Enero 2011
Nos levantamos a
las 7:30 y media hora después nos fuimos a desayunar. El desayuno de la hostería incluía café, leche, agua caliente, pan blanco y
negro de molde, medialunas, pasta frola, manteca, mermelada, queso crema,
yogures, cereales, frutillas.
Tomamos un remis
hasta el callejón de Doña Rosa. Un lugar conocido popularmente con ese nombre
que es simplemente un camino que se abre en medio de una arboleda y que baja
hacia el río Azul. Desde el lugar en donde descendimos del auto, tuvimos que
bajar en pendiente unos 150 metros. No había ningún otro ser humanos por la
zona.
Siguiendo las
indicaciones de la empleada del club Andino, intentamos acercarnos a la margen
del río, la cual debíamos ir bordeando. Nos había aclarado que el sendero no
estaba bien señalizado, y que simplemente teníamos que ir bordeando el Azul
hasta encontrar “el 2º puente” que era el que se podía utilizar para cruzar.
No bien
intentamos acercarnos al río, se nos vinieron encima un par de perros que nos
ladraban e intentaban mordernos. En un momento agarré una piedra del piso para
tirarle en la cabeza, no sé cómo, pero logramos escapar intactos, salvo por la
taquicardia, palpitaciones y temblor en las piernas.
No sabíamos que
hacer. Estábamos en el comienzo del camino sin poder avanzar. Por un lado los
perros que seguían cuidando su zona y por el otro lado una tranquera, denotando
que era una propiedad privada. Volvimos a subir los 150 metros que habíamos
descendido, y mientras decidíamos que era lo que íbamos a hacer, vimos que se
estacionaban 2 autos del que descendían algunos hombres, mujeres y niños. Ellos
también iban para el refugio hielo Azul.
Como parecía que
conocían el camino nos quedamos cerca para ir con ellos por lo menos hasta el
inicio del camino. Nos salvaron el día!
A las 9:45
comenzamos a caminar al lado del río Azul. Habíamos elegido la vía equivocada!
No había que pasar por donde estaban los perros, sino que había que pasar por
donde estaba la tranquera, por el medio de un campo, que en unos corrales tenía
una chancha flacucha con chanchitos, algunas gallinas, etc. Siguieron algunas
plantaciones y caminando un poco más volvimos a ver el río a nuestra
izquierda. Después continuamos por un sendero que por momentos se estrechaba,
que iba a la margen del río. En medio de eso tuvimos que esquivar unas máquinas
que quitaban piedras del lecho de este para hacer los bloques de piedras
enjauladas que habíamos visto a los costados de las rutas en Esquel. Finalmente
pasamos al lado del camping por donde antiguamente se accedía al puente que
cruzaba al otro lado del río, evitando el callejón de Doña Rosa y todo este
recorrido que habíamos hecho. Parece que en algún momento el dueño del camping
se cansó de que la gente pasara y cerró el acceso, permitiendo que solo pase la
gente que acampaba ahí. En medio del trayecto con una piedra suelta me torcí el
tobillo izquierdo, causándome una molestia, pero no dolor, por lo que seguimos
caminando. Hasta ahora habíamos caminado 40 minutos.
Frente a
nuestros ojos teníamos un puente colgante. Segundo momento estresante de la
mañana. No se lo veía muy firme! Tenía unos alambres que auspiciaban de pasamanos,
y un piso de maderas perpendiculares separadas de unos 15 cm unas de otras,
sobre las que se disponían 3 hileras de maderas en sentido longitudinal
(algunas rotas). Para acceder a este había que subir una especie de escalera de
madera de unos 2 metros construida con 3 troncos.
Un cartel decía
que solo podía pasar una persona por vez, y de no más de 150 kg.
Nuevamente me temblaban las piernas, había algo que me paraba y me impedía cruzar, el instinto de supervivencia, tal vez?
Primero cruzó
Seba. Parada a unos 2 metros de altura en el inicio de la pasarela Río Azul, no
me quedó otra que cruzar, no me iba a quedar todo el día sola sentada en la
orilla. Tome coraje, respiré hondo, y con la mayor firmeza que me permitieron
mis piernas temblequeantes, agarrada del alambre que tenia a cada lado, fui
caminando lentamente como si estuviera caminando sobre una cuerda. El corazón me latía aceleradamente, queriendo salirse del tórax, mi cara no podía disimular
el pánico. Un paso, otro paso, otro más, me fui acercando al otro lado del río.
Otro problema se me presento cuando estaba llegando al otro extremo: los alambres de los que iba agarrada se empezaban
abrir, haciendo la brecha entre los dos cada vez más grande, imposible de alcanzar con mis brazos, no podía seguir
sosteniéndome de los dos lados, tenía que optar por uno, pero sin acercarme
demasiado a ninguno de los dos lados para que no se moviera mucho el puente.
Desconozco cómo pero llegué. Bajé lo más rápido que pude, y todavía temblando
lo abracé a Seba. El al contrario estaba fascinado con el puentecito, y estaba
hidratándose.
A las 10:30 ya habíamos
cruzado el fatídico puente colgante. Descansamos unos 10 minutos, y a las 10:40
emprendimos la caminata.
El recorrido
comenzó con un ascenso bastante pronunciado, ya partimos de los 300 metros por encima del
mar. Luego de unos 2 kilómetros, 20 minutos de caminata, ascendimos unos 100 metros
más, llegando a la “pampita”, un lugar plano, alambrado donde había algunos
caballos y vacas. Un terreno minado por bosta que fuimos esquivando. Aquí vino
el tercer momento traumático, la vaca. Pasando la parte más llana, con pasto
corto, empezó a aparecer un poco más de vegetación y a reaparecer el sendero.
Cuando estábamos ingresando en ese sector, en el que el camino se bifurcaba
(senderos secundarios creados por las vacas), nos encontramos con la vaca de
frente! No soy muy amiga de los animales, y mucho menos de una vaca suelta;
reculamos un poco y tomamos la otra ruta.
A medida que
íbamos ascendiendo iban apareciendo más árboles, cada vez más altos en un
intento por alcanzar la luz. En el recorrido fuimos haciendo algunas paradas de
segundos-minutos para hidratarnos. Nos cruzamos con muy poca gente, cada tantos
kilómetros con alguna pareja o grupitos de 3 o 4 personas que venían
descendiendo. Mucho silencio, que fue interrumpido por un toc-toc-toc. Nos
detuvimos, mirando hacia arriba, tratando de localizar el pájaro carpintero. Y
ahí estaba, mucho más cerca del que habíamos visto en Arroyo Cascada, brindándonos
un concierto de golpes. Algo que no se puede pagar con Mastercard.
A las 12:10,
luego de caminar unos 6 km más, llegamos hasta el Mallín de los Palos, a unos
1100 metros de altura.
Antes de cruzar
el mallín, un terreno pantanoso en el que había colocados trozos de troncos de
árboles para pisar y no meter los pies en el barro, nos sentamos a descansar y
comer algo. Comimos unas galletitas con cereales, y agua.
Cuando terminamos
de acomodarnos de nuevo las mochilas y estábamos dispuestos a seguir, tuvimos
que esperar que una pareja cruzara el mallín, lo que nos permitió ver un poco
la dificultad del terreno. Cuando estuvieron en tierra firme, nos cedieron los
“bastones” de ramas que habían utilizado para no perder el equilibrio. El cruce fue
exitoso. Llegamos intactos al otro lado del pantano.
Se venía un
nuevo ascenso de unos 2 km con 100 metros más de desnivel hasta el mirador del
río Raquel. Este trayecto fue técnicamente un poco más dificultoso, había
sectores más empinados, con piedras y tierra más suelta.
A las 13:00 hs
llegamos al mirador Raquel. Gran vista al oeste y sudeste desde donde se veía
la loma del medio, el Bolsón y el Piltriquitrón. Nos detuvimos nuevamente, a
tomar agua, apreciar la vista y sacar algunas fotos.
De este mirador
nos trajimos como recuerdo unos rayones en la máquina de fotos, tras caer de donde la habíamos colocado con el trípode para sacar “autofotos”.
Cuando miramos
el cielo se veían sendas nubes que avanzaban desde lo alto de la montaña.
Llovería? La pregunta era: seguimos o volvemos?
Ya habíamos
recorrido 10 km y ascendido cerca de 900 metros. Solo nos quedaban 5 km por
delante con un desnivel de unos 100 metros, un trecho más sencillo que el que
habíamos realizado, para llegar a destino…
Seguimos! Luego
de 2 subidas importantes llegamos al Arroyo Teno, al que bordeamos, pero no
cruzamos. Aprovechamos para recargar las cantimploras con agua fría. La hora
siguiente fue más tranquila, atravesamos un bosque de Lengas donde el terreno
era bastante plano; por momentos seguíamos teniendo el arroyo de aguas blancas
lechosas a nuestra derecha. La agitación de sus aguas, y el crujido de las
hojas al pisar eran los sonidos predominantes. De vez en cuando se escuchaba el
canto del chucao, que como a estas alturas ya dudábamos de su ubicación (si el
canto venía de la derecha o de la izquierda), por las dudas le mandábamos alguna
puteada “chucao de m…”
A las 14:45
finalmente llegamos al refugio Hielo Azul! Un lugar muy tranquilo, con el
arroyo con aguas de deshielo, algunas plantas, y un par de construcciones (el
refugio propiamente dicho) y una zona arbolada donde había gente acampando.
A medida que
fuimos ascendiendo la temperatura fue bajando, habíamos comenzado la travesía
en remera, y para este momento ya teníamos puesta la campera. Seguramente era
uno de los momentos del día con mayor temperatura en ese lugar. De la chimenea
del refugio se veía salir humito.
Ahí, a
1300 metros de altura, sentados en el suelo encontramos un grupo de personas
jugando al truco.
Desde ahí se
podían ver las montañas nevadas, el paisaje era totalmente diferente al que
habíamos tenido.
Sacamos algunas
fotos, nos sentamos 5 minutos en un banco de madera que había en el lugar, nos
hidratamos y compartimos un alfajor Terrabusi de chocolate y una barrita de
cereal.
A las 15 hs
comenzamos a bajar. Volvimos por el mismo lugar por el que habíamos venido. Muy
cerquita del refugio, cuando regresábamos, nos cruzamos con “los salvadores” de
la mañana.
Por momentos
chispeaba, pero con la velocidad de la caminata y el abrigo que teníamos no fue
problema. El agua caída no era tanta como para embarrar el camino. En algunos
momentos era más difícil ver las chapitas distribuidas en los árboles pintadas
de rojo y amarrillo con diferentes dibujos que señalizaban el camino. Estaba
más preparadas para los que iban hacia el refugio que para los que volvían.
A las 18 hs
llegamos al puente. Cuando pasamos la pampita, estaba soleado, había algunos
caballos sueltos a algunos metros de donde pasamos y algunas personas sentadas
en el suelo entre la bosta descansando.
No creo que el
cruce de regreso haya sido mejor que el de la ida, salvo por el hecho de saber
que no lo debería volver a cruzar, cosa que me tranquilizaba bastante.
A la margen del
río Azul, ya del lado de la “civilización”, nos volvimos a sentar unos momentos
para tomar agua y comer una fruta. Volvimos bordeando el río, que ahora lo
teníamos a nuestra derecha. En medio del camino llamamos al remis para que nos
pasase a buscar por el mismo lugar donde nos había dejado a la mañana.
Tuvimos que
volver a pasar por los terrenos donde estaban los animales. La chancha grande y
desnutrida, estaba con sus cochinillos que se le escapaban por debajo de los
alambrados, y asustados intentaban volver.
Finalmente, a las
19 hs nos pasó a buscar el remis, y rápidamente volvimos a El Bolsón.
Solo quedaban
energías para un baño (uno puede sentirse muy sucio luego de estar un día
caminando salvajemente por la montaña) y comer!
Fuimos a cenar a
Opíparo, donde comimos ravioles de verdura con estofado de carne ($110). Muy
rico!
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