sábado, 4 de agosto de 2018

El mundo según Coca-Cola

By Seba

Estamos cerca de Halloween, y no tengo mejor idea que acompañar mi capuccino matutino con un extraño budín de calabaza. Necesito recuperarme del cansancio que genera un vuelo nocturno desde Buenos Aires a Atlanta, Estados Unidos.

La capital del estado de Georgia tiene el privilegio de haber sido la anfitriona de los Juegos Olímpicos de 1996. De estas tierras salió mucho tiempo antes un producto que iba a capturar los paladares (y corazones) de millones de personas en todo el mundo: la Coca-Cola.

Nuevamente el trabajo me lleva a lugares inesperados o que no estaban en mi travel list; no voy a desaprovechar la oportunidad de conocer un lugar emblemático: World of Coke.

World of Coke

Situado cerca del centro de la ciudad (sobre la calle Baker, muy cerquita del acuario y del Centennial Park) puedo visitar un verdadero museo especialmente dedicado a los fanáticos de la marca. Cómo es de esperarse, todo está muy organizado y preparado para visitantes que llegan desde todo el mundo.

Al acercarme a las ordenadas boleterías observo una estatua del famoso señor John Pemberton, el farmacéutico que allá por 1890 combinó diferentes ingredientes para crear una bebida oscura, dulce y gasificada que tuvo un éxito que nadie hubiera soñado. No me resisto a sacarme una foto junto a tamaño personaje.

Mr Pemberton

Luego de obtener el ticket de ingreso (US18) accedo a un lobby en el cual ya me ofrecen alguna Coca. Una vez que se junta la cantidad necesaria de personas, se abren las puertas del Loft y comienza la visita guiada. Voy observando las paredes y techos repletos de objetos relacionados con la marca, ya sea material de punto de venta, imágenes de publicidades, viejas expendedoras. Tras explicarnos cómo va a ser la visita ingresamos al Teatro.

The loft

En el Teatro, me siento cómodamente en una butaca para ver la proyección de un corto que apela a las emociones que despierta la marca en las personas. Sólo dura unos minutos, luego de los cuales se abre el acceso al Hub, donde la visita se hace libremente.

El Hub funciona como sala de distribución desde la que se puede continuar el recorrido en varias direcciones. Algunas personas están haciendo fila para sacarse una foto con uno de los osos polares, cosa que, obviamente, esquivo, y continúo por “The Vault of the Secret Formula”…

"El Mickey de Coca Kingdom"

Aparentemente la fórmula mágica de la felicidad está en una bóveda similar a la que se ven en las películas de asaltos a los bancos… Recorriendo la galería me empapo de la historia de la marca, cómo fue pasando de mano en mano, y cómo se logró mantener el secreto a lo largo del tiempo. Hay muchos mitos alrededor de esto, y también historias reales, cómo los problemas que tuvo Coca Cola para entrar a India porque la compañía se negaba a revelar su secreto mejor guardado.

La bóveda... éxtasis!

Sigo mi camino por la sala “Milestones of Refreshment”, tal vez una de las más divertidas, porque hay muchos objetos y carteles vintage ideales para coleccionistas. Allí me sorprendo con la presencia de un camión argentino de la década del ‘30 perteneciente a uno de los primeros embotelladores de Coca Cola en nuestro país.

Publicidades de todo el mundo

Camioncito de reparto

Si la sala anterior es divertidísima para amantes de la marca y analistas de publicidad, la siguiente es el paraíso de los ingenieros industriales: en “Bottle Works” se explican, y en parte se muestran, las etapas claves del proceso de fabricación y embotellado.

Escapando de la atmósfera fabril, retrocedo hacia el Hub y llego a las escaleras para acceder el nivel 2. Aquí encuentro la sala “Taste it”, donde uno puede servirse productos que la compañía vende en muchos países del mundo. Así que agarro unos vasos y voy probando desde Coca Cola con canela de Estados Unidos hasta Inka Cola de Perú, pasando por Fanta Melón de Tailandia y otros sabores extraños de Bahréin, Tanzania, Uganda, Georgia, Turquía, India y demás… ¡una experiencia extremadamente empalagosa!

Sabores raros

Luego de haber ingerido en 20 minutos la misma cantidad de azúcar que consumo en una semana, llego al fin de todo buen museo norteamericano: el “Store”. Aquí los fanáticos pueden comprar remeras, gorros, cuadernos, carteles, llaveros, vasos, peluches y todo lo que se les ocurra que pueda tener el logo de la marca… me limito a comprar un imán para la heladera.

La visita me resulta divertida y dinámica, se me pasan muy rápido los 90 minutos que estoy allí. Más allá del interés que genera el museo, me ayuda a entender las motivaciones de la gente que lo visita. ¡Qué poderoso que puede ser el Marketing! Puede transformar a una marca en un ícono cultural que trasciende épocas y fronteras, generando fanatismos (¡a pesar de lo perjudicial que puede ser para la salud!).

No hay comentarios:

Publicar un comentario