By Sole
Nos
levantamos un rato antes de las 8. Todos los planes que habíamos hecho pendían
de un hilo, entre mi gastroenteritis y el tiempo que seguía horrible; teníamos
que ver que hacíamos.
Comenzamos
desayunando. Seba se tomó un café con leche con una medialuna, y pan con
manteca y mermelada. A mí me tocó la versión astringente de desayuno: té negro,
pan blanco tostado con un poco de mermelada de membrillo. Lo toleré sin
problemas.
Decidimos
que yo me iba a quedar en la hostería leyendo el libro que había llevado
(Indias Blancas) y Seba iba a pasar por la farmacia a comprar algo de
medicación. Le hice una receta de Reliverán ® y Crema de bismuto, en los
recetarios sellados que había llevado (el anexo al botiquín de emergencias), y me quedé leyendo mientras él salió
bajo la lluvia a comprar.
Tomé
la medicación y permanecimos el resto de la mañana viendo si volvía a aparecer
algún síntoma. Seba aprovecho para tomar unos mates y leer su libro (La
sociedad de la nieve, sobre la tragedia de los Andes).
A las
13 hs salimos, ya había escampado y el sol comenzaba a asomarse entre las
nubles. Fuimos hasta la avenida 7 lagos, y caminamos hacia la zona del río
Correntoso. Fuimos por la ruta hasta el Km 2118, donde del lado izquierdo había
un desvío, o sea, hacia la zona del lago. Luego de caminar algunos cientos de
metros llegamos al puente viejo sobre el río Correntoso. Este río, el más corto
del mundo y uno de los mejores pesqueros de truchas del mundo, une el lago
Correntoso con el lago Nahuel Huapi. Si bien en el camino no nos habíamos
cruzado con otros seres humanos, el viejo puente estaba lleno de gente que
había llegado en auto, y estaban ahí sacándose fotos.
A las
13:50, después de sacar algunas fotos, cruzamos el puente y nos metimos en las
intrincadas calles del barrio Villa Correntoso. Seba sabía que alguna de esas
calles desembocaba en un sendero que iba hacia el lago Espejo. Azarosamente
tomamos la calle del Cóndor, la que fuimos siguiendo, apostando a que estábamos
en el camino correcto o que de última nos iba a llevar hasta la ruta. A medida
que fuimos avanzando las edificaciones se fueron haciendo más esporádicas; cada
tanto aparecía algún chalet, algunos bastante escondidos en el bosque, sin una
remota vista al lago. Luego de caminar una media hora, encontramos el sendero del
Camino viejo al lago Espejo. Es un camino, utilizado con frecuencia por
bicicletas y cuatriciclos, de los que fuimos siguiendo las huellas, con varias
ondulaciones, pero sin grandes pendientes. Pasamos por bosques de coihues
altos, y zonas de árboles más bajos con lengas y cañas.
Por el Camino Viejo a Lago Espejo |
Luego
de casi 1:30 hs de haber cruzado el Correntoso y tras haber recorrido unos 8 km , empezamos a escuchar el
ruido de los autos: estábamos cerca de la ruta. Qué alivio! No estábamos
perdidos!!! Unos metros más adelante ya la divisamos, al igual que el lago, que
estaba al otro lado de la misma. El sendero terminaba unos 100 metros después de la
rotonda que divide la ruta 7 lagos, de la que va al paso Internacional Cardenal
Samoré (Chile).
El
tiempo nos acompañó durante la caminata, se había mantenido encapotado, pero
sin lluvia… cuando bajamos a la ruta comenzó a lloviznar!
Caminamos
algunos metros por la ruta hasta divisar el cartel que indicaba “Balneario Lago
Espejo”. Antes de bajar al lago, nos quisimos asegurar la ubicación de la
parada del bus que íbamos a tomar para regresar. Justo cuando estábamos ahí, a
las 15:25 hs, vimos que el colectivo verde venía justamente del balneario,
donde tenía una parada. El siguiente era a las 16:30 según habíamos leído en
los carteles que estaban en la terminal de micros.
Bajamos
por un camino que no debía tener más de 300 metros , que
terminaba en un estacionamiento. Delante de este, el lago con diferentes
colores (verde, turquesa, musgo), seguramente producto de la nubosidad. Por
suerte, dejó de llover y nos sentamos en unos troncos en la pequeña playa de
arena clara. Descansamos un rato y comimos unas barras de cereal y banana. De a
poco comenzó a venir más gente con sus autos; algunos venían preparados para
tomar mate con sus termos y sillas playeras.
Lago Espejo |
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