By Sole
Febrero 2013
Febrero 2013
El
martes 12 de febrero partimos a las 9:30 por LAN rumbo al aeropuerto de San
Carlos de Bariloche. Como es usual, Seba se sentó del lado de la ventana y yo
en el asiento del medio, que fue casi un pasillo porque no tenía a nadie
sentado del otro lado. Desde su lugar privilegiado iba disfrutando del
despegue, identificando las edificaciones sobre las que íbamos sobrevolando. En
un momento anunció “El riachuelo!”
que fue seguido de “Ahí está la cancha de
Racing!!!!”. También nombro alguna otra cancha que no recuerdo (tal vez la
obra en construcción de algún equipo del ascenso), identificó la Laguna de Lobos y el pueblo
de Uribelarrea.
El
viaje fue tranquilo. Nos ofrecieron infusiones y gaseosas, junto con algunos
productos de Havanna y un paquetito de maníes japoneses. Comimos parte,
guardamos el resto para después.
A las
11:40 hs arribamos a Bariloche, donde hacía 13ºC de temperatura.
Previsores, teníamos un abrigo a mano, así que no sufrimos tanto la fresca
bienvenida. Retiramos el equipaje y tomamos un taxi hasta la terminal de micros.
A las
12:15 hs ya estábamos en la vergonzosa terminal de micros de Bariloche.
Realmente me impactó en forma negativa. Para una ciudad que tiene tanto
tránsito de turistas, me pareció super pequeña, además de sucia, con pocos
asientos, y con mucha gente sentada en el piso. Tenía un bar, también era
pequeño y las mesas parecían un tetris, encastradas una con otra, con muy poco
espacio para sentarse; sospecho que la gente debía levitar para poder acceder a
los asientos por lo apretado que estaba todo! Ni hablar del olor a fritanga...
En un
rincón había un grupo de mochileros sucios; algunos comían empanadas, mientras
otros se disponían a preparar sándwiches. Parece que habían comprado fiambre
envasado al vacío en algún super, y ahí estaban, peleando con el paquete que
intentaban abrir con los dientes. Nadie tenía una navaja en todo ese equipaje
para abrir los envases???
Por
otro lado teníamos los mochileros más pro, con todas sus mochilas que
impresionaban estar limpias y acomodadas. Tal vez uno grupo estaba partiendo y
otro llegando…
Esperamos
un rato parados y otro sentados, cuando se hizo un lugar, la salida de nuestro
micro con destino Villa la
Angostura (VLA). Mientras comimos maníes que nos habían quedado del
vuelo. Pronto pasó la hora, y a las 13:15 subimos al micro, que milagrosamente
salió a horario.
Del
viaje en micro no puedo decir demasiado ya que parte lo hice con los ojos
cerrados para evitar la cinetosis. A poco de salir de Bariloche me mareé un
poco, así que para que la situación no terminase mal, cerré los ojos y el
malestar cedió.
A las
14:30 llegamos a VLA. Antes de abandonar la zona de la terminal compramos los
pasajes a Villa Traful, que no habíamos podido comprar desde Buenos Aires. Digo
zona de la terminal, porque no creo que pueda llamarse terminal. Había una
pequeña casita donde vendían los pasajes, y un espacio, no techado, con un
kiosco donde aparcaban los micros para cargar y descargar gente. Pero
considerando donde estábamos, no tendría que juzgarla tan severamente, sólo podría decir que le faltaba un techo para
que pudiese recibir el nombre de “terminal”.
Teníamos
que ir a la Hostería
que estaba, por lo que habíamos calculado, a unas 7 cuadras del lugar. “Estamos cerca, vayamos caminando”…
Maldita
la hora que tomamos esa decisión! Salimos de la terminal hacia la avenida 7
lagos, que no tenía veredas. Estaba la avenida, continuación de la ruta homónima, que
después iba a volver a transformarse en ruta, y al costado, un gran espacio de
ripio, que hacía a la vez de banquina, y vereda. Tuc, tuc, tuc, tuc, iban
rebotando las valijas sobre el camino de piedritas a la vez que se le iban
gastando las rueditas! Si habrán caminado esas valijas!!!
Cuando
llegamos a la calle donde estaba la
YPF giramos. Noooo!!! La calle era en subida!!!! Acá
prácticamente no había nada que hiciera de vereda, y la calle de tierra,
afortunadamente seca en ese momento, era bastante irregular y con pozos. A esto
se sumaba, algunos perros callejeros que ladraban a los que pasaban. Seba sugirió que les dijera “perros bonitos, perros bonitos”, parodiando el
capítulo de Los Simpsons donde Homero con Bart en una cueva se topan con unos
osos y a medida que van retrocediendo les dice “Osos bonitos, osos bonitos”,
para que no se los coman. Cada día hay un momento Simpson para recordar!
Así
que caminamos unos 300
metros hacia adentro, gran parte con pendiente, hasta
que llegamos a la calle Pehuenches. Ahí vimos un cartelito que indicaba que
la “Hostería Brisas del Cerro” estaba hacia la izquierda. La “cuadra” que nos
separaba debía tener como 200
metros , porque se nos hizo larguísima! Con gran
cansancio llegamos!!!
La
hostería, era una casa de 2 plantas, con un gran living con hogar a leña y
sillones, un espacio desayunador, y varias habitaciones. En la parte delantera,
tenía un jardín con flores cuidadosamente cuidado, con sillas para sentarse. Muy
amablemente nos atendió el hijo del dueño, que se identificó como Alfonso.
Rápidamente nos asignó una habitación en la planta baja, donde dejamos el
equipaje, y nos cambiamos para salir.
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