Finalmente
llegamos al puente de Carlos, el más antiguo de la ciudad, que conecta Old Town
con Malá Strana. Tiene una longitud de 516 metros y un ancho de 10 metros.
Alberga una colección de esculturas, y varios pintores y vendedores de
chucherías. Había artistas que en 20’ te hacían un retrato, y entre 5 y 7’
caricaturas. No sé si alguien se animó a posar para ellos, pero las imágenes
que tenían colgados de muestra teóricamente de gente famosa, en la mayoría de
los casos nos resultaron ignotas, eran todas las imágenes bastante parecidas y
con la misma mirada. No les dimos la oportunidad de que nos retrataran. Entre
oriental y oriental que pasaba con una gran máquina de fotos inserta al
esternón, conseguimos sacar alguna fotografía. Desde ahí tuvimos una vista muy
bonita del río y las construcciones que estaban a ambos lados del mismo,
incluyendo el castillo.
Castillo desde el Puente de Carlos |
Tras
cruzar el puente dimos una vuelta, llegando al arroyo Certovka o del diablo, un
pequeño afluente del Moldava, bordeado por casas; hay quienes llaman a esta
parte de la ciudad “la Venecia de Praga”. Entre el Moldava y este arroyo estaba
la isla de Kampa, con varios restaurantes y espacio verde con bancos para
sentarse. Justo cuando fuimos el día no se prestaba para sentarse ni en estos
bancos, ni en las terrazas con mesas de los restaurantes. Sospecho que debe ser
lindo en un día de sol.
Regresamos
caminando por calles menos pobladas, esas pobres paralelas a Karlova,
discriminadas por los turistas, que al estar vacías tenían mucho más encanto
que esta. No sé cuantas vueltas dimos, de un lugar a otro, hasta encontrar un
lugar para comer. Terminamos en un restaurante/ cervecería llamado U
Bubeníčků.
Cuando
ingresamos nos pareció un lugar como cualquier otro, hasta que nos sentamos y
tras leer la carta, miramos las paredes a nuestro alrededor. Estaban pintadas
con dibujos muy coloridos, que en un principio nos llamaron la atención
justamente por los colores, pero cuando miramos con más detalle nos dimos
cuenta que eran gráficos bastantes obscenos. Que desinhibidos son estos checos,
primero el museo de Sex Machines y ahora estos dibujos en las paredes…
Una de las paredes del restaurant |
Comimos
una ensalada de atún, papa, huevo y chauchas, y una pechuga con salsa de tomate,
y agua como bebida; no íbamos a empezar con cerveza desde tan temprano! Luego
de engullir el almuerzo, volvimos a Old Town.
Esta vez la idea era ir para el sector que aún no habíamos ido, el
barrio judío. Hace muchos, muchos años había visto el suplemento de viajes del
diario Clarín, donde había una imagen del cementerio judío de Praga, y recuerdo
que en ese momento había dicho, “quiero ir a ese lugar”. Así que nos adentramos
en el barrio de los rabinos y los kipa.
Nos
llamó la atención que en este lugar las tiendas de suveniers incluían
estatuillas y llaveros de rabinos y de una representación del Golem, un ser
animado fabricado a partir de materia inanimada como barro o materiales
similares, protagonista de algunas leyendas.
Para
ingresar al cementerio había que pagar una entrada, en la que también estaban
incluidas 5 sinagogas. Fuimos a la ventanilla a comprar la entrada de 300 Kč
que sólo podía ser pagada en efectivo. Con mucho dolor entregamos esas 600 Kč,
cosa que de volver el tiempo atrás no volvería a hacer.
Comenzamos
por la Pinkas Synagogue, una edificación de dos plantas, actualmente memorial
de las víctimas judías del Holocausto. En la planta baja estaban los nombres de
los fallecidos grabados en bajo relieve en las paredes; en la planta alta se
exponían dibujos teóricamente realizados por niños del campo de concentración
de Terezin.
Seguimos
con el cementerio, el Old Jewish Cemetery, cuya tumba más antigua databa de
1439. En los siglos siguientes a medida que se iba enterrando gente, por la
falta de espacio se ponía otra capa de tierra y se enterraba otra tanda. La
cantidad de tumbas estratificadas es incierta, pero se calcula en una 15000. El
último entierro fue en 1787. Entre los habitantes, el más conocido es el Rabbi
Judah Loew, que cuenta la leyenda, en el siglo XVI, creó un Golem de arcilla de
la orilla del río Moldava y le dio vida
recitando unos conjuros hebreos para tal fin. Junto con el Golem ayudó a
proteger a los judíos de Praga de ataques antisemitas.
En la
entrada del cementerio nos encontramos con un par de carteles muy curiosos. Uno
informaba que estaba prohibido sacar fotos y grabar videos en el interior,
salvo que uno pagase 40 Kč adicionales. Puedo entender que por una cuestión de
respeto hacia la gente que está enterrada ahí no se permita sacar fotos, pero
no impresionaba ser el caso. Parecería que los muertos se ofenden menos si uno
saca fotos de sus tumbas pagando previamente. El segundo cartel indicaba que
los hombres debían ingresar con una kipa. Pagando 5 Kč uno podía agarrar un
kipa de material descartable, el mismo del que están hechos los camisolines y
campos quirúrgicos, para hacer el recorrido por el cementerio sin ofender a
ningún Dios. Depositamos las 5 Kč y agarramos uno. Lentamente fuimos caminando
el corto recorrido que nos dejó en dos minutos en la puerta de salida. Esto fue
todo? Tantos años queriendo visitar el cementerio de Praga para que sea sólo un
recorrido de menos de 100 metros???
Realmente me decepcionó, esperaba algo más grande. Como nos pareció una
visita muy corta, lo volvimos a caminar para el otro lado, y nuevamente hacia
la puerta de salida. La única tumba que identificamos fue la del Rabbi, sobre
la que la gente deposita dinero como ofrenda.
Cementerio Judío de Praga |
Antes
de salir había otro cartelito donde decía que había que devolver el kipa
descartable. WTF??? Me alquilaron un pedacito de polipropileno de casi 17 cm de
diámetro por 5 Kč???
Y si
uno quería visitar el baño… a seguir poniendo coronitas!!! Las 300 Kč no
incluían el baño!!!! Menos mal que apenas habíamos tomado 500 ml de agua en el
almuerzo y la vejiga es un tanto complaciente. Seguimos a las sinagogas que nos
faltaban.
El
Ceremonial Hall que estaba incluido en la entrada estaba cerrado al público, no
obstante lo pagamos.
La
siguiente en la lista fue Klausen Synagogue, que tenía una exhibición de
objetos judíos (vestimentas para diferentes ocasiones, candelabros de Hanukkah,
copas, libros, etc.), costumbres y ceremonias, con una breve descripción tanto
en checo como en inglés de las mismas.
Las
siguientes fueron Maisel y Spanish Synagogue que aparentemente contaban la
historia de los judíos en Bohemia y Moravia. Me pareció super aburrido, y ni
siquiera las sinagogas son pintorescas como las iglesias para mirarlas desde un
lugar artístico. Lo que no faltaba en ninguna de ellas era la urna de plástico
transparente donde la gente depositaba dinero. No sé si realmente lo que estaba
en el interior había sido depositado voluntariamente por alguien o era un
señuelo diciendo “no seas miserable que el que pasó antes dejó E50!”. Hubo
alguien, que no voy a develar su identidad que dijo “qué aburrido este lugar,
ni siquiera tiene un santito”.
Luego
de esta gran decepción volvimos a dar vueltas por Old Town, plaza Wenceslao, y
por los negocios que hay frente a la misma. Estos merecen también un
comentario. Ahí hay un par de casas de cambio que cobran una comisión de
alrededor del 30% por realizar la transacción, así que si alguien tiene que
cambiar dinero, es mejor caminar y conseguir un mejor precio en los locales de
calles internas. Los checos se parecen mucho a los argentinos en algunos
aspectos.
Fuimos
a merendar a un Costas Café que estaba cerca de la plaza. Nos sentó muy bien el
cafecito con alguna bollería que no recuerdo. La vejiga también fue
feliz.
Y ahora
qué hacemos??? nos preguntamos. Volvimos una vez más a la Plaza de la Ciudad
Vieja y al Puente de Carlos!!! En un par de oportunidades que pasamos por la
torre del ayuntamiento vimos a los apóstoles, al trompetista y a la gente
asombrada.
El
puente estaba un poco más despoblado que a la mañana, pero de todas maneras la
gente pasaba en forma incesante. Ya no teníamos ningún apuro, habíamos visto
todo lo que habíamos planeado para ese día, así que nos quedamos un rato en el
puente, viendo la gente pasar, criticando a algunos y dando rienda suelta a la
imaginación.
Se nos
gastaron las suelas de las zapatillas de caminar de un lugar a otro, no podemos
decir que no caminamos Praga. Qué más podíamos hacer que ir a cenar???
Entramos
en un pequeño restaurante que vendía comida típicamente checa, Pivnice (a estar
alturas sabrán que significa cervecería) “Na Ovocném trhu” –El mercado de
Frutas-, en castellano. Decidimos probar el Goulash checo, que venía acompañado
por el “knedlíky”. El plato consistía en una salsa de tomate con mucha paprika,
5 pedacitos microscópicos de carne y algunas rebanadas de ese pan hervido
insulso, bastante escaso; menos mal que estaba el pan del “servicio de mesa”
para llenar un poco el estímago. Después no íbamos a saber si nos dolía el
estómago del hambre o de la acidez generada por la paprika. El servicio fue de lo más comunardo, pero que
aparentemente los empleados del lugar lo consideraban extraordinario, porque en
la cuenta venía incluido un 15% de tip. Después de esta experiencia evitamos
todo cartel que dijese “Typically czech”, porque era sinónimo de curro.
No puedo decir que fuimos a caminar para bajar la comida.
Simplemente voy a decir que regresamos a la plaza de la ciudad vieja, porque
Seba quería sacar algunas fotos nocturnas del lugar. Otra vez le sacó fotos al
ayuntamiento y a la Iglesia de la Virgen María ante el Týn, que en este momento
ya era tan familiar que simplemente la llamábamos Týn, “otra foto de Týn”.
Hicimos los 30 minutos de caminata obligados que nos
separaban del hotel y nos fuimos a dormir! Había que descansar porque teníamos
otro ajetreado día por delante.
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