Septiembre 2013
Partimos
de Ezeiza a las 17:00 hs, con 20 minutos de retraso por TAM linhas aereas. Como
cada vez que despegamos, en cada viaje, Seba estaba sentado del lado de la
ventanilla, tratando de identificar estadios de fútbol y carreteras que lo
orienten en la localidad o pueblo que sobrevolamos. En esta oportunidad me
invitó a ver por la pequeña ventanilla el estadio Único Ciudad de La Plata, en
medio de un perfecto diseño de calles diagonales.
El
vuelo fue tranquilo, sin las temidas turbulencias que había anunciado el piloto
por altoparlante. A las 19:45 aterrizamos en el aeropuerto Internacional
Antônio Carlos Jobim (más conocido como Aeropuerto Internacional de Galeão) de
Río de Janeiro, que nos recibió con una llovizna persistente.
Habiendo
pasado todos los controles inmigratorios, no tuvimos ningún problema en
encontrar a nuestro transfer: el chofer nos esperaba con un cartel con el
nombre y apellido de Seba.
Ya era
noche cerrada; sólo pudimos apreciar las luces de la ciudad, provenientes de
edificios y casas, algunas de las cuales, por su ubicación, nos indicaban la presencia de los
famosos morros. Y, en menos de lo esperado el auto se estacionó frente al que
sería nuestro alojamiento durante la siguiente 40 horas: Augusto’s Copacabana Hotel.
Mientras
hacíamos el check in el hombre del front desk, luego de preguntarnos a nombre
de quién estaba la reserva y chequear en la computadora, comenzó con “hay un
problema…” Noo!!!! Ya me imaginaba caminando bajo la lluvia a otro
hotel porque no tenían habitación… Pero afortunadamente el problema no era tal,
solamente se habían quedado sin habitaciones con cama matrimonial, y sólo
disponían con camas individuales. Nos dieron una en el piso 13, el último; sólo
teníamos por encima la pileta y el gimnasio.
Impresionaba
ser un hotel con glorias pasadas, que había quedado en el tiempo. La habitación
estaba bien, limpia, con frigobar y hasta un tv pantalla plana, que tal vez
desentonaba un poco por lo moderno. Teniendo en cuenta que no era un hotel
barato, reitero la queja que ya dejé en trip: no tenía wifi gratis! Si uno
quería hacer uso del servicio debía pagar R13 por día.
Mural en la escalera que conducía al gimnasio |
Pasadas
las 21 hs, con una temperatura alrededor de los 20ºC y una fina y molesta
llovizna salimos a dar una vuelta por las calles vecinas en busca de un lugar para
cenar. Si bien había varias lanchonetes y paderias, ninguna nos resultó
atractiva para nuestra primera cena. Optamos por la sucursal de Copacabana de
la cadena Bibi Sucos. Nos pareció interesante su oferta de opciones, incluyendo
una gran variedad de jugos, creps, omeletes de clara de huevo, ensaladas, y
sándwiches. Fuimos por una ensalada y una hamburguesa de pollo con papas
asadas y agua mineral.
Volvimos
hacia el hotel bajo la lluvia. Las gotitas golpeando sobre el
antiguo equipo de aire acondicionado fue lo último que escuchamos antes de
conciliar el sueño.
Al día siguiente, nos
levantamos a las 7:00 hs con esperanzas de que no lloviera, teníamos un largo
día por delante! Afortunadamente no llovía, aunque estaba nublado. Habíamos
leído previamente el pronóstico para ese día, que indicaba “lluvias”,
así que estábamos muy contentos y conformes con el día nublado!!! Comenzamos
con el desayuno, que estaba incluido en la tarifa del hotel.
Caminamos
hacia la avenida Nossa Sehora de Copacabana (parada BRS2) donde tomamos el bus
583 hacia Cosme Velho. Observamos que los colectivos, además del chofer, tienen
un hombre que vendía los boletos. El costo del pasaje único era de R$ 2,75, no
importaba si uno tomaba el bus por 10 o por 150 cuadras, el precio era el
mismo. Aprovechamos el recorrido para conocer un poco la ciudad. Transitamos
por parte de Copacabana, Botafogo –con una increíble vista del Pan de Azúcar-,
la avenida Laranjeiras y finalmente Cosme Velho. No tuvimos problemas para
identificar donde teníamos que bajar, porque cuando llegamos a esa parada, el
motorista avisó “Cosme Velho”. Deben estar tan acostumbrado a que los
turistas tomen el bus hasta ahí, que sin haberlo pedido dan el aviso al pasaje.
Durante el trayecto nos llamó mucho la atención la cantidad
de drogarias; había por lo menos una
por cuadra. Son muy parecidas a los “Farmacity” de Argentina. Fue un viaje
entretenido, que incluyó puentes sobre nivel y túneles, construidos para
sortear los obstáculos que representan los morros de la zona.
Llegamos a Cosme Velho, a las 9:40 hs, 10’ antes de lo
planeado. Antes de viajar habíamos sacado por internet los tickets para visitar el Corcovado
con el famosísimo Cristo Redentor, una de las siete maravillas del mundo. Nos
acercamos a las ventanillas y canjeamos el voucher por las 2 entradas.
Estación de Tren de Corcovado |
Existen 2 maneras de llegar al Cristo Redentor. Una de ellas
es mediante el “Trem do Corcovado”, un pequeño tren de 2 vagones que parte cada
30 minutos de la estación Cosme Velho y
circula dentro del Parque Nacional de Tijuca. La otra opción es
contratar un servicio de una Van, que parte de Largo do Machado.
Nosotros contratamos el servicio del “Trem do Corcovado”,
que incluía el transporte en tren y el ingreso al monumento del Cristo
Redentor, con un costo de R$ 46 por persona; los niños entre 6 y 12 años pagan la
mitad, y los menores de 6 años, gratis. Se puede pagar con tarjeta de crédito!
Más información en www.corcovado.com.br.
Teníamos 30 minutos por delante, así que recorrimos los
pocos negocios de venta de souvenirs que había en la estación, cosa que no nos
llevó más de 5 minutos. Seguimos con un pequeño paseo por la calle, donde
encontramos un par de locales que vendían los mismos productos pero a mitad de
precio!
Cuando las manecillas del reloj se aproximaban a las 10:20
hs, nos acercamos nuevamente a la estación. Ya habían llegado por los menos 2
tours, como no podía ser de otra manera, uno era de orientales con grandes
máquinas fotográficas.
Los vagones tenían varias filas de asientos, separados por un pasillo que dividía cada fila en 2 asientos a la derecha y 3 a la izquierda.
Cuando subíamos al tren escuchamos que uno de los guías, le decía a su grupo
“siéntense a la derecha”, así que aunque el mensaje no estaba dirigido a
nosotros, seguimos la sugerencia. Efectivamente era el lado del tren que tenía
la mejor vista.
El ascenso en constante pendiente al Cerro Corcovado, de
aproximandamente 700 metros de altura, tarda unos 25 minutos. Los primeros
metros transcurre entre casas, algunas muy cercanas a las vías, sucediéndose
posteriormente una floresta con vegetación de aspecto tropical. Por momentos
la vegetación desaparecía dejando ver a lo lejos otros morros con
casas humildes en sus laderas. En el último trayecto tuvimos una excelente
vista panorámica, una pequeña muestra de lo que veríamos al llegar arriba. A
medida que fuimos ascendiendo comenzamos a percibir la humedad del ambiente,
sobretodo en los sectores selváticos, y un aire fresco que me hizo lamentar no
haber llevado más abrigo.
Vista desde el tren. |
En nuestro vagón viajaban los orientales, que quedaron del
otro lado del pasillo. Justo en nuestros alrededores había 3 mujeres de unos 60
años, con sombreros para protegerse del sol, anteojos oscuros y grandes
cámaras, que se paraban, se inclinaban, se sentaban, se volvían a parar, se
abalanzaban hacia el lado derecho del tren, a tal punto que me rozaban la
espalda, todo con el afán de sacar fotos. Estaban desesperadas!!!! Lo peor de
todo, es que había momentos en que las veía desesperadas sacando fotos, y al
mirar por la ventanilla, no había nada digno de ser fotografiados!!! Si no está
hecho habrá que hacer algún estudio sociológico sobre estos turistas.
Cuando bajamos del tren, tuvimos 2 opciones: subir al Cristo
por escalera o hacer una fila y subir en ascensor. Ni hablar, que nos fuimos
por escalera!!! Qué frío que hacía ahí arriba!!! Ni los 220 escalones nos
hicieron entrar en calor!!! Por momentos las ráfagas de viento nos volaban, pero
no nos íbamos a quejar… estábamos visitando el Cristo, sin lluvia y a pesar de
estar nublado, no había ninguna nube que se interpusiera entre él y nosotros!!!
Con eso nos dábamos por satisfechos!!!
La espalda del Cristo de 38 metros de altura, inaugurado el
12 de Octubre de 1931, apareció imponentemente frente a nuestros ojos. Pero
paradójicamente, cuando uno va ascendiendo no es lo que más llama la atención, la vista instantáneamente se va a los alrededores.
Cristo Redentor |
El mirador del Cerro
Corcovado es impresionante!!! Desde lo alto se ve todo!!! Botafogo con los
veleros en la bahía y el Pan de Azúcar, los modernos edificios de la city entre los que se esconde la
extraña Catedral, el Maracana, los morros, las favelas, y cuantas cosas más!!!
Vale la pena pagar la entrada para admirar el paisaje y visitar este sitio, que
no en vano fue declarado una de las siete maravillas del mundo en 2007.
Vista desde Corcovado |
Sacarse una estatua con el Cristo es prácticamente imposible
debido a la horda de gente que lo visita y el tamaño de la figura. El
incensaste el flujo de turistas que se mueve de un lugar a otro en el mirador.
Con la vista satisfecha y sintiendo que habíamos alcanzado el gran objetivo del
día emprendimos el descenso, que se demoró más de lo previsto, porque justo
cuando llegamos a la estación el tren se estaba yendo. Tuvimos que
esperar 30 minutos hasta el siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario