By Sole
Retornamos al inicio del sendero haciendo el mismo recorrido que habíamos hecho previamente. Cerca del estacionamiento, había un banco de madera donde nos dispusimos a recargar energía con las provisiones que habíamos llevado. Todo el tiempo que estuvimos sentados un pájaro acostumbrado al contacto con los humanos nos atosigó! Si íbamos hacia el auto, enseguida lo teníamos caminando por el techo del mismo, volvíamos al banco, él también venía. Cuando finalmente regresamos al auto para continuar con el paseo, desapareció!
Retornamos al inicio del sendero haciendo el mismo recorrido que habíamos hecho previamente. Cerca del estacionamiento, había un banco de madera donde nos dispusimos a recargar energía con las provisiones que habíamos llevado. Todo el tiempo que estuvimos sentados un pájaro acostumbrado al contacto con los humanos nos atosigó! Si íbamos hacia el auto, enseguida lo teníamos caminando por el techo del mismo, volvíamos al banco, él también venía. Cuando finalmente regresamos al auto para continuar con el paseo, desapareció!
Volvimos al
camino principal, dirigiéndonos hacia el sitio histórico y la playa, donde
estacionamos.
A pocos metros
ya se veían las ruinas de la Calera del Palmar de origen jesuítico que estaban
delimitadas con vallas y/o alambres seguramente para evitar un mayor deterioro.
Pasando esto ya se veía la playa y el río Uruguay. Había unos bancos con vista la costa que en ese momento tenían la sombra, ideales para sentarse a tomar mate.
Ruinas de la Calera |
Decidimos
dejar el auto en este lugar y emprender el sendero que comunicaba con el Centro
de Visitantes, que en un punto se bifurcaba permitiendo hacer una caminata entre
los árboles o ir bordeando río pasando por diferentes cañoneras. Fuimos por uno
y volvimos por el otro.
En el área del
centro de visitantes, había algunas cabañas, una zona para acampar, una
proveduría con precios abusivos, y un galpón con infografía sobre la flora y
fauna del lugar.
Seba que ya
había visitado el parque en reiteradas oportunidades me había advertido sobre la
presencia de vizcachas y largatos overos. De las primeras no vimos ninguna, pero
de los segundos, sí!
La temperatura
había ascendido bastante haciendo inútiles los termos; el agua que habíamos llevado estaba caliente! Como queríamos tomar algo frío, bajamos la cabeza y sucumbimos
ante el monopolio del lugar, comprando una bebida en la proveduría. Nos sentamos
en unos de esos bancos con mesa de cemento característicos de los campings, y
nos hidratamos. A unos 2 metros teníamos una tapa de cemento bajo la cual debía
haber un pozo. Yo que no soy muy amiga de la fauna estaba super atenta, mirando
para todos lados porque no quería tener contacto alguno con esos lagartos que
había visto en fotos. "Seguramente debajo de esa tapa vive un lagarto, espero
que no salga!", vaticiné. Como no podía ser de otra manera a los pocos minutos el
bicho salió de su guarida. "Ahhh!!! un lagarto!!!", fue lo que grité apenas lo ví, alertando a
Seba la presencia de ese horrible monstruo
prehistórico. Enseguida levanté mis pies del suelo, mirando atentamente,
dispuesta a correr ante cualquier acercamiento del lagarto. Una verdadera valiente!!! Sabía que no me iba
a hacer nada, pero igual me generaba repulsión.
Lagarto saliendo de su casa |
Al ratito se
dio media vuelta y volvió a su escondite. No le interesó lo que sucedía en el exterior.
Dimos una
vuelta más por el lugar viendo si había algo más para hacer. Caminamos hacia el
inicio del sendero El Mollar, el cual no recorrimos por desconocer si estaba
habilitado o no, dado que en la entrada al mismo había una barrera (tal vez solo
era para impedir el tránsito vehicular). Cuando ingresamos al parque nos
informaron que el camino al Mirador del arroyo Los Loros no se encontraba
habilitado, pero nada sobre este.
Cerca de la
entrada al sendero el Mollar, de un gran caño salió un gran lagarto, que me
produjo aún más rechazo que el anterior. Seba muy entusiasmado quería acercarse
para sacarle fotos, mientras que yo cada vez me alejaba más. Luego de hacer su
aparición, caminó unos metros por el pasto hasta llegar a una zona soleada donde
se quedó quieto asoleándose.
Volvimos por
el camino de las cañoneras hacia el auto. En el trayecto vimos 2 "hermosos"
lagartos más.
Lagarto tomando sol |
Vista desde una cañonera |
Aun era
temprano y el día estaba divino. Decidimos volver al estacionamiento del mirador
de La Glorieta, pero esta vez manejé yo! Había muy pocos autos, lo
que lo hacía un bueno lugar para el hacer uso del casi inutilizado registro de
conducir. Sin chocar, pisar humanos ni carpinchos, recorrí todo el camino
principal hasta llegar a la entrada. Ups!!! tan concentrados estábamos en lo que
yo estaba haciendo frente al volante que no vimos la entrada al mirador. Media
vuelta. De nuevo el mismo caminito hasta llegar al lugar que nos habíamos puesto
como destino. Tomamos unos mates y las nubes nos advirtieron que era una buena
idea volver a Colón. Había lluvias anunciadas para esa noche...
anterior/ siguiente
anterior/ siguiente
No hay comentarios:
Publicar un comentario