sábado, 29 de abril de 2017

Ultimo día en China: se acabaron las vacaciones...sniff, sniff

By Sole

1 de Noviembre 2015

Una vez más se imponía la idea de que había que aprovechar hasta el último día de vacaciones al máximo!!! A las 6:15 horas ya estábamos levantados. Sabiendo que el desayuno en ese pretencioso hotel nos iba a costar lo mismo que la cena de la noche anterior, nos aprovisionamos de alimentos y desayunamos en la habitación: café instantáneo, un riquísimo yogurt bebible larga vida sabor coco (uno de esos espectaculares hallazgos que hacemos en la góndola de lácteos durante los viajes), y un par de bollerías de Holiland (una casa de repostería que parecía especializarse en tortas de bodas a juzgar por su vidriera). Entre bocado y bocado Seba lamentaba no poder ver el arranque del partido de Racing al no estar habilitada la aplicación de youtube –limitaciones propias de China que no íbamos a extrañar-.

A esa hora la sensación térmica oscilaba entre los -1º y -3ºC. La temperatura no nos iba a detener; a las 7:45 hs ya estábamos emponchados con todas las camperas que teníamos –una encima de otra-, gorros y guantes, rumbo al “Temple of Heaven”. Qué frío que hacía!!! Nos dio mucha lástima ver de camino al metro un homeless durmiendo que parecía haberse convertido en un cubito de hielo de lo quieto que estaba. No importa si se trata de un país rico o podre, desarrollado o en vías de desarrollo, comunista o capitalista, los vagabundos son una constante en todos. Rápidamente nos metimos en el subte tomando la línea 5 hasta Tiantandongmen.

Fue fácil encontrar la entrada al parque; a pesar de ser un domingo tan frío a las 8:00 hs había bastante gente entrando al lugar. Sacamos la entrada general al parque (10 Yn/ cada uno) y ingresamos junto a varios orientales de la tercera edad que parecían tener un pase especial para entrar. A medida que fuimos avanzando en el parque descubrimos que casi todos los visitantes pasaban el medio siglo de vida. Fue realmente admirable ver la vitalidad que tenían todas esas personas que se habían congregado ahí para realizar distintas actividades como practicar tai chi, bailar, jugar al bádminton, tocar instrumentos musicales, tejer, disputar algunas partidas de juegos de cartas, domino o damas. Me encantó ver lo compenetrados que estaban en lo que estaban haciendo, y sus caras de felicidad que denotaban que lo estaban disfrutando. Fue una de las situaciones más autenticas que vimos en ese país; una excelente experiencia que hizo que valieran la pena tanto el madrugón como el frío.




En el centro del parque, rodeado por un paredón –para evitar el “robo” de una buena foto- estaba el famoso “Templo del Cielo” que está presente en muchas de las publicidades gráficas turísticas de Beijing. Ese era el lugar donde anualmente acudía el emperador a orar y pedirle a los cielos por una fructífera cosecha. No teníamos intención de visitar el templo, pero no nos quedó otro que sacar la entrada (20 Yn) para poder acceder al interior del muro para sacar fotos. Así que si van a visitar el templo o al menos quieren sacarle una linda foto como nosotros, les conviene sacar directamente la entrada combinada en el exterior.

Tickets en mano traspasamos la muralla encontrándonos con una de las obras arquitectónicas más bonitas que vimos en el viaje. Fiel a las costumbres chinas se encontraba completamente restaurado y pintado; todos los detalles habían sido tenidos en cuenta a la hora de darle la última mano de pintura. Lo fuimos rodeando, sacándole fotos desde todos los ángulos. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en el punto de partida pero con una imagen totalmente distinta. El lugar donde nos habíamos sacado unas selfies casi sin gente (a esta altura habíamos aceptado que era imposible sacar una foto en China sin un chino de fondo) ya estaba atestado de chinitos; los primeros tours ya estaban ahí! Qué importante es llegar a este tipo de atracciones justo en el momento en que abre sus puertas para poder disfrutar de algo de tranquilidad y sacar fotos!!!



La foto artística de Seba

En el predio del parque había otros edificios o pabellones de menor importancia de los que solo se podía ver el exterior, sin posibilidad de ingresar. Pasamos por el pavilion donde se sacrificaban los animales que se ofrecían a los cielos a cambio de buenas cosechas. Una placa describía con lujo de detalles cómo era la matanza que comenzaba con un martillazo en la cabeza; menos mal que no había ilustraciones…



Las actividades lúdicas y artísticas seguían in crescendo, al igual que el ingreso de tours y familias que venían a pasar el día al parque cargando sus bolsas repleta de alimentos. Para esa hora la temperatura había subido bastante y apenas estábamos con una campera finitas. Era un día ideal para hacer un pic nic al aire libre... Hora de seguir viaje!!!




Esta vez tomamos el metro hacia Tian’ anmen east station, un sector que no habíamos recorrido aún. Estando tan cerca de Forbiden City esperábamos encontrar una réplica en miniatura para traer de regalo; del lado oeste no habíamos encontrado nada, íbamos a probar suerte del este. Los negocios de chucherías brillaban por su ausencia; evidentemente el turismo interno en lugar de llevar recuerdos como llaveros, magnets y adornos, compra pequeñas confituras como galletitas y otros productos con aspecto de alfajores que curiosamente costaban bastante caros (haciendo la conversión algunos de estos “alfajores” estaban $60 la unidad!!!).

En lugar de chucherías encontramos decenas de micros estacionados que debían estar esperando a las hordas de turistas que visitaban la Ciudad Prohibida. Cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos en la calle de los shoppings, aprovechando para hacer una última visita al “H&M” y a la calle de los souvenirs.

Con los minutos contados –tal cual lo habíamos calculado- volvimos al hotel a terminar de guardar las últimas adquisiciones en las valijas y hacer el check out; no voy a entrar en detalles pero una vez más el front desk del "Inner Mongolia Grand Hotel Wangfujing Beijing" hizo una gran demostración de su ineficiencia y preferencia por los turistas locales que fueron atendidos antes que los occidentales.

A las 12:00 hs salimos arrastrando nuestras valijitas hacia el Holiland, donde nos sentamos en unos silloncitos al sol a tomar un café latte con un sándwich de atún y una bollería de queso. Ese iba a ser nuestro almuerzo!

Antes de partir al aeropuerto hicimos la buena obra del día. Cuando habíamos armado el equipaje con "técnica tetris", el maní no había encontrado un lugar; definitivamente iba a quedar en China. Como estamos en contra de tirar la comida a la basura habiendo gente que pasa hambre fui a buscar al homeless que habíamos visto a la mañana durmiendo a la intemperie. Aun estaba en el mismo lugar, pero sentado y bien despierto. Sin saber cómo iba a reaccionar me acerqué y le entregué la bolsa con maní. En ese momento desaparecieron todas las barreras comunicacionales… esa cara de felicidad y el gesto con el pulgar hacia arriba lo dijeron todo. Le habíamos dado una pequeña alegría a ese hombre que seguramente ya no esperaba nada de toda la gente que pasaba a su lado ignorándolo.

Contentos bajamos por última vez al subte; esta vez tomamos la formación que iba hacia Dongzimen donde hicimos la combinación con el Airport Express. En 20 minutos ya estábamos en el aeropuerto. Como suele sucedernos llegamos tan temprano que en las ventanillas del check in estaban cerradas. Justo cuando faltaban exactamente 180 minutos para que partiera el vuelo los empleados comenzaron a atender. Despachamos las valijas, y tras un exhaustivo scanneo del equipaje de mano y cacheo como si estuviésemos ingresando a la cancha, llegamos al área de embarque. A diferencia de la gran variedad de cafés que había en el hall principal donde hicimos el check in, en ese sector apenas había un Costa Café. La última merienda en China fue a lo grande!!! Capuccino, un smothie de mango y maracuyá, y dos porciones de “tiramisú” –fuese lo que fuera estaba bien, aunque la realidad es que los chinos desconocer el concepto de tiramisú-.


Pandas "juegos para niños" en el aeropuerto

Bien pipones fuimos con los 52 Yn que nos quedaban al free shop. Dimos varias vueltas viendo que podíamos comprar con ese dinero, concluyendo en una estratégica compra de exactamente 52 Yn, ni uno más ni uno menos. Nos llevamos un paquete de almendras, un llavero y chicles.

Entre una cosa y otra se nos pasó el tiempo, y a las 16:35 hs ya estamos abordando. Lo que si se hizo larga fue la espera dentro del avión que salió con 30 minutos de retraso. Como Seba había pronosticado despegamos de noche.
El vuelo fue tranquilo a pesar de los chinos que seguían haciendo de las suyas. Ni habíamos despegado y una de las pasajeras ya había sacado una bolsa de nylon que contenía pollo y estaba comiendo. Ni hablar de “mantener abrochados los cinturones de seguridad”, antes de que el avión llegara a altura crucero y ya había gente caminando por los pasillos hacia los baños. Una de las situaciones más bizarras fue cuando la aeromoza pasó con el carrito de la comida y uno manoteó una bandejita!!! Una situación nunca vista!!! Habiendo recuperado la bandeja robada, comenzó el reparto con el clásico “chicken or meat”.

La noche transcurrió entre pelis, actualización del cuaderno de viajes, y un ratito de “noni”. Antes de aterrizar llegó el desayuno o tal vez almuerzo que consistió en una bollería parecido a una medialuna con jamón y queso –caliente- y unas frutas; descartamos la otra opción que era “chicken with rice”. Basta de pollo con arroz!!!

A pesar del retraso, en el horario esperado -16:20- aterrizamos en el aeropuerto de Dallas. Habíamos viajado en el tiempo!!! Salimos a las 17:50 hs del 1º de noviembre, y llagamos a las 16:20 hs del mismo día!!! Estábamos recuperando el tiempo que habíamos perdido a la ida. Esas extrañas situaciones que ocurren cuando uno atraviesa varios husos horarios…

Ya en suelo americano tuvimos que volver a pasar por migraciones; parecía que estábamos viviendo un “deja vu”. Otra vez las mismas filas eternas, el mismo control de seguridad con scanneo de calzado y cuerpo con su máquina bastante indiscreta, complementado con el cacheo manual. Y finalmente la misma sala de espera en la que habíamos estado varias horas a la ida.

Esta vez teníamos por delante unas 5 horas de espera; el siguiente vuelo estaba anunciado para las 9 y algo de la noche. La espera se hizo eterna a pesar de que nos mantuvimos activos. Tomamos el último café de las vacaciones en el Starbucks –qué melancolía-, recorrimos todos los locales incluida una librería donde apenas compré el clásico “Alice in the wonderland”, caminamos, visitamos todos los baños, leímos, navegamos con algo de dificultad en Internet y visitamos en reiteradas oportunidades el mostrador de American Airlines. Como queríamos acomodar el horario de sueño apenas habíamos dormido en el vuelo anterior, y pensábamos hacerlo en el siguiente. Estábamos desfallecientes, sólo anhelábamos subir al avión y reencontrarnos varias horas con Morfeo.

Nuestro deseo se iba a hacer esperar… cuando se estaba aproximando la hora de abordar nos cambiaron la puerta de embarque, y junto con eso el avión y el horario de salida. Como amé a American Airlines en ese momento; nos habían retrasado el vuelo a la ida, y para no perder la costumbre lo volvían a hacer en la vuelta.

Con una hora de retraso finalmente partimos de Dallas. La cena fue olvidable… otra vez arroz con pollo del que apenas piqué algunos de los vegetales de la guarnición, una ensaladita de verdes y un bodoque de pan que tranquilamente podría haber sido utilizado como un arma mortal de habérsela arrojado en la cabeza a alguien.

A pesar del cansancio, el sueño fue entrecortado como nos suele pasar en los aviones. Haciendo honor a la excelencia del servicio, a las 11 hs de Argentina nos sirvieron uno de los más paupérrimos desayunos de avión que he visto en mi vida (creo que compite cabeza a cabeza con LATAM). Este es el problema cuando uno viajó en las mejores aerolíneas del mundo, y por cuestión de costos o duración de viaje opta por una de otro nivel…


Uno rato después aterrizamos en Buenos Aires sin problemas. Las vacaciones habían terminado... sniff, sniff.

sábado, 22 de abril de 2017

Street food, regateo y pato pequinés en la última noche en China!!!

By Sole

Concluida la merienda, continuamos con otro de los grandes atractivos de la zona de Wangfujing: los puestos de street food apta sólo para valientes. La mayoría de los documentales de viajes de Beijing incluye un par de tomas del conductor atreviéndose a probar, en general con cara de asco y/o desconfianza, alguna de las "exquisiteces" que estábamos a punto de ver en vivo y en directo!!!

La oferta incluía los pinchos más exóticos y asquerosos del mundo: gusanitos, orugas gordas, escorpiones –que aún se movían-, caballitos y estrellas de mar, cangrejos, víboras, pajaritos, ranas, escarabajos, y los ya clásicos calamares con sus tentáculos. Ustedes se preguntarán: "y eso cómo se come?". Bastó una breve observación para conocer la respuesta: el “bicho” elegido rápidamente viajaba a la sartén con aceite caliente, y en pocos minutos estaba listo para comer…

Street food I

Street food II

Street food III

No todo era insectos, reptiles y pequeñas aves, también había un par de opciones más clásicas como cerdo, rolls de pollo, tofu, choclo, castañas asadas, noodles, mondongo y frutas acarameladas. Nos limitamos a mirar y sacar unas cuantas fotos al igual que la mayoría de la gente que caminaba por ahí, mientras unos pocos osados se animaban a “degustar” algunos de esos animales de consistencias que ni quiero imaginar.




Como curiosidad resulta interesante y creo que lo pondría entre las atracciones recomendables para visitar a pesar del olor nauseabundo que salía de alguno de los puestos, que sin exagerar, me dejó por un buen rato inapetente y con ganas de vomitar.

Metiéndonos en una calle perpendicular a las de los bichos empalados, descubrimos el lugar ideal para el comprador de “souvenirs”. Sin quererlo habíamos encontrado una seguidilla de puestos que concentraban todas las chucherías que habíamos esperado encontrar para traer de recuerdo: imanes, palitos chinos, y varias cositas más.

Cuando preguntamos el primer precio y nos alejamos comprobamos que el regateo era indispensable. Siempre el primer precio que nos daban era astronómico, pero con un poquito de paciencia bajaba a niveles inimaginables. Para que tengan una idea por una par de juegos de “chop sticks” en una cajita muy coqueta partimos de 120 Yn, y terminamos en 20 Yn, o un juego de ajedrez lo bajamos de 160 a 50 Yn.

Cuando nos cansamos de regatear, enfilamos hacia el hotel. Como apenas estábamos a una estación de metro de distancia fuimos caminando; en menos de 15 minutos ya estábamos ahí.

En nuestra última noche en China queríamos cenar el famoso pato pequinés. No podíamos irnos sin probarlo, aunque sabíamos que no era un platillo económico; teníamos un presupuesto extraordinario de 200 Yn para esa noche. Lo que no teníamos muy claro era donde comerlo. Luego de haber visto un cartel en la habitación que promocionaba al famoso pato “sin salir del hotel”, lo consideramos como una opción. Como no estaba especificado en cuál de todos los restaurantes que tenía el establecimiento lo servían llamamos a la recepción; sin mucha certeza nos mandaron al 2º y 3º piso. Si nos cerraba el precio íbamos a comer ahí. Bajamos hasta el 2º piso, donde nos encontramos con un restaurante que en lugar de tener un gran salón, tenía las mesas distribuidas en habitaciones de distinto tamaño generando diferentes grados de privacidad. Antes de sentarnos pedimos el menú; lo miramos de punta a punta sin encontrar “pato”. La empleada no entendía mucho inglés, y nos mandó al 4º piso donde tampoco encontramos al ave. Solo nos faltaba el 3º... Otra vez miramos la carta sin encontrar pato. Esto se estaba transformando en la búsqueda del tesoro… Como la gente hablando se entiende, reiteramos la pregunta que veníamos haciendo hacía media hora a la chinita que estaba a cargo del lugar; nos miró como si le hubiésemos preguntado algo rarísimo! Si bien tuvo la buena predisposición de consultar por teléfono, lo único que entendimos de su explicación en un inglés muy rudimentario fue que el pato estaba en un restaurante fuera del hotel... Al menos estaba confirmado que si no era en el 2º, 3º ni 4º piso, el cartelito que anunciaba “just staying indoor of the hotel and enjoy the authentic Beijing Flavor- Beijing Roast Duck” esta errado (debimos haber sospechado al ver la pobre gramática).

El curioso cartel en la habitación

Considerando que íbamos a tener que salir nos abrigamos y fuimos hasta el front desk para que nos indicaran donde quedaba el famoso restaurante. En el primer intento la empleada no entendió que le preguntamos por el “duck”; así que tuvimos que recurrir a un infantil “cuac, cuac”. Al menos la onomatopeya era universal… Reconfirmó que era afuera, pero el problema vino cuando nos quiso explicar cómo ir y no fue capaz de ubicar el hotel en el mapa. Luego de que Seba le mostró dónde estábamos, al menos entendimos en qué sentido teníamos que caminar, y cuando nombró la palabra “hutongs”, enseguida se nos vino a la cabeza un local por el que habíamos pasado unas horas atrás.
Cuando salimos a la calle comprobamos que la temperatura seguía en descenso, pero al caminar un par de cuadras a buen ritmo enseguida entramos en calor.

Ya en Wangfujing, identificando una de las calles secundarias que tenían varios locales de comida entre los que optamos por el que al menos tenía el pato rostizado incluido en el nombre (“Pekin Quanjude Roast Duck”) y una figura en la puerta. Tras ingresar a un gran hall, cuando preguntamos por el menú nos mandaron al 4º piso. Mmm, subimos??? Dudamos unos segundos, pero ya estábamos en el juego; si no subíamos tal vez perdíamos nuestra última oportunidad de probar el platillo. Lo peor que podía pasar era que el precio superase el presupuesto y tuviésemos que volver a la calle a buscar otro comedero. Y dale, subamos!!!

Encontramos al pato!!!

Ni bien bajamos del ascensor, nos recibió otra jóven que enseguida nos trajo un menú; efectivamente había pato, y como el precio estaba dentro de lo esperado, nos quedamos. Fuimos pasando por una sucesión de salas, incluida una con muchas sillas que parecía una gran sala de espera, hasta terminar en un inmenso salón muy iluminado, con un franco predominio del dorado en su decoración, repleto de mesas de todos los tamaños. En ese momento, eran las 20:00 hs (el lugar cerraba a las 20:30 hs), y el lugar parecía estar en plena actividad. Prácticamente todas las mesas redondas, en las que cabían unas 8 personas, estaban ocupadas. Un detalle interesante de estas era la plataforma giratoria central repleta de platitos con comidas que permitía que todos los comensales pudieran acceder a lo que querían tan sólo girándolo sin necesidad de molestar a nadie.



Nos ubicaron en una de las mesas para dos personas, junto a una pared, justo al lado de una réplica del mural “Nine Dragons” que estaba en Forbiden City. Estudiamos una vez más la carta y optamos por medio pato, arroz blanco, un agua y una cerveza. Vimos que junto al pato había una lista en chino con precios; un rato después descubriríamos el misterio.



Mientras esperábamos el pedido nos sorprendió ver un “chef” empujando una mesita con ruedas con un pato rostizado hasta una mesa. Se detuvo, sacó el cuchillo, rebanó al ave de punta a punta separando la carne (que fue trasladada a un plato) de los huesitos que quedaron en la mesa transportadora. El ritual se repitió en otras mesas, hasta que finalmente llegó nuestro turno. La moza nos acercó primero un platito con tres trozos de carne para que le diéramos la aprobación como quien descorcha un vino y entrega la primera copa al mandamás de la mesa esperando se asentimiento. Asquerositos miramos los trocitos de animal que venían recubiertos por una gruesa capa de grasa. Sin siquiera probarlo, movimos la cabeza afirmativamente y esperamos que llegara el resto de la porción; la mitad del ave se redujo a un plato mediano con brillosas rodajitas grasientas. Un par de minutos después llegó el arroz blanco y algunas cosas que no habíamos pedido: una canastita vaporera con varias hojas de papel de arroz, un potecito con una salsa anaranjada y otro con lonjas de cebolla. Pronto descubrimos que eran acompañamientos “casi obligatorios” del pato, y seguramente eran algunos de los ingredientes que figuraban en esa lista que estaba en chino. Y ahora qué hacemos con esto???



Viendo nuestro desconcierto, el mozo de apiadó de nosotros y se acercó a mostrarnos como teníamos que comer el pato con los extras que él había elegido por nosotros. Con una envidiable habilidad agarró el papel de arroz con los palitos y lo apoyó sobre el plato. Tomó unos trocitos de pato y los puso en el medio de la mitad superior del papel junto con un puñadito de cebolla que previamente había mojado en la salsa. Con los palitos y la ayuda de una cuchara de porcelana lo plegó formando un paquetito; una obra de arte! 

El gran problema vino cuando llegó nuestro turno; resumo la experiencia diciendo que ni siquiera pude pescar un papel con los palitos… Considerando que estábamos en China rodeados de perfectos desconocidos que seguramente nunca volviéramos a ver en nuestras vidas, pasamos sin ningún tipo de tapujo al “finger eating”. Así fuimos armando uno a uno los paquetitos a mano, quitándole la gruesa capa de piel a cada trocito de pato –estimo que los chinos pensaron que estábamos locos al sacarle lo más sabroso-. Sin ser lo más rico que hemos probado, aunque sí la mejor cena de los últimos días, estuvo bien.

Mientras comíamos nuestras “manualidades” las mesas se fueron vaciando; era tan obscena la cantidad de comida que quedaban en algunos platos que ningún comensal dudaba en pedir su paquete con las sobras. Cuando estábamos terminando de comer se desocupó una mesa vecina; antes de irse, la familia de chinos decidió sacarse algunas fotos con el mural de “Nine Dragons” que teníamos al lado. Uno de los hombres, vestido con una camisa con un estampado digno de un empapelado barroco, que emanaba una gran felicidad (apostaría a que había bebido alguna copita de más) dijo “sorry”, apoyó su celular sobre nuestra mesa y entre risas posó con el mural mientras hacía la V de la Victoria. En una situación más que extraña terminó sentado con nosotros y sacándose una foto con Seba que también posó haciendo la V con su dedos!!! Dudamos si el hombre sólo estaba borracho o si se estaba riendo de nosotros luego de habernos visto comer y haber dejado un plato transformando en un “gran cementerio” de piel de pato.

Antes de que nos echaran del lugar, y habiendo cumplido nuestro objetivo de comer pato sin pasar los 200 Yn, pagamos los 194 Yn, y volvimos a enfrentar las frías calles.


Volvimos al hotel donde el olor a tabaco seguía invadiendo todo; si habíamos tenido ganas de un postre pronto desaparecieron. Estábamos cansados e íbamos a estar sólo una noche, ni siquiera valía la pena pedir un cambio de habitación. Usamos unos minutos la lentísima conexión a Internet, y nos fuimos a dormir. Teníamos que descansar porque nos esperaba un día extra-largo por delante.

domingo, 16 de abril de 2017

Tren a Beijing con "el hombre extraordinario"!!!

By Sole

31 de Octubre 2015

A las 5:45 hs ya estábamos arriba. Era tan temprano cuando hicimos el check out que ni siquiera estaba abierto el desayunador, teniendo que partir en ayunas… ya iba a haber tiempo para tomar algo en la estación de tren. Precavidos, ya habíamos reservado el taxi para ir a la North Station. Si bien teóricamente el viaje tomaba entre 30 y 45 minutos, apenas tardamos 20, terminando con casi una hora de espera por delante.

Nos encontramos con un waiting room de gran tamaño con una sucesión de hileras de asientos. A esa hora ya había bastante gente esperando con sus termos de té en mano. Los dos mini markets que había estaban cerrados (recién abrieron a las 7:10 hs). Previendo esta situación, el día anterior habíamos comprado una botella de “café frío” o al menos eso pensamos por los dibujos de unos granos de café. No estaba feo pero era raro, parecía más una chocolatada con un dejo de jazmín. Antes la falta de otra opción lo tomamos con muchas ganas.

A las 7:20 hs ya estábamos parados justo en el lugar donde iba a abrirse la puerta de nuestro vagón de acuerdo a las marcas del piso. Suzhou era una de las paradas de la formación que había partido desde Shanghai minutos antes y tenía por destino final Beijing. Haciendo honor a su gran competitividad, Seba se mantuvo estoico al frente de la fila que rápidamente se había transformado en un tumulto con chinos por todos lados. Recordando experiencias previas dijimos “entremos al chinese style” y nos dispusimos a pelear por nuestro lugar como si se tratase de una competencia. Como corresponde entramos al tren entre golpes de todos lados; si bien los asientos estaban numerados había que encontrar un lugar para colocar las valijas.



Nos ubicamos en nuestras butacas sin problemas. La segunda clase de este tren de alta velocidad que alcanzaba unos 305 km/ hora tenía 2 asientos de un lado y 3 del otro.

El interior del tren

Máxima velocidad!!!

Como teníamos varias horas por delante de viaje nos habíamos asegurado de tener las mochilas bien aprovisionadas con snacks, libros, música (con sus correspondientes auriculares), libreta para escribir y algún Sudoku. Compitiendo con todos estos entretenimientos también estaban nuestros compañeros de tren…

Pongámonos en contexto. Nuestros asientos estaban del lado en que había 3. Seba –como se fuese un niño- se sentó junto a la ventanilla y yo quedé en el del medio. Maldito el momento en que distribuimos los lugares!!!

Seba de por medio tenía la vista de la ventanilla, uno de los grandes atractivos de los viajes diurnos– sobre todo cuando uno hace el recorrido por primera vez-. Salvo por algunas zonas aisladas de campos sembrados o estanques donde criaban patos, el resto del paisaje fue muy parecido a lo que habíamos visto en otros viajes predominando los clusters de torres de edificios separados por terrenos baldíos entre sí.

Sentado en el asiento del otro lado había un chino de unos 40 o 50 años –es muy difícil estimar la edad de los orientales- que resultó ser un hombre "extra-ordinario"!!! Ni bien nos acomodamos comenzó emitiendo varios eructos, siguió con un bostezo bien ruidoso, un par de pedos, y tosió otro tanto; solo le falto escupir un buen gargajo en el suelo. Luego de todas las ruidosas emanaciones de gases por diversos orificios tuvo un poco de frío y se colocó la campera sobre los hombros dejando caer libremente una de las mangas arriba mío; luego de que se la corrí un par de veces se le ocurrió que tal vez estaba invadiendo el asiento de al lado, y la corrió. Creen que esto fue todo? Obvio que no!!! A falta de uno, tenía dos celulares que estuvieron sonando gran parte del viaje. Para darle un toque final a su falta de civilidad concluyó mirando reiteradamente un video de una pelea callejera a todo volumen, y compartiendo algunos mensajes de voz con todos los que estábamos alrededor. Si bien el tren hizo varias paradas, el hombre “extra-ordinario” recién abandonó su asiento en la estación previa a Beijing, dejándonos disfrutar un ratito de su ausencia.

El otro punto remarcable del viaje fue lo que sucedió entre las 11 y 11:30 hs cuando casi todo el pasaje se fue parando sucesivamente para buscar agua hirviendo para reconstituir sus sopas instantáneas y calentar al vapor recipientes con arroz, carnes y salsas que parecían venir envasados al vacío. Apostaría que en esa media hora se acabaron las reservas de agua caliente del tren. Olores al por mayor. Nosotros no nos quedamos atrás y para no desentonar nos pelamos unos manicitos salados y especiados…

Puntualmente a las 12:42 llegamos a Beijing. Tengo que admitir que en cuanto a la puntualidad del transporte público los chinos son admirables. Otro de los aspectos que comparten con los países del primer mundo es la excelente conexión entre aeropuertos y terminarles de tren o subte, sin tener que estar tomando taxis en el medio.

Ni bien entramos en la estación de tren encontramos los carteles que nos fueron indicando como llegar al metro. En pocos minutos estábamos junto a las máquinas expendedoras de pasajes. Me quedé en un costado con las valijas mientras Seba se acercó a comprar los tickets. Fue muy curioso ver que a esta altura del viaje su habilidad en el manejo de estos aparatos superaba ampliamente a la de muchos de los chinos que estaban ahí. Solo se me ocurre pensar que para algunos era su primera experiencia con esas boleterías no humanas…

Tras pasar por los ya habituales controles de seguridad y molinete nos reencontramos con el subte de Beijing y sus múltiples combinaciones entre líneas que siempre nos habían llevado a destino. Recordamos la larga combinación subterránea con la línea 1... son tantos metros de caminata bajo tierra que parece que atraviesa media China. En esa oportunidad habíamos elegido un alojamiento totalmente diferente al de la llegada tanto en ubicación como estilo. Cuando bajamos en la estación Dongdan, en lugar de los hutongs caímos en la intersección de dos anchas avenidas bordeadas de lujosos edificios. Era tanta la circulación en esas calles que para cruzar había que utilizar puentes y/o túneles.

Tras caminar una cuadra llegamos al pretencioso "Inner Mongolia Grand hotel Wangfujing". La elección de alojamiento había sido basada en su cercanía con los shoppings y el subte. De las opciones que encontramos en la zona ese fue el que menos nos disgustó; los grandes hoteles al igual que los de las conocidas cadenas no son nuestros favoritos y en general optamos por pequeños establecimientos u hosterías.

Hicimos check in, tocándonos en suerte la habitación 624 con un cartel en la puerta que anunciaba “non-smoking room”. Cuando bajamos del ascensor ya nos había llamado la atención el olor a cigarrillo el cual se intensificó aun más al ingresar al baño de la habitación. Para los no fumadores puede resultar muy desagradable un ambiente con ese hedor. Sacando ese “pequeño” y oloroso detalle la habitación estaba bien; era amplia y cómoda.

Dejamos el equipaje y salimos a recorrer lo que nos había quedado pendiente, no había tiempo que perder!!! Aprovechando que era sábado fuimos al mercado de pulgas de Punjiayuan que estaba recomendado en la guía… tal vez encontrábamos algún regalito. Tras bajar del subte y caminar unos 50 metros por una vereda con varios vendedores ambulantes, encontramos un gran predio parcialmente techado con una infinidad de puestos y algunos “manteros”. Los puestos estaban agrupados por tipo de productos: libros y láminas (todo 100% en chino), collares y pulseras de piedras, malas o “rosarios” budistas, ropa tradicional china, adornos de bronce, artesanías en madera, y estatuas para decorar jardines o tal vez algún interior entre las que predominaban los budas, leones y dragones. Había bastante gente comprando o al menos intentando suerte en el lugar; el regateo estaba a la orden del día. En las inmediaciones había varios hombres con aspectos de matones que nos hicieron acordar mucho a imágenes que habíamos visto de “La Salada” por la tele… no vaya a ser que algún comprador se haga el vivo.



Todo para el jardín!!!

Hoy nos preguntamos: "por qué no compramos uno???"

Dimos una vuelta bastante rápida que fue suficiente para localizar una cajita de madera pintada, similar a las que habíamos visto en Xian y no habíamos comprado para no tener que cargarlas durante todo el recorrido. Luego de unos minutos de regateo nos llevamos el producto. El "pequeño" Seba se fue feliz con su adquisición.

Sin intenciones de seguir comprando en ese lugar volvimos a subte para ir hacia Wangfujing –la zona de los shoppings-. Siendo unos minutos antes de las 16:00hs y sin haber almorzado, teníamos la idea de tomar un rico café sentados en un lugar lindo, y después seguir haciendo compras. Aun teníamos algunos yuanes, y varios regalos que comprar; para no arrastrar valijas demasiado pesadas habíamos dejado las comprar para el final.

Luego de entrar en el primer Starbucks ubicado en el interior de uno de los shoppings caímos en la cuenta que era sábado por la tarde… la zona explotaba de gente!!! Ni hablar cuando pasamos por el Mc Donald’s con su diminuto Mc Café, lleno de gente criada en el comunismo comiendo hamburguesas del máximo exponente del capitalismo. En una sociedad tan consumista, aun hay vestigios de comunismo? Mao debe estar revolcándose en la tumba mientras escucha como su pueblo succiona Coca Cola con un sorbete blanco con rayas verticales rojas de un vaso extra-large con una gran M en amarillo… No sé cuál fue la razón, pero cuando una de las empleadas nos vio con la cámara en la mano rápidamente se nos acercó para prohibirnos tomar fotos en el interior del local… Las fotos parecen estar prohibidas en el reino de los arcos dorados.

Mientras seguíamos en la búsqueda de un lugar para merendar nos cruzamos con locales de marcas prohibitivas como Hermes y Prada, y algunas más populares como Zara y H&M. Cuando ya estábamos perdiendo las esperanzas divisamos en el primer piso de una galería comercial un cartel que decía “Bene café”. Sin dudarlo, hacia ahí enfilamos encontrándonos con una cafetería que tenía “un no sé qué” que nos recordó a los cafés occidentales; tal vez el hecho que la proporción de turistas occidentales fuese mucho mayor que en otros sitios puede haber contribuido a esa impresión. La felicidad fue plena al ver que quedaba una mesa libre con dos sillas acolchonadas!!! Placer total tomar un capuccino con tiramisu en ese lugar tan acogedor sentados en silla tan cómodas luego de apenas haber picado algunas galletitas y maní en todo el día.

Como es habitual en China, las mesas vecinas pueden ser una interesante fuente de entretenimiento o al menos el escenario de  un  estudio sociológico. A muy corta distancia teníamos dos chicas adolescentes sentadas frente a dos grandes copones repletos de algo que parecía un smoothie de té verde con lluvia de hojuelas de chocolate y un copete de crema, y una bollería. Sin exagerar estuvieron 15 minutos sacando fotos a la comida desde distintos ángulos, y pasándose los celulares para sacarse fotos entre sí. Los que teníamos al lado estuvieron casi todo el tiempo con la mirada fija en los respectivos celulares casi sin intercambiar palabras; tal vez estaban chateando entre sí… Luego de tantos días por estos lares aún me sorprendía el excesivo uso del celular al menos en los lugares públicos. Muchos parecían viajar en el subte, e incluso ir caminando como si estuvieran hipnotizados con la mirada fija en estos dispositivos electrónicos con pantallas extra grandes. Los hemos visto intercambiar mensajes de texto, sacar todo tipo de fotos -muuuchas selfies-, jugar a algo similar a un “Candy crush”, leer  e incluso mirar telenovelas.

Fue sin dudas una parada muy entretenida, reparadora y sabrosa... Mirando hacia atrás sólo podemos decir qué suerte que Starbucks y Mc Café estaban llenos, sino nunca hubiésemos conocido este otro café en el que nos sentimos muy cómodos!!!

sábado, 8 de abril de 2017

Tong li: muchos canales y calzones, pero poca magia.

By Sole

30 de octubre 2015

Si bien había amanecido nublado no llovía; ya con eso nos conformábamos. Pare ese día teníamos planeado visitar un pequeño pueblo vecino: Tong li.

Luego de desayunar, preparamos las mochilas y antes de partir pasamos por el front desk a confirmar a cuál de las estaciones de buses teníamos que ir, ya que teníamos el dato de que había micros que partían tanto de la norte como de la sur. Desde nuestra ubicación nos recomendaron ir a la norte. Tomamos un taxi y pocos minutos ya estábamos ahí.

Las máquinas de pasajes –autoservicio- estaban sólo en chino, por lo que no nos quedó otra que recurrir a la ventanilla. Lamentablemente ya no había lugares para el siguiente micro por lo que tuvimos que sacar pasajes para el que partía una hora y algo después.

Como teníamos demasiado tiempo de espera, decidimos dar una vuelta por los alrededores. Recuerdo haber cruzado una avenida, un puente sobre una gran canal y tras caminar algunas cuadras encontrar una pagoda. Apuesto a que debía ser otro de los puntos turísticos de la ciudad considerando que se nos acercaron varias personas con carteles en chino, tal como nos había sucedido en las inmediaciones de los jardines un par de días atrás. No sé que querían vendernos porque directamente nos abordaron hablándonos en chino, sin el menos esfuerzo de decir alguna palabra en inglés que nos diera una pista... les contesté "no entiendo" en castellano y seguimos caminando.



North Temple Pagoda
Un rato antes del horario de partida volvimos a la estación que estaba atestada de gente. Constantemente se iban anunciando por altoparlantes la salida de los distintos servicios; nos resultó muy curioso que casi todos los mensajes incluían una palabra que sonaba como “chinchulín”. Imaginándonos los intestinos de vaca asados a la parrilla, no pudimos resistir esbozar una sonrisa… vaya uno a saber a qué se referían!!!

Puntualmente a las 10:30 hs subimos al micro. En unos 50 minutos recorrimos los 18 km –urbanos en casi su totalidad -que nos separaban del “encantador” pueblito de los canales. Cuando planificamos el viaje teníamos la opción de ir a Tong Li o a Luzhi; si bien ambos tenían descripciones similares optamos por el primero por tener un extra: el "Sex Museum".

Bajamos en una pequeña estación de buses donde con gran expectativa compramos los pasajes de regreso para las 16:30 hs (8 Yn/ cada uno). Tal como la mayoría de los pueblos que se promocionan como “tradicionales” o con algún encanto particular, había que pagar entrada. Habiéndolo leído previamente no nos tomó por sorpresa tener que abonar 100 Yn cada uno.

Guiados por un paupérrimo mapita que estaba graficado en las entradas y la brújula que Seba sacó de la mochila caminamos unos 500 metros que nos separaban del pueblo propiamente dicho. De no ser por su sentido de orientación estaría perdida… hubiese ido para el lado contrario! El trayecto no tenía ningún atractivo en particular; simplemente eran unas cuantas cuadras comerciales con locales para la gente que vivía en el lugar como peluquería, verdulería, talleres mecánicos y hasta una tabaquería. Al final del camino estaba la entrada donde había que mostrar el ticket para poder ingresar.

Cuando pienso en Tong Li la primera palabra que se me viene a la cabeza es decepción. Tal vez habíamos puesto demasiadas expectativas, tal vez el nublado y fresco día otoñal contribuía a las sensaciones. Ya me explayaré sobre el tema en los siguientes párrafos.

Con mucho entusiasmo comenzamos a recorrer las primeras cuadras, perdiéndonos por las pequeñas callejuelas. La idea era caminar libremente, ya tendríamos tiempo de encontrarnos. Algunas de estas calles estaban interrumpidas por pequeños canales sobre los que existían pequeños puentes, conformando una ciudad al estilo “Venecia”. Es importante mencionar que la presencia de canales, puente y botes no hacen a una ciudad sinónimo de Venecia como nos quieren hacer creer las guías de viaje. Hay un encanto en el ambiente que se tiene o no se tiene, y en mi opinión este lugar no lo tenía.
Como la ciudad italiana ofrecía paseos por los canales, pero en botes de bambú que transportaban hasta 6 personas. No nos tentaron las góndolas venecianas, mucho menos los botes “tongligueños”.




Sin bien había casas que conservaban su aspecto original con paredes blancas y techos de tejas negras, la presencia de varios equipos de aire acondicionado, las lamparitas y cañerías que atravesaban los puentes de cualquier manera le quitaban toda la magia. Si me van a vender “un pueblo tradicional de películas” por lo menos espero encontrar una “escenografía” con todos los detalles cuidados. Ni hablar de las constantes motos que avanzaban tocando la bocina por las angostas callecitas peatonales.

Notamos en esa travesía que muchas casas tenían las puertas abiertas, a través de las cuales se podía observar la sencillez del interior. En general el único mobiliario que se veía se limitaba a una o dos mesas con cosas apiladas, y nada más! Tuvimos la impresión que la gente vivía con muy pocos bienes materiales, en viviendas muy humildes, y hasta apostaría que en muchos casos sin baños por el contenido dudoso de las palanganas que algunos arrojaban al agua de los canales.

Calzones al viento!!!

Tras haber atravesado el pueblo de punta a punta fuimos en búsqueda del Sex Museum. Nos llamó la atención que no habíamos visto ningún cartel y no estaba identificado en el mapa de la entrada. Recurrimos al mapa del celular para confirmar el dato que teníamos; sin dudas teníamos que estar muy cerca. Así que fuimos caminando, metiéndonos en todos los recovecos que encontrarnos terminando en los patios comunes donde convivían plantas, notos estacionadas y ropa tendida. Recorrimos ese sector del pueblo pasando por cada una de las calles y callejones sin salida, llegando a la conclusión de que ya no existía y debería haber estado en un predio donde había una obra en construcción en la cual también nos metimos y caminamos entre los obreros que trabajaban activamente. Un rato más tarde confirmamos en la oficina de turismo que la principal "atracción cultura" del pueblo ya no existía.

Uno de los patios que visitamos

Con la entrada que habíamos pagado estaba incluido el ingreso a un par de jardines y antiguas residencias de personajes que me resultaban absolutamente anónimos que debían solo conocidos para los habitantes de Tong Li. Imagino como paralelismo visitar un pueblo remoto de la provincia de Buenos Aires y que me digan “Acá vivió Don Juan, y este es el almacén donde cada mediodía Don Pedro se comía un choripán con un vaso de vino tinto”.

Ya estábamos mal predispuestos, algo cansados, y luego de llevar un par de semanas viendo jardines y templos –algunos de gran majestuosidad- nada logró captar nuestra atención. Tuvimos una sensación de que los lugares eran monótonos, muy parecidos entre sí, concebidos con el mismo estilo y materiales, salvo por las obras talladas en troncos de árbol o la aburridísima exposición de "litografías con dendritas"… Voy a reconocer que le di una chance a las “dendritas” me habían generaron algo de curiosidad, sobretodo porque las únicas que conocía formaban parte de las neuronas… Como estaba todo en chino sigue siendo un misterio que eran esas dendritas…

Jardín de una de las residencias

Cuando nos quisimos dar cuenta ya no quedaba mucho para ver, en menos de dos horas ya habíamos recorrido el pueblo en su totalidad a pesar de haber caminando lentamente y habiendo hecho infinitas paradas para sacar fotos. Definitivamente resultó mucho más pequeño de lo esperado… nos quedaban varias horas antes de regresar a Suzhou...

No sé cuantas vueltas dimos por la zona más comercial del pueblo donde había varios locales que vendían las clásicas chucherías Chinas –esas misma de pobrísima calidad que importan al resto del mundo- y algunos de comida callejera que en su mayoría ofrecían pato o patitas de cerdo laqueadas; nos llamó la atención la poca cantidad de gente comiendo ahí. Donde sí había algunos comensales –principalmente turistas- eran en los restaurantes que estaban cerca del cruce de canales. Siguiendo la tradición del país las mesas estaban llenas de platitos con gran variedad de alimentos incluidos pescados, arroz y vegetales.

Calle comercial de Tong Li

Seba se sentó posando para la foto pero apareció una señora...

... que limpio sus zapatos con agua del canal como si no estuviésemos ahí!

Para las 15 horas ya habíamos gastado la suela de las zapatillas tras caminar en todas las direcciones posibles, en parte para entretenernos y en parte para mantener la temperatura corporal ya que el ambiente estaba bastante fresco. Decidimos ir un rato antes de lo previsto a la estación de micros a ver si tenían la gentileza de cambiarnos los pasajes.

Qué frío!!! Nos vamos???

Con papel y lapicera en mano, y obra del Espíritu Santo, milagrosamente la mujer de la ventanilla nos entendió, y tras pagar un extra de 3 Yn nos cambió los tickets para el bus que partía a las 15:30 hs (justito en 5 minutos!). Unos 50 minutos después estábamos en Suzhou, en la misma terminal donde habíamos llegado el primer día.

Esta vez en lugar de tomar taxi decidimos caminar un poco; las inmediaciones de la estación no eran para nada "walk friendly", las veredas brillaban por su ausencia, así que fuimos caminando por la calle con mucho cuidado durante varios cientos de metros hasta que finalmente apareció la acera.

Luego de tanta caminata y viaje nada mejor que un café!!! Teníamos fichado una cafetería al lado del Starbucks con lindos silloncitos que vendía té, café, jugos y bollerías. Este lugar, que resultó llamarse "How sweet", ya no servía café a las 17 hs… tal vez era muy tarde para los chinos considerando que en otros lugares por los que pasamos ya estaban cenando. Sin posibilidad de comprar la infusión que quería optamos por llevar un "pineapple bread" y una "cheesecake" con aspecto de bizcochuelo y preparar unos cafés instantáneos en el hotel.

La conexión de Internet en la habitación del no funcionaba. Tras hacer el reclamo pertinente en recepción, se nos apareció un chino en la habitación con su celular para "solucionar el problema", minutos después apareció otro también con celular en mano. Parecían robots moviendo frenéticamente los dedos sin emitir palabra. Luego de unos 10 o 15 minutos llego la solución "you can change to another room". Considerando que partíamos el día siguiente a las 6:00 de la mañana desistimos de la posibilidad de cambiar de habitación. Para mandar un whataspp dando señales de vida, era más fácil bajar al lobby del hotel y conectarnos a otra red que mudarnos de cuarto por menos de 12 horas.

Cual tetris armamos las valijas mientras esperábamos que nos trajeran el pedido del room service. Esta vez elegimos un menú diferente que incluyó un "baked pork chop with rice" (guiso de cerdo con arroz, un huevo duro y 2 ramitas de una verdura), un "sándwich club" (pan lactal, jamón, panceta, tomate, lechuga, pollo, huevo frito y mayonesa) con papas fritas, y una Snow beer. Seba no podía irse sin probar todas las cervezas chinas. Mientras comíamos aprovechamos que había un par de canales en inglés incluido BBC y CNN enterándonos de la gran noticia local: el cambio de la “one child policy” por la “two child policy”. Por lo que pudimos ver, la posibilidad de tener dos hijos en lugar de uno estaba siendo tomada con cierto grado de indiferencia por parte de la población en edad reproductiva que ya tenía su vida "planificada", y muy presente lo que cuesta mantener un hijo.

A dormir!!! El despertador ya estaba programado para sonar antes del amanecer!!!