By Sole y Seba
Al
final del camino había una especie de corralito para dejar las bicicletas, sin
ningún tipo de protección, y un poco más adelante, un sendero entarimado de
unos 800 metros ,
que transcurría en el bosque de Arrayanes. En un sector tuvimos que tomar un
desvío, porque el entarimado estaba dañado, parecía que se le había caído un
árbol encima. En el centro de este bosque había una casa de té, donde se dice
que estuvo Walt Disney inspirándose para dibujar el bosque de Bambi. Totalmente
incomprobable.
Bosque de Arrayanes |
Habiendo
realizado el pequeño recorrido por el bosquecito, nos dirigimos hacia la playa,
con el muelle donde desembarcan las lanchas. Desde ahí se podía ver, justo
enfrente, la Isla
Victoria. Como no llovía, nos sentamos ahí, y comimos unas
frutas; había que reponer energías para emprender el regreso!!! Seba lamentó no haber llevado el termo con el mate.
En la
vuelta, el camino estuvo un poco más transitado, con algunas personas, en
general parejas que iban o venían, y sobretodo bicicletas con hombres. Sacando
esto, en casi todo el trayecto los únicos ruidos que escuchábamos era el de
nuestros propios pasos sobre las hojas caídas en el suelo, la agitación de las
copas de los árboles por el viento y los chirridos de las ramas secas. Desde el
primer kilómetro en adelante, no había rastros de las cenizas, que sí vimos en
el sendero a los miradores, sobretodo, lo que estaba orientado hacia el oeste.
El
regreso nos tomó 3 horas, incluyendo dos paradas de 5 minutos para hidratarnos
y el desvío a los dos miradores, Brazo Norte y Bahía Mansa. El trayecto entre
la bifurcación de los miradores y este último, era en pendiente casi constante,
cosa que no fue muy agradable para nuestras piernas cansadas.
En
algunos sectores, la humedad de la lluvia hacía que a medida que uno iba
avanzando fuese oliendo diferentes aromas de flores, hierbas, etc. que le daban
un valor agregado, a la belleza del lugar.
Los
últimos metros se hicieron largos. Cuando estábamos en la recta final a lo
lejos divisé la caseta del guardavidas de Bahía la Brava y no pude contener un
“Ahí está la casita!!!”. Qué alegría, estábamos llegando!!!
Llegamos
de regreso a la oficina del guardaparques a las 18 hs. Habíamos perdido el
colectivo de las 17:45 hs y el siguiente recién salía a las 19:25 hs. Estábamos
super cansados, por momentos había viento y/o chispeaba, y teníamos hambre,
luego de haber caminado unos 26
km . Sin pensarlo 2 veces buscamos un taxi para que nos
llevara al centro. No fue tarea fácil, de casualidad enganchamos a uno que
estaba dejando pasajeros ahí.
A las
18:25 ya estábamos en el centro, preparados para merendar. Entramos en una cabaña
de madera, que hacía a la vez de casa de té y de heladería (Jauja), llamado
“Eicafé”. Estuvimos discretos! Seba eligió un capuchino con una porción de
cheesecake con frutos rojos, y yo fui por un té negro (poco feliz) y un tostado
árabe de jamón y queso. No sé si era el hambre o qué, pero nos pareció que
estaba muuuuy rico tooodo!!! Lo que no fue tan lindo fue el precio, pequeño detalle.
mmm, qué rico!!!! |
Aun
era temprano para ir a cenar. Dimos un par de vueltas por el centro, en un
intento fallido por comprar un par de zapatillas.
Esa
noche habíamos elegido el restaurante “Los troncos” porque habíamos visto que
se podía pagar con tarjeta de crédito según se infería por las etiquetas de
Mastercard y Visa pegadas en la vidriera. Cuando llegamos eran las 20:40 hs y
como correspondía aún estaba cerrado. Cómo puede ser que nadie abriera su
restaurante antes de las 21:00??? Acaso estábamos locos los que queríamos comer
más temprano???
En
fin, no estaba abierto, pero en el interior se podía ver que había 2 chicas
jóvenes, una rubia y una morocha, y una señora que pasaba los 50 años, sentadas
en el mostrador jugando con sus celulares. A esa altura no teníamos ganas de
caminar ni media cuadra. Nos quedamos sentados en un banco de madera que estaba
en la puerta del negocio que vendía souvenirs, justo al lado del restaurante.
A las
21:00 hs se dignaron a abrir! Nos acomodamos en la mesa que quisimos, estaba
todo vacío. Cuando estuvimos ubicados, la moza, que resultó ser la morocha, nos
informó que las tarjetas estaban suspendidas. Así que como 2 pelotudos caímos
en la trampa. Uno ya esperó, ya se sentó y recién ahí lo dicen, en lugar de ser
sinceros y poner un cartel en la vidriera. Sé que en ese momento
nos deberíamos haber parado, y habernos ido a otro lugar, pero estábamos demasiado
cansados.
Pedimos
una pechuga con puré mixto, que estaba frío, y una trucha con papas al natural.
Desde ya que hice los comentarios pertinentes en tripadvisor. No sé Seba, pero
por lo menos yo le hice la cruz a este lugar.
Tomamos
otro taxi hasta la hostería. Antes de retirarnos a nuestra habitación le
pedimos al dueño del lugar que nos pidiera un taxi para el día siguiente a las
8:15 hs, ya que la combi hacia Villa Traful (VT) salía a las 8:30 hs.
Frase
del día: “Ahí está la casita!!!”.
Síntesis
del trekking al Bosque de Arrayanes: no tiene dificultad técnica, pero si se
quiere hacer ida y vuelta demanda cierta resistencia porque son unos 26km. Cada
tramo lleva unas 3 horas si se quiere sacar fotos, desviarse hacia los
miradores o parar a descansar. Sólo hay una pendiente de unos 150 mts al inicio,
después hay ciertas oscilaciones del terreno. Es imposible perderse, sólo hay
que tener cuidado con los ciclistas!
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