lunes, 28 de julio de 2014

Atardecer de un día tibetano

By Sole 

Tras haber visitado Pashupatinath continuamos hacia nuestro siguiente destino: Bodhnath.

Bodhnath es una de las estupas más grandes del mundo, un lugar sagrado para los budista en Kathmandu. Con el correr de los años una gran cantidad de refugiados tibetanos provenientes de China se han asentado en la zona determinando la construcción de más de 50 Gompas o monasterios en los alrededores. 

Guía Lonely en mano nos dispusimos a seguir  el sendero de 1,5 Km que recomendaba y que justamente comenzaba en la salida de Pasuhpatinath. Cruzamos un puente de estructura metálica donde además de banderitas de oración suelen haber muchos monos sentados en la parte superior. En esta oportunidad había muy pocos macacos así que no requirió tanta valentía hacer el cruce como habíamos pensado. Seba ayudado por su brújula confirmó que la orientación que habíamos tomado era la correcta.

Seba el explorador
Tomamos la calle que salía justo frente al puente hasta llegar al “templo de la higuera” que no era más que una casita de chapa con un árbol en el medio.


Templo de la higuera


Giramos a la derecha hasta la trifurcación, donde elegimos la calle del medio (básicamente era seguir derecho). La guía decía que se trataba de un camino que discurría entre terrenos cultivados y blablablá. El lugar debe haber evolucionado mucho en los últimos años o el que describió el trayecto estaba borracho. Casi todo el camino estaba bordeado por casas humildes, pero casas al fin, algunos negocios simil almacenes/ poli-rubros, y muchos perros callejeros. Caminamos derecho, derecho, derecho hasta llegar a una avenida donde giramos a la izquierda. Del otro lado de la calle a pocos metros estaba la entrada a la estupa de Bodhnath con su correspondiente taquilla. Pagamos las 150 RpN por persona e ingresamos a una de las estupas más impresionantes del país y la más popular entre los tibetanos que viven en Kathmandu. Una vez más estaban ahí los intimidantes ojos de Buda que miraban hacia los cuatro puntos cardinales, que sólo dejaban de verse cuando se interponía alguna de las miles de banderas de oración de todos los colores que flameaban.


El buda que todo lo ve.



El fotógrafo oficial fotografiado

Alrededor de la estupa había una calle peatonal, y por fuera de ésta muchísimos negocios y restaurantes con rooftop con vista a la estupa. Gente de todas las edades entre los que había varios ancianos –grupo etario que había escaseado bastante en todos los lugares que habíamos visitado- que bastón en mano rodeaban la gran construcción tocando las ruedas. El olor a incienso era muy intenso en todo el lugar. 




No faltaban tampoco los monjes que se encontraban sentados en un sector de la estupa practicando una ceremonia.



Nosotros también le dimos un par de vueltas mientras le sacábamos fotos y estudiábamos la orientación del sol para ir a comer a un lugar en el que no tuviéramos el sol de frente. Terminamos almorzando un chow mien con vegetales y un arroz con pollo y jengibre en el rooftop de “Himalayan View”. Tal como habíamos previsto, la vista era excelente!

Desde el rooftop del restaurante
Luego de comer caminamos un poco más alrededor de la estupa y en las calles circundantes hasta que nos cansamos, y tomamos un taxi de regreso a Thamel por 300 RpN.
Cuando llegamos aún era temprano, así que visitamos el local de Nike y The North Face entre otros saliendo más rápido de lo que habíamos entrado. Vendían cosas muy lindas pero al mismo precio que en Buenos Aires. Como no íbamos a hacer negocios en los negocios elitistas rumbeamos hacia los más populares donde compramos algunos tés en hebras (había de muchísimas variedades), más mantas de lana de Yak y un libro sobre la primera ascensión al Everest. Respecto a las mantas descubrimos que habíamos hecho un mal negocio el día previo. Al contrario de lo que nos había asegurado el primer vendedor, las mantas si vienen en diferentes tamaño! Así que compramos dos mantas más, pero más grandes y con mejor terminación que las del día anterior.

También alcanzó el tiempo para hacer un paseo vespertino por Durbar Square, donde si bien no estaban armados los mercados aun se mantenía el caos de las motos y rickshaws. Volvimos haciendo zigzag por distintas calles bordeadas de negocios que vendían telas, vestidos, zapatos, especias, carne y pollos, y repletas de gente y todo tipo de vehículos.
Merendamos las infusiones que nos ofrecieron en el hotel mientras descansábamos y elegíamos lugar para cenar.




Voy a tratar de describir lo mejor posible esta cena, de la que tengo muy malos recuerdos. El lugar elegido fue el restaurante del Hotel UTSE, especializado en comida tibetana, donde fuimos tan valientes que creo que cruzamos el límite con la imprudencia.

Seba comenzó con una cerveza de mijo caliente –Tomgba-, mientras esperábamos que llegaran los tibetan y newari sets. Hicimos el pedido sin siquiera entender la mitad de lo que estaba escrito en la carta. Para que se den una idea lo voy a transcribir:

"Tibetan Set: ting momo, momo, alu phing sha spinach garlic, veg.
Newari Khoja Set: Beaten rice, fried soya, potatoe curry, newary stile buff, radish peas pickle, chickpeas masala, with chicken."

Comenzaré con la experiencia de la cerveza caliente. El mozo se acercó con un cilindro de madera del que asomaba un sorbete metálico enterrado en un gran colchón de semillas –ocuparían ¾ partes del recipiente- sobre las que había sobrenadando un líquido tibio de tonalidad blancuzca. Junto a esto venía un termo de agua caliente y un reloj de arena para calcular el tiempo que faltaba para que esté listo para ser ingerido. Opinión según Seba “líquido alcohólico fuerte sin mucho gusto”; según Sole, luego de probar un minúsculo sorbo: “un asco”.

Tomgba
Luego vino la comida… el newari resultó ser una bandeja compartimentalizada que incluía: porotos de soja secos y fritos, ojuelas de algo, pollo salteado, garbanzos al masala, un guiso picante de papas y coronando el centro un recipiente con una sopa de algo que creo que eran lentejas.

Newari set
En el set tibetano venían varios platitos con arroz, guiso de papas, una especie de caldo con papas y coliflor, espinaca de sabor extraño con algo blanco de consistencia más extraña aún, cinco momos fritos de vegetales y un gran momo (como si fuera un plato de volador hecho con masa de empanada) también frito.

Tibetan set
Comimos parte de todo, pero sin terminar ningún platito más que el de los momos. Quedamos con una sensación de pesadez estomacal muy importante que nos acompaño a la cama. Teníamos la sensación de habernos comido una bomba nuclear.
Lo siguiente que recuerdo es decir “tengo ganas de vomitar”, y fue ahí que perdí mi invicto!!!

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