martes, 28 de abril de 2015

Nos duele Nepal

By Seba

Nepal era una ilusión, una utopía, un lugar que pertenecía al universo de la imaginación infantil, con las altas cumbres del Himalaya custodiando al Yeti y a los tesoros de un reino desconocido. Hasta que en Febrero de 2014 el sueño se hizo real y tangible al aterrizar en el aeropuerto Tribhuvan de Kathmandú y respirar su enrarecida atmósfera.

Catorce meses después de nuestra visita a ese maravilloso y singular país, nos despertamos en una templada mañana de otoño con la fría noticia del terremoto en Nepal.  El movimiento sísmico, que tuvo su epicentro a 80 kilómetros de Kathmandu y alcanzó casi 8 puntos en la escala de Richter, dejó miles de muertos a lo largo del valle y destruyó edificios y templos maravillosos.


Durbar Square de Kathmandu

En nuestra visita habíamos notado con claridad la pobre infraestructura del país, y sabemos que no son los terremotos los que matan gente, sino los edificios deficientemente construidos. Y esas endebles construcciones de ladrillos sepultaron las esperanzas e ilusiones de miles de almas.

Mirando portales de noticias internacionales lográbamos reconocer calles por las que habíamos caminado, templos que habíamos visitado y monumentos que habíamos fotografiado. Muchos de ellos hoy no son más que escombros. Nos causa gran tristeza saber que  la gran stupa de Bodnath está en ruinas, que las plazas Durbar de Kathmandu y Patan sufrieron numerosos destrozos, que y las calles rojizas de Bhaktapur parecen haber sido bombardeadas… podrían haber colapsado mientras nosotros caminábamos por ahí (lo que nos da escalofríos de sólo pensarlo…).


Estupa de Bodnath tal como vive en nuestros recuerdos.

Es probable que todos estos lugares, reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no vuelvan a tener el esplendor de antaño. Podrán ser reconstruidos, pero no volverán a tener su encanto original. Con esto, uno de los principales atractivos turísticos de Nepal (y una de sus principales fuentes de ingreso) se verán severamente afectados.


Las encantadoras calles de Bhaktapur que parecían salidas de un cuento.

Se actualizan las noticias en los portales: la cifra de muertos a 48 horas del terremoto trepa 3700. Tal vez el saldo sea aún más negativo con el correr de las horas, a medida que se sigan removiendo escombros en la búsqueda de cuerpos.

Es muy triste ver las ciudades en ruinas y leer cantidades de muertos. Pero detrás de esos números hay caras. Y entonces resulta mucho más angustiante no saber qué fue de aquel vendedor de mantas de lana de yak con el que regateamos, que sucedió con el vendedor de frutas de la esquina de Asan tole, con los jóvenes que juntaban la paja en la plaza de los alfareros de Bhaktapur, con las mujeres que lavaban la ropa en la calle, los chicos que jugaban en el recreo, el taxista que tuvo que empujar su auto para hacerlo arrancar y llevarnos al templo de los monos, con el conductor de rickshaw que nos insistía para llevarnos pedaleando hasta Patan, con la chica que vendía té y frituras en las frías calles de Thamel, con los nenitos que “pescaban” monedas junto a las piras crematorias de Pashupatinath, con los tibetanos que giraban las ruedas de oración en las stupas, con el empleado del hotel que nos ofrecía un té de masala caliente cada vez que llegábamos con las caras y manos frías, o con todas esas otras personas amables y desinteresadas con las que nos tocó interactuar. Sabemos cuáles son los edificios que colapsaron, pero nunca sabremos que sucedió con toda la gente que nos llegó al corazón durante nuestro viaje.


Mujeres rezando en el templo de los monos

Niños de Bhaktapur en el recreo con el aljibe de fondo.
Niño "pescando" monedas junto a pira funararia en Pashupatinath

Hoy sentimos una sensación fea en el pecho. Hoy, Nepal nos duele.

domingo, 19 de abril de 2015

Caminando por Cape Town: Waterfront, Bo Kaap y downtown

By Sole

Tras visitar Robben Island estábamos nuevamente en el Waterfront. Eran las 13:00 hs y estábamos hambrientos! El principal objetivo de ese momento era encontrar un lugar para comer…

Waterfront
Este gran complejo portuario puesto en valor nos hizo recordar a Puerto Madero, un lugar abandonado que gracias al dinero de varios inversores se transformó en un bonito paseo obligado para turistas. No faltaba nada: veleros, oficinas, galerías comerciales, esculturas, y por supuesto restaurantes para todos los gustos y bolsillos. Adecuándonos justamente a nuestro bolsillo fuimos al “Food Market” un gran espacio cubierto con stands que vendían todo tipo de comidas, incluidas empanadas! Optamos por un clásico “Fish & chips” (bastante popular por estas latitudes) con un “passion juice” que tenía más nombre que sabor. Nos sentamos al solcito en una de las mesas exteriores ubicadas en los alrededores del market en Nobel Square. Fue un lindo almuerzo al aire libre.

My first Fish & Chips! Yummy!!
Ya con el estómago contento recorrimos los alrededores. Nos detuvimos frente al monumento dedicado a los cuatro premios Nobel de la Paz de Sudáfrica emplazado justamente en Nobel Square. Alineadas estaban las esculturas de Albert Luthuli, Desmond Tutu, Frederik De Clerk y Nelson Mandela.

El orgullo del país: los 4 premios Nobel de la Paz.

En las inmediaciones del agua había varias taquillas en las que vendían pasajes para realizar diferentes tipos de excursiones embarcadas –algunas tan simples como dar una vuelta por la costa. Pasamos también junto a un espectáculo callejero que tenía lugar en el escenario del anfiteatro, una vuelta al mundo al mejor estilo “London eye”, la torre del reloj, el ajedrez gigante y tiendas de souvenirs con los precios más variados. Justamente entramos a una que por el aspecto pensamos que estaba fuera de nuestro alcance y resultó todo lo contrario. De hecho, en este lugar encontramos los “recuerdos” más baratos de todas las vacaciones… de haberlo sabido hubiésemos comprado más cosas…

Desde el corazón del Waterfront

Nos gustó mucho esta área de la ciudad como destino para comer y caminar un poco.
Aún quedaba mucho por ver, así que salimos de la zona del puerto pasando previamente junto a un astillero donde había varios barcos de bandera Japonesa que parecían estar en reparación y esquivando a los obreros que sin importar el día y el horario (ya los habíamos cruzado el domingo por la mañana) trabajaban bajo el sol en el acceso al Waterfront. 

Cruzamos varias avenidas y poco a poco nos fuimos aproximando al centro de la ciudad rumbo hacia Bo-Kaap, el colorido barrio malayo habitado por descendientes de esclavos de Sri Lanka, Indonesia, India y Malasia, y musulmanes. En contra de lo que advertía nuestra guía National Geographic “Se recomienda a los turistas que no recorran solos las calles de Bo-Kaap”, hacía allí fuimos, un día de semana a la hora de la siesta. Cuando giramos en Long Street nos encontramos con una calle empinada orientada hacia Signal Hill. Respiramos hondo y emprendimos el ascenso; subimos unos 200 metros en una pendiente constante para encontrarnos con que el camino seguía hacia arriba una distancia mayor de la que ya habíamos recorrido.

- “Qué hacemos?” me preguntó Seba.
- “Ya llegamos hasta acá, así que seguimos!!!”, le respondí mientras volvía a respirar hondo para enfrentar lo que faltaba.

El esfuerzo no fue en vano. A medida que fuimos subiendo fue cambiando nuestra perspectiva y la vista panorámica de los alrededores con Table Mountain de fondo. Lindo!
Durante la extenuante caminata apenas nos cruzamos con un par de mujeres y operarios, un niño que jugaba con una improvisada pelota de papel y cinta adhesiva que dejaba caer por la pendiente al tiempo que la perseguía, y un grupo de gallinas de Guinea que cruzaron en grupo la calle.

Al final de la calle, allá en las alturas, nos topamos con un portón metálico que impedía el ingreso de los autos. Al costado divisamos un acceso peatonal a un sendero solitario que iba por la ladera de Signal Hill y terminaba justo debajo de los cañones que se disparan desde hace más de 200 años cada mediodía en el clásico “noon gun”. A qué no saben qué quería ver Seba desde ahí??? Siii, el estadio, el mismo que había querido ver desde arriba cuando fuimos a Lion’s Head. Pero una vez más la gran estructura metálica se le negaba… Un árbol lo tapaba casi en su totalidad dejando apenas ver un extremo. Qué decepción!!! Igual la vista del puerto desde ahí era magnífica y bien había valido todo el ascenso.

Waterfront desde arriba

Si bien había algún camino secundario, la altura de los pastos que evidenciaba que era un senderomenos transitado que el anterior y la soledad del lugar nos hicieron regresar; además nada nos aseguraba una vista mejor, no íbamos a tentar al destino. En el descenso fuimos prestando atención a otras cosas, llamándonos la atención varias casas vidriadas sin rejas, por los índices de criminalidad de la ciudad esperábamos encontrarnos con fortificaciones con paredones, alambres de púa y electrificados como en otras zonas de la ciudad… Tal vez tenían francotiradores patrullando en el altillo… quien sabe!

Cuando nos estábamos acercando a Bo- Kaap propiamente dicho nos cruzamos con un hombre vestido de musulmán que caminaba a toda marcha y se metió en una de las tantas mezquitas del lugar al tiempo que se oía el llamado a la oración por altoparlantes. No son estos establecimientos religiosos los que más llaman la atención en el área, sino las casas pintadas de todos los colores! Y cuando digo todos quiero decir: celeste, verde, rosa, violeta, naranja, amarillo, bordó, fucsia, azul y diferentes tonalidades de todos estos. Super pintoresco!!!

Bo- Kaap. Auspiciado x Alba.
En el barrio no faltó el restaurante Indio que se llamaba “Rose Corner Cafe” y sus paredes eran del mismo anaranjado que la ciudad rosa de Jaipur. A estas alturas tengo que sospechar que los indios tienen un concepto del color rosa diferente al nuestro!

Salimos de Bo-Kaap y nos fuimos hacia el downtown. Pasamos por St George’s Cathedral, de la que apenas sacamos una foto y seguimos hacia "The Company’s Gardens". Estos jardines ofrecen un poco de aire y tranquilidad en medio de la ciudad. Lo fuimos recorriendo de punta a punta, observando la gran variedad de árboles que ofrecían sombra a bancos de madera, plantas, flores, pájaros y hasta ardillas de un tamaño descomunal! Estaban muy bien cuidados y según indicaban unos carteles hasta tenía señal de wifi, y lo mejor de todo es que la entrada era gratuita!!!  Otro lugar recomendable para visitar!!!

Una ardilla obesa???

Antes de salir del parque sacamos un par de fotos del bello espacio verde con esculturas coronadas de fondo por la gran protagonista de la ciudad: Table Mountain. Parece que fuésemos a dónde fuésemos no podíamos dejar de mirarla… ya iríamos a visitarla personalmente!!!

Table mountain! Allá vamos!!!

Una vez afuera tomamos Queen Victoria Street deteniéndonos en un edificio que tiene en la puerta dos bancos de madera que recuerdan el Apartheid: uno con la inscripción “Whites Only” y otro “Non- White Only”. Tal vez ahora uno lo toma en joda, pero realmente era algo tremendo el hecho de no poder compartir ni siquiera un simple asiento!!!

Whites only

Non-white only

Una vez más caminamos por Green Market Square y la peatonal St George Mall con varios cafés a los lados. A pesar de ser relativamente temprano (recién eran las 17:00 hs) la mayoría estaban comenzando a cerrar, al igual que los puestos callejeros de artesanías. Para las 18:00 hs sospecho que iba a ser tierra de nadie!!! No estábamos de casualidad por ahí, justamente estábamos buscando un café- bar africano que recomendaba la Lonely Planet pero nunca lo encontramos… tal vez había cerrado en los seis años que habían pasado desde la edición del libro.

En vista de que la zona próximamente iba a quedar deshabitada emprendimos el regreso hacia el departamento haciendo una parada de camino en un local de la cadena “Vida e caffé” que estaba en la misma galería comercial que el Spar al que habíamos ido los días previos. Sin ser el “gran café” recomendado por la guía de viaje nos gustó mucho. Tuvimos cierta dificultad al hacer el pedido porque algunos nombres estaban en portugués, y los empleados no entendían la pronunciación de dicho idioma, así que tuvimos que pronunciar lo que parecía portugués en inglés para obtener lo que queríamos.

Vida e caffé!

Con los capuccinos y el muffin de manzana y canela concluyó nuestro paseo del día! Habíamos caminado (la verdadera forma de recorrer un lugar) por varios barrios, cada uno con su identidad y su atractivo aprovechando una soleada tarde primaveral de Cape Town. No podíamos pedir más, una vez más habíamos cumplido con los objetivos propuestos para la jornada!


sábado, 11 de abril de 2015

Una emotiva visita a Robben Island

By Sole

7 de octubre 2014

Cuando salimos no había rastros de sol y la temperatura había bajado bastante. Más aún sentimos el frío cuando nos acercamos al Waterfront, más precisamente al Nelson Mandela Gateway desde donde partía el barco hacia Robben Island.

Si bien teníamos tickets para viajar en la embarcación “Susan Kruger”, terminamos viajando en un catamarán. Como habían sobrevendido entradas tuvieron que dividirnos en dos grupos. Primero partió el “Susan Kruger”, y unos 20 minutos después abordamos el catamarán con reminiscencia de arca de Noé por la diversidad de razas y nacionalidades de los pasajeros. El primer recuerdo que me viene a la mente es el frío; las “paredes” de lona apenas aislaban la baja temperatura exterior. A pesar de tener un abrigo, prácticamente estuve tiritando los 60 minutos que tardamos en recorrer los 12 km.

Desde el mar se pueden sacar muy lindas fotos panorámicas de Cape! No les parece? 


Cape a lo lejos en una mañana nublada.

En el regreso se veía mejor aún!

Lentamente fuimos aproximándonos a la isla de Robben, la cual debe su nombre a la presencia de focas que se traducen al afrikáans como “robben” (no confundir con el futbolista holandés que le copió el peinado a Seba). Cuando entramos al puerto pudimos ver un par de ejemplares sobre unas rocas.

Desembarcamos en la isla y fuimos conducidos hacia un bus para continuar con el paseo. Este micro con guía recorría los principales puntos de interés histórico de la isla. Pasamos junto a la cárcel sin detenernos, el plato fuerte que quedaba para el final.


La época del leprosario

La isla ha tenido diferentes usos a través de la historia. Antes la creciente cantidad de casos de lepra en la zona de Sudáfrica en 1845 se trasladó una colonia de leprosos de tierra firme a la isla.  Al principio los pacientes gozaban de cierta libertad de movimiento y podían abandonar la isla voluntariamente. Sin embargo, años después en vista de que la epidemia estaba fuera de control, se construyeron 11 pabellones para albergar a los enfermos y fue promulgado el “Leprosy Repression Act” mediante el cual el ingreso al leprosario dejaba de ser voluntario y los internos no podían abandonar la isla.

Durante nuestro recorrido vimos el “cementerio de leprosos” donde se enterraban a las personas que fallecían en la isla producto de la enfermedad; salvo por la iglesia el resto de las edificaciones de esa época no se encuentran en pie. La guía nos contó además que durante esoa años nacieron varios niños producto de la unión de internos, que para evitar que se contagiaran eran separados de sus padres y enviados a tierra firme.

Cementerio de leprosos

Cambio de rubro: de asilo de enfermos a cárcel

Los habitantes de la isla que más recordamos no son estos pobres leprosos de la era pre-antibiótica, sino a los presos que vivieron en la cárcel. Inicialmente esta albergaba a presos comunes, convirtiéndose con los años en un albergue exclusivo para presos políticos en su mayoría no-blancos que luchaban contra el Apartheid. Sin dudas el más renombrado de todos fue Nelson Mandela.


La cárcel
La cárcel tenía varios pabellones en los que se dividían a los opositores según el nivel que ocupasen en distintas organizaciones – por ejemplo el pabellón B era exclusivo para líderes políticos-, su color o país de origen –el pabellón D era para los nacidos en Namibia (territorio que en ese entonces formaba parte de Sudáfrica).

Volviendo a nuestro recorrido en bus… este pasó por la cantera de piedra caliza donde cada día durante más de 13 años los convictos picaban piedras. Toda esta tarea era fútil porque rara vez el material extraído era utilizado, y encima la falta de provisión de un equipo de trabajo adecuado les trajo afecciones cutáneas y oculares por la constante exposición al sol acentuada por el reflejo del mismo en la piedra, y pulmonares por el polvillo que se desprendía.

La cantera con pila de piedritas colocadas por los ex-convictos en suscesivas visitas luego de su liberación.

Inicialmente la tarea era más dura aún porque tenían prohibido hablar durante la faena, pero con el correr de los años algunas reglas se fueron flexibilizando y entre golpe y golpe de pico aprovechaban las horas para conversar, discutir sobre distintos temas –políticos o no- y hasta impartían clases informales. 

Pasamos también junto a varias casas en la actualidad viven unas 200 personas que desarrollan tareas vinculadas a estos tours. Si bien hay una escuela primaria no se encuentra en funcionamiento y los niños deben viajar diariamente hasta Cape Town para educarse.

Minutos después nos detuvimos frente a la playa, más justamente en el punto perfecto para tener la imagen panorámica ideal de Cape Town. Entre nubes distinguimos Table Mountain y delante de esta Signal Hill con Lion’s Head y a sus pies parte de la ciudad. Una imagen bellísima que me transporta a las palabras de Nelson Mandela cuando en su libro describe precisamente este lugar. Pude imaginar ahí a los reclusos recogiendo algas del mar –las mismas que flotaban en ese momento en el agua- y mariscos mientras soñaban con su libertad en el sentido más amplio de la palabra.


Vista privilegiada de Cape.

En este punto el micro permaneció parado unos diez minutos, tiempo para dedicamos a sacar fotos y contemplar el paisaje, mientras que otros tomaban un café calentito para combatir el frío marítimo en la cafetería ubicada junto a la parada.

Concluimos el recorrido en la puerta de la cárcel, donde nos unimos a un ex-recluso que auspiciaba de guía. Ingresamos a una gran habitación de un pabellón donde antaño había varias camas marineras, de las que quedaban un par a modo de muestra. Nos sentamos en los bancos que rodeaban todo el perímetro del salón mientras oíamos atentamente el relato de este ex-preso político que pasó ocho años de su vida en Robben Island bajo la acusación de sabotaje. Hizo una descripción de sus días ahí, lo estructurado de los horarios, las actividades lúdicas y deportivas permitidas, la posibilidad de estudiar por correspondencia (varios internos que eran analfabetos a su ingreso salieron con títulos y en algunos de los casos hasta universitarios), etc. Realmente fue un aporte interesante al recorrido.


Gran habitación

Cuando uno compara las condiciones habitacionales y actividades de los primeros años con los previos a la liberación observa una considerable mejoría en gran medida producto de la contante lucha de los hombres que vivían dentro de esas paredes. Habiendo sentido el frío de octubre, duele imaginar a esta gente durmiendo sobre un delgado “colchón” apoyado directamente en el piso de cemento tapados por una manta o bañándose con el agua fría proveniente del mar durante los crudos meses de invierno.

Otro de los temas críticos durante el Apartheid era el de la “información”. Una de las más duras restricciones a las que estaban sometidos los internos era el acceso a la misma. Para la autoridades era fundamental mantenerlos aislados de lo que estaba sucediendo tanto en el exterior como en otros pabellones. Hecha la ley, hecha la trampa… esta gente encontraba la forma de “traficar” noticias y estar al tanto de los acontecimientos. Las fuentes de información eran varias: los presos nuevos, los sacerdotes a cargo de los servicios religiosos dominicales, los guardias que a cambio de buena conducta introducían algún periódico y eventualmente los familiares que tenían permitida una visita de 30 minutos cada 6 meses tratándose en la misma sólo asuntos familiares -en inglés o afrikáans-  y era supervisada por guardias de seguridad.

Posteriormente visitamos la sección B donde estaba la celda de Mandela. En esta se conservan un par de mantas, el “balde sanitario” que vaciaba y limpiaba cada mañana, y una banquito. Genera claustrofobia imaginar a un hombre durmiendo, comiendo, haciendo actividad física, estudiando o simplemente pasando el tiempo en un lugar tan diminuto en el que apenas entraba acostado. Contemplar ese lugar es sencillamente emocionante y conmovedor.


La pequeña celda de Mandela

Al salir del pabellón encontramos el patio que en los últimos años de su estancia fue el gran lugar de esparcimiento, con la “cancha de tenis” y el jardín al que supo darle vida. En ese mismísimo jardín en algún momento estuvieron enterrados fragmentos de su autobiografía “Long Walk to Freedom”, libro que vale la pena leer antes de realizar la visita para entender mejor la realidad del país.


El famoso patio

Con esto concluía el recorrido. Tras despedirnos del guía caminamos nuevamente hacia el barco haciendo en el trayecto una visita al gift shop donde abundaban los objetos alegóricos a la isla y su preso más célebre.

De a poco el tiempo había ido mejorando, aunque estaba más despejado el viento se hacía sentir a tal punto que el capitán del barco izó las velas y apagó los motores durante todo el trayecto de regreso.

Regresando...

Fue una experiencia muy interesante que me permitió ver en vivo y en directo el escenario en el tuvo lugar una parte importante de la historia de Sudáfrica y que previamente había imaginado a través del relato de Nelson Mandela en su largo camino hacia la libertad.