By Sole
Habiendo visitado Hobbiton Movie Set y hecho un almuerzo muy ligero en Matamata, nos subimos en el bus de Intercity rumbo a Rotorua.
Luego de unos 50 minutos de viaje, que incluyeron un chaparrón, a las 17:30 horas llegamos a destino. Ya no llovía y las nubes se habían disipado parcialmente dejando pasar algunos rayos de sol. Bajamos en la pequeña estación de buses y caminamos las dos cuadras y media que nos separaban del hostel Rock solid Backpackers.
Como siempre entregué el comprobante de la reserva de Booking, pero algo no estaba bien... La recepcionista buscó en la computadora, entre varios papeles de una carpeta, y la reserva no aparecía. Nos preguntó si de casualidad no la habíamos cancelado… Con nuestra obvia respuesta negativa a la pregunta continuó buscando y llamando por teléfono, llegando a la conclusión de que alguien del lugar la había cancelado!!! No podía ser que con nuestro nivel de previsión que casi roza la obsesión y habiendo “bookeado” el hostel con 3 meses de anticipación estuviésemos ahí sin habitación…
Nos entregó un par de claves de Internet y nos solicitó que esperásemos mientras hablaba con el manager. Para ese entonces ya estábamos haciendo una nueva búsqueda de alojamiento, teníamos que tener un plan B…. Al precio que esperábamos pagar por nuestra habitación doble con baño privado apenas encontramos una con baño compartido en un hostel vecino; el resto de los lugares duplicaban el precio o estaban muy alejados.
Luego de casi media hora sin noticias apareció una posible solución: una habitación doble con baño compartido (a U$150 en lugar de los U$180 que íbamos a pagar por las dos noches) + dos pases al “Polynesia spa” de compensación por las molestias. Como ya estábamos ahí y no íbamos a conseguir una oferta mejor en otro lugar aceptamos la propuesta y nos quedamos.
Parte del tiempo que pensábamos dedicar a caminar por Rotorua lo habíamos pasado en el hall del hostel esperando; más allá de la incertidumbre y la bronca, nos entretuvimos viendo a un grupo de chicos que estaban escalando una palestra en un local vecino (estaba separado del hospedaje por una gran pared de vidrio). A veces uno puede planificar, pero las circunstancias hacer que las cosas salgan de otra manera. Lo importante es poder adaptase y que eso no opaque las vacaciones como consta en nuestro decálogo de viajes.
Cuando la habitación estuvo lista, dejamos el equipaje y salimos. Rotorua nos esperaba!!! El plan era caminar por los alrededores del lago que le da el nombre al lugar, visitar el parque Kuirau, recorrer un poco el pueblo y terminar comprando víveres para los próximo días en el supermercado.
Comenzamos tomando Himenoa Street hasta donde terminaba, justo en una rotonda frente al Polynesia Spa. Luego de pispear un poco, enfilamos hacia el lago Rotorua. Teníamos pensado usar los pases al día siguiente.
Para ponerlos un poco en contexto, les cuento que la ciudad está en un área de actividad termal y por eso la presencia de este spa, y las “piletas” y lodazales burbujeantes que emanaban vapores y olor a sulfuro que estaban alrededor del lago. Carteles que anunciaban “Entry to sulphur point wildlife Sanctury is Prohibite”, trataban de resguardar la integridad física de los curiosos; con esa información nadie en su sano juicio se animaría a saltar la baranda para ir a sacarse una foto junto a un charco de barro con vida propia. En las zonas donde había más humo y ruido de borbotones (como cuando hierve el agua) mayor era el olor a sulfuro (para nosotros era similar al que desprende la yema de huevo duro, aunque hay quienes directamente lo califican de olor a podrido). Les aseguro que al menos en este sector no era muy fuerte, y ni siquiera me generó náuseas.
Sector del lago Rotorua con actividad termal |
Lentamente fuimos caminando por el sendero que iba bordeando el lago a una distancia prudencial del agua y los pozos. Si bien el camino seguía por varios metros más, a la altura de Queens Drive decidimos regresar hacia la ciudad, desembocando justo en los “Government Gardens”. Me resultó admirable la prolijidad de todo el complejo que incluía el jardín de rosas “Klamath Falls Rose Garden”, varias esculturas maoríes, una cancha de croquet –un deporte absolutamente desconocido por mí- con el pasto tan perfectamente cortado que parecía una alfombra, y el museo de Rotorua dedicado a la cultura maorí.
En el edificio de estilo inglés (o Tudor según los expertos) donde se encuentra el museo, funcionó durante parte de la primera mitad del siglo 20 un spa con “aguas curativas” que atraía pacientes, médicos, fisioterapeutas y turistas de distintos lugares del mundo; de ahí su nombre Bath Building. Por suerte habíamos visitado el museo de Auckland, sino nos hubiésemos quedado con las ganas de conocer las costumbre y legados de los primeros pobladores de las islas… el recinto estaba momentáneamente cerrado (hasta fines de 2017) por los daños que había sufrido por el terremoto de Kaikoura (cerca de Christchurch) del 14 de noviembre de 2016.
Continuamos caminando por Arawa Street notando que la actividad en el pueblo había terminado; casi todos los locales cerraban antes de las 18 horas, y algunos incluso a las 16 hs… Acá ni siquiera hicimos el intento de encontrar un café abierto… íbamos a pasar directamente a la cena.
Tras cruzar Ranolf Street, la avenida por la que habíamos entrado con el micro al centro de la ciudad, llegamos al Kuirau Park cuya principal atracción eran los pozos termales. Además de los que emanaban gases con alto contenido de sulfuro estaban los de cloruros alcalinos con un olor desagradable que no pude asociar con nada conocido; justamente cuando pasamos junto a grandes nubes de esta sustancia llegué a sentir náuseas y quedar sin hambre por un buen rato. Nos pareció un lugar interesante por la diversidad tanto en la composición de los vapores, así como también el aspecto de las fuentes de las emanaciones que iban desde simples rajaduras del piso de las que salía humo, hoyos cuyo contenido no se veía pero sí se imaginaba por el sonido que emitían, y auténticas piletas de un barro gris burbujeante donde viviría feliz Shrek.
Para los visitantes osados había un par de piletas de material con aguas termales en las que los carteles invitaban a remojar los pies. El miedo al pie de atleta y la falta de toalla hicieron que siguiéramos de largo; igual voy a reconocer que mi curiosidad me llevó a meter una mano para comprobar la temperatura del agua que resultó ser tibia (aún tengo mi mano en buenas condiciones sin ninguna "peste").
Al regresar a las calles "céntricas" tuvimos la sensación de estar recorriendo un pueblo fantasma; salvo por algunas personas en el parque (incluida una familia de indios que hacían uso de los baños de pies) apenas nos cruzamos con otros seres vivientes hasta que llegamos al estacionamiento del supermercado… toda la gente parecía estar comprando en el “Pick’n Pack”.
Tras recorrer los pasillos delimitados por altas estanterías repletas de grandes packs, típicos de supermercados mayoristas, hicimos nuestra diminuta compra y regresamos al hostel a cenar y descansar. Estábamos agotados; había sido un día muy interesante y de bastante actividad.
Quedamos muy conformes con la excursión que habíamos contratado, ya que con ella habíamos cubierto el traslado entre Auckland y Rotorua, e incluido en el medio el increíble paseo por Hobbiton. El "tiempo muerto" de ir de una ciudad a la otra se había convertido en una actividad: optimización del tiempo + entretenimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario