sábado, 2 de julio de 2016

El largo viaje a China

By Sole

10 de Octubre 2015

Estábamos a horas de comenzar una nueva aventura!!! China nos esperaba!!!

Tras un check in bastante caótico y poco efectivo de American Airlines en Ezeiza, apenas estuvimos media hora esperando para abordar. Tal vez suene raro que hayamos optado por esa aerolínea para llegar a Asia, pero la diferencia de precio era importante respecto a las de primer nivel de medio oriente, sin grandes diferencias en tiempo total de viaje. Viendo el viaje en retrospectiva concluyo que resignamos calidad por precio.

Siendo este mi primer vuelo hacia los Estados Unidos de los últimos 15 años, me sorprendió la revisión del equipaje de mano previo a ingresar al avión. Parece que con el control de seguridad con scanner del aeropuerto no es suficiente… No estarán un poco paranoicos? Cada uno sabrá porque hace las cosas.

Tuvimos un vuelo tranquilo, aunque un poco tedioso ya que con el objetivo de adaptarnos al horario de China intentamos dormir lo mínimo posible de Buenos Aires a Dallas, para hacerlo posteriormente en el vuelo de Dallas a Beijing. Durante las 11 horas que duró el primer tramo nos “agasajaron” con pollo con vegetales, ensalada y un postre super elaborado: 1 bon o bon. Se esmeraron aún más en el desayuno con los 5 trocitos de fruta, una mini medialuna maltrecha y un café con leche al estilo americano. Todo con la amabilidad y delicadeza de las azafatas que me recordaron a las camareras ruteras de películas yankees.

A las 4:55 aterrizamos en Dallas Forthworth. Como aún era temprano y los empleados de inmigraciones no habían comenzado a trabajar tuvimos que permanecer un rato en el avión. No les puedo decir las ganas que tenía de bajar de ahí y estirar un poco las piernas! Respondiendo a mi petición de estar parada, Estados Unidos nos recibió con unos 40 minutos de fila para sellarnos el pasaporte y permitirnos el ingreso al país.

Dallas Forthworth Airport

Teníamos más de 4 horas por delante en el aeropuerto, tiempo que fue más que suficiente para conectarnos a Internet con el wifi gratuito del lugar (era nuestra última oportunidad de chequear el e-mail de Gmail, Instagram y Facebook antes de que las restricciones chinas nos lo impidieran), tomar un cappuccino en Starbucks (ya un clásico de nuestras esperas en los aeropuertos) con un muffin, recorrer todos los locales del sector incluyendo una librería (una de mis debilidades) y comprar un par de almohadillas cervicales con el objetivo de hacer un poco más ameno el siguiente vuelo. No habíamos llegado a destino y ya estábamos comprando cosas!



Con algo de retraso –sin explicación por parte de American- iniciamos el último tramo del viaje con un tiempo estimado de vuelo de 13:07 hs… con esto íbamos a cumplir 24 hs de vuelo. Creo que es el viaje más largo que hemos hecho hasta el momento. El pasajes estaba conformado por un mix de norteamericanos de más de 40 años y orientales, que en algunos casos parecía ser su primer vuelo –uno intentó abrir en medio del viaje una de las puertas de emergencias para tirar el vaso que tenía en la mano-.

On time???

El vuelo se hizo bastaste largo… dormimos un rato, miramos pelis, y comimos. El único buen recuerdo que tengo de la comida de los 2 vuelos es un helado sabor caramel (una especie de dulce de leche) que nos dieron como snack durante la tarde o noche o el momento que fuese. Luego de tantas horas y atravesar tantos husos horarios estábamos totalmente desorientados. 

Beijing desde el aire

A las 14:15 hs aterrizamos en Beijing en un estado era deplorable: cansados, con algo de sueño y con la misma ropa desde hacía más de 36 hs! Cero glamour! Al poner un pie en el aeropuerto ya tuvimos la impresión de que los chinos hacen las cosas a lo grande, o al menos los aeropuertos. No estábamos tan errados, tras una ampliación en 2008 con motivo de la organización de los Juegos Olímpicos se convirtió en el aeropuerto más grande del mundo con alrededor de 1.000.000 de metros cuadrados. Caminamos, caminamos y caminamos innumerable cantidad de metros por grandes halls luminosos con un estilo muy moderno, terminando en migraciones. Ahí tuvimos la segunda impresión: la no regla es la regla en China.

Al final del camino nos encontramos con una gran embudo humano sin ningún tipo de organización. Mientras tratábamos de ver como salíamos de ahí descubrimos que teníamos que llenar un formulario para ingresar al país. Gracias American por entregarnos los papelitos para llenarlos durante el viaje (o al menos avisarnos que teníamos que buscarlos cuando bajáramos del avión)! De manera errática fuimos avanzando y concluimos en una gruesa y caótica fila que llevaba a las ventanillas donde estaban los empleados de migraciones. 

Y la fila??? Dónde está la fila???

Poco más de una hora después de haber bajado del avión estábamos oficialmente en China! Pero no fuera del aeropuerto… aún faltaba retirar la valija, cambiar algo de dinero, tomar un trencito interno y buscar la estación del “Beijing Airport Express”. Justo habíamos coincidido con un vuelo procedente de Korea… no hace falta describir los golpes que recibimos cuando el grupo de turistas se aglutinaba tras una señal del líder. Acataban al pie de la letra el “Follow the leader”.

Sin dificultad encontramos la salida que nos llevó hacia el sector donde estaba la boletería y las máquinas expendedoras de tickets de la terminal 3. Pagamos los 25 Yn correspondientes a cada pasaje y en menos de 5 minutos subimos a un moderno tren con pantallas planas en las que se transmitía un desfile militar. Nos acomodamos con las valijas, tratando de obstaculizar lo mínimo posible el pasillo ya que no había un lugar específico para el equipaje pese a ser el tren que iba y venía del aeropuerto.

El primer trayecto de viaje no tuvo gran atractivo, ya que discurría entre la terminal 3 y la 2 del aeropuerto, donde subieron más pasajeros. Ya en el exterior, nos encontramos con grandes espacios descampados intercalados entre complejos de edificios –imagen que ya habíamos visto desde el aire antes de aterrizar-. Otra de las cosas que nos llamó la atención fue ver la cantidad de autos de alta gama que transitaban por una autopista que corría paralela a las vías del tren.

Parte de la gente bajó en la siguiente parada, y todo el resto en la cuarta y última: Dongzhimen. Siguiendo los carteles llegamos hacia la línea 2 del metro. Está de más decir que ya teníamos super estudiado todo el recorrido hacia el hotel y sabíamos todas las conexiones que teníamos que hacer y en que estación teníamos que bajar.

El sistema de metro de Beijing está bastante extendido – durante nuestra estadía nos permitió llegar a todos los destinos- y podría compararse al de cualquier país del primer mundo. Las estaciones cuentan con una boletería y varias máquinas expendedoras de pasajes con la opción de utilizarla en inglés, y aceptan monedas y billetes. Ya desde el primer momento no tuvimos problemas para usarlas, y de hecho nos resultaron muy prácticas. El costo del pasaje variaba dependiendo la distancia a recorrer. Por ejemplo, en esta oportunidad nos costó 4 Yn por persona.

Antes de llegar al andén pasamos por un control de seguridad que incluyó el scaneado de las mochilas y valijas al estilo aeropuerto. Ni bien llegamos venía el subte de la línea 2, una de las 2 circulares que interconectan con el resto de las líneas. Ni bien entramos al vagón ya comenzamos a conocer a los chinitos con sus peculiaridades. En esos pocos minutos pudimos observar que nivel de uso de celulares era realmente impresionante! Casi todos en el vagón parecían absortos mirando los grandes equipos que llevaban en sus manos. Y lo otro que me sorprendió, y casi me deja sorda, es el volumen de voz cuando atienden el teléfono o cuando hablan entre ellos. Parece que siempre están peleando a los gritos!

La primera impresión fue bastante diferente de la imagen que tenía pre-formada en mi cabeza sobre los chinos antes de comenzar a organizar el viaje. Pensaba que por haber vivido tanto tiempo bajo un régimen comunista eran un pueblo ordenado, silencioso y sin tanta tecnología... una idea que no podía estar más alejada de la realidad.

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