Una vez que volvimos a la cabaña, merendamos algo y nos preparamos para salir nuevamente, esta vez a visitar el Museo Histórico Villa Ventana "Sendero de los Recuerdos".
Este museo abre los días domingo de
15 a 19 hs, salvo en época de vacaciones que se encuentra abierto algunos días
más. Si no íbamos en ese momento, no íbamos más.
Salimos de la cabaña, caminamos poco
menos de 2 cuadras al final de la calle Las Piedras, y ahí agarramos un camino
de ripio de un 1 km hasta el pié del Cordón Ventana, bordeado por campos con
algunas vacas y caballos.
Es un museo que está administrado por
pobladores locales, que según manifiestan no reciben apoyo económico de las
autoridades. Tiene 3 salas, y cada hora comienza una visita guiada, en la que
con mucha pasión la encargada del lugar, relata la historia del pueblo, del Ex
Club Hotel de la Ventana y de los primeros pobladores.
La primera sala tiene fotografías e
información sobre la formación de las sierras, geografía, flora y fauna, y los
Tornquist.
En la segunda sala, la que me resultó
más interesante, hay objetos que pertenecieron al Ex Club Hotel. Acá nos contó
la historia de la construcción, los años de esplendor, el cierre, el paso de
algunos alemanes del Graf Spee, los últimos años y el incendio del
hotel.
Por último la tercera sala, dedicada
a la historia de Villa Ventana, el parcelamiento del terreno, las primeras
familia que habitaron el lugar y la fiesta de la Golondrina. Como parte del
material tenían afiches, recortes de diarios, documentación y algunos objetos
antiguos pertenecientes a los pobladores.
Para culminar la visita, nos
mostraron un video sobre la Comarca Turística Sierra de la
Ventana.
El costo de la entrada fue de $8,
excesivo por lo que era, pero que se vio justificado por toda la explicación y
dedicación de la guía.
Culminada la visita, se vio un éxodo
de autos por el camino de tierra, por el cual volvimos caminando a la cabaña.
Mientras caminábamos algunos autos se detuvieron y se ofrecieron a llevarnos
hasta el pueblo, agradecimos el ofrecimiento y continuamos caminando. Ya estaba
anocheciendo, y una redonda luna llena brillaba en el cielo.
Llegamos bastante cansados, ya con
molestias en las piernas a pesar de haber elongado. Las piernas se estaban
quejando por todo el esfuerzo que habían realizado a lo largo del día. La más
quejosa de todas era mi rodilla izquierda a quien no le había gustado ni un
poquito el descenso del cerro. Tomé un paracetamol y acalle sus gritos
prometiendo realizar una visita que aún está pendiente al
traumatólogo.
Seba preparó otro asado ultralento
con el carbón local que no calentaba. Estuve a punto de armar una pseudoparrilla
en el hogar a leña, principal atractivo de la cabaña, y cocinar ahí la
carne!!!
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