By Sole
1 de Diciembre 2016
Luego del desayuno rumbeamos hacia el “Ferry Building” donde compramos los tickets hacia Devonport ($12 return cada uno); como los servicios partían cada 30 minutos el tiempo de espera no fue demasiado (cuando la aguja larga del reloj pasaba por el 0 y el 30 salían desde Auckland, y cuando pasaba por el 15 y el 45 lo hacían desde Devonport).
Esperando el ferry!!! |
Tras 15 minutos de viaje llegamos a destino. Ni bien salimos del puerto tomamos Victoria Road, la calle principal del barrio, donde están los principales locales comerciales, restaurantes y cafés. Tuvimos la sensación de estar caminando por un pueblo de cuentos al pasar frente a varias casas antiguas de estilo inglés que pertenecieron a los primeros pobladores.
Recién llegados a Devonport |
Victoria Road |
Al final de la calle encontramos el sendero vehicular y peatonal para llegar a la cima de Mount Victoria; imposible perderse. El ascenso entre pastizales nos resultó relativamente fácil y rápido. Sin dudas las vistas privilegiadas de los alrededores, la isla de Rangitoto por un lado y Auckland por otro, sitúan esta atracción en uno de los primeros puestos de los must de la zona. Entre la panorámica de la ciudad y el banco de madera que parecía estar esperándonos no pudimos resistir la tentación de sentarnos a descansar y comer una fruta.
Subiendo a piedi |
North Head desde Mt Victoria |
Rangitoto Island desde Mt Victoria |
Señor descansando I |
Para los que no pueden y/o quieren caminar cuesta arriba pueden llegar en auto hasta ahí y sacar buenas fotos. Eso sí, al ser tan accesible hay bastante gente y poca paz.
Siguiente destino: North head! Volvimos por Victoria Road hasta la costa, donde giramos en King Edward Parade, disfrutando de una linda caminata por la costanera. Divisamos varios bancos, atinadamente ubicados en la sombra de los árboles, con vista a una postal marítima: pequeñísimas playas de arena, mar, gaviotas, y varios veleros, algunos amarrados y otros navegando a pocos metros de la costa. Lamentamos no tener el equipo de mate en la mochila!
Costanera |
Del otro lado de la calle había varias casas con grandes ventanales y balcones con vistas privilegiadas de la costa. Imaginamos lo lindo que debe ser desayunar ahí o hacer una picadita cuando comienza a caer el sol en las tardes de verano… Pero no me vemos viviendo ahí en invierno cuando sopla el frío viento del mar o en medio de una tormenta; me conformo con sólo soñar un rato.
King Edward Parade & casas con vista al mar |
Al final del camino estaba en Navy Museum, que según los folletos era gratis. No les puedo confirmar el dato porque decidimos seguir de largo e ir directamente a North Head; si el día estaba lindo había que aprovecharlo haciendo actividades al aire libre! Giramos a la izquierda, y caminamos dos cuadras hasta llegar a Takarunga Road, la cual desembocaba directamente en el inicio del sendero peatonal.
Una de las cosas buenas que tiene viajar por Nueva Zelanda es que uno puede encontrar todo tipo de información en Internet, incluidos los folletos del departamento de conservación (DOC) con todos los detalles de los senderos. El único riesgo es que la data es tan abundante que si uno no tiene un objetivo claro puede terminar perdido (lo digo por experiencia propia). Habiendo considerado esta visita cuando organizamos el viaje en Buenos Aires, teníamos en el celular el pdf con la información, los posibles caminos a seguir y el mapa que era lo más parecido que puede existir al de un laberinto: los caminos se iban bifurcando y corrían paralelos entre sí pero a diferentes niveles. No nos íbamos a volver locos siguiendo alguno en particular, por lo que decidimos jugar al "Elige tu propia aventura"… el lugar no era tan grande como para perdernos y quedar varados ahí hasta la noche, de alguna manera nos íbamos a ubicar.
Ese volcán, gracias a su ubicación y su altura, fue un punto estratégico de defensa en un principio para los maoríes y posteriormente para los europeos que construyeron ahí una base militar con túneles, sectores para almacenar armamento, barracas y hasta cañones apuntando a los potenciales frentes de ataque. Sus años dorados fueron entre fines del 1800 y la segunda guerra mundial. Si bien hace mucho tiempo se abandonaron las actividades militares en la zona, aún quedan los remanentes que se pueden visitar libremente. El sendero laberíntico discurre justamente entre todas estas estructuras. A pesar de formar parte de las actividades propuestas por el DOC dista mucho de ser una actividad para los amantes de la aventura y la adrenalina que tienen una brújula en el bolsillo como principal aliada. Resultó ser un paseo apto todo público, que hasta me atrevería de calificar de urbano por la gente que cruzamos paseando perros y las casas con las que nos encontramos en los alrededores cuando intentábamos encontrar la salida para volver a la calle. Creo que me precipité un poco nombrando la salida sin haber dicho si quiera que habíamos ingresado…
North Head |
Sin apuro fuimos caminando por la huella mantenida por el constante pisoteo de transeúntes, ascendiendo lentamente por gentiles pendientes. No pudimos dejar de parar junto a los cañones y sacarles fotos; creo que no hay viaje en que no le saquemos una foto a un cañón…el análisis de este tema sería un festín para un psicoanalista!!!
Cañón apuntando a Rangitoto Island |
Unos metros más adelante encontramos la entrada a los túneles… esta vez Seba me abandonó justificándose en que no se iba a exponer gratuitamente a los bichos que pudieran estar ahí dentro. Así que él quedó afuera y yo me fui a explorar las galerías subterráneas que estaban parcialmente iluminadas por la luz natural que ingresaba por algunas aberturas... mientras se viera algo iba a seguir adelante. Recorrí el área iluminada, y pispeé los lugares más oscuros con la luz de la linterna del celular sin atreverme a poner un pie más allá… la valentía tiene sus límites!!! Viéndolos fríamente y sin jugar un poco con la imaginación eran simplemente una sucesión de pasillos vacíos que se iban ramificando conduciendo a pequeñas habitaciones.
Tal como si se tratase de un museo, llego un punto en que el "pequeño Seba" se cansó y no lo pude levantar del banco donde se había sentado. Como estaba muy cómodo a la sombra de un árbol lo dejé ahí y me fui a caminar un rato más por un paisaje bastante monótono compuesto principalmente de pastizales, varias estructuras de hormigón y construcciones que para los que no somos amantes de las guerras y estrategias militares generaba poco interés. Me quedé con la sensación de que lo que vendía el folleto era más prometedor que la realidad… lo que más me gustó fue la caminata al aire libre en sí y las vistas de los alrededores.
Señor descansando II |
Volvimos a buscar un lugar para almorzar en Victoria Road, saliendo elegido el pequeño “Sierra Café” que tenía varias opciones de sandwiches, ensaladas, tartas, jugos y smoothies. Creo que aún no lo comenté, pero una de las cosas que me encanta de New Zealand es que se tome con naturalidad el hecho de tomar "agua de la canilla" (tap water), y que en casi todos los restaurantes y cafés que visitamos hubiese “complimentary water” para servirse sin tener que estar obligado a comprar agua mineral.
Sandwich, pie & smoothie |
Ya en Auckland nos abocamos a la difícil tarea de encontrar un simple café abierto para merendar. Tal como nos había pasado los días previos varios ya estaban cerrados mientras que otros prometían hacerlo entre las 16 y 17 horas. Parecíamos extraterrestres tratando de tomar un café a las 4 de la tarde!!! Gracias a que estábamos en una zona con mucha oferta gastronómica, y que a algún empresario visionario se le habrá pasado por la cabeza “podemos diferenciarnos del resto si servimos café hasta las 19 horas”, encontramos lo que buscábamos. El Gloria Jean’s Café de Chancery Street fue nuestra salvación!
La empleada del mes |
Muffin tostado |
Hicimos el pedido a la única empleada de todo el local y nos ubicamos en una de las mesas altas que había junto a la ventana. Al igual que los choferes de micros y capitanes de barcos que habíamos cruzado, la encargada de este local era super eficiente, multitasking 100%. Tomaba los pedidos, cobraba, preparaba cafés y licuados, cortaba tortas, tostaba muffins, ponía y sacaba la vajilla del lavaplatos, y hasta acercaba lo solicitado a las mesas. No fue un error de tipeo el "tostaba muffins", en varios lugares vimos como los partían al medio y los tostaban como si fuesen pan, y luego los presentaban acompañados de manteca o mermelada. Tras haberlos probado de esta manera sigo prefiriendo acompañar mi cappuccino con un muffin sin partir y sin tostar.
Como era la última noche en la ciudad queríamos comer afuera, algo que siempre intentamos hacer. Luego de evaluar las ofertas de la zona elegimos “Depot”, un restaurante de moda que servía platos tan raros que ni quiera entendimos la carta que estaba en Internet; la idea era “dejarse sorprender por nuevos sabores y texturas”. No habiendo sido lo suficientemente previsores, cuando llegamos el lugar estaba lleno y el tiempo de espera era de una hora y media…
No estando dispuestos a esperar, los planes cambiaron drásticamente y terminamos en “Food Track Garage”, un gran espacio, parcialmente techado y decoración muy moderna. Como hacía calor nos sentamos en una de las mesas del exterior donde quedamos enamorados de un bulldog francés negro y gordito que estaba en la mesa de al lado... amor a primera vista!!! El pobre gordo miraba fijamente la hamburguesa que su dueño tenía en la mano, parecía hipnotizado… Terminó siendo un resto con muy lindo ambiente pero con una carta acotada y comida bastante mediocre.
In love 💕 |
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