By Sole y Seba
Nos levantamos con la idea de ir al Cerro O’Connor, plan que fue frustrado
porque me sentía mal! Villa La Angostura se estaba
convirtiendo en sinónimo de gastroenteritis para mí. Iba a regresar de las
vacaciones con menos peso con el que había partido con tanta dieta!
Cuando
estaba un poco mejor, ya medicada, fuimos a
desayunar. Otra vez el tecito negro y unos bocados de tostaditas blancas. Seba hizo un desayuno normal. Decidimos quedarnos esa
mañana en la hostería leyendo porque cada tanto volvían las nauseas y el dolor
de panza.
Cuando
vimos que los síntomas fueron cediendo, caminamos algunas cuadras hasta el
supermercado. Bastaron unos 700 metros para que Seba perdiera una lente de
contacto. Entre los 2 no hacíamos 1!!! Compramos pan, queso y Gatorade® en La Anónima , y volvimos a la
hostería ya que Seba no veía nada!!! No bien llegamos se puso un par nuevo de lentes, y
preparamos los “sanguchitos” astringentes, que él engulló rápidamente.
No
queríamos arriesgarnos a hacer ninguna caminata muy larga, así que decidimos ir
a los miradores que estaban al inicio del sendero a bosque de Arrayanes.
Salimos con el termo con agua caliente y el mate para Seba, y un sándwich con Gatorade®
para mí. Como estaba lindo caminamos los 2 km que nos separaban del puerto. Resultó una
caminata agradable, tranquila, bordeando el camino que habíamos hecho algunos días atrás en taxi. Hicimos una parada intermedia en una pequeña iglesia
diseñada por el arquitecto Alejandro Bustillo que parecía salida de un cuento.
Pocos minutos después llegamos a la angostura propiamente dicha, el istmo de Quetrihue, que separa la Bahía Brava y Mansa. Al contrario de lo que ocurre habitualmente, ese día había bastante viento sudeste lo que provocaba que las aguas de la Mansa estuviesen bastante movidas.
Pocos minutos después llegamos a la angostura propiamente dicha, el istmo de Quetrihue, que separa la Bahía Brava y Mansa. Al contrario de lo que ocurre habitualmente, ese día había bastante viento sudeste lo que provocaba que las aguas de la Mansa estuviesen bastante movidas.
Como
habíamos visto previamente en la
Bahía Mansa alquilaban kayaks individuales y dobles. Seba
había querido ir a dar una vuelta en uno de estos desde el momento en que los
había visto. Yo le había dicho que lo iba a acompañar, pero considerando las
circunstancias del día: viento y nauseas, más mi cinetosis habitual, decidimos
que lo mejor era que fuese él solo. Así que se dio el gusto de remar durante 30
minutos. Fue navegando paralelo a la península de Quetrihué alejándose
bastante de la costa, según mi punto de vista; apenas unos 300 metros s egún
él. Rápidamente se cumplió el tiempo y
regresó a la orilla.
Luego
de esto, nos dirigimos hacia el sendero del bosque de Arrayanes, pero sólo para
ir hasta los miradores. En primera instancia fuimos al mirador que estaba
pasando unos metros el kilómetro 1, donde había un deck con un largo banco de madera
con vista a parte de la Bahía Mansa, Bahía Manzano, Cerro Belvedere, Inacayal y
O’Connor. A pesar de estar lindo, a la sombra estaba fresco, y tuvimos que
cambiarnos varias veces de lugar siguiendo los escasos rayos de sol que llegaban ahí. Seba tomó su mate y yo mi Gatorade® diluido al 50% con agua para que
no sea tan empalagoso. En ese tiempo pasaron varias personas, diría que la
mitad en bicicleta, provenientes del lado del bosque de Arrayanes.
El deportista de la familia |
Cuando
nos dio frío, decidimos pararnos e ir hacia los miradores, así que volvimos
sobre nuestros pasos hasta la trifurcación: Miradores/ VLA/ Bosque de
Arrayanes. Comenzamos por el mirador de Bahía la Mansa, el que para mi tenía la
vista más bonita, que incluía la playa y el muelle de Bahía Mansa por un
lado, el istmo, y del otro lado la Brava con su muelle más largo.
Luego de
estar un rato en este volvimos a la bifurcación de miradores: Bahía Mansa/
Brazo norte, para seguir camino hacia este último.
Para los que se preguntaban "Por qué Villa la Angostura?" |
Este,
a diferencia de lo anterior estaba completamente soleado y con una temperatura
que permitía estar en remera; descansamos un rato bajo los rayos acogedores del
sol.
Cuando faltaban unos 40 minutos para el horario de partida del colectivo hacia “villa” (19:25 hs), emprendimos el descenso, que fue bastante rápido e incluyó la visualización de un pequeño roedor! Parecía un ratoncito peludo con un cuerpo de unos
Cuando
llegamos a la oficina del guardaparques, que para ese entonces estaba cerrada Seba manifestó que tampoco se sentía bien. De más está decir que la mochila era una farmacia y venía equipada
con crema de bismuto, Sertal® y Reliverán®. Sorteando este inconveniente,
fuimos a esperar el colectivo.
Pasaron
las 19:25 hs, y no había noticias del colectivo; las especulaciones eran
varias. Habrían suspendido el servicio por haber terminado la temporada??? El
servicio de las 20 y algo, que aparentemente ponen en el verano, ya estaba tachado en las planillas de horarios. Ya, a
punto de comenzar a caminar, con más de 10 minutos de retraso llegó un
colectivo viejo, trompudo y cortito, como los que había en Buenos Aires hace
más de 20 años, con el asiento del chofer hecho con un entramado de plástico, y
la palanca de cambio con una bocha en el extremo. Un flashback! Partimos con el
colectivo lleno. Ramal Puerto- Villa (pasaje $4).
En
menos de 15 minutos estábamos en el centro. Teníamos que hacer unos 30 minutos
de tiempo antes de ir a cenar. Así que primero pasamos por la chocolatería, donde el día anterior habíamos tomado el helado, para comprar chocolates. Cuando
entramos sólo teníamos una persona delante comprando, así que dijimos “Qué bueno, sólo una persona!!”. Grave
error!!! Esta persona era una señora de unos 40 y algo de años, bronceada y con
una minifalda, junto a un niño de unos 10 años vistiendo una camiseta de Independiente;
tenían pensado llevarse medio negocio. Ante la primera queja de Seba, que
estaba furioso, lo mandé a sentarse a un rincón, mientras yo hacía la fila. “Soy un desgraciado” masculló antes de
sentarse. Sobre el mostrador había más de media docena de cajas, de varios
gramajes, que estos dos individuos fueron llenando una a una, seleccionando
cada uno de los chocolates según destinatario!!! Cada tanto hacían un conteo
digital de cajas “para nosotros, para
comer ahora, para Lucía, para Nacho, para Tomy, mmm, pero a Tomy llevémosle una
grande”, y así se seguían sumando las cajas.
Cuando
comenzó a formarse una fila de personas con cara de traste, y en vista que la
compra no tenía fin, apareció una 2º empleada que en menos de 5
minutos nos sirvió lo que queríamos. Pagamos, nos fuimos, y la concheta con su
hijo seguieron eligiendo chocolates!!!
Luego
pasamos por la librería Dulcinea donde Seba compró un libro con los senderos de
trekking de VLA y alrededores, el último día de las vacaciones. No sé si tendrá intensiones de volver para
realizarlos…
Ya
eran las 20:30 hs, así que nos dirigimos hacia el restaurante que habíamos
seleccionado especialmente para esa noche: Nicoletto. Era el restaurante número
1 del ranking de tripadvisor, donde parecía que vendían excelentes pastas. No
pudimos comprobarlo porque cuando llegamos notamos con mucha decepción que la
puerta estaba cerrada y no parecía haber vida en el interior del local. Sólo
había un cartel con horario que decía que abrían de 20 a 23 hs. En ningún lugar
informaba que los lunes estaba cerrado o que terminada la temporada de verano
cerraba. Con una seguidilla de insultos y otro “qué desgraciado” fuimos nuevamente a la avenida Arrayanes para ver
a dónde íbamos. Prácticamente sin rumbo, terminamos en un lugar que habíamos
esquivado los días previos, no dando 2 pesos por el mismo: “Gran Nevada”. Era
un local de minutas que en la vidriera decía “pizzas y pastas caseras”. Era un
gran ambiente, con decoración pobre, muchas mesas con mantelitos individuales
de papel y algunos reservados cuyos asientos estaban “tapizados” o tal vez
“forrados” con alfombra azul. Digamos, un lugar sencillo sin grandes
pretensiones. De iguales características era la carta, con varias opciones de
pizzas, 4 pastas con diferentes salsas, milanesas con papas fritas y puré de
verdad, ensaladas y algo de parrilla. Nos atendieron super rápido. Pedimos 2
platos de spaghetti, uno con salsa napolitana y otros blancos con aceite. Había
que hacer algo de dieta, si queríamos sobrevivir y tomar el avión el día siguiente! A nuestro lado pasaban
grandes platos con buena pinta incluidas grandes milanesas con papas fritas a caballo,
que bautizamos “milanesa a la
Javier ”. Pastas ricas y baratas, de hecho fue la noche más
económica de las vacaciones.
En la
puerta del restaurante descubrimos una parada de taxi, donde en menos de 1’ apareció uno, que tomamos
hacia la hostería.
Al día siguiente, desayunamos, terminamos de armar las valijas y nos tomamos un taxi hacia la terminal. Teníamos pasajes para las 10:30 hs, Albus con destino Bariloche. No nos podemos quejar de la puntualidad del micro que salió justo a horario. Fue un viaje tranquilo, que fue bordeando el lago Nahuel Huapi. Seba con el mapa incorporado en la cabeza fue identificando cada uno de los brazos del lago, así como los cerros que iban apareciendo a nuestro paso.
A las
11:45 hs llegamos a la terminal de Bariloche. Pocos minutos después ya
estábamos camino al aeropuerto, llegando temprano, como siempre.
Cuando
fuimos a despachar las valijas nos informaron que el vuelo estaba retrasado 50
minutos. Que HDP!!! Los días previos nos habían mandado varios mail confirmando
el horario del viaje e incluso Seba había entrado en la página de LAN esa misma
mañana para ver si había algún cambio! Así que sin ninguna explicación sumamos
unos 50’
más a la casi 1:30 hs que habíamos previsto.
El
viaje fue tranquilo. En Buenos Aires nos reencontramos con nuestro equipaje
intacto, así que salvo el retraso podría decirse que todo estuvo OK.
Fin
de las vacaciones!!! A programar las siguientes!!!!
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