miércoles, 28 de enero de 2015

La Paz, más cerca del cielo

By Seba

Septiembre 2014


La capital de Bolivia es la que se encuentra a mayor altura sobre el nivel del mar: Se aterriza en el aeropuerto internacional de El Alto, ubicado a 4000 metros, para luego descender al valle donde está el centro urbano, a unos 3600 metros.

Panorama de La Paz
Es sabido que a esas alturas la atmósfera es diferente, el oxígeno escasea y los nativos del llano nos sentimos extraños. Existen numerosas historias de catástrofes futbolísticas justificadas con excusas acerca de la falta de aire, e incluso se analizó seriamente prohibir los partidos internacionales. De momento la selección de Bolivia sigue ejerciendo su localía en el estadio Siles de la Paz, donde a veces gana, y a veces pierde…

Reuniones laborales me llevaron a esta ciudad por tercera vez. Conservaba algunas imágenes de lugares interesantes, pero nunca había tenido tiempo de recorrerla con libertad, a la manera que me gusta. En esta ocasión me reservé un día completo para caminar por la zona con más historia y más actividad de La Paz.

En mi primera visita había sufrido mucho la altura, sintiendo dolores de cabeza, mareos y náuseas. Ya en la segunda forjé una alianza con el té de coca, que resultó ser infalible contra el “soroche”. Así que en esta ocasión no lo dudé, y confiando en el poder de las infusiones, me lancé a recorrer la ciudad luego de un desayuno “poderoso”.  A menos que tengan que someterse a un control antidoping, mi recomendación es tomarse un tecito antes de acostarse y otro con el desayuno!

Té de coca para el mal de altura
Siempre caminando relajado y a ritmo lento, empecé a subir desde mi hotel (ubicado en la zona de la plaza Isabel la Católica) hacia la zona de la plaza Murillo. En la caminata por la avenida 16 de Julio me empecé a cruzar con las imágenes que hacen de La Paz un lugar muy pintoresco: sus ómnibus de colores, sus personajes, sus comercios, todo en el marco de una prolijidad y desarrollo creciente, que contrasta bastante que lo que había percibido en mi primera visita, en 2006.

Colectivos de La Paz
La plaza Murillo es un centro de mucha actividad de gente local: las cholas empiezan a bajar desde El Alto, la gente se sienta en los bancos a tomar algo, los lustrabotas ganan sus billetes mientras las palomas van y vienen. Lo primero que llama la atención a la vista es el Palacio Quemado, la sede del poder ejecutivo, con su particular reloj cuyas agujas giran al revés, hacia la izquierda. Es una obra de estilo neoclásico, con un leve tono amarillo en su fachada. Al girar la cabeza, nos encontramos con el imponente edificio de la catedral, y en el horizonte, el rojizo de las calles de ladrillo en la ladera de la montaña.

Palacio Quemado desde Plaza Murillo
Al salir de la plaza e internarse en el resto de las estrechas calles no puedo dejar de sorprenderme con la informalidad del comercio, plasmada en un sinnúmero de puestos callejeros que vende absolutamente de todo, desde jugos naturales, galletitas, máquinas de afeitar o papel higiénico. En cada esquina se puede levantar la vista y encontrar la maraña de cables eléctricos, y no puedo evitar transportarme a Old Delhi y recordar el caos de sus calles. Comparado con eso, La Paz es más ordenado, o tal vez después de visitar India nuestra capacidad de asombro se redujo drásticamente!

Maraña de cables en el casco histórico
Sin dolores de cabeza, falta de aire o cualquier síntoma del mal de altura, sigo caminando en busca del mirador Killi Killi. Para llegar aquí hay que caminar unas ocho cuadras desde la plaza, siempre en subida! Llego bastante agitado, pero la recompensa lo justifica: una fantástica vista panorámica de todo el valle donde se asienta la ciudad, las laderas pobladas que se explican por el crecimiento poblacional, el estadio Hernando Siles, y algunos gigantes de la Cordillera de los Andes, como el macizo de illimani, que se eleva por encima de los 6400 metros sobre el nivel del mar, haciendo las veces de centinela de la ciudad.

Illimani desde mirador Killi Killi
Se acerca el mediodía y el sol empieza a hacerse notar, ya no quedan rastros del frio matutino. A esta altura la radiación solar es muy fuerte, y exponerse a eso puede ser muy nocivo para la piel (especialmente para los pelados sin sombrero) así que la gente empieza a buscar la sombra, o camina bajo un paraguas. El tránsito de la ciudad es frenético, pero las calles tienen personajes que van a su ritmo, en su propio universo…

La auténtica chola paceña
Luego de sacar las fotos de rigor en el mirador, rodeo nuevamente la plaza y recorro la zona comercial, para volver a la Avenida  16 de Julio y salir frente a la Iglesia de San Francisco, una de las atracciones de la ciudad. La construcción de estilo barroco andino data del siglo XVIII, y es realmente imponente, sobre todo por la torre del campanario que domina el exterior del edificio. El interior guarda una enorme solemnidad, y está coronado por un altar impresionante, que debe tener mucho oro… En esta ocasión no visité ni el museo ni los claustros  -ya lo había hecho en 2006 de manera fugaz- pero es algo que vale la pena hacer.

San Francisco
La calle que asciende por el lateral de la iglesia es Sagarnaga, y se ha vuelto bastante turística en los últimos años. Hay algunos hoteles y cafés con servicio de wifi, que se mezclan con los coloridos locales de artesanías, mayormente mantas, bufandas, gorros, bolsos, guantes con motivos andinos. Es difícil determinar lo qué es verdaderamente artesanal (bufandas de lana de alpaca) de lo industrial. La mayoría de los locales tienen los mismos productos y a precios muy similares, y aunque hay cierto margen para el regateo, el porcentaje de descuento que se puede obtener es módico comparado con los regateos indios, a lo sumo se logra un 20%. Terminé comprando unas bufandas, algunos gorritos y guantes de lana, similares a los que había comprado años atrás, aunque con precios un poco inflados.

Artesanías del altiplano
La segunda calle subiendo por Sagarnaga es Linares, y doblando a la derecha en esta se llega al curioso Mercado de las Brujas. En realidad se trata de varios locales a la calle en donde se venden infusiones, amuletos y pócimas mágicas, que aseguran el éxito en el amor o en los negocios. Lo más llamativo son los fetos de llama momificados que cuelgan hacia la calle en el frente de cada comercio. Al parecer, las creencias de la gente del Altiplano le otorgan poderes a este elemento, algunos lo entierran antes de comenzar a construir una casa, otros lo queman antes de emprender un viaje o un negocio. Seguí mi camino, rechazando las ofertas de un polvito que aumentaba la potencia sexual…

Fetos de llama momificados en Mercado de las Brujas

Viagra Boliviano
Después de un almuerzo ligero y de dar unas vueltas más por esta zona empecé a volver al hotel, metiéndome al azar en algunos comercios, observando a la gente en sus labores, husmeando en los puestos callejeros. Al alejarse del centro empiezan a encontrarse edificios más modernos, empresas, concesionarios de autos, restaurantes y pubs, centros comerciales, todos ellos reflejo de una país arraigado a fuertes tradiciones pero inmerso en un proceso de cambio y de modernización, de una mirada puesta en el futuro. La Bolivia de mañana pendula entre la “chola” que cambia dólares sentada en la vereda y los miles de chicos que salen del colegio con las netbooks bajo el brazo.

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