By Sole y Seba
Tras caminar unos 300 metros llegamos al "centro de la villa". Sacamos algunas fotos de los alrededores, la capilla, el salón de
usos múltiples, la comisaría, el centro sanitario, etc.
Centro de Salud del pueblo |
Retornamos
a la ruta, nos esperaban 8 km
hasta el inicio de la senda del Arroyo Catarata. Pasamos la hostería y
restaurante Villa Traful, cabañas, campings, la nueva hostería “Alto Traful”
(la más lujosa del lugar), convirtiéndose el paisaje poco a poco en campos con
bosquecitos hacia la izquierda, y más árboles con el lago de fondo hacia la
derecha.
El
camino de ripio consolidado estaba en bastante buen estado a pesar de las lluvias de los días anteriores. En un momento, a
nuestra izquierda apareció una vaca que nos miró fijamente y mugió! “Agarrá una
piedra, por las dudas!”, pero la vaca no se movió y no fue necesario
apedrearla. Unos metros más adelante apareció otra vaca y algunas gallinas.
Además de estos animalitos, nos cruzamos con algunos autos que iban y venían; algunos los vimos ir en ambas direcciones como si hubiesen salido a pasear por
la ruta.
Intercambiamos
unos “hola!”, con un grupo de ciclistas con aspecto de gringos que iban en
sentido contrario al nuestro, que fueron seguidos de un school bus, amarillo
y negro, como el de las películas nortemericanas. Después descubrimos que era
un micro soporte del tour de ciclistas.
El
camino se hizo largo, por no decir eterno. Prácticamente no había ningún cartel
que nos indicase dónde estábamos y cuanto faltaba. Seba iba con su mapa, con el
que estimaba la distancia recorrida por los accidentes geográficos que iba
identificando, todo un explorador!!!
En un
momento vimos a lo lejos un cartel que indicaba la presencia de un arroyo!!! Me
ilusioné en vano!!! No habíamos llegado, simplemente era el arroyo Medialuna!
Era
terrible, y lo peor era que sabíamos que aún no habíamos llegado a la mitad del
recorrido!!! Teníamos que llegar hasta el inicio del sendero, caminar la
distancia que había hasta la cascada y después volver!!! Al cansancio que ya
teníamos, el sólo pensar en esto nos agregaba un peso abrumador en la espalda,
que hacía que cada paso costase un poco más!
Unos
minutos después vislumbramos el camping “Catarata”, y unos metros más adelante
el estacionamiento del arroyo Catarata, que estaba lleno de autos. Casi todos
los autos, por no decir todos, nos habían pasado por al lado en nuestra
interminable caminata. Muchos de los propietarios de estos autos que fuimos
cruzando todo el tiempo que estuvimos ahí, parecían ser habitantes locales que
iban a pasar el domingo a la tarde al arroyo, como una salida familiar.
Nos
adentramos en el sendero ancho, algo ondulante, que trascurría en un bosque de
altos coihues, con el arroyo a la derecha. Era un arroyo bonito, de aguas
claras con piedras en el fondo.
A
mitad del camino nos sentamos en un par de troncos caídos, mirando hacia el
arroyo. Olvidé comentar que la principal motivación que tuvimos para caminar
los últimos kilómetros, más allá de ver la catarata, era comer lo que
teníamos en la mochila!!! Nada muy diferente a la caricatura que corre en una
cinta con un pollo colgando delante! Sacamos lo que había sobrado de salame de
la picada, que Seba cortó con ayuda de una cortapluma. Acompañamos el embutido
con maníes, que habíamos comprando con cáscara, y unos mates. Un plan alimentario muy saludable!
Seba pensativo frente al arroyo |
En el
tiempo que estuvimos ahí sentados pasaron varias personas, incluso un par que
habían bajado hasta el arroyo, y tuvieron que pasar justo por delante nuestro,
como si el bosque fuese tan chico! No les convidamos nada!
Habiendo
repuesto energías, guardamos todo y emprendimos lo que quedaba de camino hacia
la cascada; en menos de 10 minutos llegamos. De un punto a otro del sendero
debe haber unos 15 a
20 minutos de caminata.
Cuando
estábamos llegando, nos cruzamos con un par de personas que estaban regresando.
Nos llamó la atención que una se estaba llevando un helecho!!! Siii!!! Así,
impunemente como si nada, había elegido un helecho cercano a la cascada y se lo
estaba llevando!!! Pero eso no fue lo único vergonzoso del lugar, sino la
suciedad que había dejado alguno de los grupos de visitantes. Justo enfrente a
la cascada había tirados en el suelo una caja de chicles Beldent vacía, varios
envoltorios individuales y hasta un chicle masticado!!! Quienes hayan sido, son
unos mugrientos que no son capaces de cuidar su tierra. Seba con su conciencia
ecológica, a favor de la preservación de los espacios naturales, recogió la
caja de cartón vacía para tirarla a la basura más tarde. “Qué sucios son tus
consumidores”, le dije. Fue algo que me llamó mucho la atención, siempre pensé
que la gente que más cuida el lugar es el poblador local, al que realmente le
pertenece esa tierra, que la vive y la disfruta día a día. Si ellos no la cuidan, que queda para los que simplemente la visitan?
De
las 3 cascadas que vimos en Villa Traful, esta fue la más impactante, tal vez
porque tenía más flujo de agua, o tal vez porque fue a la que nos acercamos
más. Es un lugar que esta bueno para ir, obviamente en el caso de que uno vaya
en auto y no tenga que caminar los 8
km desde el centro!
Cascada a la que debe su nombre el arroyo |
Sacamos
las fotos pertinentes y volvimos caminando hacia la ruta. Ahí estaba gran
parte de los últimos individuos que habíamos cruzado en el sendero, que se
distribuyeron en cinco autos y tomaron la ruta en caravana en dirección a la
villa.
Si
bien habíamos llegado arrastrándonos al lugar, en una caminata que se hizo
sumamente extensa y extenuante, el regreso nos tomó con más energías! Sin
apresurar la marcha, y casi sin detenernos, salvo unos 5 minutos a mitad del
camino para tomar agua, los kilómetros fueron pasando y en las 2 horas
esperadas llegamos.
Nos
detuvimos en el muelle a sacar unas fotos, pero pronto el viento nos hizo
retirarnos. El sol desapareció, y el frío se hizo notar.
Cuando
llegamos a la hostería descubrimos que el school bus y las bicicletas estaban
aparcados en los alrededores, y los gringos en el
interior. Oh, no! “vamos a tener que
levantarnos temprano a desayunar, antes de que vengan tooodos!”, le dije a
Seba.
Nos
arreglamos un poco, y 20:40 hs salimos a cenar. Caminamos unos 300 metros a la derecha,
hacia el “Complejo Aiken” donde entramos al restaurante “Julia Irene”. Aún era temprano para cenar,
la cocina recién abría a las 21:00 hs según nos informó la dueña del lugar cuando
llegamos. Pero sin embargo, fue hospitalaria, y nos dejó entrar, para que no
estemos esperando en el exterior, donde la temperatura continuaba bajando. Nos
ubicamos en un rincón del local, dónde nos sentamos a escribir lo que habíamos
hecho durante el día, y comimos unos palitos salados, mientras tomamos una
cerveza artesanal Andina Traful roja y una Coca Cola light.
Seguimos con una fugazeta, que Seba acompaño con una cerveza negra. Mientras
comíamos entró una pareja con un niño pequeño que estaban
alojados en uno de los campings, y se sentaron a esperar su pizza en una mesa
frente a la salamandra que estaba encendida dando calorcito al ambiente. Nos
fuimos muy conformes del lugar por la cálida atención recibida.
Volvimos
caminando rápidamente, tiritando del frío. El lago estaba iluminado por la luna
creciente y el cielo estrellado.
Frase
del día: cuanto falta???
Síntesis
del trekking al Cerro Negro: es una caminata exigente, con más de 1000 metros de
desnivel, que se hace en unas 3 horas (ida). Por mi experiencia de 2006, es
recomendable hacerla en grupo y llevar mucho agua, sobre todo porque una vez
que se sale del naso hay poca vegetación que repare del sol. En nuestro caso,
ascendimos 1:30 minutos aprox, casi llegando a la pampita al pié de las torres.
Nos faltaba rodearlas, esquivar el mallín y subir por el acarreo hasta la cima.
Pero el frío, el viento y la nubosidad (que nos iban a impedir disfrutar del
paisaje desde la cumbre), junto con la falta de huellas por el nulo tránsito de
los días previos nos hizo abstener de correr cualquier riesgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario