domingo, 27 de enero de 2013

Esquel - Trevelin

By Sole

Enero 2011


Nos dirigimos a la terminal de micros, con intención de tomar el colectivo a Trevelin, un pueblo vecino, a 22 km. Cada 30 minutos parten micros de la empresa Jacobsen hacia allá; el costo del boleto es de $3,75. Como habíamos llegado a las 17:04, tuvimos que esperar al bus que partía a las 17:30 hs.
El viaje duró unos 30 minutos, tranquilo, al principio parando cada 2 o 3 cuadras para que suba gente, como cualquier colectivo, hasta que tomo la ruta, pavimentada, y rápidamente llegamos. Hacía calor, aún estaba el sol (y le quedaban un par de horas en el cielo dado que se ocultaba cerca de las 21 hs). Fuimos a la oficina de informes, donde nos dieron un mapa y un par de direcciones que solicitamos, incluidas las de las 2 casa de té. El objetivo de la excursión justamente era ir a tomar el té Gales a Trevelin, la mayor atracción del lugar.
Primero pasamos por la casa de té Nain Maggie, que estaba llena de gente, muchos que venían en excursión. De hecho había estacionada en la puerta una camioneta de Patagonia Verde. Las excursiones que vendían estas empresas incluían la visita al molino harinero, cascadas de Nant y Fall y te Galés. En el mismo local, había un sector donde vendían artesanías, y objetos referentes al lugar. Nos anotaron en una lista de espera, pero luego de esperar un ratito y constatar que la otra casa de té estaba vacía, nos fuimos para esa. Realmente Nain Maggie no parecía un lugar muy acogedor, mucha gente, mucho ruido, sin ninguna particularidad en la decoración; estoy segura que la cantidad de gente que tenía era exclusivamente obra de algún arreglo económico con las empresas de turismo.
Nos fuimos a La Mutisia, que quedaba a la vuelta, sobre la avenida San Martín. Era más bonita, con toda la vajilla haciendo juego, blanca con rosas rosas, incluso similares a las de una réplica a gran escala que había en la puerta. Cuando llegamos había apenas 1 o 2 mesas ocupadas y pudimos elegir donde sentarnos.
Ofrecían un menú que incluía té o café, con variedad de tortas (coco, chocolate y jengibre, crema y frambuesas, mora y torta galesa), triangulo de pan integral con jamón y queso, pan con manteca casera, y un scon salado calentito, tres platitos con manteca, dulce de pera y dulce de rosa mosqueta ($50 por persona). Después escuchamos que también estaba la opción de pedir uno de estos menús y una taza de té adicional por $10, ya era demasiado tarde. Sólo quedó un pan con manteca y algo de mermelada en los platitos; el resto fue engullido.



Con el estómago bien lleno, salimos y caminamos un par de cuadras. Era un pueblo más pintoresco que Esquel, con casitas, pasto y flores en las veredas (impresionaban colocadas por los dueños de casa). Pasamos por el viejo molino harinero Los Andes, donde funciona un museo ($5 la entrada), una radio y el consejo de delirantes. El museo cerraba en media hora, y la descripción del mismo no lo hacía muy atractivo, así que no entramos.
Tomamos el colectivo de regreso. Volvimos al hotel.
Por todo lo que habíamos comido a la tarde, no teníamos hambre, así que solo comimos una fruta y un chocolate. Un poco de tele y nos fuimos a dormir.

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