miércoles, 3 de septiembre de 2014

Las distintas realidades de Bangkok

By Sole

Ya era hora de comer así que emprendimos la caminata hacia Khao San Road, la calle de los mochileros. Cruzamos varias avenidas personificando al sapito saltarín del video juego… y una vez más llegamos íntegros!!!


Menos mal que hay alguien para protegernos!

Voy a reconocer que la calle tenía cierto encanto dentro de una ciudad tan moderna con aspiraciones primermundistas. Pequeños negocios de souvenirs y de ropa con percheros en la calle dominaban el lugar. No faltaban restaurantes (incluidas varias cadenas internacionales), locales de masajes –algunos con las peceras con peces para meter los pies- y hasta alguno que vendía pasaportes y títulos falsos.

Khao San Road

Había llegado la hora del almuerzo! Nos sentamos en uno de los primeros lugares que vimos con bastante gente: Chart Bar and Guess Room. Seba fue por un plato típico tailandés: un pad thai con langostinos y una cerveza Singha. Yo opté por un salteado de arroz con pollo y veggies. 
Satisfechos con nuestra comida seguimos caminando por el barrio. En nuestro camino al muelle pasamos por Soi Ram Buttri, la otra calle popular de la zona, pero mucho más tranquila que Kao San Road. En esta había un par de negocios, hoteles y varios restaurantes con mesas en la calle de muy buen aspecto. Durante todo el recorrido nos cruzamos con muchos carritos de comida callejera que ofrecían pinchos de cerdo, pollo, calamares, pulpitos, thai sausages (parecidos a los chorizos bombón), sopas, noodles salteados, panqueques, frutas trozadas y sus jugos. Se podría decir que siempre estábamos rodeados de comida!

Ya en el pier 13 compramos los tickets para ir en el “Olan Fla” hasta el pier que está frente al Wat Arun. Apenas nos costaron 15 Bht. Fue un paseo similar al que habíamos hecho a la mañana, en sentido inverso y sin la chica thai con el megáfono.



Como el Wat Arun o templo del alba estaba del otro lado del río tuvimos que tomar un bote-lancha de 3 Bht que nos dejó en la otra orilla. Pagamos los 50 bht de entrada y me volví a vestir para ingresar. En este caso las restricciones de piernas y hombros desnudos sólo aplicaban a las mujeres; los hombres podían entrar en shorts y musculosa. Totalmente injusto y discriminativo!!! Para las que iban escasas de ropa estaba el perchero con ropa para alquilar.


Seba: brazos y piernas descubiertos.
Sole: brazos y piernas tapados.
Conclusión: discriminación hacia la mujer
Más allá de que me queje del tema de la ropa y el calor que sufrí, tengo que reconocer que el templo es muy lindo y tiene una decoración muy original. Sus paredes tienen flores formadas con platos de porcelana china rotos que eran dejados por barcos mercantes que utilizaban vajilla defectuosa como lastre en el viaje de ida, y que a la vuelta era reemplazado por cargamentos.




Además de eso se podía ascender a sus balcones ubicados a distintos niveles desde los que se tenía una excelente vista de los alrededores, incluido el Palacio al otro lado del río. El primer nivel sería apto para todo público, el segundo sólo para los que no sufren de vértigo ya que la escalera es bastante empinada y puede ser complicado bajarla si uno tiene este problemita. Desde las dos alturas la vista era muy buena y nos resultó mejor el balcón inferior para sacarnos fotos ya que había menos gente.
Este templo, por su decoración y vistas, se gana mi calificación de "must”.


Vista del otro lado del río

Vertiginoso ascenso

Habiendo cumplido con casi todo lo planificado para el día volvimos a cruzar el río y emprendimos una caminata rodeando el Wat Pho hacia el barrio chino.
Cuando llegamos al chinatown ya eran cerca de las 17 hs y varios puestos estaban cerrando. La verdad no me pareció nada del otro mundo; simplemente un sitio para comprar cualquier tipo de chuchería. Nos llamó la atención la presencia de puestos callejeros “sex shops” que exponían consoladores de todo tamaño y color y réplicas de vulvas de aspecto pre-puber entre otras cosas. Caminamos poco más de una hora por el barrio chino y luego por el indio, donde la actividad poco a poco iba mermando; cada vez menos negocios abiertos y más gente comiendo fideos en puestos callejeros.


Comida callejera



El mapa que teníamos de la ciudad era bastante malo en cuanto a escalas y detalles… tuvimos que pedir indicaciones en varias oportunidades para localizar la estación de metro que resultó estar un poco más lejos de lo que impresionaba. Ya de noche llegamos a Hua Lamphong. A esta altura ya parecíamos locales usando las máquinas automáticas del transporte. Seleccionamos idioma (inglés obviamente), destino, pusimos los 27 bht por pasaje en monedas y billetes (a diferencia de la del sky train las del metro aceptan billetes y no es necesaria hacer la fila para que el cajero humano les dé monedas) y obtuvimos las fichas plásticas. Mientras nosotros regresábamos a nuestro hotel, la gente parecía ir hacia sus casas con la cena lista; muchos llevaban bolsas transparentes conteniendo pollo, salsas, tortas, etc.

Bajamos en Asok. Una vez más pasamos entre los manifestantes que continuaban arengando con la misma pasión que el día previo. Algunos hasta llevaban en sus manos unas palmas de plástico que al agitarlas hacían ruido, mientras otros hacían sonar incesantemente varios silbatos acoplados unos al lado del otro.

Rápida pasada por el hotel y salida a cenar. Otra vez atravesamos la multitud y fuimos a cenar a un restaurante de comida italiana: Big Mamma. Era un local muy bien puesto con mesas interiores y exteriores que cuando llegamos estaban casi todas llenas. Nos sentamos afuera y pedimos una pizza de muzzarella, un shake de mango con passion fruit y un agua. Ya estábamos más relajados con el tema de comida y tomamos sin problema el shake que incluía hielo entre sus ingredientes.

Como la noche estaba linda caminamos un poco antes de regresar al hotel. La curiosidad nos llevó hasta soi Cowboy, una de las calles rojas de Bangkok, ni siquiera lo llamaría zona roja porque toda la actividad se desarrollaba en 100 metros. Abundaban los bares con coloridas luces de neón a ambos lados de la calzada. En las puertas estaban las chicas, algunas con cuerpos tan diminutos que dudo que llegasen a los 18 años de edad. Tampoco faltaban las “chicas” altas, de hombros anchos y busto más prominente que venían con sorpresita. Esto último es bastante común hasta el punto que una página web que habíamos leído sobre Bangkok alertaba a los hombres a sospechar  del género de la mujer si era alta y con curvas pronunciadas…


Soi Cowboy
Parece que el tema de la prostitución es algo que se ve con mucha naturalidad en la zona, aunque en realidad es bastante triste. La mayoría de estas chicas provienen de pueblos rurales o ciudades pequeñas del interior del país que encuentran en esta actividad una vía de escape a la pobreza en la que crecieron y a la que estarían condenadas de seguir viviendo ahí. Por un lado es un trabajo que les da dinero que la mayoría envía a sus familias. Y por otro lado también es una manera de relacionarse con hombres extranjeros con los que mantienen en algunos casos relaciones transitorias –mientras dure la estadía de éstos- y en otros más duradera llegando incluso al altar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario