By Sole
19 de febrero de 2014
Tras desayunar partimos en taxi (250 RpN con inicial de 300 RpN) hacia Pashupatinath. Si bien la guía ponía como opción ir
caminando, pasamos por varias calles muy poco amigables para ir a pié. Desde
donde nos dejó el auto caminamos una cuadra hacia el frente encontrándonos con
la taquilla exclusiva para extranjeros. Acá fue donde más sentimos la inflación
del país o tal vez la avivada, la entrada costaba 1000 RpN!!! Le regáteabamos
50 o 100 RpN a los vendedores y acá sin más le pagábamos 2000 RpN a alguien que
lo merecía menos. Tengo varias ideas y sensaciones encontradas de este lugar y
de lo que voy a describir a continuación.
Pashupatinath es una especie de lugar sagrado
donde hay un complejo de templos (el acceso sólo está permitido para los
hindúes), el río Basmatí y varios ghats donde se creman a los muertos. Digamos
que sería una muestra a menor escala de lo que uno puede ver en Varanasi
(India) navegando por el Ganges. Habiéndonos quedado pendiente la visita a esta
ciudad por falta de tiempo decidimos tener un encuentro cercano con esta
tradición hindú en Kathmandú.
Piras funerarias en los ghats. |
Luego de analizar la situación llego a la
conclusión de habíamos pagado una entrada para participar como observadores anónimos
de las cremaciones, como quien va a ver una obra de teatro. Nos quedamos con
una sensación rara de que se estaba profanando la privacidad de la familia
sufriente en pos de la explotación turística del lugar.
Ghats con templo de fondo (al que no podíamos entrar). |
El lugar estaba mucho más concurrido de lo esperado, tanto en público como en cantidad de difuntos. De un lado del río estaba el templo con los ghats con sus típicas escalinatas, y del otro más escalinatas, y detrás de estas unas pequeñas edificaciones que según la guía eran para los "yoguis". Algunos cuerpos ya estaban ardiendo mientras que otros estaban siendo preparados para ser apoyados sobre piras de madera y ser convertidos en cenizas.
La ceremonia que se estaba realizando frente
al templo hindú era la que más gente atraía, y fue justamente la que nos
quedamos mirando. El fallecido era un hombre que descansaba envuelto en varias
telas –blancas y naranja brilloso- sobre una especie de camilla de maderas,
junto a la pira –un conjunto de troncos cuidadosamente acomodados-.Rodeándolo
estaban sus familiares, incluyendo un par de mujeres que parecían ser la viuda
y la hija, y dos hombres que impresionaban ser los hijos. Nadie vestía de
negro; contraria a nuestra tradición su color de luto es el blanco. Los
familiares cercanos llevaban atados sobre sus vestimentas habituales paños de
tela blancos.
Uno a uno los participantes del rito fueron
vertiendo agua -que habían cargado en un cuenco del río- sobre la cabeza del
hombre, al tiempo que lo rodeaban. Posteriormente, los más acongojados
arrojaron unos granos sobre el cuerpo y rompieron el plato que los contenía a
los pies del mismo.
Paso siguiente, trasladaron el cuerpo hacia la
pira que estaba al lado, despojándolo de la camilla de cañas unidas por tela,
una esterilla de paja y la tela naranja; el cuerpo que había que dado sólo con
la mortaja blanca quedó sobre la pila de maderas.
Un hombre, seguramente el hijo mayor, rodeó dos veces el cadáver siguiendo el sentido horario con una rama encendida en la mano con lo que lo prendió fuego. Para concluir con la ceremonia agregaron varios saumerios sobre el cuerpo que poco a poco quedó envuelto en llamas.
Mientras tanto… en los ghats vecinos al que
estábamos observando había mucha gente
“preparando” más cuerpos que iban pasando hacia la zona de ghats más
populares al otro lado del puente (este separaba de un lado a los ghats -que
estaban delante del templo- para la elite, y del otro una gran hilera para el
pueblo). Pero lo que hacía más bizarra esta situación tragicómica era la
tribuna de gente con varios niños que como nosotros miraba atentamente (la
mayoría parecían ser lugareños, había muy pocos turistas), los monos que comían
vaya uno a saber qué y los niños pobres que pescaban monedas del río con un
imán atado a un largo hilo.
También había grupos de shadus emperifollados en túnicas amarillas y naranjas con sus rostros parcialmente pintados esperando a los turistas para sacarse fotos, vendedores de colgantes, hombres que tocaban un cuenco tibetano a cambio de dinero y trabajadores del lugar que cortaban troncos de madera que formarían en un futuro parte de otras piras y “camillas”.
Niño "pescando" monedas junto al cuerpo que se quema. |
También había grupos de shadus emperifollados en túnicas amarillas y naranjas con sus rostros parcialmente pintados esperando a los turistas para sacarse fotos, vendedores de colgantes, hombres que tocaban un cuenco tibetano a cambio de dinero y trabajadores del lugar que cortaban troncos de madera que formarían en un futuro parte de otras piras y “camillas”.
Cuando Seba sugirió que vaya preparando la
ensalada porque el asado iba a estar en cualquier momento, haciendo referencia
al olor que impregnaba el lugar, continuamos adelante con el paseo hacia un
sitio un poco más feliz. Fuimos siguiendo un sendero con escalinatas bordeado
por pequeños santuarios dedicados a Siva y algunos templos, en el que nos
cruzamos con más vacas que gente. Salimos a la calle al otro lado del complejo,
donde también había una taquilla pero a varios metros de la puerta –habíamos
leído en un blog que esta entrada era una opción interesante para los que
querían entrar sin pagar el ticket.
Seguimos hacia nuestro próximo destino: Bodhnath!
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