Mayo 2012
A las 5:30 hs sonó el despertador! Mmm, no estábamos de vacaciones??? Como pudimos nos
levantamos, inundamos el baño y salimos hacia la estación. El desayuno no
estaba incluido en el precio de la habitación, tenía un costo adicional de E10
por persona. Olvídalo! Pasamos por el Mc Donald’s que teníamos a una cuadra, pero aún estaba cerrado. Seguimos caminando. Atravesamos la
plaza, que a esa hora estaba desierta y compramos un café con una bollería en
la estación. Validamos el pasaje y nos sentamos en nuestro asiento a desayunar
mientras esperábamos la partida.
Tras 2:25
hs, y haber parado en varias estaciones intermedias llegamos a la estación
Venezia Santa Lucia, apenas eran las 9 de la mañana! Bajamos del tren y ya
estábamos en la Venecia que tanto habíamos visto en películas y fotos!
Intentamos conseguir un mapa en la oficina de turismo, pero dejamos de hacer la
fila para ingresar a la misma cuando leímos en una de las paredes el cartel que decía que no se
entregaban mapas. Compramos uno a E2,5 en uno de los negocios vecinos que
vendían souvenirs y casualmente mapas! Unos metros más adelante ya encontramos
el primer puente, que cruzamos. Fuimos adentrándonos en las callecitas, sin
seguir el mapa, caminando a donde el camino nos llevara, en algunos casos no
había muchas posibilidades, y la ausencia de camino nos hacia retroceder y
buscar una calle que terminara en un puente. Es increíble como las casas tienen
sus cimientos en el agua y no están llenas de humedad, o al menos en su parte
externa. Había calles de diferente ancho, varias muy angostas, que abriendo mis
brazos conseguía tocar ambas paredes. Desde ya que no había diferencia entre
calle y vereda, era todo suelo de piedra o adoquines peatonal. Al lado de
algunas casas se veían aparcadas lanchas, como si fuese el auto en el garaje.
Cada tanto nos cruzábamos con los carteles amarillos colocados en las paredes con
la inscripción “Per Rialto” o “Per S. Marco”, que iban indicando el camino
hacia esas atracciones.
Por una de las callecitas... |
A
medida que nos fuimos acercando al Ponte di Rialto, el más importante de
la ciudad, fue aumentando la cantidad de negocios. De hecho, el puente era tan
ancho, que en su centro albergaba dos hileras de negocios que vendían
principalmente souvenirs. A los recuerdos clásicos se sumaban acá las máscaras
del carnaval de Venecia, góndolas, y colgantes en cristal de Murano. Ya habría
tiempo para comprar.
Debajo
del Ponte di Rialto estaba el Gran Canal, que como su nombre lo indica era el
“gran Canal”. Acá el tránsito de
góndolas y lanchas de todo tamaño era más intenso, sería como una avenida.
Mientras estábamos sacando una foto, pasó una “lancha ambulancia” con sirena
encendida a toda velocidad, generando un gran movimiento de agua, que fue
fácilmente perceptible en las góndolas cuyos movimientos oscilatorios fueron
más intensos.
Rialto sobre el Gran Canal |
Ya del
otro lado del Rialto seguimos caminando hacia Piazza San Marco, el centro de
Venecia. Ahí nos encontramos con toda la gente que no habíamos visto en el
resto de las calles. La masa de gente hacía fila para ingresar a las diferentes
atracciones que rodeaban la plaza: la Basílica y el campanario del mismo nombre,
el Palacio Ducal, y la torre del reloj.
Además
de gente, había muchas palomas demasiado sociables. Cuando alguien les
daba de comer, lo rodeaban y hasta se posaban en su mano! Algunos padres
entretenían a sus niños con estas aves tan poco atractivas. Dada mi aversión habitual a las mismas, evité todo contacto con ellas.
En los
alrededores de Piazza San Marco estaba prohibido sentarse en el piso,
incluidas escalinatas o escalones. De igual manera no estaba permitido ir
vestido indecorosamente con el torso desnudo o comer en el lugar. No bien
alguien cometía alguna de estas infracciones del código de ética local, venía
gente de seguridad para modificar la actitud del infractor. Había un par de
carteles que informaban las prohibiciones.
A unos
metros de la plaza, pudimos observar el Puente de los Suspiros o Ponte dei Sospiri,
que antiguamente unía el Palacio Ducal con la prisión. Según cuenta la historia, el puente debe su
nombre a los suspiros de los prisioneros que desde ahí veían por última vez el
mar.
Volvimos
a la Piazza, sacamos algunas fotos, giramos a la izquierda y continuamos caminando
hacia ese lado, metiéndonos en más callecitas no tan pobladas. En la caminata
nos cruzamos con algunos infortunados que paseaban sus valijas por el lugar,
tal vez buscando un hotel o tal vez buscando la estación de tren tras haber realizado el check out. Qué
complicado caminar por Venecia con las valijas, teniendo que subir y bajar
varios escalones en cada puentecito! Pudimos ver después que otros pagaban a
una lancha para que les transportasen el equipaje hasta su alojamiento.
En uno de los tantos puentecitos |
Llegamos
caminando hasta la galería de la Academia, donde dimos media vuelta y
emprendimos el regreso hacia la zona del Rialto. Volvimos a cruzar lentamente
el puente que nos había conducido a ese sector de tierra, disfrutando del
paisaje. Ahí nos cruzamos con el oriental de la ensalada de fruta. Como si fuese
un objeto extraño y fuera de lo habitual, apoyó el vaso que contenía las frutas
en la baranda del puente y le sacó mínimamente 10 fotos de todos los ángulos
posibles. O bien era un fotógrafo que quería capturar la esencia de esa
ensalada, inspirado, luego de haber visitado la galería de arte o bien alguien
que nunca en su vida vio un trozo de manzana, naranja, sandía y una rebanada de kiwi
juntos en un mismo vaso de plástico! Mientras observábamos esto, a unos pocos
metros se escuchaba a un par de personas queriendo regatear un viaje en
góndola; el gondoliere se negaba a cobrar menos de E80.
Se
estaba haciendo el horario del almuerzo, apenas habíamos comido unas galletitas
en una plaza donde sí estaba permitido el consumo de alimentos y sentarse en
el piso. Comenzamos a buscar algún lugar donde comprar algún sándwich o algo
que pudiéramos comer sin necesidad de sentarnos en una mesa. Sin convencernos
nada, terminamos en el mercado de Rialto, donde había puestos que vendían
frutas, verduras, pescados frescos y flores. Compramos maníes y una bandeja
de frutillas, que enjuagamos en un bebedero al lado del mercado. No sentamos en
un escalón, frente a una pequeña piazza donde había un par de restaurantes con
mesas en la calle, y varias personas comiendo y tomando alguna bebida
alcohólica en copas de parados, frente al Gran Canal.
Aún no
hemos encontrado frutillas mejores a las que comimos en esa oportunidad,
grandes, rojas, en su punto justo de maduración, sabrosas, podríamos decir, que
eran las frutillas perfectas. Terminamos almorzando frutillas con maníes
mirando el Gran Canal. Al lado se nos sentaron dos niños ingleses a comer
duraznos.
La
tarde trascurrió caminando, entrando en algunos locales que vendían souvenirs
donde compramos algún imán, llaveros y un par de colgantes de cristal de murano
para regalar. Hasta pasamos por el hospital, que tenía aparcadas varias lanchas
ambulancias de diferentes tamaños. En la isla de San Michele, curiosamente
frente al mismo, se encontraba el cementerio. En este punto podemos decir que la
gente de Venecia es muy práctica, o bien el paciente se va a de alta caminando
o sale en lanchita hacia la isla de enfrente.
Antes de enfilar hacia la estación, nos
detuvimos en alguna calle, que no tengo la más mínima idea donde estaba
ubicada, y compramos un gelato. A estas alturas Seba era un experto hablando en
italiano. “Voglio un gelato di fragola e cioccolato”. Hasta ahí todo bien! El
problema vino cuando pidió una cucharita adicional, “una cuchiara, per favore”.
La empleada interpretó lo que quiso decir, pero no pudo evitar reírse.
Guiados
por los carteles que indicaban el camino hacia Santa Lucia, llegamos a la
estación. Aún faltaba un rato para el horario de partida, tiempo suficiente
para hacer uso del baño más caro del viaje: 1E!
El tren
partió repleto, con gente parada. Era un servicio más económico que el de la
ida, en un tren más viejo, que tenía más paradas intermedias y en consecuencia
tardaba más. Habiendo tardado una hora más que a la ida, llegamos cerca de las
21 hs a Milano.
Antes de volver al hotel hicimos una parada en el Mc Donald's, el mismo que a la mañana estaba cerrado, para comer un Big Mac; el primero y último en mucho tiempo. Agotados regresamos al hotel.
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