Enero 2011
Nos dirigimos a
la terminal de micros, con intención de tomar el colectivo a Trevelin, un
pueblo vecino, a 22 km. Cada 30 minutos parten micros de la empresa Jacobsen
hacia allá; el costo del boleto es de $3,75. Como habíamos llegado a las 17:04,
tuvimos que esperar al bus que partía a las 17:30 hs.
El viaje duró
unos 30 minutos, tranquilo, al principio parando cada 2 o 3 cuadras para que
suba gente, como cualquier colectivo, hasta que tomo la ruta, pavimentada, y
rápidamente llegamos. Hacía calor, aún estaba el sol (y le quedaban un par de
horas en el cielo dado que se ocultaba cerca de las 21 hs). Fuimos a la oficina
de informes, donde nos dieron un mapa y un par de direcciones que solicitamos,
incluidas las de las 2 casa de té. El objetivo de la excursión justamente era
ir a tomar el té Gales a Trevelin, la mayor atracción del lugar.
Primero pasamos
por la casa de té Nain Maggie, que estaba llena de gente, muchos que venían en excursión. De
hecho había estacionada en la puerta una camioneta de Patagonia Verde. Las
excursiones que vendían estas empresas incluían la visita al molino harinero,
cascadas de Nant y Fall y te Galés. En el mismo local, había un sector donde
vendían artesanías, y objetos referentes al lugar. Nos anotaron en una lista de
espera, pero luego de esperar un ratito y constatar que la otra casa de té
estaba vacía, nos fuimos para esa. Realmente Nain Maggie no parecía un lugar
muy acogedor, mucha gente, mucho ruido, sin ninguna particularidad en la
decoración; estoy segura que la cantidad de gente que tenía era exclusivamente
obra de algún arreglo económico con las empresas de turismo.
Nos fuimos a La Mutisia,
que quedaba a la vuelta, sobre la avenida San Martín. Era más bonita, con toda la
vajilla haciendo juego, blanca con rosas rosas, incluso similares a las de una réplica
a gran escala que había en la puerta. Cuando llegamos había apenas 1 o 2 mesas
ocupadas y pudimos elegir donde sentarnos.
Ofrecían un menú que incluía té o
café, con variedad de tortas (coco, chocolate y jengibre, crema y frambuesas,
mora y torta galesa), triangulo de pan integral con jamón y queso, pan con
manteca casera, y un scon salado calentito, tres platitos con manteca, dulce de
pera y dulce de rosa mosqueta ($50 por persona). Después escuchamos que también
estaba la opción de pedir uno de estos menús y una taza de té adicional por
$10, ya era demasiado tarde. Sólo quedó un pan con manteca y algo de mermelada en los platitos; el
resto fue engullido.
Con el estómago
bien lleno, salimos y caminamos un par de cuadras. Era un pueblo más pintoresco
que Esquel, con casitas, pasto y flores en las veredas (impresionaban colocadas
por los dueños de casa). Pasamos por el viejo molino harinero Los Andes, donde
funciona un museo ($5 la entrada), una radio y el consejo de delirantes. El
museo cerraba en media hora, y la descripción del mismo no lo hacía muy
atractivo, así que no entramos.
Tomamos el
colectivo de regreso. Volvimos al hotel.
Por todo lo que
habíamos comido a la tarde, no teníamos hambre, así que solo comimos una fruta
y un chocolate. Un poco de tele y nos fuimos a dormir.
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