sábado, 28 de julio de 2018

Puerto Iguazú, la ciudad detrás de las Cataratas

By Sole

21  de Mayo 2017

Habiendo agotado las provisiones nos fuimos a desayunar al “Árbol Real”, la confitería de referencia durante la estadía en Puerto Iguazú. Nos autoagasajamos con un par de cafés con leche, facturas y “chipitas” (nombre local para los chipás).

Entre la lluvia y cansancio de los días previos apenas habíamos recorrido las calles comerciales de la ciudad. El par de horas que teníamos antes del vuelo eran la última chance de hacerlo, así que sin importar la garúa nos fuimos a caminar. Aunque eran casi las 9 de la mañana las calles eran un páramo. Las pocas personas que cruzamos estaban en las inmediaciones de la iglesia; parecía que la única razón para salir de la cama esa desapacible mañana de domingo era cumplir con Dios.


La ciudad aún dormida

La única madrugadora: la iglesia
Como no teníamos pensado ir a misa, pasamos de largo la iglesia y giramos a la derecha bajando por una calle zigzagueante que conducía a la costanera. Descubrimos de camino el edificio de la Intendencia del parque diseñado por el mismísimo Bustillo; lejos de las características obras edilicias de este arquitecto en la Patagonia que combinan piedras, madera y techos a dos aguas de lajas negras, este nos recordó al cabildo de Buenos Aires por los arcos, la recova y el aljibe.

Intendencia del Parque Nacional Iguazú

Dejando de lado que los días de lluvia todo suele verse más lúgubre, viendo la costanera con la mayor objetividad posible nos llamó la atención el deterioro de los juegos de plaza infantiles, y de algunas barandas… habiendo pasado muy poco tiempo atrás la temporada alta de verano hubiésemos esperado que estuvieran más cuidados. Sacando ese detalle, de haber estado lindo seguramente nos hubiésemos sentado a tomar unos mates en uno de los tantos bancos que había.

La costanera

Al final del recorrido encontramos el “Hito 3 fronteras” desde donde se veían las tierras brasileras río Iguazú (de un tinte marrón anaranjado) de por medio, y Paraguay del otro lado del río Paraná (con aguas más oscuras). Era muy llamativa la confluencia de los dos ríos de distinta tonalidad y con sedimentos de diferente densidad que hacía que se dibujaran grandes gotas como cuando se intenta mezclar agua con aceite.

A la derecha Brasil (donde está la caseta), a la izquierda Paraguay

Paraguay
Del lado argentino había una explanada con bancos y un monolito pintado con los colores de la bandera nacional. Por lo que leímos, las noches sin lluvia (no nos tocó ninguna) había un show de luces y aguas danzantes. Debe ser un lindo espectáculo en verano cuando se pone el sol y comienza a soplar la brisa. En las inmediaciones, y aguardando la parada obligatoria de los micros de turistas, estaban los infaltables puestos de “artesanías en serie”.

Hito Tres Fronteras

Souvenirs
Tomamos las fotos de rigor y volvimos por la avenida 3 Fronteras hasta desembocar nuevamente en la iglesia, y de ahí hacia el departamento donde nos esperaba el remisses” (es una de las palabras que más varía en cada localidad del país) para ir hacia el aeropuerto. El simpático chofer, como si fuese un excelente artista de stand upnos entretuvo con su monólogo durante todo el trayecto, incluyendo en su repertorio sus fascinantes encuentros con el famoso puma que merodeaba por las cataratas y con un yaguareté -“el tigre” que le mostró las uñas-.

La niebla de la zona puso por un rato en dudas el horario de despegue, pero terminamos viajando sin problemas. Lo más lindo del vuelo fueron los minutos previos al aterrizada en el que sobrevolamos la ciudad de Buenos Aires y alrededores en medio de un cielo completamente despejado.

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