jueves, 31 de mayo de 2018

Chau Sidney… hasta pronto!

By Sole

19 de diciembre 2016.

Luego de una noche de sueño entrecortado por el miedo a no escuchar el despertador, hicimos un desayuno rapidito con lo que nos quedaba y a las 7:30 horas salimos hacia la estación Museum para tomar el tren hacia el aeropuerto. Cómo agradecimos la presencia de un ascensor!!!

Cuando fuimos a sacar el pasaje descubrimos una de las limitaciones de la Opal card: sólo permitía cargas de montos exactos ($10, $20, $35, $40, $50, $60). Teníamos $3 en cada una, pero el pasaje costaba $16 y algo... Tras hacer un par de cuentas rápidas lo más económico era perder lo que teníamos en la tarjeta y sacar directamente los pasajes. Luego de 15 minutos de viaje sentados en un vagón con aire acondicionado llegamos al aeropuerto.

La lentitud del check in de LATAM hizo que la larga fila serpenteante, repleta de gente con muchas valijas, creciera progresivamente alcanzando dimensiones preocupantes. Tampoco había demasiado apuro… cuando despachamos la valija nos avisaron que el vuelo estaba retrasado más de una hora, información podría haber estado en la web para cambiar el horario de llegada al aeropuerto o al menos estar preparados mentalmente para la larga espera.

Hicimos migraciones y seguridad sin problemas, y nos sentamos a hacer el segundo desayuno mientras hacíamos uso de la excelente conexión a Internet del aeropuerto que era gratuita, y sin límite de tiempo ni datos.



Tras varios cambios de puertas de embarque finalmente subimos al avión. No nos preocupaba tanto el tema del retraso porque íbamos a hacer todo el viaje en la misma compañía, y por el momento teníamos tiempo suficiente para las escalas en Auckland y Santiago.



El primer tramo fue tranquilo, sin inconvenientes, pero con un servicio bastante deficiente. Nos dieron un “almuerzo” que consistía un “red pepper sándwich” (un bodoque de pan con pimiento rojo, una rebanada de tomate y 2 hojas de perejil), un triangulito de queso fundido, 2 galletitas y un postrecito de coco. Tristísimo, sobre todo para la gente que había sacado su pasaje por Quantas (era un vuelo compartido); el resto ya esperábamos esa mediocridad característica de la compañía.

Después de unas tres horas de viaje llegamos a Auckland. Para activar un poco los músculos, tuvimos que descender del avión con todos los bártulos y sin manga… Lentamente fuimos bajando todos con los carry on a cuesta por las escaleritas, tomamos el bus para llegar al aeropuerto donde volvimos a pasar por el control de seguridad y nos sentamos a esperar el siguiente vuelo. Al atraso que ya teníamos sumamos varios minutos más, y en medio de un embarque caótico y mal organizado repetimos el circuito bus- escaleritas- avión, sentándonos en los mismos asientos de la misma aeronave. Un rato después del despegue llegó la cena… ya no sé qué hora era, pero era poco probable que fuese el horario de esa comida. Como no habíamos comido la exquisitez de morrones rojos, la comida fue bienvenida. En esa oportunidad fuimos agasajados con ensalada, pollo guisado con chauchas y puré de papas, torta de manzana y café. Sin ser gran cosa, estaba levemente mejor que lo del primer vuelo.

Cuando viajamos atravesando varios husos horarios, solemos calcular a qué hora vamos a llegar a casa y en función de eso vemos en que momento del viaje deberíamos dormir para ir ajustando nuestro reloj interno. La idea era no dormir durante todo el viaje y hacerlo en Buenos Aires… Esos planes hicieron que las 10:40 horas de vuelo fuesen ETERNAS!!! Tuve tiempo para ver dos pelis, jugar al sudoku, ahorcado, Bejeweled y varios juegos más, leer, comer y descansar un rato los ojos sin dormirme. Esto último fue muy necesario porque entre todo el tiempo mirando la pantalla y la poca humedad ambiente, tenía los ojos super secos, requiriendo lágrimas de manera casi constante.

Unas dos horas antes de aterrizar nos dieron el “desayuno” (ya eran las 13 horas en Santiago). Otra vez omelete con champignones vs sándwich de jamón y queso pasado por el microondas, a lo que agregaban un pan… un menú de lo más pensado sobre todo la segunda opción “sándwich + pan”. Por favor, un nutricionista a esa empresa!!!

En algún horario del día que ya ni recuerdo, desembarcamos en Santiago donde nos esperaban un poco más de dos horas de escala. Lo único positivo fue que íbamos a hacer a tiempo a tomar el vuelo que teníamos programado que llegaba al Aeroparque Jorge Newbery; lo habíamos sacado especialmente para evitar pasar por Ezeiza. La parte negativa, era que sumábamos 45 minutos más de retraso ya que íbamos a tomar el avión que venía de Buenos Aires y había salido un rato después de lo programado por una huelga de aerolíneas argentinas y otros gremios… Argentina ya no estaba dando la bienvenida!!!

El último tramo también fue tranquilo, y se pasó bastante rápido entre el snack a bordo, y el tiempo que tomó el avión para alcanzar la altura crucero y volver a descender. En aeroparque nos reencontramos con la valija, y terminamos tomando un taxi en la puerta… cómo se enfureció el tachero cuando le dijimos que íbamos a Palermo. No sé cómo llegamos vivos! En el corto trayecto cometió todo tipo de infracciones de tránsito y volanteó bruscamente todas las veces que pudo, y ni hablar la cara de traste y malos modales cuando nos cobró… Este ejemplar de la mafia de los taxis de aeroparque nos terminó de dar la bienvenida, recordándonos que habíamos abandonado el primer mundo y no teníamos posibilidad de elegir un Uber para llegar a casa.

Habiendo salido a la 7:30 horas del lunes del departamento de Sidney y viajado 16 horas en el tiempo, llegamos a casa a las 20:00 horas del mismo lunes… unas 28 horas y media después.

Igual con tal de volver a Sidney, volvería a viajar todas esas interminables horas!!! Ya nos volveremos a ver!!!



Qué podemos sacar de este relato que parece un descargo en un libro de quejas?
  • A la hora de cargar la Opal Card calculen más o menos cuantos viajes piensan hacer y el dinero que pueden llegar a necesitar para que no les quede mucho crédito sin usar.
  • En los viajes largos en avión siempre tengan lágrimas para los ojos en el bolso de mano.
  • LATAM es una compañía bastante mediocre, sobre todo lo que es servicio a bordo (no incluyo en esto a la atención de los auxiliares de a bordo que son los que dan la cara) y al cliente en general, nunca una disculpa ni compensación por los atrasos. En otros rubros uno simplemente deja de contratar los servicios y opta por otra empresa mejor, pero a la hora de comprar un pasaje, los que no somos millonarios y viajamos con presupuesto más o menos acotado tenemos, terminamos eligiendo por el precio…
  • Si llegan al Aeroparque Jorge Newbery y no tienen mucho equipaje, pueden tomar alguno de los colectivo que pasan por ahí (la parada está saliendo hacia la derecha). Aunque no los deje en la puerta de sus casas, son una buena opción para salir de la zona y después tomar otro micro, subte o taxi que no forme parte de esa mafia.


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