By Sole
Mayo 2012Otro largo día nos esperaba. Salimos tempranito del departamento sin siquiera desayunar. Caminamos algunas cuadras hasta que encontramos un Starbucks, frente a la Basílica de San Esteban, la más grande de Hungría. Habíamos pasado por ahí la noche anterior pero el panorama era completamente diferente, apenas quedaban rastros de los grupos de personas que estaban sentadas en las escalinatas de la iglesia y en las mesas de los bares aledaño y bancos públicos, hablando y tomando bebidas alcohólicas como si se tratase de un after office. El lugar estaba desierto.
Compramos cafés y muffins, y nos sentamos en una de
las mesas exteriores; un lugar muy agradable. Sin mucho apuro
desayunamos.
Saciados, emprendimos el paseo del día. Comenzamos a
recorrer y descubrir las pintorescas calles de la ciudad, y sus souvenirs. Sin
dudas, Budapest tenía los souvenirs más lindos que habíamos visto hasta el
momento, y de los que vimos posteriormente. Iban más allá de los llaveros,
imanes, postales, tazas y remeras con la impresión del nombre de la ciudad.
Además de estos objetos, había muñecos, rompecabezas de madera con formas de
animales, parejas de húngaros en madera pintada con función de salero y
pimentero, o sacacorchos, disfraces para niños, copias de gorros rusos y de
máscaras anti-gas, manteles bordados, posafuentes, paneras de tela, mamushkas, y
la infaltable paprika en su variedad común y picante. Tuvimos que hacer un gran
esfuerzo para no comprarnos toooodo!!! De más está decir que las máscaras
anti-gas le resultaron particularmente interesantes a Seba, que estuvo evaluando
comprar una; la cordura finalmente llegó y la compra no se
concretó.
Las calles nos fueron conduciendo nuevamente hacia Buda,
pasando por el Puente de las Cadenas. Comenzaríamos por la ciudad señorial,
sobreelevada. Al igual que en Zagreb existe una especie de funicular para hacer
el ascenso; no estaba funcionando en ese momento. Hicimos lo que íbamos a hacer
desde un primer momento: subir caminando!!! Una serie de escalinatas nos
llevaron hacia lo alto de la ciudad. Como pudimos recorrimos los alrededores del
Castillo de Buda. En ese momento había un acto con mucha gente de seguridad, que
limitaban el acceso a determinados sectores, e impedían el ingreso de autos; tal
vez por eso mismo no estaba funcionando el funicular. Sin mucho para ver, y sin
interés de tener algún altercado con la policía húngara, enfilamos hacia el
Bastión de los Pescadores, un mirador situado en la colina de Buda, en la orilla
oeste del Danubio, desde la que se tiene una imagen espectacular de Pest. En
parte del mismo funcionaba un restaurante, y en la parte superior había un
mirador con un costo de acceso de 660 ft. Al igual que la mayor parte de la
gente, visitamos la parte gratuita. Cerca de este había un par de músicos
tocando, delante de los cuales bailaban 2 japoneses; sin
palabras.
Seguimos recorriendo las calles circundantes, metiéndonos
en cuanta tienda se cruzó a nuestro paso y sacando fotos. En este sector había
varias casas medievales, que aún conservaban al menos el aspecto exterior
original.
Toda esta parte de la ciudad estaba atestada de grupos de
turistas, sin faltar la manada de orientales que tenían incrustadas grandes
cámaras de fotos en su pecho.
Entre una cosa y otra se fue haciendo el mediodía.
Volvimos a Pest, y nos dirigimos hacia el parlamento para verlo desde más cerca.
Luego de tomar las fotos pertinentes, pasamos por una exposición de ambulancias
de distintas épocas emplazada en la plaza frente al gran edificio parlamentario.
Cuantas historias, vidas y muertes habrá ligadas a todos esos vehículos. No pude
evitar que ese pensamiento pasara por mi cabeza, sobre todo con los modelos más
antiguos.
Ambulancias húngaras de todos los tiempos |
Con un “vamos???”, volvía a la realidad. Caminamos por
vaya a saber uno que calles, hasta terminar en Váci Utca, la calle comercial más
famosa de Budapest, asiento de famosas tiendas de ropa (no podía faltar un Zara
y un H&M, además de un C&A entre otros), negocios de venta de
souvenirs, y restaurantes con mesas en la ancha calle peatonal. Desembocamos en
el Mercado Central.
Habíamos leído que el mercado, más allá de tener
verdulerías, carnicerías, fiambrerías y panaderías, tenía algunos locales que
vendían alimentos listos para consumir a precios muy accesibles. En la planta
baja encontramos los puestos de alimentos frescos, con productos tan lindos y
frescos como los que habíamos visto en los otros mercados. En el primer piso, la
mayor parte estaba ocupada por puestos que vendían souvenirs, y sólo un pequeño
sector vendía comida típica; el lugar para sentarse era prácticamente
inexistente, las pocas plazas que había estaban ocupadas y los precios no
diferían mucho de los que habíamos visto en los restaurantes. Necesitábamos
sentarnos, y hacer una parada sanitaria, no nos resultó muy atractiva la idea de comer parados haciendo malabares en el aire con un plato de alimento.
Cruzamos la calle y si bien hasta el momento habíamos evitado las cadenas de hamburguesas, entramos en el Burger King. Elegimos
el menú de sándwich con pollo grillado, papas fritas y gaseosa light. Luego de
caminar tanto y estar expuestos a la temperatura que iba incrementándose,
resultaron muy placenteros los alimentos, las gaseosas frías, el aire
acondicionado y el baño del local. Nos quedamos un rato, hasta recuperar
energías; el plan era seguir caminando durante toda la
tarde.
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