Abril 2012
El domingo al medio día nuestro avión partió de Buenos Aires. Tras unas 13 hs de apacible vuelo llegamos a nuestro destino: Roma!
El domingo al medio día nuestro avión partió de Buenos Aires. Tras unas 13 hs de apacible vuelo llegamos a nuestro destino: Roma!
Ya en el aeropuerto tuvimos el primer contacto con la horda de turistas de
varias nacionalidades. Hicimos migraciones, la gente con pasaporte de la Unión
Europea por un lado y la masa por el otro.
Yo pasé por la ventanilla de Unión Europea a la velocidad de la luz, prácticamente sin que me contestaran el "ciao", y mucho menos me pusieran un sello en el pasaporte. Seba quedó haciendo la fila larga.
Para no perder tiempo fui a esperar las valijas al carrousel. Primero llegó la de él; mientras esperaba la mía sentí una vibración, que supuse que venía del piso por el funcionamiento de la cinta transportadora. Agarré la mía y me aparté a un costado a esperar a Seba que seguía esperando para entrar al país.
Quédense tranquilos! lo dejaron entrar sin problemas! Los dos ya dentro de Italia, fuimos cada uno con su valija hacia la estación de tren. Cuando llegamos ahí, Seba también notó una vibración: "la valija vibra!!!, uy! será la máquina de cortar el pelo???". Efectivamente la podadora de cabello, que él había cargado antes de salir para no llevar el cargador, se había encendido y hacía vibrar toda la valija. Afortunadamente tenía el plástico protector colocado y no cortó nada!
Tomamos el tren común de E8 que hacía el recorrido Fiumicino- Roma, parando en varias estaciones intermedias.
Yo pasé por la ventanilla de Unión Europea a la velocidad de la luz, prácticamente sin que me contestaran el "ciao", y mucho menos me pusieran un sello en el pasaporte. Seba quedó haciendo la fila larga.
Para no perder tiempo fui a esperar las valijas al carrousel. Primero llegó la de él; mientras esperaba la mía sentí una vibración, que supuse que venía del piso por el funcionamiento de la cinta transportadora. Agarré la mía y me aparté a un costado a esperar a Seba que seguía esperando para entrar al país.
Quédense tranquilos! lo dejaron entrar sin problemas! Los dos ya dentro de Italia, fuimos cada uno con su valija hacia la estación de tren. Cuando llegamos ahí, Seba también notó una vibración: "la valija vibra!!!, uy! será la máquina de cortar el pelo???". Efectivamente la podadora de cabello, que él había cargado antes de salir para no llevar el cargador, se había encendido y hacía vibrar toda la valija. Afortunadamente tenía el plástico protector colocado y no cortó nada!
Tomamos el tren común de E8 que hacía el recorrido Fiumicino- Roma, parando en varias estaciones intermedias.
Bajamos en Tuscolana, donde salimos por primera vez a las calles de Roma.
Mmm, pero dónde esta la estación de subte??? teníamos que hacer combinación con
la línea A de metro para poder llegar a nuestro alojamiento.
Con un muy rudimentario italiano preguntamos a un par de personas "Dove se
trova la metropolitana?". Una señora que paseaba un perro, muy amablemente nos
contestó y hasta nos advirtió que cuidásemos nuestras pertenencias.
Caminamos unos 150 metros con mochila y valija en mano, hasta encontrar la
entrada a la estación. Sacamos el boleto de E1 y en pocos minutos llegamos a la
estación Vittorio Emanuele.
Finalmente llegamos al Bed & Breakfast que habíamos reservado por
Internet. Como era temprano para hacer el chek in, dejamos las valijas ahí y
salimos a pasear.
No bien comenzamos a caminar pudimos corroborar lo que habíamos leído
previamente en Internet: la calle se cruza a lo kamikaze. Pocos semáforos y
muchos Schumacher al volante! Era cuestión de acercarse a una senda peatonal,
mirar hacia los dos lados, ver que el auto más cercano estuviese por lo menos a
unos 50 metros y desde ya que no fuese un taxi, y recién ahí se largaba la carrera
de los 30 metros llanos hacia el otro extremo de la calle!!! Afortunadamente
sobrevivimos sin sufrir ningún accidente!!! De ahí quedó la frase "cruzar la calle a lo romano".
Nos dirigimos hacia lo más cercano que teníamos cerca de nuestro alojamiento,
la iglesia Santa Maria Maggiore. Es impresionante el trabajo que tiene hecho en
sus techos. De todas maneras lo que más me llamo la atención de esta iglesia fue que tenía
confesionarios con carteles con el idioma en el que confesaba el
sacerdote: italiano, inglés, español, alemán, etc.
Una vez en la calle decidimos continuar nuestro camino hacia el lado del
Coliseo. Ibamos recorriendo las angostas y retorcidas callecitas de Roma, viendo
los pequeños autos que abundan en la ciudad (nunca había visto tantos Smart juntos en mi vida!), subiendo y bajando escalones,
cuando de repente se apareció ante nuestros ojos el imponente Coliseo. Uno lo ha
visto mil veces en fotos y películas, pero fue realmente impactante verlo por
primera vez en vivo y en directo. Ahí vino la primera tanda de fotos, pero no la última.
En este momento ya estaba bastante nublado y había comenzado a chispear.
Volvimos al alojamiento a hacer el check in.
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