Enero 2011
Nos levantamos a
las 8, con el sol que entraba por la ventana.
A las 8:45 ya estábamos desayunando, con todo
preparado para salir. Ese día teníamos planeado ir al Cajón del Río Azul. Siii!!! El mismo río de todos los días anteriores.
Estaba la posibilidad de ir en colectivo,
pero los horarios no nos resultaron muy convenientes, así que a las 9:15
tomamos un remis hacia “Wharton”.
Durante el desayuno ya habíamos visto que el
cielo se iba cubriendo de nubes que venían del oeste. Ya en Wharton el cielo
estaba totalmente cubierto y había bastante viento. No nos quedaba mucho tiempo
en El Bolsón, así que no podíamos desaprovechar el día.
A las 9:45 empezamos a bajar hacia el río
Azul por un camino de ripio para 4x4. A pocos metros de comenzar la caminata
tuvimos que esquivar otro dogo blanco, asesino, como el que casi nos comió días
atrás.
Pasada la pesadilla canina, esta vez sin
riesgo de vida, comienzo a sentir que caía agua, “está chispeando”, le digo a
Seba… a los minutos ya lloviznaba copiosamente, y nos tuvimos que poner las
camperas Powder sobre la primera capa; guardamos la segunda capa en las
mochilas.
Al llegar al río, nos paramos bajo el ciprés, que terminó siendo "el ciprés de las malas decisiones" y esperamos para ver si escampaba. Ahí nos preguntamos "seguimos???", "volvemos???", "seguirá lloviendo???", "será sólo una nube pasajera???". Cuando paró un
poquito decidimos avanzar, tal vez paraba definitivamente... tal vez no. Tuvimos que esquivar unos aspersores que estaban
funcionando a pesar de la lluvia.
Llegamos a la confluencia entre el río Azul y
el arroyo Blanco. Cruzamos la primera pasarela (la que cuelga sobre el arroyo Blanco)
más cortita con tablones transversales y algunos longitudinales en buen estado
(salvo un trozo de conglomerado que reemplazaba a algunas tablas
longitudinales). Primer puente del día superado, no fue tan traumático como el que tuvimos que cruzar camino al refugio Hielo Azul.
A unos 100 metros, nos encontramos con la 2º
pasarela, sobre el río Azul. Esta era terrorífica!!!! Tenía unos 30 metros de
largo, sólo con tablones transversales y unos cuantos estaban rotos!!! Seba
cruzó primero. Luego vino mi turno, respirar hondo, tomar coraje… Manos
agarradas al pasamano de alambre, un paso, otro paso, que nunca los dos pies
quedaran sobre la misma tablita. “menos mal que no llueve, no quisiera cruzar
esto con lluvia” fue lo que dije.
Encaramos el sendero caminando por ripio, un
camino por donde habitualmente circulaban 4x4 y caballos, con muchas piedras sueltas en el
ascenso. Luego de caminar unos cientos de metros, nos sentamos bajo un ciprés
para ver si continuábamos: lloviznaba bastante. Vimos pasar tres personas a
caballo que iba hacia arriba. Seguimos.
Al rato pasamos por el mirador y Seba apostó
$100 con el aire (nadie se hizo cargo de la apuesta) a que iba a seguir
lloviendo.
Cuando paramos de subir, nos fuimos metiendo
en un bosque de coihues, altos. Por la presencia de los árboles no se sentía
tanto el agua. El camino continuó muy ondulante, con subidas y bajadas. Si bien
no íbamos ascendiendo mucho en altura, si estaba el esfuerzo de ir en ascenso,
y tener el cuidado de no caer en las pendientes.
A las 10:40 cruzamos un arroyito por un
puentecito de troncos, y posteriormente pasamos por la cabaña y corrales
abandonados. Volvimos a la intemperie, el camino comenzó a acercarse al río
Azul, y el terreno se fue haciendo más plano.
Cada tanto nos cruzamos con personas que venían
cargadas con sus mochilas, carpas y demás bártulos. Todos en sentido contrario
al que íbamos nosotros.
Pasamos por el camping “La Playita”. Descendimos
hacia la playa. En esta había una cabaña (administración del camping) donde
vendían “Homemade bread and beer” según anunciaba un cartel; desde el interior
nos saludó un muchacho que nos preguntó si queríamos pasar. Le contestamos “no,
gracias, vamos a seguir caminando”. Como continuaba lloviendo solo nos
acercamos un poco a la orilla, sacamos unas fotos y seguimos.
Avanzamos por camino más plano, pasamos el
vado, y vimos a la derecha un puente colgante que iba hacia La Tronconada, un camping. Por suerte, no lo tuvimos que cruzar.
Se venía la parte difícil… en el camino
aparecieron piedras, había que treparlas si queríamos llegar al cajón. Con mi
gran habilidad tuve que sortear este obstáculo. Había sectores con piedras y
alguna escalerita de tronco para partes casi imposibles de subir, con el
precipicio en la espalda. Realmente no sé como hacía la gente para subir esto cargada
con las grandes mochilas, y no perder el equilibrio en el intento. Exigía una
gran complejidad técnica, aunque según Seba era sencillo. Cuando pasamos al día
siguiente por el Club Andino, un empleado le estaba comentando a la gente que
quería hacer el trekking, de esa parte del trayecto era “tan dificultosa y peligrosa”.
Un poco más de caminata entre tronquitos de
árboles caídos y llegamos al cajón del Azul. Este cajón es una zona estrecha
entre macizos rocosos por donde pasa el río, unos 40 metros abajo. Ahí el
color del agua se tornaba azul-nafta, diferente a lo que veníamos viendo río
abajo, donde formaba piletones intercalados con sectores con correntadas.
Una vez que cruzamos el cajón por una
pasarela de troncos, 4 longitudinales de suelo, con un pasamanos también de
troncos, llegamos a una roca más resguardada de la lluvia donde nos hidratamos
y comimos un alfajor Terrabusi de chocolate. Ya eran las 12:55.
Estaba la opción de seguir hasta el refugio
de Atilio, pero como continuaba lloviendo decidimos emprender el regreso. Ya
llevábamos un par de horas de lluvia, y cuanto más tiempo pasara mas
resbaladizo iba a estar el suelo. A las 13:00 hs partimos.
De nuevo tuvimos que enfrentarnos a las
fatídicas piedras, esta vez en sentido inverso. Algunas las bajé sentada
embarrándome un poco la cola; no me tiré como en un tobogán, sino que fue un
punto más de apoyo en algunas circunstancias. Seba las paso sin ningún problema
demostrando su gran habilidad de escalada.
En medio de la lluvia nos cruzamos con un grupo
de aventureros, o tal vez de locos, del que enamó el comentario: “vamos a
tener que dormir adentro”. Qué ganas de ir a pasar la noche a un lugar lleno de
barro y bajo la lluvia!!!
Continuaba lloviendo; por la cantidad de agua
caída el terreno se estaba tornando resbaladizo, barroso, efecto que se hacía
más evidente en las bajadas. Subidas, bajadas, pasarelas, todo de nuevo. A esta
altura ya teníamos toda la ropa mojada, y las zapatillas embarradas al igual
que los pantalones.
En el camino pasamos al lado de un grupo de 3
individuos, uno con un sombrero de paja que estaba fumando marihuana, un olor muy común
en El Bolsón.
Las nubes estaban cada vez más bajas, un poco
por encima de nuestras cabezas. Al llegar al mirador ya no se veía el paisaje
con tanta claridad como en la ida, las nubes seguían descendiendo.
El resto del camino en bajada fue muy
complicado por el barro, pegamos algunos resbalones pero logramos mantener el
equilibrio sin caer.
Prontamente llegamos al puente, pasarela de
las tablitas rotas, donde tuvimos que esperar que unas 10 personas la cruzaran.
Increíble, en el medio de la montaña teniendo que hacer fila!!!
La pesadilla se hizo realidad!!! Tenía que
cruzar el puentecito con lluvia!!! Lo atravesamos bajo la intensa agua que caía
del cielo mientras se balanceaba levemente y se inclinaba hacia uno de los
lados, cosa que se percibía más en la región central del mismo. Luego cruzamos la otra
pasarela sin problemas; tras haber cruzado las otras, esta era fácil.
Volvimos a la orilla del río, los regadores
continuaban funcionando!
La subida en el barro fue bastante cansadora,
dado que la hicimos en forma continua sin detenernos a descansar.
Llegamos a las 15:30 a lo de Wharton,
tardando unas 2 hs y media para volver. El famoso Wharton era una casita- kiosko de madera
con una barra, una salamandra y una cocina al fondo. Un hombre atendía la
caja y dispensaba algunos productos (galletitas, golosina), y una mujer
preparaba las infusiones, las tortas fritas y el pan casero en la cocina.
Llegamos empapados a este lugar.
Me saqué la campera, chorreando agua, que
había impedido que me mojara la remera que llevaba debajo. Seba no tuvo tanta
suerte y parte de un hombro y región adyacente de la espalda se encontraban
mojadas. En iguales condiciones se encontraba parte del
contenido de las mochilas; la segunda capa que habíamos guardado ahí estaba
húmeda.
El hombre, Wharton desde ahora, desde su
puesto indicó: “qué las mujeres se acerquen a la estufa que esta calentita”.
Había unas 6 o 7 personas más en iguales o peores condiciones, empapados de
pies a cabeza. Enseguida salieron varios tés, cafés, mate cocidos, se agotaron
las tortas fritas y panes. Nos tomamos un té caliente. Tenía las manos tan
frías, que el solo hecho de tocar la taza me provocaba dolor, era como tocar
algo hirviendo. Tenían una coloración blanco-rosada, con los dedos hinchados
que impedía sacarme anillos.
Warthon nos pidió un remis, tenía algún
convenio con la misma empresa que nos había llevado a la mañana, afuera del
local había un cartel que decía “pida aquí su remis”. De hecho, por la falta de
señal de celular en la zona, era la única forma de conseguir transporte. El
próximo colectivo que volvía a El Bolsón, pasaba dentro de 2 horas. Los 20
minutos que esperamos el coche permanecimos al lado de la salamandra tratando
de recuperar la temperatura corporal.
Dentro del auto nos pusimos los buzos, el mío
casi seco, el de Seba más húmedo. En el recorrido de regreso vimos que las
nubes estaban cada vez más bajas, ya no se lograba divisar la loma del medio.
Pasadas las 16 hs llegamos a la hostería. Ahí
tuvimos una merecida ducha caliente, con mate, fruta, alfajor y chocolate en la
cama viendo el Inter, va, Seba viendo el Inter.
La habitación era un desastre, había ropa
mojada esparcida por todo el piso, que debía tener loza radiante porque había
sectores calentitos.
Fuimos a cenar temprano a la cervecería El
Bolsón. Pedimos ½ pizza caprese, papas fritas que chorreaban aceite y estaban
un poco pálidas (habían olvidado escurrirlas en papel), un chop de cerveza de
frambuesa para Sole, y una negra ahumada y una rubia para Seba ($85).
Nos fuimos a dormir temprano.
Me fue muy interesante. Saqué varios datos importantes. Mañana voy a hacer la caminata. Gracias!
ResponderEliminarHola! Esperamos que te haya ayudado el relato! Qué disfrutes mucho de la caminata! Saludos
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