By Sole
13 de septiembre 2014
Como
Seba cumplía años me tomé el fin de semana libre y el viernes a la tarde partimos hacia Mar del Plata. El día de su cumpleaños quería hacer algo
especial: pasar el día al aire libre pescando y comiendo un asadito.
Teníamos
pensado ir a un camping de la laguna de Sierra de los Padres, pero los planes
se vieron truncados por el metro de agua que inundaba los alrededores de la
misma. Rápidamente buscamos un plan B: Miramar!
El sábado a la mañana sin
apuro agarramos el auto y tomamos la ruta 11 hacia el sur, pasando por una sucesión de
balnearios, barrios y localidades que con sus bosques, acantilados, médanos y
construcciones hicieron que el recorrido sea muy entretenido.
Luego
de recorrer 60 km, aproximadamente una hora más tarde, estábamos en Miramar.
Estimo que por la época del año y el horario, apenas eran las 10 de la mañana,
la zona costera estaba desierta! Un grupo de edificios con vista al mar –los
únicos de la ciudad-, fueron seguidos de casas bajas; a medida que nos fuimos
acercando a la zona del centro aparecieron unos pocos negocios abiertos y
algunos lugareños caminando por la calle.
Compramos carbón para el asado en la única verdulería que vimos abierta, y volvimos hacia la costa topándonos con el espigón de pescadores donde había varios hombres pescando. Quedé sorprendida al ver cómo iban picando uno a uno los pejerreyes atraídos por los camarones usados como carnada. Almuerzo asegurado para varios pescadores!
Muelle de Miramar |
Siguiendo
los carteles indicativos llegamos la Vivero Dunícola Municipal “Florentino
Ameghino” de Miramar, el lugar que habíamos elegido para hacer el asadito. Este
bosque artificial con una superficie de 500 hectáreas fue erigido con el
objetivo de frenar el desplazamiento de arena de los médanos hacia el poblado.
Sospecho que también
llegamos temprano al vivero: prácticamente no nos cruzamos con otros
seres vivientes! Pasamos por una zona de fogones, junto a una proveeduría y un
restaurante, donde ni siquiera había perros! Dimos un par de vueltas con el
auto siguiendo el camino de ripio terminando aparcando en un área de fogones
más alejada que nos pareció más tranquila. Aún era temprano para empezar a cocinar
por lo que decidimos caminar un poco.
Iniciamos
el paseo por la gruta de Lourdes. Nos encontramos con la imagen de la
virgen rodeada por una inmensa cantidad de rosarios y placas con inscripciones.
Respetuosamente hicimos silencio en el lugar y ascendimos el médano que estaba
por detrás. Unos pasos y ya estábamos en el interior del bosque de pinos y
eucaliptus! Encontramos un sendero que se abría entre las coníferas; sin dudarlo
dos veces comenzamos a seguirlo. Fuimos ascendiendo, descendiendo y metiéndonos
entre vegetación con distinto grado de espesura; realmente un recorrido muy
ameno y entretenido. En un momento el camino nos llevó a una zona sobre elevada
y árida desde la que se tenía una vista panorámica de los árboles de los
alrededores y al fondo el mar!
Vivero de Miramar |
Mientras
Seba sacaba una foto panorámica, yo observaba el paisaje cuando algo
llamó mi atención. “Qué es eso?” pregunté mientras veía a varios metros un
animal con andar felino que atravesaba el sendero. “Lo ví por el visor de la
cámara” me contestó Seba. Con mis escasos conocimientos sobre la fauna local
sugerí “un gato montés?”. En este momento, luego de haber investigado un poco
sobre los animales que habitan la zona estoy 99% segura de que vimos un gato
montés. No sé Seba, pero por mi parte puedo decir que ese pequeño felino me
puso en estado de alerta; de ahí en adelante la caminata no fue tan relajada como al principio. No volvimos a cruzarnos con ningún ejemplar, y por suerte tampoco con
ninguno de los roedores cuya presencia predije luego de atravesar una zona de
cañaverales.
De
alguna manera extraña no nos perdimos y el camino nos condujo de regreso a la
gruta. La hora había pasado y con eso también la tranquilidad de lugar; un
grupo de mujeres hablaban a viva voz y se reían de tal manera que me recordó al
cacareo de una gallina.
De
regreso en la zona de fogones elegimos uno de los que estaban junto al auto, y
preparamos el mate con bizcochitos. Ya especialista en la materia, Seba
encendió el fuego usando además del carbón algunas ramitas y piñas que habíamos
recolectado. Pronto sacó la parrilla del baúl y colocó la colita de cuadril.
Entre mate y mate pasó el tiempo y cuando nos quisimos dar cuenta nuestro almuerzo
estuvo listo. Los sándwiches de carne con pancitos frescos estaban riquísimos!
Un aplauso para el asador!!!
Se viene el almuerzo!!! |
En
lugar de dormir la siestita post almuerzo al sol decidimos hacer otra caminata
por otros senderos. Mientras ascendíamos un pequeño médano no pudo faltar el
atinado comentario “y yo pretendo ganarle a alguien de acá entrenando cuestas
en Libertador” (haciendo referencia a las calles con pendiente que parten de la
avenida Libertador en la zona de Retiro). No pasaron 5 minutos que nos cruzamos
con un hombre que venía corriendo!!! Imposible acercarse al tiempo que puede
hacer en una carrera de aventura alguien que entrena en estos lugares!!! Más
allá de las características del suelo –no es lo mismo subir una pendiente de
pavimento que una de arena en la que se van hundiendo los pies- es mucho más
entretenido!!! Igual en mi caso perdería por el simple hecho de no entrenar y
ni siquiera ir hasta Libertador!!! Jaja.
Esta
vez no hubo felinos, sólo nos cruzamos con varios pajaritos, que en un par de
oportunidades me sobresaltaron por el ruido que provocaban al salir volando de entre arbustos. Respiraba aliviada cuando veía que de entre las hojas salía un
pájaro y no alguna alimaña.
De
alguna manera terminamos en la playa donde en lugar de oirse el sonido del
mar se escuchaba el rugido del motor de los cuatriciclos… Varias camionetas 4 x
4 estaban estacionadas en medio de la playa en una especie de estacionamiento
imaginario. En las inmediaciones había algunas personas sentadas o caminando
por la playa y un par de cuatriciclos dando vueltas.
Instintivamente,
escapando de la gente, caminamos hacia el norte junto a un perro “playero” –no
podría llamarlo “callejero”- que nos acompañó durante gran parte de nuestro
camino de regreso hacia la zona de campings. Como buen perro sin dueño se quedó
donde sabía que podía llegar a conseguir un trocito de carne: los fogones.
Seba con su perro "playero" |
Ya sin
la compañía de nuestro amigo canino volvimos al auto, y seguimos viaje; tomamos
la ruta con destino a Mar del Sud.
Hasta
hace muy poco tiempo ni siquiera sabía de su existencia. Una nota de TN
invitaba a descubrir este lugar perdido en el olvido donde en algún momento
había existido el esplendoroso Hotel Boulevard Atlántico. El potencial
crecimiento y desarrollo del pueblo se truncó cuando en 1890 producto de unas
tantas crisis económicas del país se frustró la llegada del ferrocarril,
quedando prácticamente aislado del flujo de visitantes a diferencia de otras ciudades balnearias vecinas como
Miramar.
Volvimos
a tomar la ruta 11 y recorrimos unos 17 km, apenas cruzándonos con grupos de
ciclistas que aprovechaban la falta de autos para circular por ahí. Ingresamos al pueblo y giramos en
la única calle pavimentada, con dirección hacia la playa. Sinceramente me
decepcionó el lugar, esperaba encontrarme con algo más pintoresco por lo que
había visto en la televisión. El gran atractivo del lugar, el viejo hotel,
apenas asomaba de entre los paredones que lo rodeaban, y el sector de mampostería
que se lograba ver desde afuera había sido reconstruido. Confirmamos que
estaban remodelándolo cuando vimos un par de obreros en el techo trabajando
bajo los rayos del sol.
Salvo
por estos hombres parecía un pueblo fantasma. Despensas, inmobiliarias y las
dos cafeterías ubicadas en la calle principal se encontraban cerradas. Antes de
dar la media vuelta y volver a la civilización, estacionamos el auto y
caminamos un poco por la playa disfrutando la soledad del lugar.
La soledad de Mar del Sud |
En el
regreso, hicimos una parada en el bosque energético que se encuentra entre este
pueblo y Miramar (a unos 5 km). Nos
encontramos con un paisaje muy similar al del vivero que habíamos visitado a la
mañana –de hecho también fue creado por el hombre para fijar las dunas
móviles-. Los lugareños cuentan que mucha gente experimenta sensaciones y
vivencias difíciles de explicar con palabras cuando recorren el lugar.
Caminamos un rato por sus senderos pero la verdad es que no sentimos nada en
particular; simplemente nos resultó un lindo paseo por el bosque y las dunas.
Atravesamos
Miramar, y antes de llegar a Mar del Planta ingresamos en la escollera sur
coronada con la imagen del Cristo Redentor. Si bien visite infinidades de veces
la ciudad nunca había visitado este lugar. Resulta interesante ver una pequeña
playita llena de lobos marinos y los coloridos barcos amarrados en esa parte del
puerto.
Bosque energético |
Puerto de Mar del Plata |
Además hay varias pescaderías que ofrecen una amplia variedad de pescados, y un par de negocios con souveniers olvidables.
Souvenir, souvenir... |
Cansados pero contentos
con todo lo que habíamos hecho durante el día regresamos a la ciudad feliz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario