Mayo 2012
El tren nos dejó en la estación Bari Centrale, ubicada en la zona moderna de la ciudad. Con las valijas a cuesta, caminamos hacia Corso Vittorio Emanuele II, avenida que marcaba el límite con la ciudad antigua. Dejamos atrás la civilización, y entremos en el túnel del tiempo. Es increíble como cambia todo con solo cruzar una calle!
El tren nos dejó en la estación Bari Centrale, ubicada en la zona moderna de la ciudad. Con las valijas a cuesta, caminamos hacia Corso Vittorio Emanuele II, avenida que marcaba el límite con la ciudad antigua. Dejamos atrás la civilización, y entremos en el túnel del tiempo. Es increíble como cambia todo con solo cruzar una calle!
Comenzamos a caminar por callecitas angostas, adoquinadas,
donde sólo podían circular motos y bicicletas. Casas antiguas, con ventanas y
balcones con flores y ropa tendida, y santuarios instalados en algunas fachadas,
creaban un ambiente de ensueño.
Caminamos un rato sin rumbo, perdiéndonos en las calles
enrevesadas en busca de un lugar donde sentarnos a comer. A medida que iba
pasando la hora iba disminuyendo la cantidad de gente en la calle. Tras dar la
vuelta a toda la península, terminamos en la Piazza del Ferrarese, donde
nos atrajo un pequeño restaurante llamado La Locanda di Federico, donde
había bastantes comensales.
Leímos la carta en inglés e italiano, resultándome muy
difícil la elección del plato. La mayoría parecía tener algún tipo de animal en
su interior, incluyendo caballo y grillos. Ante cualquier error de traducción
que terminase con un insecto en mi plato, no quedó otra que pedir ñoquis con
salsa de tomate y muzzarella. Seba no tuvo tanto problema, y eligió "calamarata con i frutti di mare", unos fideos en forma de anillos de
calamar, que hacían de cementerio de varios bichitos de mar. El postre fue
discreto, frutta di stagione. Comimos muy lentamente, disfrutando del lugar; aún
teníamos unas cuentas horas para pasear con las valijas por la
ciudad.
Con el estómago lleno, volvimos al ruedo! No queríamos
caminar demasiado porque parecía que todo el mundo dormía la siesta, y las
rueditas de las valijas hacían bastante ruido contra el piso de piedra.
Corríamos el riesgo que alguien nos tirase un baldazo de agua fría desde una
ventana…
Visitamos la iglesia San Nicolás, el patrono de la ciudad.
Si bien también está la catedral, esta impresionaba ser la iglesia más
importante. En su interior se encuentra la reliquia de San Nicolás de
Bari.
Como en los días siguientes iba a haber una festividad,
estaban ornamentando las calles con luces y carteles. Los encargados de realizar
estos trabajos eran los únicos que estaban dando vueltas por
ahí.
Cuando nos fuimos acercando a las 5 de la tarde, la gente
comenzó a salir de sus casas, los niños a jugar en las calles, y la gente mayor
salió con sus sillas a las puertas de sus viviendas. Las calles comenzaron a cobrar
vida. Creo que de tanto caminar, por algunos lugares pasamos media docena de
veces…
Al estar rodeada de mar, como es de esperar, hay una costanera muy bonita con bancos para sentarse. En el sector donde estuvimos no se veía ninguna playa, sino que sólo agua con algunos veleros amarrados. También caminamos algunos metros viendo la costa.
Al estar rodeada de mar, como es de esperar, hay una costanera muy bonita con bancos para sentarse. En el sector donde estuvimos no se veía ninguna playa, sino que sólo agua con algunos veleros amarrados. También caminamos algunos metros viendo la costa.
Ya se acercaba la hora de la merienda, y el estómago
estaba reclamando alimento… qué mejor que comer un helado??? No dejamos pasar la
oportunidad y compramos gelato. Nos sentamos al sol, frente a la iglesia
San Nicolás a degustarlo. Nos entretuvimos viendo a la gente pasar, analizando
la logística de una pareja de mendigos, que como en todo el mundo no podían
faltar en la puerta de la iglesia, y escuchando discutir sobre fútbol a un grupo
de lugareños.
Antes de ir hacia el ferry, entramos en una pequeña
despensa a comprar pan y fiambre para un sándwich. Esta fue una de las compras
más complicada donde tuvimos que utilizar nuestras limitadas destrezas en el
idioma italiano, para pedir los ingredientes y pedirle que armara un sándwich.
Lo logramos!!! No sé que clase de fiambre nos dió en lugar de jamón cocido, pero
era bastante oloroso. Cada vez que abría la mochila donde los habíamos colocado,
salía olor a fiambrería.
Como todas las provisiones para el viaje, nos fuimos hacia
el Molo San Vito 4, desde donde partiría en algunas horas el
ferry.
Como era temprano, el lugar estaba prácticamente desierto.
Buscamos las ventanillas de Jadrolinija para obtener los pasajes con los datos
que habíamos recibido por e-mail cuando habíamos realizado la compra. Averiguar
algo ahí fue más difícil que comprar en la fiambrería. El empleado hablaba
croata y un poco de italiano, y muchísimo menos de inglés. Sólo fue capaz de
decirnos que teníamos que buscar a “Marisabel” o tal vez “Maria Isabel”, y nos
dio una indicación, que nos condujo a la calle nuevamente. Antes de que
saliéramos del edificio nos interceptó un empleado de mantenimiento del lugar, y
nos indicó que teníamos que tomar un bus/ van que pasaba cada 30 minutos para ir
a otro muelle a realizar el canje de pasajes. En nuestra misma situación había
un par de personas más, que estaban formando una fila para tomar el
bus.
Pasados unos 5 minutos, apareció el micro, al cual subimos
y nos llevó a otro muelle que estaba ubicado a unos 15 minutos de San Vito 4.
Cuando bajamos, nos juntamos a la fila de gente que aguardaba la apertura de la
ventanilla.
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