martes, 18 de junio de 2013

Villa La Angostura - La llegada

By Sole

Febrero 2013

El martes 12 de febrero partimos a las 9:30 por LAN rumbo al aeropuerto de San Carlos de Bariloche. Como es usual, Seba se sentó del lado de la ventana y yo en el asiento del medio, que fue casi un pasillo porque no tenía a nadie sentado del otro lado. Desde su lugar privilegiado iba disfrutando del despegue, identificando las edificaciones sobre las que íbamos sobrevolando. En un momento anunció “El riachuelo!” que fue seguido de “Ahí está la cancha de Racing!!!!”. También nombro alguna otra cancha que no recuerdo (tal vez la obra en construcción de algún equipo del ascenso), identificó la Laguna de Lobos y el pueblo de Uribelarrea.
El viaje fue tranquilo. Nos ofrecieron infusiones y gaseosas, junto con algunos productos de Havanna y un paquetito de maníes japoneses. Comimos parte, guardamos el resto para después.

A las 11:40 hs arribamos a Bariloche, donde hacía 13ºC de temperatura. Previsores, teníamos un abrigo a mano, así que no sufrimos tanto la fresca bienvenida. Retiramos el equipaje y tomamos un taxi hasta la terminal de micros.

A las 12:15 hs ya estábamos en la vergonzosa terminal de micros de Bariloche. Realmente me impactó en forma negativa. Para una ciudad que tiene tanto tránsito de turistas, me pareció super pequeña, además de sucia, con pocos asientos, y con mucha gente sentada en el piso. Tenía un bar, también era pequeño y las mesas parecían un tetris, encastradas una con otra, con muy poco espacio para sentarse; sospecho que la gente debía levitar para poder acceder a los asientos por lo apretado que estaba todo! Ni hablar del olor a fritanga...
En un rincón había un grupo de mochileros sucios; algunos comían empanadas, mientras otros se disponían a preparar sándwiches. Parece que habían comprado fiambre envasado al vacío en algún super, y ahí estaban, peleando con el paquete que intentaban abrir con los dientes. Nadie tenía una navaja en todo ese equipaje para abrir los envases???
Por otro lado teníamos los mochileros más pro, con todas sus mochilas que impresionaban estar limpias y acomodadas. Tal vez uno grupo estaba partiendo y otro llegando…
Esperamos un rato parados y otro sentados, cuando se hizo un lugar, la salida de nuestro micro con destino Villa la Angostura (VLA). Mientras comimos maníes que nos habían quedado del vuelo. Pronto pasó la hora, y a las 13:15 subimos al micro, que milagrosamente salió a horario.

Del viaje en micro no puedo decir demasiado ya que parte lo hice con los ojos cerrados para evitar la cinetosis. A poco de salir de Bariloche me mareé un poco, así que para que la situación no terminase mal, cerré los ojos y el malestar cedió.

A las 14:30 llegamos a VLA. Antes de abandonar la zona de la terminal compramos los pasajes a Villa Traful, que no habíamos podido comprar desde Buenos Aires. Digo zona de la terminal, porque no creo que pueda llamarse terminal. Había una pequeña casita donde vendían los pasajes, y un espacio, no techado, con un kiosco donde aparcaban los micros para cargar y descargar gente. Pero considerando donde estábamos, no tendría que juzgarla tan severamente, sólo podría decir que le faltaba un techo para que pudiese recibir el nombre de “terminal”.

Teníamos que ir a la Hostería que estaba, por lo que habíamos calculado, a unas 7 cuadras del lugar. “Estamos cerca, vayamos caminando”…
Maldita la hora que tomamos esa decisión! Salimos de la terminal hacia la avenida 7 lagos, que no tenía veredas. Estaba la avenida, continuación de la ruta homónima, que después iba a volver a transformarse en ruta, y al costado, un gran espacio de ripio, que hacía a la vez de banquina, y vereda. Tuc, tuc, tuc, tuc, iban rebotando las valijas sobre el camino de piedritas a la vez que se le iban gastando las rueditas! Si habrán caminado esas valijas!!!
Cuando llegamos a la calle donde estaba la YPF giramos. Noooo!!! La calle era en subida!!!! Acá prácticamente no había nada que hiciera de vereda, y la calle de tierra, afortunadamente seca en ese momento, era bastante irregular y con pozos. A esto se sumaba, algunos perros callejeros que ladraban a los que pasaban. Seba sugirió que les dijera “perros bonitos, perros bonitos”, parodiando el capítulo de Los Simpsons donde Homero con Bart en una cueva se topan con unos osos y a medida que van retrocediendo les dice “Osos bonitos, osos bonitos”, para que no se los coman. Cada día hay un momento Simpson para recordar!
Así que caminamos unos 300 metros hacia adentro, gran parte con pendiente, hasta que llegamos a la calle Pehuenches. Ahí vimos un cartelito que indicaba que la “Hostería Brisas del Cerro” estaba hacia la izquierda. La “cuadra” que nos separaba debía tener como 200 metros, porque se nos hizo larguísima! Con gran cansancio llegamos!!!  


La hostería, era una casa de 2 plantas, con un gran living con hogar a leña y sillones, un espacio desayunador, y varias habitaciones. En la parte delantera, tenía un jardín con flores cuidadosamente cuidado, con sillas para sentarse. Muy amablemente nos atendió el hijo del dueño, que se identificó como Alfonso. Rápidamente nos asignó una habitación en la planta baja, donde dejamos el equipaje, y nos cambiamos para salir.

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