lunes, 28 de julio de 2014

Atardecer de un día tibetano

By Sole 

Tras haber visitado Pashupatinath continuamos hacia nuestro siguiente destino: Bodhnath.

Bodhnath es una de las estupas más grandes del mundo, un lugar sagrado para los budista en Kathmandu. Con el correr de los años una gran cantidad de refugiados tibetanos provenientes de China se han asentado en la zona determinando la construcción de más de 50 Gompas o monasterios en los alrededores. 

Guía Lonely en mano nos dispusimos a seguir  el sendero de 1,5 Km que recomendaba y que justamente comenzaba en la salida de Pasuhpatinath. Cruzamos un puente de estructura metálica donde además de banderitas de oración suelen haber muchos monos sentados en la parte superior. En esta oportunidad había muy pocos macacos así que no requirió tanta valentía hacer el cruce como habíamos pensado. Seba ayudado por su brújula confirmó que la orientación que habíamos tomado era la correcta.

Seba el explorador
Tomamos la calle que salía justo frente al puente hasta llegar al “templo de la higuera” que no era más que una casita de chapa con un árbol en el medio.


Templo de la higuera


Giramos a la derecha hasta la trifurcación, donde elegimos la calle del medio (básicamente era seguir derecho). La guía decía que se trataba de un camino que discurría entre terrenos cultivados y blablablá. El lugar debe haber evolucionado mucho en los últimos años o el que describió el trayecto estaba borracho. Casi todo el camino estaba bordeado por casas humildes, pero casas al fin, algunos negocios simil almacenes/ poli-rubros, y muchos perros callejeros. Caminamos derecho, derecho, derecho hasta llegar a una avenida donde giramos a la izquierda. Del otro lado de la calle a pocos metros estaba la entrada a la estupa de Bodhnath con su correspondiente taquilla. Pagamos las 150 RpN por persona e ingresamos a una de las estupas más impresionantes del país y la más popular entre los tibetanos que viven en Kathmandu. Una vez más estaban ahí los intimidantes ojos de Buda que miraban hacia los cuatro puntos cardinales, que sólo dejaban de verse cuando se interponía alguna de las miles de banderas de oración de todos los colores que flameaban.


El buda que todo lo ve.



El fotógrafo oficial fotografiado

Alrededor de la estupa había una calle peatonal, y por fuera de ésta muchísimos negocios y restaurantes con rooftop con vista a la estupa. Gente de todas las edades entre los que había varios ancianos –grupo etario que había escaseado bastante en todos los lugares que habíamos visitado- que bastón en mano rodeaban la gran construcción tocando las ruedas. El olor a incienso era muy intenso en todo el lugar. 




No faltaban tampoco los monjes que se encontraban sentados en un sector de la estupa practicando una ceremonia.



Nosotros también le dimos un par de vueltas mientras le sacábamos fotos y estudiábamos la orientación del sol para ir a comer a un lugar en el que no tuviéramos el sol de frente. Terminamos almorzando un chow mien con vegetales y un arroz con pollo y jengibre en el rooftop de “Himalayan View”. Tal como habíamos previsto, la vista era excelente!

Desde el rooftop del restaurante
Luego de comer caminamos un poco más alrededor de la estupa y en las calles circundantes hasta que nos cansamos, y tomamos un taxi de regreso a Thamel por 300 RpN.
Cuando llegamos aún era temprano, así que visitamos el local de Nike y The North Face entre otros saliendo más rápido de lo que habíamos entrado. Vendían cosas muy lindas pero al mismo precio que en Buenos Aires. Como no íbamos a hacer negocios en los negocios elitistas rumbeamos hacia los más populares donde compramos algunos tés en hebras (había de muchísimas variedades), más mantas de lana de Yak y un libro sobre la primera ascensión al Everest. Respecto a las mantas descubrimos que habíamos hecho un mal negocio el día previo. Al contrario de lo que nos había asegurado el primer vendedor, las mantas si vienen en diferentes tamaño! Así que compramos dos mantas más, pero más grandes y con mejor terminación que las del día anterior.

También alcanzó el tiempo para hacer un paseo vespertino por Durbar Square, donde si bien no estaban armados los mercados aun se mantenía el caos de las motos y rickshaws. Volvimos haciendo zigzag por distintas calles bordeadas de negocios que vendían telas, vestidos, zapatos, especias, carne y pollos, y repletas de gente y todo tipo de vehículos.
Merendamos las infusiones que nos ofrecieron en el hotel mientras descansábamos y elegíamos lugar para cenar.




Voy a tratar de describir lo mejor posible esta cena, de la que tengo muy malos recuerdos. El lugar elegido fue el restaurante del Hotel UTSE, especializado en comida tibetana, donde fuimos tan valientes que creo que cruzamos el límite con la imprudencia.

Seba comenzó con una cerveza de mijo caliente –Tomgba-, mientras esperábamos que llegaran los tibetan y newari sets. Hicimos el pedido sin siquiera entender la mitad de lo que estaba escrito en la carta. Para que se den una idea lo voy a transcribir:

"Tibetan Set: ting momo, momo, alu phing sha spinach garlic, veg.
Newari Khoja Set: Beaten rice, fried soya, potatoe curry, newary stile buff, radish peas pickle, chickpeas masala, with chicken."

Comenzaré con la experiencia de la cerveza caliente. El mozo se acercó con un cilindro de madera del que asomaba un sorbete metálico enterrado en un gran colchón de semillas –ocuparían ¾ partes del recipiente- sobre las que había sobrenadando un líquido tibio de tonalidad blancuzca. Junto a esto venía un termo de agua caliente y un reloj de arena para calcular el tiempo que faltaba para que esté listo para ser ingerido. Opinión según Seba “líquido alcohólico fuerte sin mucho gusto”; según Sole, luego de probar un minúsculo sorbo: “un asco”.

Tomgba
Luego vino la comida… el newari resultó ser una bandeja compartimentalizada que incluía: porotos de soja secos y fritos, ojuelas de algo, pollo salteado, garbanzos al masala, un guiso picante de papas y coronando el centro un recipiente con una sopa de algo que creo que eran lentejas.

Newari set
En el set tibetano venían varios platitos con arroz, guiso de papas, una especie de caldo con papas y coliflor, espinaca de sabor extraño con algo blanco de consistencia más extraña aún, cinco momos fritos de vegetales y un gran momo (como si fuera un plato de volador hecho con masa de empanada) también frito.

Tibetan set
Comimos parte de todo, pero sin terminar ningún platito más que el de los momos. Quedamos con una sensación de pesadez estomacal muy importante que nos acompaño a la cama. Teníamos la sensación de habernos comido una bomba nuclear.
Lo siguiente que recuerdo es decir “tengo ganas de vomitar”, y fue ahí que perdí mi invicto!!!

domingo, 20 de julio de 2014

Pashupatinath: un lugar de sensaciones encontradas

By Sole

19 de febrero de 2014

Tras desayunar partimos en taxi (250 RpN con inicial de 300 RpN) hacia Pashupatinath. Si bien la guía ponía como opción ir caminando, pasamos por varias calles muy poco amigables para ir a pié. Desde donde nos dejó el auto caminamos una cuadra hacia el frente encontrándonos con la taquilla exclusiva para extranjeros. Acá fue donde más sentimos la inflación del país o tal vez la avivada, la entrada costaba 1000 RpN!!! Le regáteabamos 50 o 100 RpN a los vendedores y acá sin más le pagábamos 2000 RpN a alguien que lo merecía menos. Tengo varias ideas y sensaciones encontradas de este lugar y de lo que voy a describir a continuación.

Pashupatinath es una especie de lugar sagrado donde hay un complejo de templos (el acceso sólo está permitido para los hindúes), el río Basmatí y varios ghats donde se creman a los muertos. Digamos que sería una muestra a menor escala de lo que uno puede ver en Varanasi (India) navegando por el Ganges. Habiéndonos quedado pendiente la visita a esta ciudad por falta de tiempo decidimos tener un encuentro cercano con esta tradición hindú en Kathmandú.

Piras funerarias en los ghats.
Es un lugar plagado de contradicciones. Hasta el momento era la entrada más cara que habíamos pagado en Nepal, en un lugar cuya principal atracción sería el templo de Pashupatinath al que no podíamos entrar. La mayoría de los turistas no somos hindúes y somos justamente los que pagamos entrada. Si no íbamos a visitar el templo, la única opción que nos quedaba era visitar los ghats crematorios en los que teóricamente y muy lógicamente teníamos que respetar el dolor de los deudos que se estaban despidiendo de su familiar fallecido, y teníamos que ser discretos en lo que hacíamos, sobre todo a la hora de sacar fotos. Había que encontrar un equilibrio entre la curiosidad que despertaba la escena y el respeto que merecía.  

Luego de analizar la situación llego a la conclusión de habíamos pagado una entrada para participar como observadores anónimos de las cremaciones, como quien va a ver una obra de teatro. Nos quedamos con una sensación rara de que se estaba profanando la privacidad de la familia sufriente en pos de la explotación turística del lugar.

Ghats con templo de fondo (al que no podíamos entrar).

El lugar estaba mucho más concurrido de lo esperado, tanto en público como en cantidad de difuntos. De un lado del río estaba el templo con los ghats con sus típicas escalinatas, y del otro más escalinatas, y detrás de estas unas pequeñas edificaciones que según la guía eran para los "yoguis". Algunos cuerpos ya estaban ardiendo mientras que otros estaban siendo preparados para ser apoyados sobre piras de madera y ser convertidos en cenizas.

La ceremonia que se estaba realizando frente al templo hindú era la que más gente atraía, y fue justamente la que nos quedamos mirando. El fallecido era un hombre que descansaba envuelto en varias telas –blancas y naranja brilloso- sobre una especie de camilla de maderas, junto a la pira –un conjunto de troncos cuidadosamente acomodados-.Rodeándolo estaban sus familiares, incluyendo un par de mujeres que parecían ser la viuda y la hija, y dos hombres que impresionaban ser los hijos. Nadie vestía de negro; contraria a nuestra tradición su color de luto es el blanco. Los familiares cercanos llevaban atados sobre sus vestimentas habituales paños de tela blancos.





Uno a uno los participantes del rito fueron vertiendo agua -que habían cargado en un cuenco del río- sobre la cabeza del hombre, al tiempo que lo rodeaban. Posteriormente, los más acongojados arrojaron unos granos sobre el cuerpo y rompieron el plato que los contenía a los pies del mismo.

Paso siguiente, trasladaron el cuerpo hacia la pira que estaba al lado, despojándolo de la camilla de cañas unidas por tela, una esterilla de paja y la tela naranja; el cuerpo que había que dado sólo con la mortaja blanca quedó sobre la pila de maderas.



Un hombre, seguramente el hijo mayor, rodeó dos veces el cadáver siguiendo el sentido horario con una rama encendida en la mano con lo que lo prendió fuego. Para concluir con la ceremonia agregaron varios saumerios sobre el cuerpo que poco a poco quedó envuelto en llamas.






Mientras tanto… en los ghats vecinos al que estábamos observando había mucha gente  “preparando” más cuerpos que iban pasando hacia la zona de ghats más populares al otro lado del puente (este separaba de un lado a los ghats -que estaban delante del templo- para la elite, y del otro una gran hilera para el pueblo). Pero lo que hacía más bizarra esta situación tragicómica era la tribuna de gente con varios niños que como nosotros miraba atentamente (la mayoría parecían ser lugareños, había muy pocos turistas), los monos que comían vaya uno a saber qué y los niños pobres que pescaban monedas del río con un imán atado a un largo hilo.



Niño "pescando" monedas junto al cuerpo que se quema.



También había grupos de shadus emperifollados en túnicas amarillas y naranjas con sus rostros parcialmente pintados esperando a los turistas para sacarse fotos, vendedores de colgantes, hombres que tocaban un cuenco tibetano a cambio de dinero y trabajadores del lugar que cortaban troncos de madera que formarían en un futuro parte de otras piras y “camillas”.



Cuando Seba sugirió que vaya preparando la ensalada porque el asado iba a estar en cualquier momento, haciendo referencia al olor que impregnaba el lugar, continuamos adelante con el paseo hacia un sitio un poco más feliz. Fuimos siguiendo un sendero con escalinatas bordeado por pequeños santuarios dedicados a Siva y algunos templos, en el que nos cruzamos con más vacas que gente. Salimos a la calle al otro lado del complejo, donde también había una taquilla pero a varios metros de la puerta –habíamos leído en un blog que esta entrada era una opción interesante para los que querían entrar sin pagar el ticket.





Seguimos hacia nuestro próximo destino: Bodhnath!

lunes, 14 de julio de 2014

Entre negociaciones con taxistas visitamos Patan y Swayambhunath!

By Sole

Estabamos en Plaza Durbar y queríamos ir hasta Patán! tras duras negociaciones terminamos cerrando trato en 300 RpN con un taxista que nos fue convenciendo de que no saquemos la entrada de 500 RPN para visitar la plaza Durbar de Patán; según sus estadísticas en el 90% de los casos no había controles. En la de Kathmadú nadie nos pidió nada, fuimos voluntariamente a pagar.

Si bien esta Durbar Square era más pequeña, estaba mejor conservada y ordenada que la otra ya que se encontraba restringido el acceso de vehículos. Acá también los templos estaban llenos de gente, incluidos estudiantes. No hay restricciones para caminar o sentarse en el exterior; son ruinas muy vividas por los lugareños.

Patan y sus habitantes.
Cuando estábamos en plena sesión de fotos se nos acercó un hombrecito –de mi tamaño- de buzo amarillo que nos comenzó a hablar en spanglish. Comenzó preguntándonos de dónde éramos, lo que inevitablemente derivó en futbol con la enumeración de nombres de varios jugadores argentinos y brasileros incluido el viejo Ronaldo –casi lo mismo. Y al final llegó la oferta de sus servicios como guía en “español, italiano y francés” a cambio de 5 U$S. Agradecimos su oferta y seguimos nuestro recorrido independiente. La Lonely Planet es más que suficiente para tener una idea del lugar.

Para el almuerzo elegimos uno de los varios restaurantes de varios pisos con terrazas con vista a la plaza: Taleju. Ingresamos en un edificio, y recién en el 3º piso encontramos el restaurante; los pisos inferiores estaban vacíos. En el 4º había una terraza ocupada por un grupo de turistas, y una muy linda vista panorámica!!!

Impresionante vista desde la terraza!!!

Pedimos unos momos de vegetales (una especie de sorrentino con forma de empanada rellena con un mix de zanahoria, repollo y algún otro veggie cocido al vapor –también estaba la posibilidad de pedirlos fritos), un sándwich de pollo y papas fritas.  
Nuestra primera experiencia con los momos, que venían acompañados de un platito con una salsa amarronada y picante, fue muy buena. Nos gustaron mucho. El pollo y las papas también estaban muy ricos. Fue un buen almuerzo con una vista increíble por 795 RpN.

Señoras y Señores, les presentamos a: los momos!!!!

Pipones seguimos recorriendo los alrededores de la plaza: calles de tierra, antiguas casas de dos o tres pisos y varios negocios de souvenirs. Concluimos la visita tomando sol y escribiendo en un banco frente a la Durbar.


Del día previo teníamos pendiente la visita al templo de los monos o Swayambhunath, así que hacía ahí fuimos! La negociación de la tarifa de taxi terminó en 400 RpN. No era el mejor Suzuki Maruti al que habíamos subido hasta el momento; de hecho el auto no arrancaba y el chofer junto a otro colega tuvieron que empujarlo para darle el impulso inicial. El traqueteo del camino fue peor que el del elefante…

No bien llegamos a la entrada del complejo bajamos del taxi e iniciamos el ascenso por una escalinata que parecía interminable. La subida fue más entretenida de lo planeado. Varios monos se nos cruzaron, pero sin prestarnos mucha atención. Algunos eran muy tiernos, sobre todo los pequeños que se desplazaban colgados de sus madres. No eran los únicos en la escalera, también había un par de vendedores de artesanías y los infaltables mendigos. Una vez más, sin importar la religión ellos se concentran en la puerta del templo. No sé si tienen la falsa idea de que la gente que visita este tipo de lugares es más bondadosa…

Escalera al cielo...
Poco antes de llegar a la cima, del lado izquierdo, nos pararon por nuestro aspecto de extranjeros para que pagáramos la entrada de 200 RpN. Unos pasos más y apareció ante nuestros ojos una gran estupa, con los penetrantes ojos de Buda en la parte superior,  mucho más impactante que las que habíamos visto previamente. Miles de banderas de oración de todos los colores flameaban al compás del viento. Fuimos rodeándola en sentido de las agujas de reloj mientras tocábamos las ruedas de oración, otro elemento distintivo de estos templos budistas. Si bien había monos no había tantos como esperaba, la cantidad que habíamos visto en la escalera presagiaba una importante población arriba que no fue tal.

Estos monos suelen ser bastante tranquilos y no representar un gran peligro para los turistas; desde ya que uno tiene que tomar ciertos recaudos para disminuir la probabilidad de situaciones poco felices. Altamente recomendable no sacar alimentos en su presencia, más allá del de quedarse sin comida, está el de sufrir una mordida (lo que expone al potencial contagio de rabia).

Tengan cuidado con el mono con navaja!!!
 El esfuerzo del ascenso está absolutamente justificado no sólo por la estupa, sino por la magnífica vista panorámica que se tiene de la ciudad. Se veían muchas, muchas construcciones de escasa altura a lo sumo 3 pisos, de ladrillo sin revestimiento.

Nos cruzamos con muchísima gente; la mayoría por su fisonomía y por sus actos –tocaban una campana, hacían una especie de persignación, y rodeaban la estupa haciendo girar las ruedas de oración-  parecían ser nepalíes y profesar la religión. También había muchos monjes, algunos bastantes pro con sus "altas llantas" y sus tablets, y otros que jugaban un juego de mesa.

Rodeando la stupa había varios negocios que vendían máscaras, cuencos, objetos varios en bronces y collares. Recorrimos el lugar y sacamos bastantes fotos como era de esperar.



Hicimos una parada en el Stupa Café, de cuyo rooftop se veía la ciudad y parte de la estupa. Como hacía frío decidimos resignar la vista de la terraza por un poquito de calor de un salón. Ante la falta de té de jazmín y verde terminamos tomando un té de Ginger, que traía grandes trozos de raíces en la base, y resultó muy rico. Lo acompañamos con una de las tantas barras de cereal que habíamos llevado como parte del equipaje.

Ginger Tea!
Tras descansar un rato y pagar las 80 RpN de nuestra consumición, volvimos al templo donde ya había un poco menos de gente y un poco más de monos. Es increíble la destreza que tenían esos animales para trepar y saltar de un techo a otro ubicados a una distancia que nunca hubiese pensado que podían cubrir con un salto. De a poco iban recuperando su territorio, hasta pudimos ver dos monos desinhibidos que copulaban junto a la estupa.

XXX -No apto para menores!

Satisfechos con el paseo del día tomamos un taxi de regreso a Thamel por 250 RpN. Aprovechando que aún era de día caminamos un poco. Seba cayó en la tentación de las mantas de lana de yak, y terminó comprando 2 por 700 RpN (partiendo de un valor inicial de 1500 RpN).

A nuestra llegada al hotel nos recibió el manager, nos preguntó que habíamos hechos, como nos habíamos movilizado, cuántos habíamos pagado los taxis (felicitó a Seba por los precios conseguidos) y nos ofreció infusiones. Esta vez aceptamos la oferta. Tomamos un té negro y un masala tea, desde ese momento sinónimo de Nepal para mí. Era super aromático –no podría adivinar cuantas y cuales especias tenía- y venía con leche, no la versión diluida y aguada que estamos acostumbrados ahora, sino la que viene con su tenor graso original y deja flotando gorgotones en la superficie. Odio el té con leche, pero en este caso le robe un par de sorbos al osado de Seba, quien lo había pedido, y lo toleré bastante bien. Picamos unas castañas y volvimos a salir.

La cena fue vegetariana en: Shree Lal House of Vegetarian Restaurant. Siguiendo las recomendaciones de la guía y trip fuimos hacia ahí! Luego de pasar por un angosto pasillo llegamos al salor que apenas tenía 3 o 4 mesas, la mayoría ocupadas. La habitación siguiente tenía 4 mesas más pero eran ratonas y estaban rodeadas de almohadones. Siguiendo con el espíritu innovador del viaje, optamos por esta segunda opción. Nos sacamos los zapatos y nos sentamos en el piso donde disfrutamos de un Paneer Mushrooms, un plato con nueve vegetales en salsa de cushnuts del cual no recuerdo el nombre, un par de rotis y un agua (total 478 RpN). El paneer estaba un poco picante –bueno para no olvidar a la India- pero rico.

Vegetarian food! Yummy!!!


Brrrr, el fresquete nos hizo volver rápidamente al hotel!!!

domingo, 6 de julio de 2014

Katmandú: De Thamel a la plaza Durbar

By Sole

18 de febrero de 2014

A las 7 horas ya estábamos arriba! Hicimos un desayuno sin excesos - té, tostadas, muffins y frutas- y salimos. Brrr, qué frío que hacía!!! Ya estaba extrañando los 40ºC que habíamos dejado en Buenos Aires…

Guía Lonely Planet en mano, fuimos siguiendo el recorrido “Del sur de Thamel a la plaza Durbar”. En la zona de Thamel la mayoría de los locales aún estaban cerrados y casi no se veían turistas. Los únicos que daban vida al lugar eran los niños que iban abrigados al colegio y los habitantes del lugar que comenzaban con sus quehaceres cotidianos. Nos metimos en un callejón estrecho de suelo de tierra y desembocamos en la stupa de Kathesimbhu. Este término puede resultar raro para los que no estén familiarizados con la arquitectura o la religión; justamente las estupas son monumentos budistas que tradicionalmente guardan una reliquia y fueron construidos siguiendo una compleja simbología.

Aunque sea una perfecta ignorante del budismo, no pude dejar de admirar esa construcción con los ojos de Buda que miraban desde lo alto y las coloridas banderas de oración que flameaban con el viento elevando las plegarias a los dioses. Todas las stupas que vimos tenían una especie de magnetismo especial que impide que uno pase a su lado sin prestarles atención.

Una de las stupas más pequeña y sencilla que vimos

Seguimos nuestro paseo por una sucesión de calles angostas plagadas de estatuas, edificaciones con tallados en sus puertas, ventanas o paredes y santuarios con varios siglos de antigüedad. Todas estas cosas que uno esperaría encontrar dentro de un museo forman parte del día a día de los nepaleses; no es de extrañar que haya una persona apoyada sobre una estatua del siglo IX.

Nos cruzamos con una hilera de consultorios de dentistas, que si bien parecían abiertos estaban completamente vacíos.


Te arreglo la carie???
Los que sí estaban concurridos eran los santuarios donde algunos repetían mantras con sus “rosarios” en la mano, o hacían ofrendas de flores o aplicaban tinturas sobre las imágenes de sus deidades.



A medida que nos fuimos acercando a la zona de mercados fue aumentando la cantidad de gente. Un laberinto de calles nos condujo hacia Asan Tole donde estaba instalado un mercado callejero de frutas, verduras, legumbres, flores y especias que tenía el encanto de lo auténtico y tradicional. Éramos simplemente espectadores de una escena cotidiana en la que hombres y mujeres se desenvolvían ajenos a nuestra mirada curiosa.
Creo que me quedo corta con las palabras a la hora de describir este lugar.

Mercado callejero
Cuando nos parábamos en alguna esquina para mirar la guía y ver hacia donde teníamos que ir, cada tanto se nos acercaban personas a ofrecernos su ayuda. Parecía simplemente gente desinteresada (no impresionaba que buscasen dinero a cambio) que quería ayudar.

Continuamos por Asan Tole, la calle comercial, donde aun los negocios estaban cerrados y en los frentes de los mismos había instalados vendedores de todos tipos de productos; los que más me llamaron la atención fueron los de pescados deshidratados y las “carnicerías”. Estas últimas eran puertas abiertas en las que había una mesa con un trozo de carne y colgando de la pared la cabeza de una cabra. Mi interpretación, que creo que no está muy errada, es que los trozos de animal que estaban sobre la mesada pertenecían al pobre animal decapitado. Ideal para el que está en la duda de hacerse vegetariano o seguir comiendo carne…

veg or non-veg?
Unas cuadras, un atajo para evitar una calle bloqueada por 2 autos que iban en sentido contrario, unas cuadras más y finalmente llegamos a Durbar Square. Esta plaza consistía en un complejo de edificios y templos que acompañaban al palacio real. En su época de esplendor, competía con los pueblos vecinos de Patán y Baktaphur para ver cual tenía las mejores construcciones.


Durbar Square de Katmandú
Para circular por cualquier de estas tres plazas los extranjeros teníamos que pagar una entrada. Pagamos 750 rúpias nepalíes (RpN) y con la constancia fuimos a una oficina para hacer un carnet que nos permitiera circular libremente por el lugar durante toda nuestra estadía. Presentamos una foto carnet, pasaporte con visa, comprobante de pago y en menos de 5 minutos teníamos nuestros pases válidos por el mismo tiempo que la visa.
Junto a este lugar estaban los baños y el “patio” donde jugaban niños que uniforme que parecían están en el recreo del colegio.

No voy a describir un por uno los templos porque esto se haría aburridísimo y está muy bien explicado en cualquier guía turística. Sólo voy a mencionar lo que nos llamó la atención de este lugar que estaba atestado de gente, motos, rickshaws y taxis –fue la plaza peor conservada y caótica de las que visitamos.

Uno de los tantos edificios a los que entramos fue la casa de la Kumari. Ustedes se preguntarán quién es la Kumari? Es una niña escogida para ser la diosa viviente de la ciudad; cuando llega a la pubertad pasa a ser una simple mortal más. Los no hindúes sólo podemos visitar el patio interior del edificio y sacarle fotos, siempre y cuando la pequeña no esté presente.

Exterior de la casa de la Kurami.

Desde el patio de la casa de la Kumari.
Cuando estábamos por entrar al museo del palacio divisamos un tour de turistas que caminaban detrás del guía que llevaba una bandera argentina… nos mantuvimos en silencio mientras pasaban comentando que Norma estaban descompuesta. No teníamos ganas de sociabilizar con ningún co-patriota.

Junto al Hanuman Dhoka, la estatua del dios mono que lleva un vestido rojo y una sombrilla está la entrada al museo. Dejamos en los lockers la mochila con la cámara (estaba prohibido su ingreso al lugar) e ingresamos. Sinceramente nos pareció bastante aburrido: muchas fotos y algunos objetos personales pertenecientes a diferentes reyes. Tal vez lo único interesante del museo era el acceso a una torre de 9 pisos a la que se podía ascender si uno tenía ganas de realizar algo de esfuerzo.

Varios de los templos vecinos tenían escalinatas en la que había bastante gente sentada - la mayoría lugareños- y en sus tirantes de madera del techo tenían tallas eróticas de lo más creativas. Quieren ver?




Suficiente Durbar Square para esa mañana. Negociamos el precio de un taxi para ir hasta Patán. El precio del taxista partió en 500 RpN, “too expensive”; se interpuso en el regateo el chofer de un ciclo-rickshaw que ofreció llevarnos por 250 RpN… Rechazamos la oferta de ambos y seguimos caminando; el rickshaw nos siguió varios metros a pesar de que le dejamos bien claro que queríamos un taxi y no su vehículo. Creo que de haber aceptado ir con ese hombre, aún no hubiésemos llegado a Patán.

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