viernes, 25 de enero de 2013

Esquel - Rafting en el río Corcovado

By Sole

Enero 2011

A las 9:30 nos pasaron a buscar para realizar la excursión que habíamos contratado “Rafting en el Corcovado”.
Fuimos los primeros en subir a la camioneta. Subieron un par de personas en Esquel, y seguimos para Trevelin donde buscamos a los últimos pasajeros. Luego tomamos un camino de ripio que nos llevaría a Corcovado. Era un grupo mixto, mitad hombres, mitad mujeres con edades que iban de 6 a unos 55 años.
Faltando 30 km para llegar al destino, en una zona con piedras sueltas en el camino, que parecían haber sido removidas recientemente, pinchamos la rueda. Seguramente algún canto filoso fue el causante de todo.
En medio de la ruta, bajamos todos de la camioneta para que el chofer, cambiase la rueda. Algún hombre se quedó mirando de cerca la operación, mientras que otros la miraron a larga distancia, no fuera a ser que pidieran ayuda!
Tras sudar un rato bajo el sol, el flaco cambió la rueda. Todos arriba para seguir viaje!
Encendió el motor, puso primera, pero no pasó nada; el vehículo no avanzaba. El chofer volvió a bajar, y al ratito nos dio la orden de que descendiéramos. Sacó nuevamente la rueda, intento ponerla, sacarla, volverla a poner, pero no había solución, la rueda de auxilio no correspondía a la camioneta, era de otro tamaño por lo que no giraba y la camioneta no avanzaba!
Escenario de situación: domingo, 12 del mediodía, en el medio de la nada, en una zona de la ruta donde los teléfonos celulares no tenían señal para comunicarnos, chofer sin camisa todo sudado por el calor y por su lucha infructífera con la rueda.
Estuvimos 1:30 hs bajo el sol, con la agradable compañía de los tábanos. Los autos pasaban, levantaban polvo y saludaban!
Afortunadamente una camioneta tuvo la delicadeza de parar. Como iba para Corcovado, se le encomendó la tarea de buscar ayuda. El driver le pasó la dirección del lugar donde íbamos para que avisara que estábamos varados en la ruta y vinieran a buscarnos.
A las 13:00 mandaron una combi sucia y polvorienta, aparentemente la única que había en el pueblo, que había sido uno de los vehículos que había pasado un rato antes vacío y en vez de parar había acelerado levantando mucho polvo. Como apareció $, apareció la “solidaridad”.
Parece que no solo levantaba polvo, sino que también lo absorbía; iba rapidísimo, con las ventanillas delanteras bajas, el aire era casi irrespirable. Cada vez que inspirábamos nos entraba una buena porción de polvo a los pulmones.
A las 13:30 llegamos a destino. Por el retraso se invirtieron el orden de las actividades. En lugar de iniciar con rafting, comenzamos con el almuerzo, había hambre! Almorzamos sándwiches de jamón, queso, lomito ahumado, salame, lechuga y tomate. Estaban las figazas y los ingredientes dispuestos en platos en las mesas, de modo que cada uno se armaba el o los sándwiches a su antojo. Con el estómago lleno nos vestimos con trajes de neoprene, cascos y chalecos salvavidas.



Vestidos con los trajes y chalecos subimos a la traffic inicial, que ya tenía la rueda emparchada. Recorrimos unos metros y bajamos al río, repartidos en 3 gomones, y 2 kayacs de apoyo. Cada uno trasportaba 6 pasajeros y 1 guía. Nos tocó compartir gomón con una familia de 4 personas, incluía 2 hijos adolescentes, la madre, trabajadora social que hablaba muchísimo, y el padre. Nos acompañaba un guía norteamericano, que vivía 6 meses en Argentina y 6 meses en USA.
Fue un rafting tranquilo, con algunos rápidos, pero muy suaves. Esperaba algo más movido y peligroso; de hecho me había tomado un reliverán y un agirax previamente para evitar mareos y vómitos. Fue una linda experiencia, algo que volvería a hacer.
En las zonas donde no había rápidos, podíamos tirarnos al río. Bajé en una oportunidad, pero el agua me resultó demasiado fría a pesar de todo lo que tenia puesto. El resto del tiempo estuve en el bote. Como una prueba más de mis problemas motrices, cabe destacar mi relación con el remo y sus movimientos hacia adelante y atrás. Requerí muchas explicaciones de cómo manejarlo y creo que nunca lo hice bien.
Era un rafting de dificultad clase II-III, con un recorrido de 12 km, y una duración aproximada de 2:30 hs.
Al final del recorrido había unas piedras altas, de unos 2 metros de altura, desde donde la gente se tiraba al río. No lo hicimos, el resto de la excursión sí, incluido el nene de 6 años.



Volvimos a la casita donde habíamos almorzado. El “vestuario” de mujeres y el baño estaban llenos de barro por todos lados. Como es habitual, tuvimos que hacer fila y esperar para cambiarnos. Finalmente cuando nos vestimos de personas, fuimos a merendar. Había facturas, tortas fritas, té, café, leche y cacao. Con las energías recargadas emprendimos el regreso. No tuvimos ningún inconveniente en el viaje.
Una vez más regresamos al hotel cerca de las 21 hs. Solo íbamos a dormir y desayunar. Al ratito de llegar, salimos a cenar.
Nos tocó un viejo conocido: Killarney, el Irish resto-bar. Pedimos pollo grillado con papas asadas y puré de calabaza. Nos trajeron una pechuga a cada uno, que estaba buena. Como la vez anterior, hacía mucho calor en el interior del local. Seba se tomó 2 pintas de cerveza y terminó muy verborrágico. Yo tomé sólo agua mineral, así que terminé en mejores condiciones que él.

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