domingo, 11 de febrero de 2018

Queenstown: un pedacito de Patagonia en Nueva Zelanda

By Sole

8 de diciembre 2016

A las 5:35 ya estábamos arriba! Cerramos las valijas y nos fuimos caminando bajo una suave lluvia hasta la parada del Sky bus de Queen Street. Justo cuando estábamos llegando el micro arrancó delante de nuestras narices; el chofer indio nos vio cruzar la calle con el equipaje, cerró la puerta, y haciéndose el distraído miró hacia el otro lado y arrancó. Ojo con el karma... Tomamos el siguiente bus que pasó 15 minutos después. 

Ya en el aeropuerto, nos sorprendió el check in de Air New Zealand que estaba totalmente automatizado. Pesamos la valija, y como no excedía el peso máximo, la etiquetamos y despachamos. Si bien no había ni siquiera un mostrador de los habituales, al menos había un par de empleados entre las máquinas para asistir.

Por suerte tuvimos un vuelo tranquilo. Lo más remarcable fue el video de seguridad bien bizarro que, a falta de sistema individual de entretenimiento, reprodujeron en los monitores. El tiempo se nos pasó volando (cuac) contestando las trivias que iban apareciendo en las pantallas. No contento con contestar las preguntas de la tele, Seba también fue identificando montes y lagos en la última parte del viaje cuando el avión comenzó a descender. Es una enciclopedia viviente!!!

Link al video de seguridad:


Comentario: Si buscan en youtube hay otros más divertidos basados en Lord of the Ring.


Alrededor de las 12 del mediodía llegamos al aeropuerto de Queenstown en la isla sur.
La ciudad estaba a pocos kilómetros del aeropuerto. Para llegar a nuestro alojamiento teníamos la opción de tomar un taxi o un bus transfer que hacía el recorrido con varias paradas intermedias. Terminamos optando por el Connectabus y comprando los pasajes ($12 cada uno) en un stand cercano al carrusel de las valijas.

En el corto trayecto, ya observamos un paisaje completamente diferente a los que habíamos visto en la isla norte. Los lagos y las montañas con picos nevados nos hicieron acordar a la Patagonia argentina. Coincidencia o no, lo primero que vimos en el aeropuerto fue justamente un local de chocolates y helados que se llamaba Patagonia; posteriormente nos enteramos que era un emprendimiento de un argentino.

Siguiendo atentamente la pantalla que iba indicando las paradas, bajamos antes de llegar al centro. Tal como habíamos pronosticado por las fotos de Airbnb y Google Maps, para llegar el alojamiento teníamos que caminar unos cuantos metros cuesta arriba. Encontrar la calle no fue problema, pero subirla sí!!! La pendiente era mayor a la esperada y se extendía por varias cuadras. No les puedo explicar el esfuerzo que requirió arrastrar las valijas bajo los rayos de sol del mediodía… llegamos totalmente empapados y sin aire. Gracias a las detalladas instrucciones de Craig, el dueño de casa, llegamos a nuestro cuarto sin problemas.

La maravillosa vista panorámica que teníamos desde el balcón hizo que valiera la pena cada gota de sudor!!! Desde el primer momento ya nos visualizamos sentados ahí comiendo una picadita y viendo la puesta del sol. La habitación era sencilla y tenía una pequeña kitchenette, más que suficiente para lo que necesitábamos. Quedamos muy conformes con el lugar.

Vista desde el balcón
Dejamos las valijas y bajamos raudamente a la ciudad a almorzar. Confesaré que el dato más claro que tenía sobre Queenstown antes de llegar era la presencia de una hamburguesería; cada blog que había leído la nombraba. Teníamos que ir a ver porque “Fergburger” era tan popular!!!

Cuando llegamos no podíamos creer la cantidad de gente que había; la fila salía del local y continuaba por varios metros. Tuvimos 5 segundos de duda y nos preguntamos “Y si vamos por otra cosa? Esto es una locura!!!”. Mmm, 5, 4, 3, 2, 1… Nos quedamos. Mientras hacíamos la cola pasó una empleada entregando hojas con el menú para que vayamos eligiendo. Había varias opciones interesantes pero las elegidas fueron solo dos: “Little Lamby” (una hamburguesa de cordero que no tenía nada de pequeña) y “Cockadoodle Doo” (un sándwich de pechuga grillada y varias cosas más). Desde ya que pedimos una porción de papas fritas, compañeras inseparables de cualquier burger. Luego de unos 15 minutos llegamos al mostrador donde nos tomaron el pedido, y unos 30 minutos después lo retiramos.

La felicidad en forma de hamburguesa

El espacio para comer era muy pequeño y casi todos los pedidos eran take away. Durante el tiempo de espera fuimos a buscar algún lugar en las inmediaciones para después volver con la comida. Cerca de las 14 horas llegaron las tan esperadas hamburguesas y nos sentamos bajo la sombra de un árbol frente al muelle a almorzar. No éramos los únicos clientes de Fergburger en la zona, cuando miramos alrededor notamos que un gran porcentaje de la gente sentada (incluidos varios orientales) tenía una hamburguesa en la mano.

El momento de la verdad había llegado… una delicia!!! Sin dudas unas de las mejores hamburguesas que alguna vez habíamos probado!!! Buen tamaño, sabores intensos con una combinación tal que no se tapaban entre sí. La espera y la fama del lugar estaban completamente justificadas.

El juez Seba

"Cockadoodle Doo" by Fergburger

Volviendo unos minutos atrás… la familia “Ferg” además del local de hamburguesas tienen justo al lado una heladería y una panadería con productos muy tentadores… les prometimos una visita a cada uno en los siguientes días.

Debíamos estar en unos de los lugares con más afluencia de turistas, los grupos de chinos invadían el lugar en oleadas… apuesto a que formamos parte de muchas fotos que actualmente están en Asia. A pocos metros estaban los embarcaderos de la mayoría de las excursiones acuáticas de la zona que iban desde simple paseos en ferry por el lago a los rápidos jet boats o el bizarro “Hydro Attack Shark Ride” en una estructura semirrígida con un tiburón pintado en la misma. La otra atracción de la zona eran los restaurantes con mesas en terrazas con vistas al lago, un ice bar, y un paseo para caminar que bordeaba la costa. Un lugar muy bonito a pesar de la gran cantidad de gente.

Lago con los Remarkables de fondo




Luego de recorrer el muelle y alrededores volvimos hacia el centro donde hicimos una parada en el super para aprovisionarnos. Cargamos las mochilas con los productos y mediante un esfuerzo sobre humano volvimos a la habitación. Había que pensar dos veces cada paseo al centro…

Con toda la excitación que genera cada lugar nuevo que visitamos y con el hermoso día que hacía, acomodamos todo, nos pusimos protector solar y con las mochilas en los hombros nos fuimos hacia “Queenstown Hill” donde había un walkway que terminaba en lo alto de la montaña y prometía excelentes vistas.

Siguiendo un laberinto de calles, en su mayoría con pendiente ascendente, llegamos al inicio del path. A pesar de lo que indicaba pronóstico meteorológico, hacía bastante calor (ni les cuento como se sentía después de esa caminata) y terminamos caminando en shorts y remera.



La primera parte del sendero ascendía en forma continua por un terreno abierto con poca vegetación y sin protección de los rayos de sol. Tras pasar una puerta de rejas ingresamos en un bosque de coníferas donde la sombra y la humedad ambiente resultaron un placentero alivio. Lo que no amainó fue la pendiente que se mantuvo en forma constante. En un punto el camino se bifurcaba –ambas vías terminaban en un mismo punto conformando un loop-, instintivamente y aunque vimos que un par de personas iban hacia el otro lado tomamos el camino de la derecha. El paisaje continuo siendo muy parecido, pero los pinos eran tantos y tan altos que bloqueaban el ingreso de luz; a pesar del sol radiante el lugar estaba tan oscuro tuvimos la sensación de tener los anteojos de sol puestos.

Mapa del sendero
Sector del bosque luminoso

Luego de un rato de caminata, en el que cruzamos algunas personas que venían en el sentido contrario, salimos del bosque y abruptamente se hizo la luz!!! Reapareció el sol con plantas y hasta flores, un gran contraste con la ausencia de sotobosque en la zona de coníferas.

Se hizo la luz!!!

Al mirar atrás: la oscuridad!!!

Unos metros más adelante nos encontramos con una escultura metálica en forma de plato “Basket of Dreams”, y a muy poca distancia un inspirador banco de madera con las palabras “Live Love Laugh” talladas en el respaldo. Desde ahí se veía el lago con las montañas de fondo. Resultó ser el lugar ideal para sentarnos a tomar mate.

Basket of Dreams

El banco elegido para tomar mate (+ sombra cabeza de Seba)



Concluido el mate y con eso el descanso nos enfrentamos a otra decisión: retomar el camino para completar el loop, o tomar el desvío hacia el summit… a seguir subiendo unos metros más!!! Con ese pequeño esfuerzo extra de unos 10 o tal vez 15 minutos la vista panorámica mejoró considerablemente abarcando al lago Wakatipu con su brazo Frankton, la ciudad y los Remarcables con sus picos nevados. A pesar de ser las 19:00 horas el sol continuaba brillando, y por su ubicación parecía que aún faltaban algunas horas para que se ocultase. Un paisaje bellísimo!!! Super recomendable completar el trayecto hasta la parte más alta de la montaña.



Luego de sacar varias fotos emprendimos el regreso, tomando en esta oportunidad la otra rama del circuito que resultó ser más corta y no tan oscura. Más rápido de lo esperado, a pesar de la molestia de la rodilla que había reaparecido, llegamos al estacionamiento que estaba al inicio del camino. Cruzamos algunas personas, pero no tantas como un par de horas atrás; la mayoría parecían ser vecinos de la zona haciendo una caminata vespertina.
Si bien el sendero había terminado, aún teníamos una sucesión de calles con pendientes ascendentes y descendentes por delante.

Bastante cansados llegamos a la habitación, y nos sentamos en el balcón con una cerveza y los infaltables maníes. Aunque pretendíamos ver el atardecer, cuando terminamos la picada el sol seguía brillando… se ocultó recién después de las 21 horas.

El sol resistiéndose a desaparecer

Pasadas las 21 horas...

Había sido un largo y movido día!!! Así que nos bañamos, preparamos una ensalada y como si la dosis de maní no hubiese sido suficiente, nos comimos un pedacito de Mantecol de postre antes de irnos a dormir.

domingo, 4 de febrero de 2018

Nos despedimos de National Park y seguimos viaje

By Sole

7 de diciembre 2016

El día había amanecido muy nublado con algunas nubes amenazantes; podía llover en cualquier momento. Viendo el cielo descartamos la opción de ir a tomar mate al mirador del Taranaki… así que simplemente acomodamos todo y a las 9:30 hicimos el check out dejando el equipaje en recepción.

Como no nos íbamos a quedar de brazos cruzados esperando que pasaran las horas, corriendo el riesgo de que nos cayera un chubasco en la cabeza, nos fuimos a caminar un rato. Si bien el pueblo era pequeño, había lugar que aún no habíamos visto: la estación de tren.

Llueve o no llueve???

A pesar de ser la mañana de un día de semana, en toda la caminata apenas nos cruzamos con un auto con dos personas adentro y nada más!!! Parecía que había explotado una bomba y nadie había sobrevivido!!!

Aunque parezca raro los trenes llegaban a esos lares… Tenía todo el aspecto típico de una pequeña estación de pueblo: un sólo anden con bancos, la puerta del “Station Master” y un par de ventanas de madera.

Estación de tren de National Park



Para que los eventuales pasajeros pudieran tomar o comer algo, formando parte del mismo edificio se encontraba uno de los restaurantes más renombrados en las guías de viaje, más pituco y caro que los que estaban en el otro extremo del caserío.

Con ese paseo completamos nuestro recorrido por National Park, se podría decir que lo habíamos recorrido de punta a punta.

El micro nos recogió puntualmente a las 13:20 horas en “Ski Haus”, la improvisada estación en la que nos había dejado un par de días atrás. Supongo que la elección de este lugar estuvo basada en la presencia de baños públicos en las inmediaciones. Junto con nosotros subió un muchacho suizo que viajaba solo.

Ski HAUS (parada de buses)


Aproximadamente una hora después de iniciar el viaje, y tras parar en algún pueblito a recoger un par más de pasajeros llegamos a Taumarunui. Al igual que en el viaje de ida tuvimos que bajar, pero esta vez no solo íbamos a cambiar de chofer sino también de micro. En los 20 minutos de “lunch stop” aprovechamos para caminar un par de cuadras de modo de no sentir tanto el tiempo de espera y estirar un poco las piernas; a pesar de los hikings de los días previos estábamos en perfectas condiciones, sin dolores musculares ni de rodilla (creo que es una caprichosa que solo duele en las situaciones que no debe doler).

En el nuevo micro la conexión a wifi funcionaba bien así que dedicamos un rato a actualizarnos tras 36 horas de desconexión y posteriormente preparamos unos  mates a escondidas (ese día nadie había mencionado que no se podían tomar bebidas calientes a bordo); de alguna manera había que ocupar el tiempo.

Tal como esperábamos el micro fue parando en cuanto pueblito encontró, sumando minutos de retraso a tal punto que en Hamilton apenas estuvimos 10 minutos, en lugar de los habituales 20. Cuando continuamos viaje el anunció por micrófono incluyó el nuevo horario de llegada que en lugar de las 7:00 pm iba a ser 30 minutos más tarde.

A medida que iban pasando las horas y las paradas nuestra ansiedad por llegar iba in crescendo. El último tramo del viaje se hizo eterno... cada pocos kilómetros salíamos de la autopista metiéndonos en un pueblo más pequeño que el otro para ir dejando pasajeros a cuenta gotas. Ya habíamos comido sándwiches, los “healthy snack” del día (pepino y zanahoria), galletitas dulces y saladas, tomado mate y usado tanto el celular que nos estábamos quedando sin batería! Eterno!!!

Cuando ya estaba por arrojar a Seba por la ventana (su nivel de queja había superado mi límite de tolerancia) a las 19:45 horas llegamos a Auckland Central. Raudamente bajamos y nos fuimos arrastrando las valijas hasta el hostel City Lodge que estaba a una pocas cuadras. Con más rapidez aún hicimos el check in y dejamos las valijas en la diminuta habitación donde la cama entraba encastrada entre tres paredes como si fuese una ficha de Lego.

Solo queríamos comer e irnos a dormir. Caminamos unas cuadras por Pitt St buscando algún take away. Entre todos los restaurantes étnicos de la zona nos quedamos con un mexicano “Zambrero”, un local que después descubrimos que formaba parte de una cadena de comidas rápidas de Nueva Zelanda y Australia. Pedimos un burrito con pollo y unos tacos con carne. En pocos minutos el empleado armó el pedido con ingredientes que ya estaban listos distribuidos en bateas; fue todo un espectáculo ver como plegó el burrito quedando un paquetito perfecto; parecía un maestro del origami!!!

Para no dejar olor en la habitación fuimos directamente al comedor/ espacio común del hostel que realmente nos llamó la atención. Estaba mucho mejor que la habitación e incluía pool, ping pong, un flipper, biblioteca, mesas con sillas para comer y cocina de un tamaño interesante y muy bien equipada por lo que pudimos observar a simple vista. De todas maneras no compensaba el excesivo precio que habíamos pagado para una habitación de un hostel que ni siquiera tenía wifi.

City Lodge Hostel

Realmente me sorprendió la cena! Soy bastante desconfiada de los fast foods, y por esa comida mexicana en particular no daba ni 2 pesos… pero resultó sabrosa, y no sentí que me estaba comiendo una bomba atómica. Así que nos llevamos una buena impresión de este local de Auckland.

Sabiendo que al día siguiente había que madrugar de verdad, nos duchamos y nos fuimos a dormir.

sábado, 3 de febrero de 2018

Tongariro Alpine Crossing: Aspectos técnicos

By Seba


Inicia en Mangetopopo Car Park, a unos 20 kilómetros de National Park.

Recorrido (Source: Department of Conservation web page)

Desnivel (Source: Department of Conservation web page)

Tenemos excelentes vistas del Ruapehu en los primeros metros, después se lo deja de ver. El primer kilómetro pasa rápido, en un sendero ancho, bien marcado y casi plano. Vamos en sentido este, por lo que en un día despejado tenemos el sol de frente.


Ruapehu de fondo

Se va ganando altura lentamente, mientras avanzamos por un terreno volcánico. En una hora llegamos al kilómetro 4,4 donde está el desvío a Soda Springs y los toilets. Hasta acá vamos 200 metros de desnivel.






Desde este punto comienzan las dificultades: el camino gira al sur para luego volver al este, ya en franca subida con pendientes y escalones bien armados. En menos de dos kilómetros pasamos de 1350 a 1650 msnm. En este tramo tenemos bien cerca la cara norte del volcán Ngauruhoe, con su cima que mezcla el negro, el rojizo y lo blanco de los manchones de nieve.


Cuesta arriba

Puede ser agotador...


Una vez terminados los escalones, una gran parte plana y recta de unos 800 metros de longitud antecede al South Crater, donde la panorámica de los dos volcanes (el Ngauruhoe al SW y el Tongariro al NW) es excelente. Desde Soda Springs hasta aquí lleva cerca de una hora.


Un poquito de descanso por terreno plano

Ngauruhoe de fondo

El sendero, que hasta aquí había sido bien claro, se vuelve más irregular y gira hacia el NE por una pendiente de acarreo, con mucha piedra suelta. Cada uno elige el camino que más le conviene para evitar resbalones, pero siempre es en subida. Hay zonas más estrechas, con sogas y cadenas para asegurar el balance.




Llegar de South Crater a Red Crater demanda poco menos de una hora. Desde allí la panorámica es magnífica, ya se disfruta de los diferentes colores de la montaña y se obtiene la primera imagen de los Emerald Lakes (que están unos 100 metros hacia abajo). Estamos en el punto más elevado del cruce, a unos 1900 msnm.

Si bien es la mejor vista, no hay mucho lugar para quedarse. Se viene un tobogán de piedras, arena y polvo que te deposita en la orilla de los laguitos, donde se puede hacer una parada más prolongada. La paleta de colores va del negro y el rojo de las piedras volcánicas, al amarillo de las orillas y el turquesa de las aguas.


Emerald Lakes


Habiendo visto lo mejor, se sigue caminando por el Central Crater, y a los pocos minutos hay un corto ascenso al Blue Lake. A partir de allí, sólo nos queda bajar. Llegar al Ketetahi Car Park nos va a llevar como mínimo 2 horas, primero por áreas abiertas y de poca vegetación, y los últimos tres kilómetros por un bosque más húmedo y cálido, ya que estamos a menos de 800 metros de altura sobre el nivel del mar.


Central Crater

Blue Lake
El largo descenso



Bosque húmedo


En síntesis, es un hiking de exigencia media a alta, más por la distancia (casi 20 kilómetros) y el desnivel (se ascienden casi 800 metros para luego descender 1000) que por la dificultad técnica, ya que se camina por un sendero claramente demarcado y muy bien mantenido, a excepción de la subida a Red Crater que combina acarreo y piedras grandes. Se puede hacer tranquilamente en 5:30 horas, nosotros nos tomamos una hora más para hacer escalas técnicas, almorzar y sacar muchas fotos.