By Sole
30 de octubre 2015
Si bien había amanecido nublado no llovía; ya con eso nos
conformábamos. Pare ese día teníamos planeado visitar un pequeño pueblo vecino:
Tong li.
Luego de desayunar, preparamos las mochilas y antes de
partir pasamos por el front desk a confirmar a cuál de las estaciones de buses
teníamos que ir, ya que teníamos el dato de que había micros que partían tanto
de la norte como de la sur. Desde nuestra ubicación nos recomendaron ir a la
norte. Tomamos un taxi y pocos minutos ya estábamos ahí.
Las máquinas de pasajes –autoservicio- estaban sólo en
chino, por lo que no nos quedó otra que recurrir a la ventanilla. Lamentablemente ya no había lugares para el siguiente micro por lo que tuvimos que sacar pasajes para el que partía una hora y algo después.
Como teníamos demasiado tiempo de espera, decidimos dar una vuelta por los alrededores. Recuerdo haber cruzado una avenida, un puente sobre una gran canal y tras caminar algunas cuadras encontrar una pagoda. Apuesto a que debía ser otro de los puntos turísticos de la ciudad
considerando que se nos acercaron varias personas con carteles en
chino, tal como nos había sucedido en las inmediaciones de los
jardines un par de días atrás. No sé que querían vendernos porque directamente nos abordaron hablándonos en chino, sin el menos esfuerzo de decir alguna palabra en inglés que nos diera una pista... les contesté "no entiendo" en castellano y seguimos caminando.
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North Temple Pagoda |
Un rato antes del horario de partida volvimos a la estación
que estaba atestada de gente. Constantemente se iban anunciando por
altoparlantes la salida de los distintos servicios; nos resultó muy curioso que
casi todos los mensajes incluían una palabra que sonaba como “chinchulín”.
Imaginándonos los intestinos de vaca asados a la parrilla, no pudimos resistir
esbozar una sonrisa… vaya uno a saber a qué se referían!!!
Puntualmente a las 10:30 hs subimos al micro. En unos 50
minutos recorrimos los 18 km –urbanos en casi su totalidad -que nos separaban
del “encantador” pueblito de los canales. Cuando planificamos el viaje teníamos
la opción de ir a Tong Li o a Luzhi; si bien ambos tenían descripciones
similares optamos por el primero por tener un extra: el "Sex Museum".
Bajamos en una pequeña estación de buses donde con gran
expectativa compramos los pasajes de regreso para las 16:30 hs (8 Yn/ cada
uno). Tal como la mayoría de los pueblos que se promocionan como
“tradicionales” o con algún encanto particular, había que pagar entrada.
Habiéndolo leído previamente no nos tomó por sorpresa tener que abonar 100 Yn
cada uno.
Guiados por un paupérrimo mapita que estaba graficado en las entradas
y la brújula que Seba sacó de la mochila caminamos unos 500 metros que nos
separaban del pueblo propiamente dicho. De no ser por su sentido de orientación
estaría perdida… hubiese ido para el lado contrario! El trayecto no tenía
ningún atractivo en particular; simplemente eran unas cuantas cuadras
comerciales con locales para la gente que vivía en el lugar como peluquería,
verdulería, talleres mecánicos y hasta una tabaquería. Al final del camino
estaba la entrada donde había que mostrar el ticket para poder
ingresar.
Cuando pienso en Tong Li la primera palabra que se me viene
a la cabeza es decepción. Tal vez habíamos puesto demasiadas expectativas, tal
vez el nublado y fresco día otoñal contribuía a las sensaciones. Ya me
explayaré sobre el tema en los siguientes párrafos.
Con mucho entusiasmo comenzamos a recorrer las primeras
cuadras, perdiéndonos por las pequeñas callejuelas. La idea era caminar libremente, ya tendríamos tiempo de encontrarnos. Algunas
de estas calles estaban interrumpidas por pequeños canales sobre los que
existían pequeños puentes, conformando una ciudad al estilo “Venecia”. Es
importante mencionar que la presencia de canales, puente y botes no hacen a una
ciudad sinónimo de Venecia como nos quieren hacer creer las guías de viaje. Hay
un encanto en el ambiente que se tiene o no se tiene, y en mi opinión este
lugar no lo tenía.
Como la ciudad italiana ofrecía paseos por los canales, pero
en botes de bambú que transportaban hasta 6 personas. No nos tentaron
las góndolas venecianas, mucho menos los botes “tongligueños”.
Sin bien había casas que conservaban su aspecto original con
paredes blancas y techos de tejas negras, la presencia de varios equipos de
aire acondicionado, las lamparitas y cañerías que atravesaban los puentes
de cualquier manera le quitaban toda la magia. Si me van a vender “un pueblo
tradicional de películas” por lo menos espero encontrar una “escenografía” con
todos los detalles cuidados. Ni hablar de las constantes motos que avanzaban
tocando la bocina por las angostas callecitas peatonales.
Notamos en esa travesía que muchas casas tenían las puertas
abiertas, a través de las cuales se podía observar la sencillez del interior. En general el único mobiliario
que se veía se limitaba a una o dos mesas con cosas
apiladas, y nada más! Tuvimos la impresión que la gente vivía con muy pocos
bienes materiales, en viviendas muy humildes, y hasta apostaría que en muchos
casos sin baños por el contenido dudoso de las palanganas que algunos arrojaban
al agua de los canales.
Tras haber atravesado el pueblo de punta a punta fuimos en
búsqueda del Sex Museum. Nos llamó la atención que no habíamos visto ningún cartel
y no estaba identificado en el mapa de la entrada. Recurrimos al mapa del
celular para confirmar el dato que teníamos; sin dudas teníamos que estar muy
cerca. Así que fuimos caminando, metiéndonos en todos los recovecos que
encontrarnos terminando en los patios comunes donde convivían plantas, notos estacionadas y ropa tendida.
Recorrimos ese sector del pueblo pasando por cada una de las calles y
callejones sin salida, llegando a la conclusión de que ya no existía y debería
haber estado en un predio donde había una obra en construcción en la cual
también nos metimos y caminamos entre los obreros que trabajaban activamente.
Un rato más tarde confirmamos en la oficina de turismo que la principal "atracción cultura" del pueblo ya no existía.
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Uno de los patios que visitamos |
Con la entrada que habíamos pagado estaba
incluido el ingreso a un par de jardines y antiguas residencias de personajes
que me resultaban absolutamente anónimos que debían solo conocidos para
los habitantes de Tong Li. Imagino como paralelismo visitar un pueblo remoto de
la provincia de Buenos Aires y que me digan “Acá vivió Don Juan, y este es el
almacén donde cada mediodía Don Pedro se comía un choripán con un vaso de vino tinto”.
Ya estábamos mal predispuestos, algo cansados, y luego de
llevar un par de semanas viendo jardines y templos –algunos de gran
majestuosidad- nada logró captar nuestra atención. Tuvimos una sensación de que
los lugares eran monótonos, muy parecidos entre sí, concebidos con el mismo estilo y
materiales, salvo por las obras talladas en troncos de árbol o la aburridísima
exposición de "litografías con dendritas"… Voy a reconocer que le di una
chance a las “dendritas” me habían generaron algo de curiosidad, sobretodo
porque las únicas que conocía formaban parte de las neuronas… Como estaba todo
en chino sigue siendo un misterio que eran esas dendritas…
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Jardín de una de las residencias |
Cuando nos quisimos dar cuenta ya no quedaba mucho para ver, en menos de dos horas ya
habíamos recorrido el pueblo en su totalidad a pesar de haber caminando lentamente y habiendo hecho infinitas paradas para sacar fotos. Definitivamente resultó mucho más
pequeño de lo esperado… nos quedaban varias horas antes de
regresar a Suzhou...
No sé cuantas vueltas dimos por la zona más comercial del
pueblo donde había varios locales que vendían las clásicas chucherías Chinas –esas
misma de pobrísima calidad que importan al resto del mundo- y algunos de comida
callejera que en su mayoría ofrecían pato o patitas de cerdo laqueadas; nos
llamó la atención la poca cantidad de gente comiendo ahí. Donde sí
había algunos comensales –principalmente turistas- eran en
los restaurantes que estaban cerca del cruce de canales. Siguiendo la tradición
del país las mesas estaban llenas de platitos con gran variedad de alimentos
incluidos pescados, arroz y vegetales.
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Calle comercial de Tong Li |
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Seba se sentó posando para la foto pero apareció una señora... |
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... que limpio sus zapatos con agua del canal como si no estuviésemos ahí! |
Para las 15 horas ya habíamos gastado la suela de las
zapatillas tras caminar en todas las direcciones posibles, en parte para
entretenernos y en parte para mantener la temperatura corporal ya que el
ambiente estaba bastante fresco. Decidimos ir un rato antes de lo previsto a la
estación de micros a ver si tenían la gentileza de cambiarnos los pasajes.
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Qué frío!!! Nos vamos??? |
Con papel y lapicera en mano, y obra del Espíritu Santo,
milagrosamente la mujer de la ventanilla nos entendió, y tras pagar un extra de
3 Yn nos cambió los tickets para el bus que partía a las 15:30 hs (justito en 5
minutos!). Unos 50 minutos después estábamos en Suzhou, en la misma terminal
donde habíamos llegado el primer día.
Esta vez en lugar de tomar taxi decidimos caminar un poco; las inmediaciones de la estación no eran para nada "walk friendly", las veredas brillaban por su ausencia, así que fuimos caminando por la calle con mucho cuidado durante varios cientos de metros hasta que finalmente apareció la acera.
Luego de tanta caminata y viaje nada mejor que un café!!!
Teníamos fichado una cafetería al lado del Starbucks con lindos silloncitos que vendía té, café, jugos y bollerías. Este lugar, que resultó
llamarse "How sweet", ya no servía café a las 17 hs… tal vez era muy tarde para
los chinos considerando que en otros lugares por los que pasamos ya estaban cenando.
Sin posibilidad de comprar la infusión que quería optamos por llevar un "pineapple bread" y una "cheesecake" con aspecto de bizcochuelo y preparar unos cafés instantáneos en el hotel.
La conexión de Internet en la habitación del no
funcionaba. Tras hacer el reclamo pertinente en recepción, se nos apareció un
chino en la habitación con su celular para "solucionar el problema", minutos
después apareció otro también con celular en mano. Parecían robots moviendo
frenéticamente los dedos sin emitir palabra. Luego de unos 10 o 15 minutos
llego la solución "you can change to another room". Considerando que partíamos
el día siguiente a las 6:00 de la mañana desistimos de la posibilidad de cambiar de
habitación. Para mandar un whataspp dando señales de vida, era más fácil bajar
al lobby del hotel y conectarnos a otra red que mudarnos de cuarto por menos de
12 horas.
Cual tetris armamos las valijas mientras esperábamos que nos
trajeran el pedido del room service. Esta vez elegimos un menú diferente que
incluyó un "baked pork chop with rice" (guiso de cerdo con arroz, un huevo duro y
2 ramitas de una verdura), un "sándwich club" (pan lactal, jamón, panceta,
tomate, lechuga, pollo, huevo frito y mayonesa) con papas fritas, y una Snow
beer. Seba no podía irse sin probar todas las cervezas chinas. Mientras
comíamos aprovechamos que había un par de canales en inglés incluido BBC y CNN enterándonos de la gran noticia local: el cambio de la “one child policy”
por la “two child policy”. Por lo que pudimos ver, la posibilidad de tener dos hijos en lugar de uno estaba siendo
tomada con cierto grado de indiferencia por parte de la población en edad
reproductiva que ya tenía su vida "planificada", y muy presente lo que
cuesta mantener un hijo.
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