sábado, 14 de julio de 2018

Las maravillosas Cataratas del Iguazú (parte II)

By Sole

Continuando con el recorrido por el Parque Nacional Iguazú...

Siendo las 11 de la mañana, habilitaron la bajada hacia el embarcadero del que partía la lancha hacia la isla San Martín.

Con cuidado fuimos bajando las escaleras de piedra que se encontraban mojadas. Avanzamos unos cuantos metros hasta llegar al desvío hacia el improvisado muelle. Nos pusieron los chalecos salvavidas y unos minutos después partimos junto a otra pareja hacia la isla; no parecía haber mucha gente interesada en actividades que se promocionaban como de “alta dificultad” y no recomendadas para niños pequeños ni personas de edad avanzada por la gran cantidad de escalinatas.




El cruce resultó mucho más rápido de lo esperado, en un abrir y cerrar de ojos estábamos desembarcando en una pequeña playa de arena. En la línea donde comenzaba la espesa vegetación divisamos el inicio del sendero, una escalera que iba ascendiendo siguiendo la pendiente natural del islote.



Sumado a lo resbaladizas que pueden ser las piedras mojadas había una capa de verdín que puso en varias oportunidades en juego todos nuestros reflejos, que no siempre fueron del todo efectivos; en dos oportunidades el señor terminó desparramado de forma poco elegante en el suelo. Las que no parecían tener problemas con las características del piso eran las lagartijas que corrían rápidamente a esconderse al costado del camino escapando de la suela de las zapatillas.



Comenzamos con el circuito circular de 500 metros que recorría casi toda la isla. Nos encontramos al principio con un sector selva misionera, tan húmeda y frondosa como la del resto del parque. Disfrutamos mucho del silencio del lugar que apenas fue interrumpido por el canto de algún pájaro; en un par de oportunidades nos sobresaltamos por el ruido que generaban estas aves cuando se escabullían entre la vegetación más baja. Respirábamos aliviados cuando comprobábamos el origen del sonido; no teníamos deseos de hacer contacto directo con roedores u otro tipo de alimañas del sotobosque.




Lo más impresionante vino cuando recorrimos la pasarela que se desprendía como un apéndice de aquel trayecto en forma de círculo. Dejamos atrás la espesura y nos adentramos en una zona de escasa vegetación parcheada con grandes charcas en las que nos entretuvimos buscando caracoles y pequeños peces. En realidad, la búsqueda de vida acuática tuvo lugar cuando caminamos la senda de regreso; a la ida estábamos hipnotizados con una de las vistas más impresionantes que tiene el parque de las cataratas. Es muy difícil describir lo que se siente al estar frente a semejante cantidad de agua cayendo desenfrenadamente. Ahí nos damos cuenta de lo pequeños que somos en este mundo, y lo afortunados de poder ver esas maravillas naturales que aún no han sido arrasadas por el hombre; lamentablemente no puedo decir “que no han sido modificadas por el hombre” ya que actualmente el caudal depende de la apertura o cierre de compuertas de represas río arriba.




La vista del Salto San Martín y Mbiguá no tiene precio, sin dudas lo más espectacular que habíamos visto en las últimas 24 horas. En ese momento la premisa de que el lado brasilero tiene mejor vista de las cataratas argentinas que el propio lado argentino quedó totalmente refutada. Después de haber visitado todo el parque podemos afirmar que es uno de los mejores miradores, y que vale la pena el esfuerzo que requiere subir cada escalón para llegar ahí.




Muy contentos por haber tenido la suerte de poder visitar ese sector del parque, volvimos a la playita y tomamos la lancha de regreso. Ya en tierra firma recorrimos los metros finales del Circuito Inferior encontrándonos de camino con un tucán grande en lo alto de un árbol. No podíamos pedir nada más por ese día!!!



Cuando pasamos por el área de quioscos y fast foods pudimos ver como un grupo de coatíes asediaban a los comensales; hay que tener mucho cuidado porque están muy entrenados en el robo de comida! Estos atrevidos animales estaban demasiado acostumbrados al contacto con los seres humanos y a conseguir alimentos fácilmente, algo que no debería pasar en un parque nacional… esperemos que todos los carteles que desalentaban arrojarles alimentos y la presencia de tachos de basura a los que no puedan acceder logre cambiar esta situación en el futuro.

No fueron estos justamente los habitantes del parque que más llamaron nuestra atención, sino que fueron las urracas. Si bien el nombre parece muy común, ellas no pasan desapercibidas con su pecho color manteca, el plumaje del resto del cuerpo negro-azulado, y una especie de ceja gruesa celeste. Muy llamativas e inquietas… imposible que posaran para una foto!!!

A medida que habían ido avanzando las horas se había incrementado la cantidad de visitantes, incluyendo varios tours. El horario de soledad había concluido, así que nos hicimos de paciencia y continuamos con el Circuito Superior, un camino de 1750 metros que justamente recorría la parte superior de las cataratas, en el mismísimo lugar donde se formaban. Sonaba prometedor!!!



Comenzamos con el salto Dos hermanas (el mismo frente al cual habíamos estado tomando mate a la mañana) constatando que la vista era muy limitada, a tal punto que ni siquiera valió la pena sacarle una foto. Siguieron los saltos Chico, Bosetti, Eva y Adán, la pasarela pasaba justo por encima del flujo de agua que se disponía a caer. A continuación, pasamos por el salto Guardaparques Bernabé Mendez (el pobre murió a mano de cazadores furtivos en la zona), Mbiguá y el San Martín, la gran estrella por su caudal de agua.







Tras pasar por esta última y majestuosa cascada, el camino cambiaba de dirección y discurría entre la selva y lengüetas del río del que se originaban los saltos que acabábamos de ver. Extrañamente esta fue la parte que más me gustó del circuito, tuve la sensación de estar en medio de una foresta tropical, bien húmeda con árboles, lianas, agua… sólo falto que cruzáramos algunos monos (la chance estaba, pero no tuvimos suerte).



Terminamos desembocando en la Estación Cataratas. Sólo nos quedaba por ver la Garganta del Diablo cuya senda comenzaba a 2 km de ahí. En lugar de tomar el tren que conducía al inicio de la pasarela decidimos ir caminando por un sendero vehicular/ peatonal que corría paralelo a las vías. Al menos en ese momento éramos los únicos caminantes por esos lares… estábamos otra vez en la nuestra!!!



Mientras disfrutábamos del silencio y soledad (sólo fueron brevemente interrumpidos por un tren y una camioneta que pasaron a nuestro lado), nos llamó la atención el canto de un pájaro. Enseguida hicimos un escaneo visual de los alrededores confirmando nuestras sospechas: una pareja de tucanes!!! Qué porte y qué colores!!!

Estábamos tan entretenidos que el tiempo pasó volando. La estación de tren, a la derecha, fue el anuncio de que habíamos llegado a destino. A pocos metros de ahí partía el sendero Garganta del Diablo, conformado por unos 1100 metros de pasarelas metálicas sobre el lecho del río. Mientras caminábamos notamos los vestigios del viejo entablado de madera destruido por algún temporal. Al verlo, no pudimos evitar pensar cómo lo habrían construido, considerando las dificultades para trabajar en ese lugar.



La Garganta del Diablo es la primera y la más grande de las cascadas del río Iguazú. No en vano tiene una pasarela propia!!! Cuando llegamos al mirador quedamos cautivados por el gran caudal de agua que caía incesantemente; quedamos varios minutos mirando fijamente esa escena. Con cuidado sacamos los celulares y tomamos algunas fotos; era una zona de gran humedad con miles de gotitas en suspensión en el aire. Como quien no quiere despedirse, dimos media vuelta y emprendimos el regreso.



A pocos metros de reiniciar la caminata notamos el movimiento un pez a poca distancia de la pasarela… habiendo visto un rato antes un cartel con las especies locales dijimos al unísono: “un moncholo???”. Con sus largos bigotes iba nadando tranquilamente como si desconociera que a pocos metros había una tremenda catarata!!! Lo más curioso de todo fue que mientras estábamos sacándole una foto apareció un grupo de orientales que enseguida sacaron sus cámaras mientras que con gran sorpresa y excitación exclamaban “GUAUUU”, sonido que fue repetido un par de veces alentado por un par de “GUAUUU” del propio Seba.

En medio de los chinos y el moncholo comenzó a chispear, chispeo que progresivamente fue aumentando de intensidad terminando en una franca lluvia cuando estábamos en el tren rumbo a la estación principal.



Cuando descendimos del ferrocarril digno de un parque de Disney, enfilamos hacia la entrada bajo la lluvia que no parecía tener intención de parar. De camino hicimos una parada en el centro de visitantes “Yvyráretá” donde nos resguardamos un rato del agua y vimos las infografías de la fauna local, los primeros habitantes, las misiones jesuíticas y los inmigrantes. En este caso la expectativa nos jugó en contra. Habíamos leído críticas muy buenas del centro de visitante, y teniendo el dato que tomaba al menos 30 minutos recorrerlo, nos habíamos hecho la idea de que era una muestra más grande y con otro tipo de material didáctico más allá de los grandes paneles de información.

En el mismo lugar donde habíamos bajado del micro a la mañana fuimos a tomar el que nos iba a regresar a la ciudad. Teníamos muchas ganas de volver al departamento a tomar unos mates calentitos con chipas.

Datos útiles (Mayo 2017):
  • Si van volver a visitar el parque, ni bien salen tienen que pasar por las ventanillas para que les pongan un sello en el ticket usado. De esa manera, presentándolo al día siguiente tienen asegurado un 50% de descuento en la entrada del segundo día.

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