domingo, 26 de febrero de 2017

De regreso en Hanoi: hola caos!!!

By Sole

Un ratito antes de las 17 hs ya estábamos en el hotel de Hanoi. Esta vez no fuimos tan afortunados con la habitación y recibimos una más acorde a lo que habíamos pagado, más pequeña pero que cumplía con nuestro objetivo de dormir y bañarnos.

Como aún era de día nos fuimos a recorrer los alrededores; a diferencia de la vez anterior todos los negocios estaban aún abiertos. Pudimos observar que había calles que se especializaban en un rubro en particular, como habíamos visto en las inmediaciones del Grand Bazaar de Estambul. En este caso las dimensiones de los locales y la cantidad era un poco más acotada que en la meca de los comerciantes turcos. Claramente se identificaban:
  • souvenirs y ropa outdoor trucha por un lado –más orientada hacia los turistas-,
  • juguetes –parecía la gran barata de productos chinos de dudosa calidad-,
  • especias, cereales, semillas y frutos secos,
  • papel higiénico y pañales,
  • zapatos y zapatillas,
  • instrumentos musicales,
  • cuadros y marcos, 
  • librerías, etc.

Pañalera

Marcos, cuadros y espejos

Entre todos estos locales estaban intercaladas las pequeñas mesas y banquitos de plástico, junto a cocinas a carbón con grandes ollas con sopas, y recipientes con ingredientes que se podían agregar. En estos lugares siempre había gente bebiendo un té, una cerveza, o tomando sopa, ya fuese desayuno, almuerzo o tempranas cenas entre las 17 y 18 hs. Eventualmente la gente iba comiendo semillas de girasol cuyas cascarillas progresivamente tapizaban las veredas.



Tras caminar un rato decidimos que era hora de cenar. Lejos de ser una caminata relajante, después de estar un par de horas escuchando los bocinazos, estar subiendo y bajando de las veredas tratando de evitar que las motos o algún eventual coche nos atropellara, al menos yo terminé con una sensación bastante fea que podría resumirse en un “quiero irme de acá!!!”. Si bien uno tiende a borrar los recuerdos negativos y quedarse con lo positivo, aun puedo recordar que me esa tarde me estresé y la pasé mal. 





La primera noche en Hanoi habíamos ido a un restaurante (si es que se lo podría denominar de esa manera) bien popular, esta vez nos fuimos al otro extremo. De hecho, Madame Hien, era el otro lugar que nos había recomendado la chica “my hotel” para comer. El lugar era muy lindo, una especie de casona con varios patios y terrazas exteriores y salones internos devenida en un elegante restaurante. Nos ubicamos en una de las terrazas del primer piso que tenía una interesante vista de la cocina vidriada. Para que se imaginen la elegancia del lugar, la chica que nos acompañó hasta la mesa nos corrió las sillas para que nos sentásemos y nos colocó las servilletas sobre el regazo; una experiencia totalmente nueva, demasiado para lo que estoy acostumbrada.

Cocina vidriada

El menú era un tanto escueto a pesar de contar con opciones de entradas, platos principales; los acompañamientos e ingredientes utilizados no solían formar parte de mi alimentación habitual, lo que me recordó bastante a los de copetudos restos de Palermo, en Buenos Aires. Si bien los precios estaban por encima de los que habíamos visto en otros lugares de Hanoi, no llegaban a alcanzar a los que estamos habituados en Argentina. A la hora de elegir platos fuimos bastante conservadores: un mango smoothie, agua, salteado de pollo con castañas, y calamar salteado con  vegetales. Mientras esperábamos que llegase el pedido nos trajeron un té de lemograss frío (sorprendentemente rico), trocitos de pepino y unos snacks de consistencia de chizito pero con forma de papas fritas.

Los platos fueron aceptables, sin deslumbrar; tal vez un poco decepcionante para lo que uno espera de un lugar así. Mi salteado tenía algunos trozos de pollo sin abundar (incluyendo un par con piel y hasta cartílago) con cebolla, algunas castañas, hongos secos, zanahoria y trocitos de mini choclos. El plato de Seba tenía rollitos de calamar salteados con cebolla y pimientos entre los que camuflaban unos trocitos de chilli ultrapicantes. Acompañando los salteados venía una compotera con arroz blanco. No pedimos postre, pero nos trajeron un té de lemongrass, en esta oportunidad caliente, que estaba muy rico.



Antes de volver a dormir le dimos una oportunidad más a esas alocadas calles de Hanoi, y dimos una rápida pasada por el night market con su exceso de chucherías de pobre calidad. Nos limitamos a mirar sin comprar nada, aún teníamos un día por delante para gastar dinero.

A dormir!!!

domingo, 19 de febrero de 2017

Legacy Cruise y sus infinitas actividades (parte 2)

By Sole

25 de Octubre 2015



Buenos días Halong Bay!
Antes de las 6 ya estábamos despiertos. Seguíamos con el reloj biológico adaptado al ciclo luz- oscuridad del lugar. A las 6:30 hs ya estábamos en la cubierta del barco listos para proseguir con las actividades del día que arrancaban con la “clase de Tai chi”.

Amanecer en Halong Bay

Uno de los marinero polifuncionales vestido con un pantalón y chaqueta blancos estaba a cargo de la clase; de un momento a otros se había convertido en el gran maestro de tai chi. Cuando llegamos sólo había dos alumnas (las dos chicas de Malasia con las que habíamos compartido el almuerzo el día anterior). Seba no se animó, y se quedó sentado en una reposera. Yo me quité las zapatillas y me uní al grupo que tenía un factor común: la incoordinación! Menos mal que nadie filmó esa clase... Por momentos ni siquiera podíamos determinar si teníamos que levantar el brazo derecho o izquierdo, y ni hablar de la brusquedad y torpeza en los movimientos que debían ser suaves y armoniosos siguiendo la música de fondo. A pesar de todo fue una actividad relajante, y sirvió para ir despertando poco a poco todos los músculos del cuerpo. Tal vez cuando esté más entrada en años lo considere como actividad...

Clase matutina de Tai chi

Un ratito después que concluyó la sesión de actividad física sirvieron el desayuno. Una vez más estábamos famélicos; al cenar tan temprano el tiempo que trascurría entre la cena y el desayuno era demasiado largo. Coincidimos en la mesa con la chica australiana, a la que se sumó otra trotamundos pero de Alaska. Nunca me había cruzado con alguien de esos lares. Yogurt, omelette de tomate, huevos fritos, tostadas con manteca y mermeladas, bananas, té y café fueron muy bien recibidos por todos! No éramos los únicos que estábamos muertos de hambre…

A desayunar!!!

Para ese momento el barco ya había comenzado a moverse haca Bai tu long bay con un panorama muy parecido al previo con múltiples islas con aspecto de montaña rocosas; lamentablemente la bruma matinal le quitaba parte del encanto al paisaje.

La invasión de la bruma

Ni bien terminamos de desayunar, subimos a la lancha y partimos hacia la última actividad programada: visita a Vung Vieng floating fishing village. Bajamos en un embarcadero flotante donde asistidos con un mapa de la villa flotante Jack nos explicó como estaba formada la misma, y que teníamos la suerte de aún poder visitar el lugar puesto que el gobierno estaba trasladando a los habitantes a tierra firme. La aldea estaba conformada por varias plataformas flotantes donde estaban emplazadas las humildes casas de los pescadores y la escuela a la que asistían los niños del lugar. Aparentemente desde 2014 había comenzado el realojo de los moradores a tierra firme con la excusa de disminuir la contaminación y brindarles un lugar más seguro para vivir evitando los riesgos de las tormentas e inclemencias climáticas. Al momento de nuestra visita alrededor de un 30% de la población ya había abandonado las casas.



Desde esa plataforma embarcamos en un par de botes de bambú que eran conducidos por habitantes del lugar –uno de los trabajos que tenían para sobrevivir más allá de la pesca y cultivo de perlas-. Lentamente fuimos recorriendo la zona, pasando junto a las isletas artificiales donde se distribuían las pequeñas casas en grupos de 4 o 5. Algunas parecían estar deshabitadas avalando la información que nos había dado previamente Jack. Una me llamó particularmente la atención porque tenía hasta perro y canario; una familia feliz diría Seba. Imagino que antaño debe haber sido un lugar bellísimo y muy tranquilo para vivir, perdiéndose ese encanto con tanto aflujo diario de turistas.

Aldea flotante 1

Aldea flotante 2





El recorrido finalizaba en un criadero de perlas. Cual tienda de productos de mármol en India, había terminado en una tienda donde había dos artesanos “trabajando”. Más allá de lo comercial, me resultó interesante la muestra de cómo implantaban una a una las perlas de plástico en ostras que posteriormente colocaban en canastos en el agua. Aparentemente con el tiempo se iban depositando sedimentos alrededor de las mismas culminando en una perla preciosa. Luego de recorrer la sala donde estaban los hombres haciendo los implantes, el camino nos llevó hacia un gran salón donde estaban expuestos los collares, anillos y pulseras con incrustaciones de las mimas. Hace falta aclarar que salimos raudamente antes que alguien intentara vendernos algo?
Salimos tan rápido que no tengo idea si alguien del grupo compró algo, pero sinceramente no lo creo. Nuestro grupo estaba conformado en general por jóvenes que viajaban con poco presupuesto, y no eran justamente el target de la tienda.

Cultivo de perlas

Minutos después estábamos regresando al barco, esta vez para hacer el check out. Habiendo estado menos de 24 horas en el camarote, el desalojo fue rápido. Durante el regreso al puerto tenía que quedar todo impecable para recibir a los siguientes pasajeros.
Dejamos el equipaje en un costado y nos fuimos a la cubierta a descansar y disfrutar del paisaje. El descanso fue interrumpido cuando a las 11 horas nos invitaron a pasar al comedor para degustar el almuerzo que consistió en ensalada de pepino y zanahoria pero con trocitos de chilli, spring rolls fritos rellenos con vegetales, trocitos de pescado a la romana, repollo salteado, carne de cerdo picada envuelta en hojas verdes (seguramente tenía algún nombre más glamoroso que mi descripción), salteado de pollo con cebolla y el infaltable arroz. A pesar del horario teníamos hambre porque habíamos desayunado tempranito y no habíamos colacionado. Una vez más estuvo bien! A esa altura ya estábamos en las inmediaciones del puerto; íbamos a permanecer ahí hasta que llegase el micro con los próximos pasajeros, alrededor de las 12 hs.

Durante la comida nos dieron un sobre para que dejemos la propina para Jack y la tripulación. Mientras estábamos en medio del debate de cuanto dejar ya que no teníamos ninguna referencia de cuento era lo correcto dejar o no, llegó la hora de pagar las consumiciones. Sorpresaaaaa!!! El día previo habían olvido explicar cómo era la política del “happy hour” en el barco… en lugar del clásico 2 x 1 era 3 x 2, o sea se compraban 2 tragos o cervezas y el tercero era gratis. Así que terminamos vivenciando un “momento timo”. Terminamos pagando u$ 7 por los tragos y u$ 2,5 por las cervezas,y nunca vimos ni el tercer trago ni la tercera cerveza... Como todo fluye y se redistribuye la tripulación se quedó sin propina y el dinero se destinó al scam. Recomendación!!! Siempre que haya un “happy hour” o un “lo pagas cuando haces el check out” hay que dejar las cosas bien en claro desde un primer momento para evitar este tipo de situaciones desagradables!!!

Unos minutos después desembarcamos y nos acomodamos en el bus que ya estaba esperándonos. Emprendimos así el regreso por la ruta de plantaciones que incluían bananos y water buffalos que trabajaban en el área, cementerios, casas con banderas de Vietnam, y los clásicos puestos ruteros de estatuas de jardín. Justamente en el lugar donde hicimos la parada había varias de estas figuras decorativas, de los tamaños, materiales y formas más variadas que uno pueda imaginar incluidos budas con tetetas y la virgen María.



Aprovechamos la parada para estirar las piernas, mientras parte de nuestros compañeros comían snacks como si no hubiesen almorzado –papas fritas, gomitas y Coca Cola al por mayor-. Como suele suceder con las excursiones el regreso se hizo eterno!!! Como niños terminamos jugando a ver quien encontraba la moto que transportase el objeto más extraño. Fue sin dudas una actividad muy curiosa, y no tardamos en encontrar motos con cañas de unos 2 metros –colocadas en sentido transversal-, bolsones de alimentos, una escalera, sillas, sillones, vidrios, espejos, TV plasma, 5 personas (2 adultos + 3 niños pequeños)… pero el premio se lo llevaron los dos jarrones de cerámica de unos 1,5 metros de alto colocados uno a cada lado de la motocicleta. La capacidad de estos ciclomotores desafía la imaginación!

Unos minutos antes de las 17 horas estábamos haciendo el check in en el hotel. Íbamos a tener algo de tiempo para recorrer Hanoi antes de que anocheciera.

sábado, 11 de febrero de 2017

Bienvenido al Legacy Cruise y sus infinitas actividades!!!

By Sole

Finalmente estábamos frente a frente con el Legacy Cruise!!! El momento de la verdad había llegado.

El barco estaba lindo aunque... reclamaba una buena mano de pintura, al menos desde el exterior. Con gran amabilidad los “marineros” nos ayudaron a ingresar al barco, y nos recibieron con té frío con limón, y una toallita refrescante como las que suelen dar en los aviones.


Nuestro barco

Mientras terminaban de preparar el almuerzo nos entregaron las llaves de los camarotes para que fuésemos acomodándonos. El interior del barco parecía estar mejor cuidado que el exterior, y nuestro camarote con vista al mar nos sorprendió gratamente. Este incluía una cama de dos plazas, mesitas de luz, un placard y un baño completo con ducha. Más que bien, no podíamos pedir más.


Camarote con un cuadro muy bizarro

Sin haber comido nada desde el desayuno estábamos hambrientos. Nos acomodamos en una mesa a la que posteriormente se unieron 3 mujeres de Malasia, una madre con sus dos hijas. No hubo mucha conversación, apenas unos “do you want?” o “Thank you” al pasarnos los platos que iban llegando uno a uno. La comida fue variada incluyendo pepinos frescos en rodajas, arroz, tofu con salsa de tomate, pinchos de cerdo asado, pescado de río (que venía enterito con cabeza, cola y hasta la piel –no apto impresionables-), y una verdura similar a la espinaca salteada. En la sobremesa apenas nos dieron en unas rodajitas de “dragon fruit” (una fruta bastante insípida, blanca con semillitas negras como las del kiwi); el postre no parecía ser una parte importante de las comidas vietnamitas. Las bebidas había que pagarlas aparte. Sabiendo eso teníamos varias botellas de agua en la valija... el ahorro es la base de la fortuna para viajar!

Satisfechos, volvimos a los camarotes para ponernos algo de ropa más adecuada a la actividad de la tarde. Una vez más subimos a la lancha, y con esta fuimos hasta la “Surprise (sung sot) cave”. Esta cueva descubierta hace más de cien años se encuentra en el interior de la isla Bo Hon en medio de Halong Bay. En sus paredes se podían ver las inscripciones que fueron dejando sus primeros visitantes; cada uno que pasaba quería dejar pruebas de que había estado ahí. Basados en las fechas que estaban junto a los nombres se estimó el tiempo en que fueron descubiertas. Actualmente es un punto obligado de la mayoría de las excursiones por la bahía; entre la muchedumbre y objetos colocados de manera muy poco discreta como los tachos de basura con boca de pingüino o delfín, matafuegos y hasta un botiquín, el lugar perdía gran parte de su encanto. Dejemos de lado estos detalles, pongamos la mente en blanco y comencemos a recorrer el lugar tratando que lo que aún queda de natural nos sorprenda!


Cruceros en las inmediaciones de la cueva

El lugar consistía en una sucesión de tres grutas de tamaño creciente, con estalactitas, estalagmitas y algunas columnas producto de la unión de ambas. Las dimensiones que alcanzaban sobretodo el último sector eran increíbles. Podría apostar que son las formaciones de depósitos calcareos más grandes, y bien definidas que ví en mi vida, más allá de las fotos del libro de geografía del colegio. Durante el recorrido, que no duró demasiado, los guías iban describiendo el lugar, deteniéndose en algunos lugares donde los depósitos de minerales creaban formas curiosas –en algunas se requerían bastante imaginación-.
Más allá de la gente y el botiquín apoyado en el medio del lugar como si fuese una gema preciosa, fue una visita interesante.
Como si fuesen postas, salimos de las cuevas, sacamos algunas fotos, y volvimos a la lancha. 


Interior de la cueva




No había tiempo que perder para la siguiente actividad: kayaks! Bajamos en una plataforma flotante desde donde subimos a esas pequeñas canoas plásticas. Qué alivio sentí al ver que eran dobles! Caso contrario aún estaría en Halong Bay tratando de volver al punto de partida. Nos dieron 30 minutos (en lugar de los 40 prometidos) para explorar la zona; todo estaba tan cronometrado que nos recalcaron un par de veces que teníamos que volver en tiempo pactado.





Sin dudas fue uno de los mejores momentos del día. Tranquilamente fuimos recorriendo los alrededores de la isla que teníamos en la cercanía, disfrutando del silencio e inmensidad del lugar. Para mí fue muy relajante, sobre todo cuando Seba se cansó de mis problemitas de coordinación con el remo y decidió hacerse cargo del rumbo de la embarcación; conste que hice un gran esfuerzo pesa a mis limitaciones motrices. Él, experto remero de kayak, no tuvo mayores problemas remando solito los últimos metros.
Ni bien estuvimos todos de regreso en la plataforma subimos a la lancha y partimos hacia el cruise donde nos esperaba una muy bien merecida merienda. En la cubierta del barco ya estaban listas unas jarras de ice tea y trocitos de ananá y sandía super sabrosos. No hay con que darle, las frutas de lugares con climas más cálidos son insuperables.

Mientras degustábamos esas riquísimas frutas, uno de los marineros/ ayudantes de cocina disponía sobre la mesa los ingredientes que íbamos a usar en la “clase de cocina”: un plato con papel de arroz, noodles de arroz, pollo, camarones, tofu, y zanahoria y pepinos cortados en juliana. Jack estaba a cargo de la misma. El “gran platillo” eran los “spring rolls” (léase como sarcasmo). Cuando uno piensa en una clase de comida vietnamita imagina algo un poco más sofisticado que una explicación de cómo llenar y plegar un papel de arroz con ingredientes varios. De hecho creo que lo más enriquecedor fue el relato sobre las costumbres locales a la hora de la comida. Recuerdo que nos contó que suelen comer sentados en el piso, y en los lugares más machistas las mujeres comen por un lado y los hombres por otro. Al igual que los chinos también utilizan los clásicos palitos para transportar la comida de los platos a la boca; un detalle que hasta ese momento desconocía es que si una persona le ofrece o le sirve alimentos a otra con los palitos utiliza para hacerlo la parte más gruesa de los mismos, mientras que utiliza el extremo más fino (como lo usamos habitualmente) para su propio uso.

Los minutos siguiente los dedicamos a armarnos nuestros propios rolls, algunos con más habilidad, otros con menos, algunos con tanto relleno que era imposible plegarlos y otros tan vacíos que le sobraba papel por todos lados.

Aunque no era tarde, ya había comenzando a anochecer; la luna creciente lentamente estaba tomando protagonismo. Aún no habían concluido las actividades programadas para esa tarde… la frutilla del postre era nadar en el mar bajo la luz de la luna. Esa era una actividad un poco más optativa que las anteriores. Ya nos habíamos puesto los trajes de baño para ir a andar en kayak, no había razón para no vivir la experiencia. Los más valientes como Seba se tiraron de cabeza desde el barco, los más cobardes bajamos por una escalerita como las que están en las piletas. Al principio noté un poco de frío, pero rápidamente me aclimaté. Como era de noche no puedo decir cuan limpia estaba el agua, pero al haber tantos cruceros en la zona apostaría a que estaba bastante sucia. No obstante, nos dispusimos a disfrutar del momento nadando un poco, flotando otro tanto aunque no mucho porque cuando nos distraíamos terminábamos del otro lado del barco producto de una corriente que nos arrastraba.
Hace poco se me vino a la mente este momento cuando en la primera clase de natación la profesora me preguntó “vas hasta lo hondo?” haciendo referencia a la pileta... Tirarme al mar al anochecer equivale a ir a lo hondo???


Atardecer en Halong Bay


Había sido un día con muchas actividades. Teníamos por delante unas cuantas horas de relax y descanso. Comenzamos tomando baño calentito en nuestro camarote; esa ducha cumplió ampliamente con las expectativas. Luego seguimos con unos mojitos con maracuyá y cerveza en la cubierta del barco.

Entre una cosa y otra se hizo la hora de la cena. Esta vez compartimos mesa con una pareja e norteamericanos que vivían en Maputo, Mozambique, por motivos laborales. Más precisamente estaban trabajando para el CDC, haciendo estudios sobre la malaria. Un rato después se unos unió una australiana, y una pareja de chicas que se habían conocido en algún lugar del mundo que no recuerdo y habían decidido seguir recorriéndolo juntas. Una mesa digna de Mirtha Legrand, donde la diva se hubiese hecho un festín haciendo preguntas indiscretas.

La cena siguió el mismo formato que el almuerzo, o sea una sucesión de platos que fueron llegando uno a uno. No voy a perder la oportunidad de dejar registro de lo que degustamos esa noche para el que se quiera inspirar un poco. Hubo ensalada de zanahoria, pepino y semillas de sésamo, pinchos de pescado, langostinos, buñuelos de pescado fritos, chicken curry (como me gusta el curry!), salteado de cerdo con cebolla, y trocitos de manzana de postre. Hubiese agregado algo un poco más indulgente, pero evidentemente no formaba parte de las costumbres del lugar.

Teóricamente luego de la cena había karaoke, pero como no hubo quorum la actividad quedó suspendida. Creo que esa noche el consumo de alcohol no fue tan alto como para que la gente se prendiera a un micrófono a hacer papelones.
Como no queríamos ir a dormir tan temprano, fuimos un rato a la cubierta a disfrutar de la brisa que corría a pesar de que el barco estuviese amarrado. En los alrededores se veían varios cruceros, algunos con tantas luces que parecían casinos flotantes.

Cuando nos aburrimos, Seba decidió probar suerte en la actividad alternativa al karaoke que ofrecía el tour: “squid fishing”. Justamente esa noche había demasiada luz y las chances de pescar un calamar eran muy bajas. Uno de los marineros le mostró como era la técnica, que en sí no tenía demasiada técnica. Básicamente consistía en “robar” un molusco con un mojarrero. Acorde al pronóstico no hubo pesca.

Ya habíamos hecho de todo, así que a aunque el reloj recién hubiese marcado las 9 de la noche, nos fuimos a dormir.

sábado, 4 de febrero de 2017

Halong Bay allá vamos!

By Sole

24 Octubre 2016

Finalmente llegó el día del cruise, excursión que había motivado nuestro viaje a Vietnam!
Una hora antes de que sonara el despertador ya estábamos despiertos escuchando el canto un tanto ronco de un gallo. Si bien estábamos en una ciudad, capital del país, en las inmediaciones del hotel alguien tenía aves de corral…

Una vez más tuvimos esperando ansiosamente que abriera el desayunador; por suerte la apertura era a las 6:30. Ni bien las sonrientes vietnamitas terminaron de acomodar el comedor, nos ubicamos en una mesa para disfrutar del gran desayuno buffet digno de un hotel 5 estrellas. Realmente la oferta era tan variada para satisfacer hasta los más quisquillosos críticos de Tripadvisor. No faltaban deliciosas frutas como melón, papaya y sandía, pan, bollerías (personalmente no me llamaron la atención), yogurt, cereales, leche, jugos (aspecto artificial), mermelada, manteca, queso, café, té y huevos cocidos de diversas formas con o sin bacon y pancakes a pedido. Como no teníamos demasiado tiempo solo comimos lo que ofrecía el buffet, los huevos iban a quedar pendientes para otro día.



Juntamos gran parte de la ropa sucia que habíamos ido acumulando los días previos en China, y la dejamos para el laundry (2 U$S por kg) para recogerla limpia al día siguiente cuando regresáramos de Halong Bay. Todo estaba perfectamente planificado desde el momento en que habíamos hecho la lista de ropa para llevar al viaje; una manifestación más de nuestros marcados rasgos obsesivos.

Otra de las ventajas de volver al mismo hotel post excursión era la posibilidad de dejar una de las valijas en el depósito para no tener que estar llevándola de un lugar a otro. Hicimos el check out, y unos minutos antes de las 8 ya estábamos en la calle caminando hacia el local de Lily’s.

El paisaje era algo diferente al que habíamos visto a la noche. Los pequeños locales de agencias de turismo aun estaban cerrados y las calles había sido “tomadas” por vendedores ambulantes. Íbamos tan entretenidos observando la sucesión de mantas y canastos con pollos, pescados, mariscos, frutas y hortalizas que no nos dimos cuenta que habíamos pasado delante de la agencia. Retrocedimos prestando atención a las marquesinas, terminando parados junto a la carnicería ambulante con trozos de pollo y carne de un color que parecía cerdo. Los productos de la pescadería eran tan frescos que algunos aún se movían. Además de los manteros estaban los vendedores de batatas, mandiocas y nabos, que llevaban los tubérculos en dos canastitas que colgaban en ambos extremos de un palo ubicado sobre los hombros. Esta imagen sumada a la gran cantidad de cables y carteles que colgaban de las fachadas, y los hoteles con aires de sofisticación nos generó la sensación de estar en un lugar que era un mix de Tailandia y Nepal.

Pescaderia callejera

Tailandia + Nepal= Vietnam

No éramos los únicos turistas esperando, también en la puerta de Lily’s había un muchacho que iba a Halong Bay pero en otro crucero. Por el callejón iban pasando los guías de los distintos barcos con un listado en sus manos buscando a sus clientes.

A las 8:05 nos encontramos con Jack, nuestro guía por las siguientes 36 horas, que nos condujo hacia un minibús que estaba estacionado en la calle perperdicular; en los callejones como en donde estaba nuestro hotel solo ingresaban bicicletas y motos. Aun faltaba un rato para salir de la ciudad… había varios lugares libre en el micro que esperaban ocupantes. En general cuando uno inicia una excursión está lleno de energías y entusiasmo, y el recorrido por las calles de la ciudad pasando por los hoteles hasta puede resultar interesante; este caso no fue la excepción. Dejando de lado el detalle del tránsito ultralento de las calles que ni una tonelada de Activia podría solucionar, disfrutamos de una interesante visión de las actividades matutinas de un día sábado.

Los vietnamitas degustaban sus desayunos –principalmente sopas de noodles- en los mismos locales que la noche anterior habían cenado las mismas sopas. Se podría decir que al igual que los chinos comían sopa a toda hora. También nos cruzamos con un grupo de corredores que participaban de una carrera que pasaba por la avenida que bordeaba al lago.

Otra de las cosas que captaron nuestra atención fueron los locales que vendían santuarios como el que estaba en la entrada del hotel, lápidas y grandes jarrones. Los negocios que habíamos visto la noche anterior ya estaban abiertos en su mayoría exponiendo cafés, tés, frutos secos, especias, y muchas más cosas. De alguna manera gran parte de las cosas nos parecían nuevas y captaban la atención de todos nuestros sentidos.

Local de santuarios

Panadería callejera

Durante este recorrido Jack nos fue contando un poco de las costumbres locales y porque había tantas motos. No he podido comprobar que todo lo dicho sea cierto, pero aún si fue un cuento me resultó interesante. En gran parte de Asia los autos son un bien de lujo a los que la mayor parte de la población no puede acceder, en cambio las motos son más accesibles, sobre todo en los últimos años por haberse incorporado a la oferta ejemplares usados importados de China que se venden a muy bajo precio. Consecuencia de la gran cantidad de estos vehículos motorizados, el caos del tránsito que pudimos apreciar personalmente, el poco respeto y control de las leyes de tránsito, sumado a los que conducen alcoholizados hacen que mucha gente muera por día en accidentes. Como en la mayoría de los países subdesarrollados, las estadísticas tienden a ser poco creíbles y es difícil dar a ciencia cierta un número.

Una vez que dejamos atrás la zona céntrica de la ciudad y nos fuimos internando en la periferia, rápidamente aparecieron diversas plantaciones en las que había gente trabajando manualmente. Estas extensiones de tierra estaban intercaladas por caseríos con casas muy curiosas por sus dimensiones: muy angostas y de varios pisos… todo tiene una explicación! Desde tiempos remotos, los impuestos que se pagaban por una propiedad estaban determinados por el ancho de la misma; si uno quiere ahorrar en impuestos tiene que adaptarse a vivir en una “tube house” o casa tubo. La razón por la que tienen varios pisos es que en una casa tan estrecha hay que acomodar a todas las generaciones de la familia; es costumbre que todos vivan juntos bajo el mismo techo. En su mayoría al menos la parte delantera de la planta baja parecía estar destinada a locales comerciales.

Detrás de la moto se ve la gente trabajando

Entre estas casas cada tanto había algún hotel rutero, dudosos locales con carteles de neón que ofrecían “masajes y karaoke” y pequeños cementerios budistas con varias decenas de tumbas. En ningún momento vimos grandes extensiones de campos, sino más bien un mix urbano- rural.

Uno de los tantos cementerios

A mitad del camino hicimos una parada para comer algo y utilizar los sanitarios. Cuando descendimos del micro nos encontramos con un gran local poli-rubro que vendía muebles de madera tallada de unas dimensiones exorbitantes (no sé si cabían en esas casitas tan angostas), esculturas, ropa de marca (no podría asegurar que los ejemplares de The North Face y Tommy Hilfiger fuesen verdaderos), libros, souvenirs y snacks a precios excesivos. Nos limitamos a recorrer el lugar sin gastar dinero.

Tras media hora, a las 11 hs seguimos viaje hacia Halong Bay. Una vez más me voy a detener para contarles sobre la leyenda que le da nombre a la bahía. La historia cuenta que en tiempos remotos cuando se formó el país, sus habitantes tenían que defender constantemente su territorio de los invasores que llegaban por el mar. Durante una de estas invasiones, apenado por la situación, el emperador de Jade envió a la tierra a una madre dragón con sus hijos para ayudar a los vietnamitas a defender su tierra. Estos monstruos mitológicos descendieron de los cielos eliminando a los enemigos con su fuego divino y una lluvia de esmeraldas gigantes. Algunas de estas piedras preciosas cayeron en el mar formando una barrera defensivas, que con el tiempo terminaron formando las islas e islotes de distinto tamaño y forma que vemos actualmente en la bahía.

Con esta historia nos entretuvo Jack durante un rato. A medida que iban pasando los minutos cada vez estábamos más ansiosos por llegar. Ya se estaban haciendo las 12 del mediodía, teníamos un par de horas en el micro y el hambre estaba anunciando su llegada; una combinación complicada. Lamentamos no tener un buen stock de snacks para hacer frente a la situación.

Justo cuando comenzábamos a inquietarnos divisamos a lo lejos un conglomerado de edificaciones, ya estábamos llegando! Unos minutos después llegamos al puerto donde estaban amarradas las lanchas esperando para transportar a los pasajeros a los respectivos cruceros. El río no tenía la profundidad suficiente para que estos últimos se acercaran al muelle sin quedar encallados. Descendimos del micro y fuimos con el equipaje hasta la lancha que estaba identificada con la inscripción “Legacy”. Una vez abordo nos hicieron colocar los chalecos salvavidas –una medida de seguridad obligatoria cada vez que subiéramos a la lancha de transbordo-.

En búsqueda del Legacy Cruise

Con gran expectativa íbamos buscando nuestro barco. “será este?” nos preguntamos al ver uno muy bonito. Al acercarnos comprobamos que no. Y así nos sucedió con algunos, mientras que con otros el pensamiento era “espero que sea este”. Cuando habíamos hecho la búsqueda de excursiones a Halong Bay habíamos notado que el rango de precios era muy amplio, desde algunos sospechosamente económicos en un extremo hasta otros con costos prohibitivos en el otro. Si bien la mayoría brindaban el mismo servicio básico de tranfer en bus desde Hanoi, una noche a bordo del barco y comidas, los que variaba era la calidad de la embarcación, los camarotes y la comida. Por recomendación de unos amigos que habían hecho el viaje el año anterior habíamos optado por “Legacy”, con un costo intermedio que nos pareció razonable.

Minutos después estuvimos frente a frente con nuestro barco...