By Sole
Teníamos
contratada la excursión a Arraial do Cabo y Cabo frío para ese día, condicional
al estado del tiempo. Cuando nos levantamos el día
estaba lindo, así que la salida estaba asegurada!
Como a las 8:00 hs nos pasaban a buscar, pedimos tomar el
desayuno un ratito antes; logramos un adelanto de 10 minutos que fue suficiente
para picar algunos alimentos.
A pesar de que ya gran parte de los pasajeros ya estaban en
el micro cuando subimos, estuvimos un buen rato dando vueltas por Buzios
buscando a los que faltaban. En trayecto hacia Arraial do Cabo nos vendieron
las fotos de la excursión; el paquete que habíamos pagado incluía fotógrafo,
pero las fotografías había que pagarlas aparte. Dudamos muchísimo, pero al
final las compramos, no queríamos arriesgar nuestra cámara bajándola a la playa
en un gomón inestable.
En menos de media hora llegamos a Arraial, una pequeña aldea
de pescadores, autodenominada “capital do mergulho” (capital del buceo). Según
nos contaron en esa zona se unen dos corrientes de agua, una fría proveniente
del sur y una cálida del norte, aportando cada una diferente fauna marina. Otra
característica del lugar es la gran cantidad de sal que tienen las aguas, lo
que favorece la flotación y permitió antaño la
instalación de una planta productora de sal, que fue una fuente de empleo e
ingresos de divisas para la zona hasta el 2006, año en que cerró sus puertas.
Paramos cerca de Praia do Anjo, donde bajamos y caminamos
unos metros hacia el puerto. Pagamos la taza de navegación (R$ 3 x persona) y
subimos a la lancha, ubicándonos en el sector techado para protegernos del sol.
Luego de haber navegado unos 10 o 15 minutos, la lancha se detuvo frente a la Praia do Farol. El que quería ir hasta la playa, la mayoría de los que estábamos ahí, tenía que desembarcar en un gomón, operación que se realizó sin problemas (nadie cayó al agua). Cuando llegamos a la playa había muy poca gente, apenas habían llegado 2 barquitos de excursiones, pero unos minutos después se sobre pobló!
Vayamos a lo positivo del lugar! El agua, con la misma o tal un poco más de frescura que la de Buzios, era super transparente y calma. Era como estar en una pileta!!! Lo que fue un poco decepcionante fue la fauna avistada. Apenas vimos un pingüino muerto que yacía en la costa y 3 mojarritas grises. De los peces de todos colores que habíamos visto en las fotos que nos mostraron en la venta de la excursión ni noticias!
Una característica particular de estas playas, además del
alto contenido de sal del agua, es el escaso hierro que hay en la arena que
hace que sea muy pero muy clara y que cuando uno camina por ella no se queme
los pies.
Nadamos un rato, hicimos snorkel, nos sacamos fotos, caminamos por la playa, y transcurridos los 60 minutos volvimos en gomón al barco.
Navegamos unos minutos más e hicimos la segunda parada:
Praia Prainha. Esta era más pequeña que la anterior y tenía más gente.
Cuando el barco se detuvo a unos cuantos metros de la costa para que descenamos, estaba la opción de hacerlo en el gomón, o ir nadando. No bien paramos Seba se zambulló en el agua y
nado hasta la orilla. Yo fui con el resto de la excursión en gomón. Otro
chapuzón, más fotos, un poco de descanso y en 40 minutos estábamos nuevamente a
bordo. La excursión teóricamente incluía la visita la “Gruta Azul”, pero… “por
las condiciones del agua, que estaba muy movida en ese sector”, no fuimos. A un
par de personas que estaban en nuestra hostería y habían realizado la excursión
el día anterior les habían hecho el mismo cuento. Imposible saber si era verdad
o era mentira, la cosa es que no fuimos, y no hicimos nada extra en
compensación.
En la lancha, como habían prometido, había gaseosas (Coca y
guaraná) y agua, y vendían salchichas y pollos grillados ensartados en palitos
de brochete. Casi todos los niños que estaban por ahí tenían un palito en la
mano.
Luego de desembarcar volvimos al micro, y en 15 minutos
estábamos en Cabo Frío. Nos llevaron a la “zona comercial”, donde había varios negocios
dignos del barrio de Once. Teníamos 2 horas para almorzar y hacer compras.
Comenzamos con lo primero! La excursión tenía incluido el almuerzo en un
tenedor libre. Aprovechamos para probar varios alimentos, algunos típicos de la
comida brasileña como las coxinhas, y feijoada. En menos de 60 minutos ya habíamos terminado. En la hora siguiente caminamos por las calles vecinas,
sin ser tentados por ningún negocio, más que por un supermercado bastante
grande que recorrimos cual museo.
Nuevamente en el micro, siguió el “city tour” por Cabo Frío.
Francamente decepcionante!!! Sólo consistió en pasar frente a una playa ancha y
larga, y que nos señalaran una construcción a lo lejos “ese es el fuerte”.
Dimos media vuelta sin siquiera aminorar la marcha regresamos a Buzios. Fue
el recorrido más pobre por una ciudad jamás visto!!!
Me decepcionó un poco la excursión. De pudiese volver el tiempo atrás consideraría muy seriamente la idea de tomarme el bus que une Buzios, Arraial y Cabo frío, por menor cantidad de dinero y con la posibilidad de recorrer un poco más la parte histórica de la ciudad. Desde el puerto de Arraial también salen barquitos que van hacia las playas que visitamos a la mañana, así que uno puede hacer todo lo que hicimos, pero manejándo mejor los propios tiempos sin estar sujeto a una excursión.
A las 17 hs ya estábamos en la Pousada, por la que hicimos
una fugaz pasada, y con una cerveza y maníes nos fuimos a ver el atardecer a la
Praia Azeda.
A la noche fuimos a comer pizza a un restaurante copetudo de
Orla Bardot: “El Deck”. Sacando la ubicación y la ambientación, no fue nada del
otro mundo; sólo valía su ubicación frente al mar.
A diferencia de los días anteriores, las calles estaban
llenas de gente, sobretodo de brasileros, que presumimos que habían venido a
pasar el fin de semana ya que las chapas-patentes de sus autos tenían grabados
los nombres de ciudades vecinas. Dimos un paseo nocturno, y regresamos.
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