Ya fuera del Coliseo tomamos la Via dei Fiori
Imperiali hacia Via Cavour. Aún no habíamos almorzado: estábamos
hambrientos! Pasamos un par de restaurantes con mesas en la calle, hasta llegar
a un pequeño local que vendía sándwiches. Entramos y en un rudimentario italiano
preguntamos que opciones de paninni había. No sé como terminamos con un
sándwich de espinaca, queso y “porchetta”. No teníamos idea que era ese
fiambre con una rama de romero en su interior que el italiano que nos atendió
cortó con la misma mano sucia con la que posteriormente nos tomó el
dinero.
Partimos con nuestra porchetta hacia una placita de cemento frente al Foro, al lado del mercado Traiano. Finalmente nos sentamos a comer y descansar un poco, mientras observábamos los extraños movimientos de un grupo de vendedores africanos de carteras, paraguas y otros productos, que parecían estar atentos a la llegada de algún control. Descubrimos acá los bebederos de agua potable, que después constatamos que estaban distribuidos por toda la ciudad.
Partimos con nuestra porchetta hacia una placita de cemento frente al Foro, al lado del mercado Traiano. Finalmente nos sentamos a comer y descansar un poco, mientras observábamos los extraños movimientos de un grupo de vendedores africanos de carteras, paraguas y otros productos, que parecían estar atentos a la llegada de algún control. Descubrimos acá los bebederos de agua potable, que después constatamos que estaban distribuidos por toda la ciudad.
Con la panza llena, continuamos caminando por la Via
dei Fori Imperiali hacia el imponente monumento a Vittorio Emanuele II,
conocido como la máquina de escribir, y el Campidoglio.
Subimos una escalinata que nos condujo a la Piazza Campidoglio, diseñanada por Miguel Angel, delimitada por el Palazzo dei Conservatori, el Palazzo Nuovo y el Palazzo Senatorio. No ingresamos a ninguno de estos edificios ya que las descripciones que habíamos leídos previo al viaje no nos habían resultado muy atractivas. Fuimos directo a lo mejor que tiene el lugar, una especie de terraza con una excelente vista del Foro con el Coliseo de fondo. Vale la pena subir cada uno de los escalones de esa larga escalera para ver esto!
Cuando recobramos la fuerza, emprendimos el regreso, visitando en el camino el Foro, también incluido en la entrada que habíamos sacado.
La verdad, sin tener una guía que explicase lo que uno estaba viendo, el Foro resultó bastante aburrido. Sacando el arco de Tito, para ver el resto de las edificaciones hay que usar demasiado la imaginación, al igual que con el Palatino. Tal vez el cansancio que teníamos ayudó a quitarnos el interés.
Subimos una escalinata que nos condujo a la Piazza Campidoglio, diseñanada por Miguel Angel, delimitada por el Palazzo dei Conservatori, el Palazzo Nuovo y el Palazzo Senatorio. No ingresamos a ninguno de estos edificios ya que las descripciones que habíamos leídos previo al viaje no nos habían resultado muy atractivas. Fuimos directo a lo mejor que tiene el lugar, una especie de terraza con una excelente vista del Foro con el Coliseo de fondo. Vale la pena subir cada uno de los escalones de esa larga escalera para ver esto!
Cuando recobramos la fuerza, emprendimos el regreso, visitando en el camino el Foro, también incluido en la entrada que habíamos sacado.
La verdad, sin tener una guía que explicase lo que uno estaba viendo, el Foro resultó bastante aburrido. Sacando el arco de Tito, para ver el resto de las edificaciones hay que usar demasiado la imaginación, al igual que con el Palatino. Tal vez el cansancio que teníamos ayudó a quitarnos el interés.
Antes de regresar al hotel, nos desviamos hacia la
Piazza San Giovanni in Laterano, frente a la iglesia homónima. Volvimos
por la Vía Merulana.
Qué primer día cansador habíamos tenido! Nada mejor que
terminarlo con una rica cena! Sin muchas ganas de caminar, nos sentamos una
pequeña trattoria llamada La Vecchia Conca. Un lugar tranquilo, sin mucha
gente en ese momento, tal vez porque aún no eran las 8 de la noche. En un rincón había una pecera con langostas, que seguramente en un futuro no muy lejano iban a formar parte
del plato de algún comensal. Nos decidimos a probar las famosas pizzas
italianas. A diferencia de lo que estamos acostumbrados en Argentina, en Italia
se pide una pizza por persona, ya que son super finas. Pedí la opción más
sencilla para no innovar demasiado, una pizza “Margherita”, la clásica
muzzarella de Buenos Aires, y Seba ordenó una “quattro formaggi”. Sin ser
la mejor pizza que habíamos comido en nuestras vidas, estuvo bien y no quedaron
ni las migas.
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