Enero 2011
Desayunamos.
Salimos 7:45 del hotel hacia la terminal de micros en taxi, donde tomamos un micro de Transporte Esquel hacia el Parque Nacional Los Alerces ($15 c/pasaje). Utilizamos para ingresar al parque las entradas del día anterior que tenían validez por 48 hs.
Pasadas las 9
llegamos a Villa Futalaufquen, donde estaba la intendencia del parque y una
oficina de informes donde nos registramos para realizar el trekking de Arroyo Cascada.
Nos indicaron el
recorrido que debíamos seguir y un par de tips para no perdernos.
El sendero
comenzaba a unos 200 mts del centro. Se iniciaba en unos pastizales hasta la
altura de la rodilla para luego ir apareciendo arbustos y ensanchándose un
poquito el camino. Tras una leve pendiente llegamos al mirador, desde donde tuvimos una vista panorámica de Villa Futalaufquen.
Retornando al
camino, este se dividía en dos sendas, una hacia Cerro Dedal y la otra hacia Arroyo
Cascada (sendero que recorre la ladera sur-este de este cerro). Elegimos la 2º opción, fueron apareciendo paulatinamente cañaverales de
caña colihue, que en algunos sectores conformaban una especie de túnel. Seguimos
ascendiendo, y el entorno fue cambiando hasta aparecer el bosque de cohiues.
Por momentos había pendientes más pronunciadas, tanto en subida como en bajada
sobre todo cuando nos acercábamos al arroyo. Tuvimos que cruzar los 2 brazos
del Arroyo Cascada, sobre unas precarias pasarelas de troncos! Troncos de
árboles acostados que iban de una margen a la otra del arroyo. Tal vez
viéndolas objetivamente no eran tan complicado pasar, pero fue bastante
traumático para mi! Una joda para Seba, que las pasaba de un lado a otro sin
problema. En un par de relatos que leí sobre este sendero, la gente lo marca
como lo más divertido del camino. A mi me temblaban las piernas; eran troncos
anchos, con la superficie limada, pero si tropezaba me rompía los huesos en mil pedazos.
Cada tanto
pasamos por regiones donde llegaba más el sol y crecían pastos y flores, donde
revoloteaban tábanos y abejas, que por momentos nos daban vueltas alrededor de
la cabeza con sus zumbidos molestos. No nos picaban, pero el zumbido molestaba
bastante.
Durante todo el
camino no nos cruzamos con ningún otro ser humano. Lo único que escuchábamos
era el ruido de nuestras pisadas que hacían que algunas ramitas y hojas viejas
crujieran, el ruido de agua fluyendo cuando nos acercábamos a los arroyitos y
de vez en cuando el canto de algún pájaro incluyendo algunos chucaos.
Los chucaos son
pájaros característicos de esa zona, que le deben su nombre al sonido que
emiten. Existen mitos en la región que los involucran. Uno dice que ver una de
estas aves en el recorrido da buena suerte. Hay otra teoría que habla de buen o
mal augurio dependiendo si uno escucha su canto del lado derecho o izquierdo
del camino. De escucharlo del lado izquierdo habría que dedicarle algunos
insultos al pajarito.
En una
oportunidad el silencio de la naturaleza se vio interrumpido por un
toc-toc-toc-toc. Nos quedamos quietos sin hacer ruidos para poder percibir
mejor de donde provenía. A lo lejos, a varios metros de altura en un árbol
conseguimos divisar un pájaro carpintero con un pirincho rojo en la cabeza;
rítmicamente golpeaba con su pico la madera, generando ese toc-toc-toc-toc. A
unos metros de distancia se escuchaba otro que no llegamos a ver. Estos pájaros
se alimentan de insectos, gusanos y sus larvas que encuentran debajo de las
cortezas de los árboles. Son monógamos y viven en pareja, así que solo pudimos
ver a uno de los miembros no sé si el macho o la hembra, y al otro simplemente
lo oímos.
Pasado el
arroyo, el camino fue principalmente en descenso. Antes de comenzar a bajar nos
desviamos unos metros del camino hacia un mirador, donde nos quedamos sentados
un rato, comiendo y tomando mate; espectacular vista desde la altura.
Luego del
descanso continuamos la caminata, en los últimos trayectos esquivando bosta de
animales, tal vez de caballos o vacas, de diferente tiempo de evolución, para terminar en
un alambrado que atravesamos, y que nos condujo unos metros más adelante al camino
de ripio, de unos 1,5 km, que bajo el sol que nos llevó de regreso a Villa
Futalaufquen. Volvimos al Centro de visitantes a informar que habíamos
regresado.
Fuimos los
primeros en pasar por el sendero ese día (hicimos 16 km, 4:30 hs, con varias
paradas intermedias para hidratarnos, comer galletitas, tomar mate, etc.). Era
una senda de dificultad media con pendientes suaves, en buen estado y bien
señalizado, no tuvimos mayores inconvenientes en seguirlo.
Nos compramos un
helado Block de palito, helado de chocolate con cobertura de chocolate y trocitos
de maní. Los fuimos comiendo mientras iniciábamos la siguiente caminata.
Como aun era
temprano, tomamos el sendero hacia Puerto Limonao, más sencillo, de dificultad
baja, con menos subidas y bajadas, y ya en este caso para cruzar los pequeños arroyos
había puentecitos con barandas “para mujeres”. En medio del recorrido, nos
desviamos del sendero, bajamos un poco, esquivamos un arrayán y llegamos a la
orilla del lago Futalaufquen (cada tanto había algún caminito que nos
visitantes fueron surcando y que conducían a la orilla). Nos instalamos en la
playita de piedras, ahí nos quedamos sentados, tomamos agua, comimos galletitas
y hasta Seba satisfizo su capricho de meter sus pies en el agua fría de
deshielo del lago. Después de un rato los insectos comenzaron a revolotearnos
y tuvimos que regresar al sendero. Continuamos caminando hasta Puerto Bustillo,
unos 1,5 km antes de Puerto Limonao. Volvimos por el mismo camino por el que
fuimos. Al final del recorrido nos sentamos en unas piedras y comimos frutas.
Tomamos luego el
sendero de las pinturas rupestres. Para llegar a este tuvimos que caminar 1,2
km bajo el sol por una ruta de acceso al parque de ripio. Resultó ser una senda
“para jubilados” que vienen en excursión; más nombre que otra cosa, las
pinturas eran apenas unos 2 metros de piedra con 6 dibujitos. Lo mejor del
lugar era el mirador, con vista al lago y la villa (de un ángulo diferente al
que lo habíamos visto en el primer trekking). También era de dificultad baja
con un tiempo estimado de 30 minutos.
Mientras
aguardábamos el micro de regreso, que recién pasaba a las 19 hs, estuvimos
cerca de una hora sentados en el pasto, cerca de la intendencia, tomando mate. A
menos de 50 metros de donde estábamos vimos que se reunía un grupo de gente con
atuendos poco apropiados para estar en un parque; hombres con pantalones y camisas de
vestir, mujeres con polleras, zapatos, etc. Era la inauguraron de una parte de
la senda huella andina, algunos de esos hombres resultaron ser el intendente de
Esquel y el ministro de turismo de la nación, Enrique Meyer.
A las 19 hs
tomamos el micro de regreso, llegando un rato antes de las 21 hs a la ciudad.
Fuimos a cenar nuevamente a
La luna, un lomito completo con fritas y ravioles de espinaca con salsa fileto,
agua sin gas y una Stella Artois ($119).
Dos años después íbamos a aprender que los carpinteros de pirincho colorado eran los machos (Ver entrada de Bosque de Arrayanes) -
ResponderEliminarSebas