By Sole
Diciembre 2014
Domingo por la mañana partimos hacia Eminönü, con intenciones de tomar un ferry hacia Besiktas. Habiendo visto que constantemente había barquitos que iban de un puerto a otro del Bósforo no habíamos hecho muchas averiguaciones. Cada muelle tenía una especie de casilla donde vendían los boletos y molinetes identificados con los puertos cabecera. Recorrimos todos los muelles y confirmamos las sospechas en una oficina de información turística: no había ferry directo. Teníamos dos opciones, tomar un barco hacia Üsküdar y después otro hacia Besiktas, o directamente tomar el tranvía. Optamos por esta última opción.
En un
kiosco compramos los pasajes (4 TL cada uno) y fuimos hacia la estación que
teníamos justo enfrente. Ni bien llegamos también lo hizo el tranvía que giró a
la derecha y cruzó el puente Galata. Luego de un trayecto para nada
trascendente bajamos en la última parada: “Kabatas”. Este lugar es además uno de los puertos de la margen
europea del Bósforo en los que descienden los visitantes del Dolmabahçe Palace.
Cuerno de oro |
Aunque
no pensábamos visitar el palacio caminamos hacia ahí, fotografiando la
Dolmabahçe Clock Tower, lo único que se puede ver desde el exterior. Es un
edificio que está muy custodiado y todas las visitas que se realizan al
interior son guiadas; no teníamos ganas de hacer una “visita de museo” por ahí.
Dolmabahçe Clock Tower |
Para
que se den una idea de la importancia del lugar: tras abandonar Topkapi el
sultán con todo su séquito se mudaron a esta preciosa construcción de estilo europeo.
Más allá de su belleza, es un palacio muy significativo para los turcos porque
era la residencia de su líder Mustafa Kemal Atatürk durante las visitas a la
ciudad, además de ser su última morada donde encontró la muerte el 10 de
noviembre de 1938. Según dicen los relojes del interior del palacio están
parados a las 9:05, horario del fallecimiento.
A este
nivel la vereda iba paralela a la avenida bordeando el paredón de Dolmabahçe;
ya no teníamos una vista directa del Bósforo y tampoco la íbamos a tener
prácticamente hasta llegar al puerto de Besiktas. Durante la caminata apenas
nos cruzamos con algunos corredores dominicales y empleados estatales que
arreglaban los canteros de la acera; de hecho estaban enterrando unas especies
de bulbos, tal vez eran los tulipanes que florecen en la primavera. Aunque
llame la atención, era domingo y no eran los únicos que estaban trabajando como
si fuese cualquier otro día de la semana, los obreros de la construcción hacían
lo propio en el “esqueleto” del nuevo estadio del Besiktas. Estos últimos me
dieron un poco de vértigo!!! La altura no parecía ser un problema para ellos,
caminaban por angostas pasarelas como si nada…
Pasamos
luego por la entrada del Istanbul Museum of Paintings and Sculptures, divisando
varios metros más adelante el mar; faltaba poco para llegar a nuestra primera
parada del día. Pero antes de llegar a Besiktas nos encontramos con un lugar
lleno de cañones: el museo Naval. Esa vereda era un museo en sí misma, había cañones
de diferentes tamaños, orígenes y época –una delicia para los amantes de las
armas de guerra–.
Cañones en el exterior del museo Naval |
Tras
cruzar la calle llegamos a una plazoleta con bancos frente al pequeño puerto.
Cada vez que hablo de puerto me refiero a un pequeño amarradero de barcos con
una boletería, no piensen que es algo más grande. Nos quedamos un rato en un
banco decidiendo si seguíamos hasta Ortaköy o si regresábamos e íbamos para
Taksim. El cansancio de las piernas y las perspectivas de seguir caminando por
una vereda que no ofrecía grandes atracciones –ni siquiera vistas del mar– nos
hizo optar por la segunda opción: Taksim.
Desde Besiktas |
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