Luego de realizar el check in, salimos con el objetivo de visitar el Coliseo, el Foro y el Palatino. A medida que nos íbamos acercando a la zona arqueológica cada vez era mayor la cantidad de gente. Pocas veces había visto aglomeraciones de tal magnitud.
Siguiendo los consejos leídos en un blog, fuimos a sacar
la entrada al Palatino, donde la fila era considerablemente más corta
comparándola con la del Coliseo. Uno puede comprar la entrada conjunta para los
tres lugares, en cualquiera de estos. Pagamos los E12 e ingresamos al
Palatino.
El Palatino es un conjunto de restos arqueológico que
hay que mirar con algo de imaginación. Se encuentra en una zona elevada, más
precisamente sobre el Monte Palatino, una de
las siete colinas de la
Roma antigua.
Cuenta la leyenda que la cueva en la que vivía Luperca,
la loba que cuidó de Rómulo y Remo, se encontraba situada en el Monte Palatino.
Cuando los hermanos crecieron decidieron formar una ciudad a orillas del río,
pero al no ponerse de acuerdo, Rómulo mató a Remo y fundó la ciudad de
Roma.
Tiempo más tarde los ciudadanos romanos pertenecientes a
la clase alta se instalaron en este monte, construyendo suntuosos palacios, de
los que aún se conservan algunos vestigios.
Volviendo a la actualidad, hicimos el recorrido por este
lugar por nuestra cuenta sin contar con un guía humano o una audioguía.
Básicamente lo recorrimos leyendo los carteles informativos que íbamos
encontrando a nuestro paso; tal vez por esto la mayor parte de los restos que
vimos, simplemente eran restos sin ninguna importancia. A pesar de esto, nos
fuimos muy conformes del lugar porque las vistas que se obtienen desde ahí del
Coliseo y Foro romano son excelentes. Al estar sobreelevado se pueden sacar
fotos con el Coliseo de fondo sin que salgan las cientos de personas que están
en la entrada.
También dentro de este lugar hay un jardín muy hermoso,
muy bien cuidado, con un muy rico aroma producto de algunas de las flores
florecientes de primavera.
Salimos de ahí, pasamos junto al arco de Constantino, que
está entre el Foro-Palatino y Coliseo, rumbo a este último. A pesar de haber
ingresado por la entrada para los que ya tenían su entrada en mano o el
Romapass, el acceso al interior fue caótico. La masa de gente confluía en un
embudo determinado por un par de molinetes. La desorganización era tal que me
dio la sensación de estar entrando en una cancha de fútbol, donde entraba
primero el más corpulento o el que mejor empujaba. No cuesta nada poner un par
de sogas y organizar una fila para que cada persona vaya entrando en forma
civilizada.
Una vez adentro, el lugar resulta imponente,
impresionante. Difícil imaginar como los romanos construyeron semejante obra
arquitectónica con las maquinarias que disponían en su
momento.
El Coliseo, construido entre los años 72 y 80 dc, tenía
espacio para 70.000 espectadores, que asistían a combates entre gladiadores, a
cazas de animales salvajes y, al principio, a batallas navales en las que la
arena se llenaba de agua, transformándose en un lago artificial. Actualmente
alejado de la crueldad de antaño, vale la pena visitarlo a pesar de la cantidad
de gente!!!
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