By Sole
Nos levantamos tempranito ya que queríamos aprovechar al
máximo las horas de sol. Preparamos todo y a las 8 estábamos desayunando (no
fuimos antes a desayunar porque el servicio recién comenzaba a esa hora). El
café-da-manhã de la pousada era bastante variado y de muy buena calidad. Acompañamos el café con panes y frutas y no pudimos dejar de probar cada una de esas
espectaculares frutas, que resultaron sumamente sabrosas y jugosas. Podría
decirse que comimos un poco más de lo habitual, pero discretamente. Había otros
huéspedes que parecía que estaban haciendo “el último desayuno” de sus vidas. Antes de salir compramos agua caliente para el mate (R$ 2,5).
El agua en Buzios no es apta para beber y hay que manejarse con agua mineral, y
obviamente por tal motivo el agua para el mate hay que pagarla.
Con el estómago lleno iniciamos la caminata hacia Praia Ferradura. El día estaba parcialmente
nublado, con viento y una resolana engañosa, que resultó peligrosa para la piel
blanca.
Recorrimos nuevamente Orla Bardot, pero esta vez con luz
natural. Sacamos fotos a la estatua de los pescadores emplazada en el agua, que está tan bien hecha
que cuando uno la vé por primera vez, tiene la impresión de que hay 3 hombres en el agua
arrastrando una red hacia la orilla. Obviamente que también retratamos a
Brigitte.
La playa está en una bahía con forma de herradura, de la que
deriva su nombre. Esta conformación natural hace que el agua no tenga tantas
olas y sea relativamente calma.
Metimos
por primera vez los pies en el agua. Estaba fría! No era el frío de Mar
del Plata que te transforma los pies en dos cubitos de hielo, pero tampoco era
lo que esperaba del mar de Brasil. Estábamos en la cara sur de la península que
es la más fría y no era un día super caluroso, lo que puede haber contribuido a
esa sensación. Caminamos un poco por la orilla, sacamos algunas fotos y
volvimos a la calle, siendo interrumpidos en varias oportunidades por personas
que buscaban “Praia Ferradura” y no sabían cómo llegar. El especialista en
mapas les contestó sin ningún problema, tanto en castellano como en portugués.
Próxima playa a visitar: Tartagura! Volvimos hacia la calle
pavimentada por la que circulaban las combis, y enfilamos hacia el oeste. Cada
tanto las combis que pasaban nos tocaban la bocina o nos hacían luces para ver
si queríamos subir. Denegamos los ofrecimientos y seguimos caminando hasta la
“Estrada para Tartaruga”, nombre con el que figura en el mapa la calle que
conduce a la playa. Para los que van sin mapa es fácil identificarla porque hay un cartel indicativo en la esquina en que hay que girar. Seba ya había visto
parte del recorrido en Google Street View! Las primeras cuadras estaban bordeadas
por casas humildes, en cuyas puertas había niños jugando cuando pasamos. Luego
siguió un camino rodeado de vegetación por unos cuantos metros; la
presencia de dos estacionamientos (pedazos de tierra sin siquiera una
mediasombra) anunció que estábamos por llegar. Pudimos comprobar lo que
habíamos leído en Internet antes del viaje: por estacionar en esos potreros
había que pagar R$ 20! Al ir caminando no tuvimos ese problema.
Finalmente llegamos a la playa! Eran cerca de las 10:20 hs.
El contraste con Ferradura era muy evidente: la arena estaba sembrada de
sillas, reposeras y sombrillas. La playa era bastante larga y el agua parecía
muy calma. Vislumbramos a lo lejos, justo al final de la playa, una zona
vírgen que no había sido invadida por los concesionarios del lugar. Cada 2
metros nos fueron parando los representantes de cada "barsucho" de la playa,
presentándose y ofreciéndonos a sentarnos sin costo, u ofreciéndonos tragos o
comida. Con esfuerzo nos libramos de ellos, llegando a destino. Nos instalamos
con nuestra lonita y tomamos unos mates.
No tardaron en aparecer en el mar los veleros que hacían la
excursión a las 4 playas, que no habíamos contratado; se fueron sucediendo en forma constante por más de
una hora.
Mientras tanto, en la arena, la tranquilidad tampoco duró
mucho; pronto comenzó el desfile de vendedores ambulantes! Artesanías en
madera, pareos, vestidos, bijuterie, ostras, helados, etc. Seba escapó hacia el
mar con el equipo de snorkel en busca de las tartarugas. Nado hasta la zona
cercana a los barcos donde teóricamente debería haber peces, según lo que nos
había intentado vender la guía del micro. Yo me quedé en la zona cercana a la orilla
donde hacía pie; mi capacidad para nadar no pasa del “estilo perrito”. Acá
también la primera impresión al ingresar al agua fue de frío, pero rápidamente
me adapté a las cristalinas aguas de esa gran pileta natural.
Peces vistos por Seba: 0. Peces vistos por Sole: 0. Ni
hablar de ver tartarugas, y sinceramente si hubiese visto una nadando en el mar
hubiese salido rajando!!! Chicken Little!!! A pesar de no ver ningún ejemplar
de la fauna marina, el chapuzón en el agua estuvo buenísimo!!!
A medida que fue pasando la hora el cierlo se fue despejando
parcialmente. Por momentos había sol, por momentos nubes, y en otros un poco de
viento. Ya se había hecho el horario del almuerzo y no habíamos llevado nada
para comer más que unas galletitas, así que sucumbimos a las
garras de los comerciantes. Elegimos unas reposeras y comimos la comida más
cara de las vacaciones: una porción de rabas con papas fritas y una latita de
cerveza. Ni quiero recordar cuánto nos costó!!! Nos quedamos un rato ahí sentados mirando el mar y la gente que
pasaba, incluyendo los mismos vendedores que habíamos visto durante toda la
mañana. Merece una mención especial el heladero, un negro de casi 2 metros de
altura y más de 100 kg, con una peluca rubia en la cabeza, que hasta tiró un
“palito, bombón helado” como si estuviese en la Bristol.
Cuando estábamos levantando campamento descubrimos que mis
empeines estaban rojos!!! A pesar de haberme bañado en protector solar, se me
habían quemado los pies!!! Ya había sido suficiente playa por ese día!!!
Regresamos caminando lentamente hacia la Pousada.
Al llegar evaluamos los daños: mis pies parecían 2 tomates y uno hasta
tenía una pequeña ampolla. También descubrimos que el protector solar no había
sido distribuido de manera homogénea, y teníamos parches rojos sobretodo en el
torso y abdomen en las zonas aledañas al traje de baño. Parecíamos palitos de
la selva!!!
Luego de embadurnarnos en crema hidratante salimos a caminar
hacia el mirante de Praia Brava y el que estaba cerca de Praia do Forno, antes de
que se hiciera de noche. Subimos y bajamos muchas pendientes, recorrimos zonas
más pobladas y otras más solitarias con gran tranquilidad hasta que nos topamos
con los ladridos de un rottweiler antisocial que estaba detrás de una cerca, que en un primer momento no sabíamos si
tenía un agujero o no. El bicho nos ladraba furiosamente!!! Aun estamos vivos y estoy
acá escribiendo, lo que hace evidente que la cerca estaba entera. Este can que
estaba camino al último mirante fue lo único que opacó el paseo. Por cierto, la vista desde ese mirador era
espectacular! Aún puedo sentir el corazón latiendo a mil y la adrenalina dando vueltas por el cuerpo a la velocidad del tren bala! Fue tanto el estrés que no me atreví a volver a
ese lugar para sacar fotos panorámicas de la
península con una mejor iluminación.
El regreso fue con luz artificial, siguiendo la calle que
tenía luminarias y desembocaba en la pavimentada. Una vez más fuimos hacia el
centro, donde hicimos una parada para recuperar energías en "Chez Michou", un
local que venden creps dulces y salados para todos los gustos. Compartimos una
bomba atómica de dulce de leche y coco rallado, no apto para diabéticos.
Con la sangre espesa de tanta azúcar caminamos un poco por
el centro, visitando el local de ojotas Havaianas que tenía una inmensa
variedad de modelos. La visita fue sólo para curiosear un poco, y duró hasta
que una empleada se nos puso detrás y no nos dejó ni a luz ni a sombra. Desde
ya que los vendedores pesados no van con nosotros y en lugar de estimularnos a
comprar nos estimulan a buscar la puerta de salida.
Hicimos
el camino casi obligado por Orla Bardot hacia la zona de la hostería y nos
fuimos a cenar. Elegimos el restaurante que estaba justo al lado del de
la noche anterior: Mata Hari. Ambos restaurantes compartían los mismos menúes
promocionales. Como el viento había amainado y la noche estaba agradable
optamos por una mesa al aire libre y el plato que no habíamos comido la noche
anterior: contra-file com salada, arroz e farofa. El plato resultó abundante y
muy rico; también quedamos muy conformes.
Después de tanta caminata estábamos cansados, así que volvimos a la hostería a descansar.
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