sábado, 1 de septiembre de 2018

Sao Paulo: una mañana en la Avenida Paulista

By Seba

Nuevamente por motivos laborales tuve la oportunidad de visitar Sao Paulo. Ya había ido muchas veces, pero en la mayoría de las ocasiones sólo había estado algunas horas, yendo del hotel a la oficina sin muchas más escalas.
Un cambio de agenda y la imposibilidad de cambiar los tickets de avión me regalaron una mañana en esta gran y caótica orbe de 22 millones de habitantes.

Las primeras impresiones que uno tiene de Sao Paulo se relacionan con sus dimensiones y las grandes distancias. Pero al mismo tiempo, el intenso tránsito y las ondulaciones naturales del terreno la convierten en un laberinto en el cual es difícil moverse, a tal punto que muchos ejecutivos importantes se trasladan en helicóptero (lejos de ser mi caso).

La cuestión es que estaba en mi hotel en plena Avenida Paulista, y luego de haber desayunado un café intenso, gran variedad de frutas difíciles de encontrar en Argentina (papaya y mango mis preferidas), y unos pancitos de queso, tenía unas cuatro horas por delante antes de emprender el camino al aeropuerto de Guarulhos. Qué puedo hacer en esta ciudad gigante en cuatro horas???

Fácil: buscar atracciones cercanas. Así que me dirigí a dos lugares bastante emblemáticos que estaban a menos de 500 metros a pie, sobre la misma avenida: el MASP y el Parque Trianon.

El MASP (Museo de Arte de San Pablo) fue creado en la década de 1940, aunque su edificio actual, destacable por su arquitectura modernista, fue inaugurado a fines de los ‘60, convirtiéndose rápidamente en un ícono de la ciudad.


Museo de Arte de San Pablo

Si por fuera es un edificio atractivo, su interior no se queda atrás. La exhibición principal consta de una enorme sala en la que las obras cuelgan del techo, como suspendidas en el aire por todo el espacio, pero siempre mirando hacia la entrada, diferenciándose de los museos tradicionales en los que las galerías son largos pasillos con cuadros en las paredes. El efecto que se logra en el MASP es muy interesante, porque permite que las obras acaparen todo el protagonismo y la circulación sea más fluida y libre.




Yendo a los cuadros en sí, se puede disfrutar de una colección muy diversa, que incluye artistas como Picasso, Van Gogh, Modigliani, Renoir, Matisse entre los más renombrados. Pero también hay pinturas de la época renacentista y de pintores latinoamericanos más contemporáneos (como Siqueiros o Diego Rivera) mezclado con arte asiático o trabajos de artistas locales. Detrás de cada obra hay una breve descripción de la misma (en inglés y portugués) que ayuda a entender el contexto histórico del artista, sus influencias y lo que intentaba plasmar en su composición.




Luego de poco más de una hora en un museo me empiezo a aburrir y se me cansan las piernas… necesito moverme! Así que consideré que los 30 reales que había pagado de entrada ya estaban amortizados y salí a dar una caminata por la zona de la Avenida Paulista y el barrio residencial de Jardims.

Luego de un buen rato de subidas y bajadas, la temperatura había empezado a subir y empezaba a necesitar sombra y un lugar de tranquilidad. Para esas ocasiones, nada mejor que comprar un café y un sándwich (o más bolitas de queso!) en algún takeaway y dirigirse al Trianon.




El Trianon, oficialmente Parque Siqueira Campos, es un oasis verde un el medio de una jungla de hormigón. Son dos manzanas enteras de pura mata atlántica, el ecosistema de la región antes que se construyera esta mega metrópolis.

Al ingresar al parque desde la avenida Paulista y empezar a transitar sus senderos, la temperatura baja drásticamente a la sombra de enormes árboles. No soy un experto en botánica y me resulta difícil distinguir las especies, pero les aseguro que había enorme variedad: árboles grandes, árboles chicos, arbustos, palmeras, sotobosque… se podía oler la humedad y la frescura.




Es un gran refugio de oficinistas en horas del almuerzo, o de adultos mayores que van a caminar o hacer taichí o simplemente de cualquier persona que quiera sentarse a la sombra a leer un libro y aislarse del caos y la locura del distrito financiero más importante de América Latina.



Ya había pasado un buen rato y sólo me quedaba tiempo para regresar al hotel, agarrar la valija y salir al aeropuerto. En el camino, hice un parate en un supermercadito a comprar algún buen café, farofa para hacer feijoada y polvo para hacer los pancitos de queso. La última tentación fue pasar por un local gigante de Livraria Cultura, un lugar ideal para comprar libros con total tranquilidad.

Até a próxima reunião de trabalho Sao Paulo!

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