Luego de descansar un rato no muy largo volvimos a
salir.
En primera instancia nos dirigimos a la iglesia San
Pietro in Vincoli, que alberga al Moisés de Miguel Angel y las cadenas con
las que fue encadenado San Pedro. Absolutamente recomendable! Si uno tiene que elegir
una sola iglesia para visitar en Roma, definitivamente es esta. Con una monedita
la escultura se ilumina y uno puede observar la magnífica obra de Michelangelo a
pocos metros de distancia.
Al salir fuimos hacia Via Cavour, la cual cruzamos tomando Salita
Borgia. Ahí hicimos un stop en una gelateria! Si!!! Nuestro primer
gelato italiano!!!! Pedimos helado de chocolate extra dark (chocolate
amargo) y nocciola (avellana). Riquísimo!!! Todos los helados que fuimos
probando fueron uno mejor que el otro, incluso los sabores frutales. Tenían una
consistencia más cremosa y un sabor más intenso que los que solemos comer acá.
Para degustar el helado nos sentamos en uno de los bancos de cemento de la
Piazza della Madonna dei Monti que estaba a escasos metros. En este
momento la lluvia era un recuerdo, del que sólo quedan pequeños charquitos en
algunas piedras. El sol comenzaba a brillar nuevamente.
Seguimos por la Via del Boschetto, y luego la
Nazionale. En estas calles fueron apareciendo varios locales de ropa de
segundas marcas con precios bastante accesibles. No nos detuvimos a comprar.
Luego de caminar dos cuadras de la Via delle Quattro Fontane, pasamos por
las cuatro fuentes, que no son más que unas pequeñas fontanas construidas en las
ochavas de cuatro esquinas enfrentadas entre sí. Terminamos desembocando en la
Piazza Barberini donde se encuentra la Fontana del Tritone, obra
de Gian Lorenzo Bernini. Tras tomar la foto correspondiente, continuamos por
Vía Vittorio Veneto donde comenzaron a aparecer majestuosos edificios y
los hoteles de mayor categoría, que aún no habíamos visto en
Roma.
Por Via de Ludovisi desembocamos en Trinità dei
Monti. Si! Nuevamente en Piazza di Spagna, pero con un panorama
bastante diferente al que habíamos tenido en la mañana. La tranquilidad que
pudimos experimentar previamente ya no existía. La gente emanaba de todos los
rincones, y formaba una tupida alfombra que cubría las escalinatas. Por primera
vez no nos apartamos de la masa, y nos sentamos ahí. No sólo descansamos sino
que también pudimos observar las peculiaridades de los personajes que iban
pasando a nuestro lado: gente vestida extravagantemente, parejas de todo tipo y
color, orientales cargados de bolsas de Gucci, Dolce & Gabbana, Louis
Vuitton, etc, etc, etc.
No dejamos pasar la oportunidad de caminar por Vía Condotti, la calle
que alberga los locales de las grandes marcas, esos que resultan bastante
inaccesibles para la mayoría de los vivientes. Doblamos en Vía del Corso
donde encontramos los negocios de ropa deportiva, donde Seba no pudo resistir la
tentación y entró a mirar camisetas de fútbol. No faltó su clásica frase
respecto a la indumentaria futbolística: “Linda pilcha!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario