba primero. Hay que ser un luchador para sobrevivir en China!

A la salida nos encontrarnos con un hombre con un cartel con mi nombre! Se habían acordado de irnos a buscar! El hostel tenía incluido este servicio gratuito. Esperamos a otros dos pasajeros de algún país nórdico de Europa, y fuimos caminando todos juntos hacia la camioneta que estaba aparcada a un par de cuadras. Gente y autos por todos lados! Estos últimos no eran muy amigables con los peatones haciendo que el cruce de las calles fuese un tanto dificultoso, aunque no imposible. No estábamos lejos del hostel, tal vez unas 15 o 20 cuadras, pero el caos de tránsito hizo que nos demandara casi media hora. La camioneta avanzaba entre bicis, motos, tuk tuks, autos y micros que circulaban en todas direcciones. Sinceramente si a esta escena le agregábamos dos vacas y un cerdo, podría haber sido cualquier ciudad de la India.

El Ancient City Youth hostel estaba en el interior de la muralla de la ciudad, que aún se conserva en forma intacta, a pocos metros del cruce de dos avenidas. A pesar de ser temprano cuando hicimos el check in nuestra habitación ya estaba lista, lo que nos permitió dejar las valijas y arreglarnos un poco antes de ir en la búsqueda de un café para desayunar. Aunque desde la estación de tren hasta el hostel no habíamos visto ningún local con aspecto de café, teníamos la esperanza de encontrar aunque sea un Starbucks. 

El hostel
Caminamos un par de cuadras por la avenida que teníamos más cerca sin encontrar nada, así que nos metimos en una de las calles internas… cómo última opción íbamos a terminar en uno de los shoppings que estaban en esa dirección. La calle en que giramos nos condujo hacia el barrio musulmán, uno de los lugares que teníamos pensado visitar. Nos resultó un lugar muy pintoresco con puestos callejeros de verduras, carnes y algunos de comida callejera en los que había gente comiendo sopa, que eran atendidos por chinos que llevaban en la cabeza los característicos gorritos musulmanes. Me parece que este sector era el más auténtico y no tan turístico como el que íbamos a visitar más adelante.

Sopita???

Tras caminar algunas cuadras más, salimos a otra avenida con edificios y luces de neón. Cómo les gusta a los chinos estas luces! En esta calle tuvimos la fortuna de encontrar un “Pastries Taiwan Style”; ya estábamos famélicos! El local tenía varias estanterías con galletitas y gran variedad de bollerías para que cada uno se sirviera, y un mostrador donde se cobraban estos productos y se pedía el café, té, jugo o lo que uno quisiera tomar. Nos sentamos en unos cómodos silloncitos junto a la ventana a disfrutar del tan ansiado y revitalizante desayuno! Quedamos muy conformes con el lugar, con lo que consumismo y con el precio –mucho más económico que un Starbucks o Pacific Coffee-.

Bollerías!!!

Cafecito con una bomba