jueves, 11 de julio de 2013

Villa Traful - Arroyo Catarata

By Sole y Seba

Tras caminar unos 300 metros llegamos al "centro de la villa". Sacamos algunas fotos de los alrededores, la capilla, el salón de usos múltiples, la comisaría, el centro sanitario, etc.

Centro de Salud del pueblo

Retornamos a la ruta, nos esperaban 8 km hasta el inicio de la senda del Arroyo Catarata. Pasamos la hostería y restaurante Villa Traful, cabañas, campings, la nueva hostería “Alto Traful” (la más lujosa del lugar), convirtiéndose el paisaje poco a poco en campos con bosquecitos hacia la izquierda, y más árboles con el lago de fondo hacia la derecha.
El camino de ripio consolidado estaba en bastante buen estado a pesar de las lluvias de los días anteriores. En un momento, a nuestra izquierda apareció una vaca que nos miró fijamente y mugió! “Agarrá una piedra, por las dudas!”, pero la vaca no se movió y no fue necesario apedrearla. Unos metros más adelante apareció otra vaca y algunas gallinas. Además de estos animalitos, nos cruzamos con algunos autos que iban y venían; algunos los vimos ir en ambas direcciones como si hubiesen salido a pasear por la ruta.
Intercambiamos unos “hola!”, con un grupo de ciclistas con aspecto de gringos que iban en sentido contrario al nuestro, que fueron seguidos de un school bus, amarillo y negro, como el de las películas nortemericanas. Después descubrimos que era un micro soporte del tour de ciclistas.
El camino se hizo largo, por no decir eterno. Prácticamente no había ningún cartel que nos indicase dónde estábamos y cuanto faltaba. Seba iba con su mapa, con el que estimaba la distancia recorrida por los accidentes geográficos que iba identificando, todo un explorador!!!
En un momento vimos a lo lejos un cartel que indicaba la presencia de un arroyo!!! Me ilusioné en vano!!! No habíamos llegado, simplemente era el arroyo Medialuna!
Era terrible, y lo peor era que sabíamos que aún no habíamos llegado a la mitad del recorrido!!! Teníamos que llegar hasta el inicio del sendero, caminar la distancia que había hasta la cascada y después volver!!! Al cansancio que ya teníamos, el sólo pensar en esto nos agregaba un peso abrumador en la espalda, que hacía que cada paso costase un poco más!
Unos minutos después vislumbramos el camping “Catarata”, y unos metros más adelante el estacionamiento del arroyo Catarata, que estaba lleno de autos. Casi todos los autos, por no decir todos, nos habían pasado por al lado en nuestra interminable caminata. Muchos de los propietarios de estos autos que fuimos cruzando todo el tiempo que estuvimos ahí, parecían ser habitantes locales que iban a pasar el domingo a la tarde al arroyo, como una salida familiar.



Nos adentramos en el sendero ancho, algo ondulante, que trascurría en un bosque de altos coihues, con el arroyo a la derecha. Era un arroyo bonito, de aguas claras con piedras en el fondo.
A mitad del camino nos sentamos en un par de troncos caídos, mirando hacia el arroyo. Olvidé comentar que la principal motivación que tuvimos para caminar los últimos kilómetros, más allá de ver la catarata, era comer lo que teníamos en la mochila!!! Nada muy diferente a la caricatura que corre en una cinta con un pollo colgando delante! Sacamos lo que había sobrado de salame de la picada, que Seba cortó con ayuda de una cortapluma. Acompañamos el embutido con maníes, que habíamos comprando con cáscara, y unos mates. Un plan alimentario muy saludable!

Seba pensativo frente al arroyo

En el tiempo que estuvimos ahí sentados pasaron varias personas, incluso un par que habían bajado hasta el arroyo, y tuvieron que pasar justo por delante nuestro, como si el bosque fuese tan chico! No les convidamos nada!
Habiendo repuesto energías, guardamos todo y emprendimos lo que quedaba de camino hacia la cascada; en menos de 10 minutos llegamos. De un punto a otro del sendero debe haber unos 15 a 20 minutos de caminata.
Cuando estábamos llegando, nos cruzamos con un par de personas que estaban regresando. Nos llamó la atención que una se estaba llevando un helecho!!! Siii!!! Así, impunemente como si nada, había elegido un helecho cercano a la cascada y se lo estaba llevando!!! Pero eso no fue lo único vergonzoso del lugar, sino la suciedad que había dejado alguno de los grupos de visitantes. Justo enfrente a la cascada había tirados en el suelo una caja de chicles Beldent vacía, varios envoltorios individuales y hasta un chicle masticado!!! Quienes hayan sido, son unos mugrientos que no son capaces de cuidar su tierra. Seba con su conciencia ecológica, a favor de la preservación de los espacios naturales, recogió la caja de cartón vacía para tirarla a la basura más tarde. “Qué sucios son tus consumidores”, le dije. Fue algo que me llamó mucho la atención, siempre pensé que la gente que más cuida el lugar es el poblador local, al que realmente le pertenece esa tierra, que la vive y la disfruta día a día. Si ellos no la cuidan, que queda para los que simplemente la visitan?
De las 3 cascadas que vimos en Villa Traful, esta fue la más impactante, tal vez porque tenía más flujo de agua, o tal vez porque fue a la que nos acercamos más. Es un lugar que esta bueno para ir, obviamente en el caso de que uno vaya en auto y no tenga que caminar los 8 km desde el centro!

Cascada a la que debe su nombre el arroyo

Sacamos las fotos pertinentes y volvimos caminando hacia la ruta. Ahí estaba gran parte de los últimos individuos que habíamos cruzado en el sendero, que se distribuyeron en cinco autos y tomaron la ruta en caravana en dirección a la villa.
Si bien habíamos llegado arrastrándonos al lugar, en una caminata que se hizo sumamente extensa y extenuante, el regreso nos tomó con más energías! Sin apresurar la marcha, y casi sin detenernos, salvo unos 5 minutos a mitad del camino para tomar agua, los kilómetros fueron pasando y en las 2 horas esperadas llegamos.
Nos detuvimos en el muelle a sacar unas fotos, pero pronto el viento nos hizo retirarnos. El sol desapareció, y el frío se hizo notar.



Cuando llegamos a la hostería descubrimos que el school bus y las bicicletas estaban aparcados en los alrededores, y los gringos en el interior. Oh, no! “vamos a tener que levantarnos temprano a desayunar, antes de que vengan tooodos!”, le dije a Seba.


Nos arreglamos un poco, y 20:40 hs salimos a cenar. Caminamos unos 300 metros a la derecha, hacia el “Complejo Aiken” donde entramos al restaurante “Julia Irene”. Aún era temprano para cenar, la cocina recién abría a las 21:00 hs según nos informó la dueña del lugar cuando llegamos. Pero sin embargo, fue hospitalaria, y nos dejó entrar, para que no estemos esperando en el exterior, donde la temperatura continuaba bajando. Nos ubicamos en un rincón del local, dónde nos sentamos a escribir lo que habíamos hecho durante el día, y comimos unos palitos salados, mientras tomamos una cerveza artesanal Andina Traful roja y una Coca Cola light. Seguimos con una fugazeta, que Seba acompaño con una cerveza negra. Mientras comíamos entró una pareja con un niño pequeño que estaban alojados en uno de los campings, y se sentaron a esperar su pizza en una mesa frente a la salamandra que estaba encendida dando calorcito al ambiente. Nos fuimos muy conformes del lugar por la cálida atención recibida.
Volvimos caminando rápidamente, tiritando del frío. El lago estaba iluminado por la luna creciente y el cielo estrellado.

Frase del día: cuanto falta???

Síntesis del trekking al Cerro Negro: es una caminata exigente, con más de 1000 metros de desnivel, que se hace en unas 3 horas (ida). Por mi experiencia de 2006, es recomendable hacerla en grupo y llevar mucho agua, sobre todo porque una vez que se sale del naso hay poca vegetación que repare del sol. En nuestro caso, ascendimos 1:30 minutos aprox, casi llegando a la pampita al pié de las torres. Nos faltaba rodearlas, esquivar el mallín y subir por el acarreo hasta la cima. Pero el frío, el viento y la nubosidad (que nos iban a impedir disfrutar del paisaje desde la cumbre), junto con la falta de huellas por el nulo tránsito de los días previos nos hizo abstener de correr cualquier riesgo.

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