sábado, 27 de mayo de 2017

72 horas en CDMX (Parte III) Más al Sur, Coyoacán y San Ángel.

By Seba

Alejándose del centro de la ciudad hacia el sur se llega a dos distritos que vale la pena visitar, y que en su momento eran pueblos coloniales separados de la capital: Coyoacán y San Ángel.
Los dos barrios son bastante tranquilos, con calles adoquinadas y plazas en las que buscar sombra y ver pasar a la gente.


Coyoacán: 

A Coyoacán se puede llegar en Metro, descendiendo en la estación homónima. Sin embargo, es recomendable seguir una estación más hasta Viveros, y entrar al barrio rodeando al parque, y empalmando con la calle Francisco Sosa. Así nos vamos a encontrar con la capilla de Santa Catarina, y vamos a llegar directamente al epicentro del barrio, el Jardín Centenario.

En esta plaza pública bien arbolada se encuentra la fuente de los Coyotes, que le dan identidad al barrio. Hay muchos lugares para comer y tomar algo en los alrededores; yo me incliné en su momento por almorzar unos tacos y tomar algo en una sucursal de La Cervecería de Barrio. 

Fuente de los Coyotes

Cervecería de Barrio

Al atravesar el Jardín, que ocupa una manzana, se puede empezar a apreciar la silueta de la Parroquia de San Juan Bautista, un templo bellísimo y con mucha historia en su interior (y de acceso gratuito!)

San Juan Bautista


A pocos metros del lugar se observa un edificio bajo, de aspecto colonial y paredes amarillas, en el que flamea una bandera mexicana: actualmente es una delegación municipal, pero se lo conoce como Casa de Cortés ya que el mito cuenta que en esa zona se estableció el conquistador español antes de emprender su avanzada sobre Tenochtitlán. 

Para terminar mi recorrida por el barrio y empaparme un poco de la vida de los locales, me metí en un mercado cercano de frutas, verduras y carnes; es muy interesante ver productos que sólo conozco de nombre, o ver de cerca la gran cantidad de pimientos y chiles que se consumen en México!

Chiles, a ver quién se atreve...

A unas pocas cuadras del lugar, en la esquina de Allende y Londres, se encuentra un atractivo turístico no sólo de Coyoacán, sino de todo CDMX: el Museo de Frida Kahlo, ubicado en una casa en la que la gran pintora mexicana convivió con Diego Rivera. Acá se deja de lado la tranquilidad de las calles del barrio y se vuelve a la multitud de turistas… tuve que hacer casi una hora de cola para poder entrar (a pesar que la entrada no es nada barata… 130 pesos mexicanos en día de semana, 150 para fines de semana, unos 8 dólares). A pesar que se pueden comprar tickets online, la organización no es lo más eficaz…



El interior de la casa azul es interesante, se va pasando de una habitación a la otra viendo objetos personales de esta artista y detalles de su obra. Es una buena introducción a su universo de pensamiento a través de sus frases y sus ambientes, aunque la magia se pierde un poco por los empujones del gentío y por los poco amables empleados del lugar que se la pasan recordándote que si quieres sacar fotos tienes que pagar un extra de 60 pesos… Si lo comparamos con lo bien organizado y explicado que estaba la visita a las casas de Neruda en Chile, esto queda unos cuantos escalones por debajo.

Después de describir lo malo del lugar, destaquemos lo mejor: la cocina original de la casa, con un sistema de cocción a leña; la habitación donde Frida pintaba en silla de ruedas luego de su accidente, y su cuarto dormitorio, con la foto de líderes del pensamiento socialista-comunista (recordemos el affaire de Frida con Leon Trotsky…)

Cocina de Frida

Atelier de Frida

San Ángel

Me tomé el Metrobus de la Avenida Insurgentes hasta las cercanías de San Ángel, tardé unos 20 minutos, ya que era la mañana del sábado.

La actividad del barrio gira en torno a la Plaza San Jacinto, donde los fines de semana se congregan artistas que venden pinturas muy coloridas con diversos estilos, algunos más abstractos y otros algo tradicionales. Más allá de los vendedores ambulantes, hay muchos puestos de artesanías, con artículos en cerámica, mimbre y chucherías varias.
Si se llega a la hora del almuerzo, hay varias opciones de café y restaurantes, aunque bastante orientadas al turismo. 

Plaza San Jacinto
Caminando por las empedradas calles ya de regreso hacia la avenida, me detuve en el ex convento de Nuestra Señora del Carmen que tiene una fachada llamativa por sus dos cúpulas, y aunque esté algo deteriorada por el paso del tiempo vale la pena tomar algunas fotos.

Ya había que volver a Buenos Aires! No va a faltar oportunidad para seguir conociendo a la mayor urbe de América…

martes, 23 de mayo de 2017

72 horas en CDMX (Parte II): Museo Antropológico, Avenida de la Reforma, Colonias Roma y Condesa.

By Seba

Comencé la mañana bien temprano, replicando mi caminata hacia el metro, cruzándome con la gente que iba a su trabajo, y con aquellos que paraban a comer sus tacos bien picantes en puestos callejeros.

Luego de combinar en la estación Tacubaya, tomé la línea 7 hasta Auditorio, y desde allí caminé hasta el Museo de Antropología. Llegué tan rápido que aún no habían abierto, así que di unas vueltas esperando… El Museo está rodeado por el Bosque de Chapultepec, un gran pulmón verde en el centro de la ciudad. Allí hay un castillo en lo alto de una loma, y también se aloja el Museo de Arte Moderno. Pocos minutos antes de las 9, ya estaba en las puertas de mi objetivo, de hecho fui el primer visitante del día…

Como sucede con los grandes museos del mundo, se le puede dedicar varios días… pero no tenía mucho tiempo así que me enfoqué en las salas más populares, que guardan los mayores tesoros. Así que crucé el patio principal y fui directamente a la sala de los Mexicas o Aztecas, en donde la principal atracción es la Piedra del Sol, conocida como el calendario azteca. En esa misma sala hay una reproducción a escala de la ciudad de Tenochtitlán, además de un sinfín de artículos, generalmente estatuillas de piedra, que representan a los dioses y a diferentes facetas de la vida de esta civilización.


Calendario Azteca o Piedra del Sol

Otras salas interesantes que pude recorrer casi en soledad fueron la de los Mayas y la de Teotihuacán. No sólo guardan muchos artefactos de gran valor histórico, sino que tienen replicas o reconstrucciones que ayudan a tener una idea de cómo eran los edificios en sus períodos de mayor apogeo. De todas las reproducciones, sin dudas la más llamativa es la del templo de la Serpiente Emplumada. También hay muchos mapas que explican cronológicamente la evolución geográfica de los distintos pueblos de la América Prehispánica.


Obra del Museo de Antropología I

Obra del Museo de Antropología II

Satisfecho luego de haber visto tantas estatuas, figuras, bajorrelieves y aros del juego de pelota (que se jugaba a vida o muerte, como se tiene que jugar al fútbol, no?), podía seguir mi camino. Creo que ya había visto todas las cosas que aparecían en las fotos de aquellas enciclopedias que me tía abuela Juanita me enviaba desde Madrid cuando era un chiquilín, y que alimentaban mi curiosidad por la historia, la geografía, la antropología y la arqueología.

Saliendo de la zona de Chapultepec, empecé a recorrer la Avenida de la Reforma, que vendría a ser el equivalente a la 9 de Julio de Buenos Aires: altísimas torres vidriadas con oficinas a lo largo de un ancho y arbolado boulevard. En toda su extensión pueden verse obras de arte o al menos imágenes muy icónicas, como la estatua de Diana la cazadora, o el imponente Ángel de la Independencia. Reforma es una de las principales arterias de la capital mexicana, y es casi obligatorio caminar algunas cuadras por ella para sentir el dinamismo del país.


Ángel de la Independencia en Paseo de la Reforma

Un poco hacia el sur de esta avenida hay una serie de barrios residenciales y comerciales que también vale la pena recorrer: Condesa y Roma.

En ambos casos, se trata de lugares con calles más tranquilas y un ritmo no tan frenético, que mezclan grandes casonas con algunas zonas de oficinas. Hay varias plazas donde está bueno sentarse a descansar y ver a la gente pasar, junto con bares, cafés y restaurantes de todo tipo y estilo; en cierto sentido tienen muchas similitudes a lo que puede ser Palermo Soho en Buenos Aires, aunque con menor concentración de bares y tiendas.

Entre los lugares más destacables están la plaza Madrid y la plaza Río de Janeiro en la colonia Roma. La primera tiene una réplica de la estatua de las Cibeles tan propia de la capital española, pero la segunda tiene una réplica del David de Miguel Ángel… aún no le encontré relación con el nombre de la plaza: qué tendrá que ver el artista del renacimiento con las playas cariocas!?!?


Cibeles en plaza Madrid

David, O mais belo do mundo!


Ya en Condesa, es muy agradable caminar por la avenida Tamaulipas, que es un tranquilo boulevard con muchos lugares para sentarse a tomar un café, almorzar o cenar. Cualquiera de los dos barrios es muy atractivo para pasar una tarde sin rumbo fijo y sin apuros.

sábado, 13 de mayo de 2017

72 horas en CDMX (Parte I): El centro histórico

By Seba

Agosto 2016

Por motivos laborales tuve la oportunidad de visitar en más de una oportunidad Ciudad de México y tener algunos momentos libres allí. En estas entradas voy a agrupar por zonas o barrios mis distintas visitas y paseos.

Generalmente me alojo en la zona de colonia Nápoles, ya que la oficina queda walking distance. En mi primera visita, decidí comenzar por la zona del centro histórico, aledaña al Zócalo. Para llegar hasta allí, caminé unas cuantas cuadras por la Avenida Insurgentes Sur hasta la estación de metro Chilpancingo de la línea 9. En Chabacano combiné con la línea 2 hasta la estación Zócalo. Si bien no es muy moderna y las combinaciones no son muy cómodas, la red de metro está bastante extendida y es aceptablemente eficiente (si se evitan las horas pico).

El Zócalo es el nombre popular que recibe la plaza principal de CDMX, la Plaza de la Constitución. Es una de los espacios abiertos más grandes del mundo (junto con la plaza Tiananmen de Beijing) y se encuentra en lo que fue el núcleo de la capital de los aztecas, Tenochtitlán. Al salir de la boca del subte hay dos edificios que se llevan toda la atención: El Palacio Nacional y la Catedral.

El Palacio Nacional fue residencia de los presidentes, y actualmente se utiliza para diferentes tareas estatales. Su construcción original data de la época colonial, aunque se trata de un edificio de carácter algo ecléctico ya que tuvo diferentes etapas de construcción con distintos estilos. Sin embargo, lo más destacable de su visita son los murales del pintor mexicano Diego Rivera, que ilustran toda una galería del primer piso y la escalera.



La visita al Palacio Nacional es gratuita (sólo hay que dejar un documento y mochila en la entrada) y se puede hacer con algún guía que cuente la historia del edificio y explique los murales. Estos están en galerías en un patio rectangular, al que se ingresa luego de traspasar un jardín. Los murales tienen como eje temático la historia de México, desde las costumbres de los pueblos precolombinos hasta los conflictos políticos de principios de siglo XX, pasando por la conquista y la colonia. La ideología de izquierda de Rivera se ve plasmada en sus pinturas, con una mordaz crítica al rol de la iglesia y las clases dominantes en distintos momentos claves del desarrollo del país. Pero también se observa agudeza y sensibilidad para retratar escenas de la vida cotidiana y para reivindicar la grandeza de las civilizaciones Maya y Azteca.



Al salir de allí las posibilidades para seguir paseando son variadas, porque estamos en la zona más pintoresca y con mayor relevancia cultural de la ciudad. Hay muchos edificios de hermosas fachadas que conservan su estilo muy particular -probablemente cercano al barroco hispánico- como el Antiguo Colegio de San Ildefonso, y animadas calles con zonas comerciales muy informales. Decidí perderme un rato por allí hasta que el débil sol de la mañana empezó a ponerse más fuerte; volví hacia la zona del Zócalo a disfrutar de la Catedral Metropolitana. 





La Catedral es verdaderamente imponente. Sigue la línea arquitectónica de la colonia española, con fachadas muy recargadas y solemnes. Su silueta está caracterizada por las dos torres campanario, mientras que en el interior se destaca el altar principal (con ornamentaciones en dorado), y el órgano, de enormes proporciones. Su construcción se inició en el siglo XVI, a pocos años de la conquista, y recién adquirió su fisonomía actual en el siglo XIX, cuando termina de constituirse como la mayor catedral de América.



Saliendo del Zócalo está la calle peatonal Francisco Madero, que nuclea a muchos locales de marcas reconocidas, bancos, restaurantes. Seguí la recomendación de compañeros de trabajo y me fui a almorzar al Café de Tacuba, que no solo ofrece riquísimos platos típicos, sino que guarda una decoración muy particular, con mayólicas y muebles de estilo antiguo, que me hizo acordar a las estaciones del subterráneo de Buenos Aires.



Con las energías repuestas, aproveché para caminar unas cuadras hacia el oeste para ver dos construcciones muy destacables que se encuentran separadas por una calle, como lo son el Palacio Postal y el Palacio de Bellas Artes. Ingresé al primero y fue como hacer un viaje en el tiempo, mientras que del segundo me quedo con su fachada y esa cúpula brillante que cambia de colores según la orientación desde la que se la mire. Cerca de allí hay varios edificios fotogénicos (como la casa de los azulejos) e infinidad de iglesias escondidas. 

Palacio Postal

Cúpula del Palacio de Bellas Artes

En un segundo viaje aproveché para visitar lugares del Centro Histórico que había pasado por alto anteriormente. Comencé por el Museo del Templo Mayor, que se encuentra al lado de la Catedral. El lugar alberga las ruinas del edificio más importante de la ciudad de Tenochtitlán, que estaba coronado por dos pirámides, una para Tláloc (Dios de la lluvia) y otra para Huitzilopochtli, Dios de la Guerra.
Hay que tener mucha imaginación al recorrer las ruinas, ya que sólo quedan los cimientos. Al finalizar el recorrido se ingresa al mueso propiamente dicho, que guarda varios restos arqueológicos. Si bien es un lugar interesante, no es una visita imprescindible, sobre todo si se planea ir al Museo Antropológico que se encuentra en la zona de Chapultepec. 

Museo del Templo Mayor

En este segundo viaje también deambulé por la zona de la Plaza Santo Domingo, que está dominada por la iglesia. Es un lugar ideal para ver la gente pasar y tomarle el pulso al ritmo de vida del DF. Frente a la plaza hay un edificio donde funcionaba la Academia de Medicina, donde hoy funciona un museo gratuito y bastante interesante, que muestra como trabajaban los matasanos tiempo atrás.
Se puede seguir caminando por la Alameda, un parque lindero al Museo de Bellas Antes. No muy lejos de ahí, se puede visitar La Ciudadela (metro Balderas), que es un lugar con muchos puestos de artesanías en donde hay baratijas, souvenirs, y también cosas más elaboradas como platería, cerámicas, textiles. Las cosas tienen precio, aunque se puede regatear para bajar entre un 10% y 20%; lo bueno del lugar es la variedad y que los vendedores no son pesados ni acosadores.

Plaza Santo Domingo

Mercado de la Ciudadela

Toda la recorrida por el centro histórico puede llevar un día entero, dependiendo del interés que se tenga en detenerse en cada atracción. Para los que les gusta dar una mirada rápida a las cosas, van a tener la opción de hacer compras en algunas tiendas departamentales, que en general tienen precios muy competitivos comparados con los de Buenos Aires!

Siguiente

domingo, 7 de mayo de 2017

La ciudad de los dioses: Teotihuacán

By Seba

Noviembre 2016

Aprovechando el fin de semana que tenía libre en Ciudad de México, me propuse hacer un daytrip prácticamente imprescindible, que es la visita a las pirámides de Teotihuacán.

Bajo un cielo nuevamente nublado, salí bien temprano del hotel para llegar en metro a la estación Autobuses del Norte. Siendo un domingo por la mañana, para mi sorpresa el metro tenía mucha gente.

Sin muchos problemas y tras algunas combinaciones, llegué a la terminal de micros. Allí, cerca de la sala 8 (a la izquierda de la puerta de ingreso) hay un pequeño stand que vende los pasajes ida y vuelta. A mí me costaron 92 pesos, aunque un local me dijo que es lo que le cobran a los turistas, que a los locales les sale un poco menos…

Esperé unos 15 minutos hasta abordar el micro. Había varias filas que iban subiendo a los micros sin mucho criterio. En desgracia me tocó uno sucio y destartalado, con asientos rotos o mojados, que luego de un par de paradas intermedias se llenó de gente, un 90% locales. Aparentemente esta gente no tenía sus facultades térmicas a tope, porque estaban abrigados con camperas y cerraron las ventanillas, a pesar que el micro era un horno, y salía cada vez más calor del motor a medida que aceleraba…

El viaje fue tortuoso pero no muy largo; en poco más de una hora ya estábamos en la puerta 1 del complejo. Luego me di cuenta que otra línea de buses más confortables llega a la puerta 2, tras un breve paso por el pueblo de San Juan Teotihuacán… parece ser que si uno pide el ticket a las pirámides, te mandan en el bus caro y destartalado, pero si pedís al pueblo, vas en el más cómodo.

A unos pocos metros de donde estaciona el micro estaban las boleterías. El ticket salió 65 pesos mexicanos; es más barato para estudiantes o jóvenes, de hecho unos adolescentes mexicanos los dejaron pasar sin pagar. No te dan ningún folleto sobre el lugar, o contratas un guía, o le sacas una foto al mapita del lugar y te vas guiando sólo, con el celular y tu libro de viajes.

Mapita orientativo

Teotihuacán es el nombre que los mexicas o aztecas le dieron a esta ciudad; en su lengua (náhuatl) significa algo así como “ciudad de los dioses”. Cuando los aztecas vieron estas fantásticas pirámides, la ciudad que se emplazaba alrededor de ellas ya estaba prácticamente abandonada, ya que el período de apogeo había sido varios siglos antes, alrededor del año 700 DC. A pesar de ellos, dedujeron por la imponencia de sus edificios que había sido un lugar sagrado, por eso lo bautizaron de esa forma. Así que se desconoce el nombre original de la ciudad, aunque se saben muchas cosas de ella, como que llegó a albergar a más de 100.000 personas, siendo para su época la ciudad más poblada de América y una de las más grandes del mundo.

El eje norte-sur es la principal “avenida” de la ciudad, y se la conoce como calzada de los Muertos. Está cercada por edificaciones menores, y desemboca en la segunda mayor pirámide del complejo, la pirámide de la Luna. Luego de avanzar cientos de metros, nos empezamos a acercar a la gigantesca pirámide del Sol, que está emplazada unos metros al este del eje de la calzada.

Pirámide del sol

Sus dimensiones son impresionantes: cada lado tiene más de 200 metros en la base, y se eleva 65 metros. Comparada con la pirámide de Giza en Egipto, la base es muy similar, aunque alcanza menor altura ya que la pendiente no es tan pronunciada. La reconstrucción efectuada de apuro a principios del siglo XX (para celebrar el Centenario de la Independencia) parece haber cometido algunos errores importantes, ya que no sigue las técnicas de construcción originales, y según algunos arqueólogos no respeta la cantidad de niveles (se cree que eran cuatro, y ahora hay cinco).

Gente subiendo a  Pirámide del sol

Hay escaleras para subir hasta la cima, y al ser domingo el lugar estaba atestado de gente. Por un lado está bueno subir, a pesar que es bastante cansador, porque las vistas son excelentes. Por otro lado, la marea humana le quita un poco de encanto, lo deja sucio y lejano de lo que debió ser su aspecto original.

Luego de recorrer los cuatro lados de la cuarta plataforma (un placer los lados norte, este y sur, casi sin gente), bajé las escalinatas del lado oeste en medio de la muchedumbre y seguí camino a la pirámide de la Luna. Al estar al final de la calzada -rodeada de edificios que en su momento fueron templos, plazas, y residencias de los sacerdotes- , es mucho más fotogénica que la del Sol, no obstante ser algo más baja. A esto se suma el hecho que sólo se puede subir hasta el primer nivel, lo que contamina menos las imágenes.

Pirámide de la luna desde la calzada de los muertos

Desde lo alto se aprecia el complejo en toda su extensión, siempre con la pirámide del Sol omnipresente. Luego de un descanso y una colación para reponer energías, fui volviendo sobre mis pasos tomando muchas fotos, porque la resolana ya se había transformado en sol pleno y la luz hacía ver las ruinas de otra forma. Hablando de ruinas, es curioso ver como la parte remodelada (mejor dicho reconstruida) es la que mira hacia la calzada de los Muertos: la “espalda” de los edificios está sin reconstruir, y no es más que un montículo de piedras amorfo. Pero para ver eso hay que alejarse unos metros del camino principal, lo que poca gente hace. 

Pirámide del sol y otros edificios desde el primer nivel de la Pirámide de la luna

Ya era cerca del mediodía, había visto todo lo que quería y había tomado muchas fotos. La gente seguía ingresando al lugar, en su mayoría familias con niños y algunos pequeños grupos de extranjeros. Para mi sorpresa, no me crucé con ningún tour chino! Pero no importó, los locales los reemplazaban con sus gritos, risotadas y fotos en las poses más tontas. Había más edificios para ver, pero todos muy similares. También había un museo algo alejado, pero con mi visita previa al Museo Antropológico de CDMX creo que ya estaba más que satisfecho.

Algo que me quedó grabado del lugar fue la increíble cantidad de vendedores de cachivaches. Por suerte no eran pesados, y vendía algunas cosas curiosas: unos silbatitos o flautitas con motivos étnicos cuyo sonido hipnotizante inundaba el lugar; unas cabezas de jaguar de las que salía un gruñido o rugido al soplar; y muchas imágenes y réplicas de esculturas, incluida la piedra del sol o calendario azteca, algo que tiene muy poco que ver con Teotihuacán porque es propio de una civilización que floreció varios siglos después de la caída en desgracia de esta ciudad.

Justo al oeste de la pirámide del Sol está la puerta 2, que vendría a ser la principal. Hay varios puestos de artesanías y souvenirs, y ya afuera del complejo puestitos de comida y bebida. Luego de preguntar identifiqué el lugar donde paraba al bus, y a los pocos minutos llegó: cómodo, con aire acondicionado, y al mismo precio que el de la ida. Así que recuerden, es el bus Teotihuacán (muy ocurrente el nombre) y son todos blancos con un dibujito de la serpiente emplumada en el costado, y van a la puerta 2 previo paso por el pueblo de San Juan.

En menos de una hora ya estaba en Indios Verdes, una de las estaciones cabecera del metro. Así que si salen temprano por la mañana, Teotihuacán es un paseo que lleva no más de cinco horas (a menos que sean fanáticos de la arqueología y la historia prehispánica), lo que les permite volver a almorzar algo rico en el DF para luego seguir disfrutando de la tarde.